Escribe José Castillo
Alguien podrá preguntarse si, en la disputa con Trump, los chinos representan algún polo “progresista”. Nada de eso. El gobierno de Xi Jinping es una dictadura, comandada por un partido que sólo de nombre continúa denominándose “Partido Comunista Chino”, que ha restaurado totalmente el capitalismo en ese país. China se ha transformado hace varias décadas en una semicolonia al servicio de las ganancias de las grandes transnacionales. Así están presentes allí las más importantes empresas yanquis y europeas. Asociadas a ellas, ha crecido también una capa de grandes capitalistas chinos, varios de los cuales integran las listas de “los multimillonarios del planeta”. La revista Forbes registra, a este año, la presencia de 259 multimillonarios de origen chino. Uno de los más renombrados, Jack Ma, el dueño de Alibaba, poseedor de una fortuna de 38.000 millones de dólares, acaba de anunciar su afiliación al Partido Comunista chino. No es algo novedoso, ya hace una década que dicho partido cambió su estatuto, para denominarse el partido “de los obreros, campesinos y los compañeros capitalistas”.
El capitalismo chino ha permitido enriquecerse a esos millonarios locales y a innumerables empresas transnacionales gracias a favorecer la superexplotación de los trabajadores, a los que se obliga a jornadas extenuantes, por salarios de hambre y reprimiendo cualquier protesta u organización sindical independiente. No es casual que recién en los últimos años, cuando el crecimiento de las luchas obreras obligó a aumentar los salarios desde ese piso de hambre y superexplotación, muchas empresas comenzaron a trasladarse a otros países del sudeste asiático. Y el crecimiento de la economía china se redujo de los dos dígitos de las dos décadas pasadas al actual 6% e incluso menos. La actual pelea entre Trump y el gobierno chino expresa, entonces, una disputa en el marco de una crisis de la economía mundial donde se achican los negocios para ambos.
Los acuerdos que se han firmado entre Xi Jinping y Macri, en el marco de la reunión del G20, por su parte, nada bueno dejarán para nuestro país: no son más que una oportunidad de negocios “compartida” entre esos mismos capitalistas chinos y los grandes pulpos locales al servicio del saqueo de nuestros recursos.