Escribe Federico Moreira
Marchando desde las fábricas hacia la Plaza de Mayo, miles de manifestantes ocuparon las calles para rechazar la detención del coronel Juan Domingo Perón. Así se inauguraba el largo período de influencia del peronismo sobre los trabajadores argentinos. Sigue planteado el desafío de formar una nueva dirección sindical y política independiente de todo sector burgués.
El 27 de noviembre de 1943, el coronel Juan Domingo Perón asumió como secretario de la Dirección Nacional del Trabajo, después convertida en Secretaría de Trabajo y Previsión, bajo el gobierno militar del general Edelmiro Farrell. El joven militar ganó notoriedad por implementar una serie de medidas que comenzaron a dar respuesta a los reclamos de los trabajadores y mejoraron notablemente sus condiciones de vida. En mayo de 1944 se creó el fuero laboral, garantizando estabilidad laboral a los representantes gremiales. En junio se logró el descanso dominical y la “garantía horaria”, que aseguraba el pago de sesenta horas quincenales como mínimo, fueran trabajadas o no, para los trabajadores de la carne. Dos millones de trabajadores accedieron a la jubilación. Se firmaron convenios colectivos de trabajo en muchas ramas productivas. Una de las medidas que provocó mayor indignación entre la oligarquía (terratenientes y ganaderos) fue el decreto del “estatuto del peón”, que establecía un salario, condiciones de alimentación y vivienda mínimas y otros derechos. Así Perón ganó el apoyo del movimiento obrero, que comenzaba a obtener conquistas que aún se recuerdan y defienden.
Perón, la avanzada yanqui y las divisiones patronales
Desde el fin de la Primera Guerra, los Estados Unidos habían comenzado su ascenso como potencia imperialista. El plan para Latinoamérica era convertirla en su propia semicolonia. Hacia el fin de la Segunda Guerra los yanquis redoblaron su ofensiva en la región.
En la Argentina, que había sido por décadas una semicolonia británica, con una oligarquía y una patronal atadas por mil lazos a Inglaterra, la ofensiva provocó una profunda división. Los partidos patronales, conservador y radical, se dividieron en dos alas, proinglesa y proyanqui. Lo mismo sucedió en el ejército.
Perón y el sector patronal que representaba, históricamente ligado a Inglaterra, se propuso resistir el embate yanqui apoyándose en el movimiento obrero. Para lograrlo fue otorgándole conquistas y se valió de una situación económica excepcional en la que el país venía de ser la quinta potencia comercial mundial y salía de la guerra como acreedor de Gran Bretaña y con una enorme acumulación de divisas, logradas gracias a los altos precios de los cereales y la carne vacuna.
El 17 de octubre
Mientras Perón ganaba apoyo en el movimiento obrero, otros sectores patronales se volcaban a una creciente oposición al gobierno militar. En julio se instaló como embajador yanqui Spruille Braden, que empezó a organizar a la oposición antiperonista y a alentar manifestaciones, a las que se sumaron gran parte del partido radical, el Partido Socialista y el Partido Comunista, que aún tenía peso entre los trabajadores. En septiembre se realizó una marcha pidiendo la renuncia de Perón. Para fines de mes hubo un levantamiento militar en Córdoba. En octubre de 1945 las tensiones llegaron a tal punto que Perón decidió renunciar. Pero antes informó que dejaba a la firma de Farrell un decreto con aumentos y mejoras para los trabajadores, entre ellas el aguinaldo. El anuncio provocó manifestaciones y enfrentamientos en el centro de la Capital con heridos y detenidos.
La polarización iba en aumento y el 12 de octubre Perón fue detenido y embarcado a la isla Martín García por orden de Farrell. Los sindicatos más importantes exigieron su inmediata libertad. La conducción de la CGT se reunió para deliberar y convocó a una huelga general para el 18 de octubre. Pero el 16, Cipriano Reyes, dirigente del gremio de la carne, movilizó a los obreros de Berisso y desencadenó la movilización que el 17 de octubre llegó a Plaza de Mayo. La acción decisiva del movimiento obrero dividió a las fuerzas armadas, que se empezaron a volcar en favor de Perón. Por la noche, Perón fue liberado y, junto a Farrell, salieron al balcón de la Casa Rosada para anunciar que se adelantaban las elecciones nacionales para febrero de 1946.
El peronismo, un movimiento burgués con fuerte apoyo de los trabajadores
El 17 de octubre, la crisis del gobierno y la división de la cúpula militar facilitaron la movilización. Pero lo fundamental fue la decisión de miles de obreros de ganar las calles. Por primera vez en nuestra historia la clase obrera era protagonista principal de un hecho político nacional. Pero, contradictoriamente, lo hacía en apoyo de un militar y dirigente de un sector de la burguesía que estaba enfrentada al imperialismo yanqui. Ya siendo presidente, ante el Parlamento en 1947 Perón dijo: “No combatimos al capital, sino que le facilitamos todos los medios necesarios para su adaptación y desenvolvimiento”. Por eso rechazaba fervientemente la organización independiente del movimiento obrero, sometiéndolo a la burocracia sindical peronista y al aparato del Estado, inculcando desde aquellos años el veneno de la conciliación de clases y la confianza de los obreros en los patrones.
Nuestra corriente, fundada por Nahuel Moreno en 1943, comenzaba a dar sus primeros pasos cuando se produjeron estos hechos. Al calor de los acontecimientos fuimos redondeando una definición del peronismo de aquellos años como un movimiento burgués nacionalista por sus fuertes roces con el imperialismo yanqui y que supo ganar gran apoyo de los trabajadores. Esta definición nos permitió denunciar y rechazar la ofensiva yanqui, oligárquica y clerical que culminó en el golpe militar de 1955 y nos permitió también mantener una clara independencia política y organizativa y una posición crítica respecto del peronismo y sus gobiernos. Pero, a la vez, nos permitió mantenernos íntimamente ligados a los trabajadores peronistas desde las fábricas, las comisiones internas y los sindicatos para apoyar e impulsar sus luchas.
El carácter burgués del peronismo lo fue llevando a entrar en crisis con su base obrera. Pero aún sigue planteado el gran desafío de que los trabajadores avancen en la ruptura definitiva con el peronismo, rechacen la unidad obrero-patronal y formen una nueva dirección política y sindical independiente de todo sector patronal. Es la gran tarea que, desde los años ’40, impulsó nuestra corriente construyendo el GOM, Palabra Obrera y otros partidos hasta llegar al actual, Izquierda Socialista.