El país estaba arrasado por la guerra. El desabastecimiento y la inflación azotaban a la población. El gobierno provisional estaba empantanado entre su incapacidad para atender a las exigencias de un movimiento obrero movilizado y con una intensa actividad huelguística por un lado, y por el otro una guerra que seguía perdiendo a pesar de los ingentes esfuerzos y sacrificios impuestos a la población. Tercamente, el gobierno provisional insistía en lanzar una nueva ofensiva contra los alemanes, pero en una situación extraordinaria: por su extrema debilidad, requería la aprobación del Consejo de los Soviets para poder llevarla a cabo, ya que la guarnición de Petrogrado no obedecía a sus superiores jerárquicos sino que se subordinaba al poder de los soviets.
En abril ya habían ocurrido grandes confrontaciones entre los trabajadores y el gobierno provisional del príncipe Lvov, ante el intento fallido de enviar más tropas al frente. El gobierno negoció con el Soviet, dirigido por el menchevismo y los socialrevolucionarios, el nombramiento de seis ministros “obreros” y renunció el ministro Miliukov, dirigente del partido burgués liberal de los kadetes.
Lenin había vuelto del exilio en abril y reordenaba políticamente al partido bolchevique para la toma del poder, coincidiendo con las tesis de Trotsky, quien desde 1905 planteaba que correspondía a los trabajadores encabezar una alianza con el campesinado mayoritario para tomar el poder, pese al relativo atraso del capitalismo ruso. En mayo regresa el propio Trotsky y se inician las conversaciones para la integración de su organización en el partido bolchevique.
Lenin observaba que, si bien los obreros ya comenzaban a desconfiar del gobierno encabezado por Lvov y exigían (y lograban) la renuncia de Miliukov, todavía confiaban en que, con el ingreso de ministros de los partidos “obreros y campesinos”, la situación cambiaría. Para dar cuenta de este estado de ánimo de las masas, los bolcheviques lanzan la consigna “¡Abajo los diez ministros capitalistas!”.
Presionados por su organización militar, que temía ser dispersada en los distintos puntos del frente de guerra, los bolcheviques intentaron promover, en el marco del 1er Congreso de los Soviets de toda Rusia, la convocatoria a una movilización en Petrogrado. Una asamblea de organizaciones barriales la convocó para el 10 de junio y adhirieron los comités de fábrica. El Comité Ejecutivo del Congreso de los Soviets intentó disuadir a los bolcheviques de realizar la marcha y al no lograrlo se declaró al Congreso en sesión permanente, dictando una prohibición de toda protesta por tres días. Irónicamente, fue una nueva demostración de que el poder real lo ejercían los soviets, no el gobierno, y que solo con medidas extremas se podía contrarrestar la creciente influencia de los bolcheviques entre los trabajadores.
Presionada, la mayoría del Congreso aprobó la realización el 18 de junio de una marcha en defensa de la democracia. La participación resultó masiva, alrededor de cuatrocientas mil personas se movilizaron, en su gran mayoría trabajadores, pero lo distintivo es que dominaron claramente las pancartas con las consignas de los bolcheviques: “Abajo los diez ministros capitalistas” y “Todo el poder a los soviets”. En términos electorales esto se había reflejado en las elecciones municipales en el barrio de Viborg, donde los bolcheviques habían obtenido la mayoría pocos días antes, por encima de mencheviques y kadetes. En Moscú, Kiev, Charkov, Yekaterinoslav y otras ciudades hubo réplicas menores de esta gran jornada de movilización.
“Los últimos días de junio se caracterizan por un estado constante de efervescencia. El regimiento de Ametralladoras está dispuesto a lanzarse inmediatamente al ataque contra el gobierno provisional. Los huelguistas recorren los cuarteles invitando a los soldados a echarse a la calle […] Ninguno de los bandos se decide a emprender la ofensiva: la reacción es demasiado débil y la revolución no tiene aún una confianza absoluta en sus fuerzas. Pero tal parece que las calles de la ciudad están regadas con materias explosivas. Flota en el ambiente la inminencia del choque. La prensa bolchevique explica y frena. La prensa patriótica exterioriza su inquietud lanzándose a una campaña desenfrenada contra los bolcheviques”, así describe Trotsky en su Historia de la Revolución Rusa la atmósfera reinante.
Lvov tenía sus días contados, cayó y fue sustituido por Kerensky luego de las jornadas de julio, en que miles salieron a luchar espontáneamente contra el gobierno y los bolcheviques se vieron forzados a colocarse a la cabeza pese a considerar la insurrección como prematura. La persecución contra el bolchevismo arreció, se lo calumniaba por supuestamente hacerle el juego a la contrarrevolución y al imperialismo alemán. Este hecho –junto con la preparación de un golpe contra el gobierno por parte del comandante Kornilov, que sería derrotado con la destacada participación de los bolcheviques-, los analizaremos en próximas entregas. Se precipitaban las luchas que desembocarían en la gran revolución de octubre.
El primer Congreso de los soviets de toda Rusia Los soviets surgieron en 1905, como asambleas de delegados cuyo órgano central dirigió las dos grandes huelgas generales de ese año. Aunque fueron disueltos, dejaron su impronta en la tradición del movimiento obrero y la izquierda revolucionaria, siendo reorganizados en 1917, en el marco de la revolución de febrero, e integrados fundamentalmente por trabajadores y soldados. Los soviets de campesinos, más atrasados políticamente, no se vincularían a los soviets obreros hasta la revolución de octubre. El 3 de junio se realizó en Petrogrado el primer Congreso de los Soviets, en el que participaron 820 delegados con voz y voto en representación de asambleas de más de 25 mil miembros y 268 con voz pero sin voto en representación de soviets menos numerosos. Se calcula que el Congreso representaba a unas 20 millones de personas. Los mencheviques y social revolucionarios contaban con más de la mitad de los delegados. |