Escribe Guido Poletti
A partir de junio se produce el nuevo reajuste en las jubilaciones. Los números son terroríficos. La jubilación mínima pasará a ser de 37.524,96 pesos. En valores cercanos a la línea de indigencia. Y prácticamente un tercio de la canasta para el adulto mayor, calculada por la Defensoría de la Tercera Edad en 100.000 pesos.
El 70% de las jubiladas y jubilados cobra valores entre una y dos jubilaciones mínimas, totalmente por debajo de cualquier medición de la canasta de pobreza. Muchos de ellos por no haber alcanzado los años de aporte, culpa de sus patrones, perciben menos aún, la vergonzosa PUAM (Pensión Universal del Adulto Mayor), que es el 85% de la mínima y ni siquiera da derecho a su pareja a seguir percibiendo el haber en caso de fallecimiento.
Las jubiladas y jubilados son uno de los principales sectores ajustados con el objetivo de cumplir lo pautado con el FMI. Más aún, tienen el triste privilegio de haber sido los “primeros ajustados”, allá por diciembre de 2019, cuando se modificó la pauta de reajuste cambiándola por la actual, que no considera la inflación.
Hay que terminar con esto. Las y los jubilados no pueden ser la variable de ajuste, la plata debe ir a ellos, no al FMI. Se impone un aumento de emergencia que lleve la mínima a 100.000 pesos y la aplicación inmediata del 82% móvil.