¿Qué refleja todo esto? Es simplemente una postal de lo que venimos denunciando en todos los números de El Socialista: los salarios no alcanzan. No llegan a fin de mes los trabajadores en blanco (como la mayoría de los de la anécdota del párrafo anterior, ya que para acceder al descuento había que tener tarjeta), que vieron cómo sus sueldos perdían un 10% promedio contra la inflación en 2016. Y que en 2017 tuvieron cierres paritarios que tampoco van a cubrir la inflación de este año.
Mucho menos les alcanza a los trabajadores tercerizados, que cobran a veces la mitad que los que están bajo convenio por hacer la misma tarea. Y ni que hablar del tercio de la clase trabajadora en negro, cuyos ingresos en su inmensa mayoría no cubren siquiera el piso mínimo de pobreza. Sumémosle los jubilados y la creciente masa de desocupados, que no les queda otra que sobrevivir de changas o directamente de algún plan social.
Frente a esta realidad, el planteo del Frente de Izquierda es clarísimo: ningún trabajador debe ganar menos que el valor real de la canasta familiar, hoy estimado en 25.000 pesos. Y los jubilados deben percibir, sin excepción, el 82% móvil.
Las patronales argumentarán que no tienen plata. ¡Mentira! Miremos sus ganancias. Vienen levantando millonadas año a año. A muchas se las exime de impuestos (como a las exportadoras agrícolas y mineras), a otras se les otorgan subsidios (como a las privatizadas) o incluso se les permite vender sus productos a valores por encima de los internacionales (como a las gasíferas y petroleras); las vinculadas al sector financiero hacen súper ganancias con los mecanismos especulativos de la bicicleta financiera. Y todos lucran con el trabajo en negro y los mecanismos de tercerización laboral.
Y después está el sector público. Ahí tenemos a los empleados de la administración, los maestros y profesores, los trabajadores de la salud y los judiciales, entre otros. A ellos se les argumenta que, aunque los reclamos son justos, “plata no hay”. ¡Otra vulgar mentira! Sí que hay plata, lo que sucede es que se la destina al pago de la deuda externa.
La conclusión entonces es simple, si hay crisis, que la paguen los que la provocaron y se beneficiaron todos estos años: las grandes patronales y los acreedores externos. Prioridad para el salario de los trabajadores, no para las ganancias empresarias ni para la deuda.