Escribe Federico Novo Foti
En 1933 el vicepresidente argentino Julio A. Roca (hijo) y el encargado de negocios británico Walter Runciman firmaron un acuerdo leonino contra nuestro país en favor de Gran Bretaña. La Argentina pasó a ser una semicolonia expoliada por el imperialismo británico. En la actualidad, la lucha contra los acuerdos de saqueo y ajuste imperialista sigue vigente.
En mayo de 1933 se firmó el pacto Roca-Runciman, un escandaloso “estatuto del coloniaje” de nuestro país. En la firma del acuerdo, Argentina estuvo representada por el entonces vicepresidente, Julio A. Roca (hijo), quien con orgullo sintetizó su gestión diciendo que “la Argentina es, por su interdependencia recíproca, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Reino Unido”.1 Por el lado británico, estuvo Sir Walter Runciman, presidente del British Board of Trade.
El acuerdo, auspiciado por el presidente conservador Agustín P. Justo y refrendado por el Congreso Nacional (Ley 11.693), implicó que, a cambio de que Argentina pudiera seguir vendiendo carnes a Gran Bretaña, ésta pasaría a controlar el producto de exportación más importante de nuestro país por medio de un trust ligado al mercado británico de Smithfield en Londres. Reservó para los frigoríficos extranjeros, en su mayoría británicos (Swift, Armour y Anglo-Ciabasa), el 85% de la cuota de exportación de carnes, relegando a las empresas argentinas. Además, se estableció que la totalidad de las divisas (libras esterlinas) generadas por las compras realizadas por los ingleses a la Argentina debía destinarse a la importación de productos británicos. El acuerdo definió a Gran Bretaña como “nación privilegiada”. Paralelamente se firmó un protocolo y una serie de pactos subsidiarios, algunos secretos, que establecieron que las mercaderías inglesas, como el carbón, quedarían “libres de derechos” (impuestos); la disposición a comprar los ferrocarriles y la compañía de gas en manos británicas, pero bajo las condiciones que ellos quisieran; y la creación de la Corporación de Transporte de Buenos Aires, para ampliar los beneficios del monopolio inglés en subtes y trenes, entre otros puntos.2
Argentina, semicolonia de Gran Bretaña
El 24 de octubre de 1929 quebró la Bolsa de Nueva York en Wall Street. Era el inicio de una crisis económica nunca vista hasta el momento, que sacudió a todo el mundo capitalista. Durante muchos años se sintieron los efectos devastadores de la crisis de la economía capitalista mundial. Todos los grandes países imperialistas buscaron protegerse y sortear la crisis replegándose en un proyecto de autoabastecimiento para incentivar la producción interna, reduciendo el comercio internacional un 60%.
Pero Gran Bretaña fue el primer país imperialista en recuperarse porque pudo usufructuar su posición mayoritaria en el comercio mundial y su vasto imperio colonial. Desde esa posición, redobló el saqueo de los países que dominaba y oprimía. Entre julio y agosto de 1932 en Ottawa (Canadá), Gran Bretaña reunió a sus colonias y excolonias en la “Conferencia Económica Imperial”. Para paliar su propia crisis, Inglaterra pactó con las grandes burguesías del “Commonwealth” (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, India, entre otras) un régimen preferencial de comercio, férreo y cerrado, donde todos se comprometían a comprar y vender con la “privilegiada” metrópoli.
El pacto Roca-Runciman fue el reflejo particular de los acuerdos de Ottawa en nuestro país. Cabe recordar que desde los inicios de la historia de nuestro país independiente existió una presencia de los intereses imperialistas ingleses. A partir de 1880 pegó un salto la dependencia de nuestro país con Gran Bretaña. Capitales ingleses dominaban el sistema ferroviario. Poco tiempo después, acapararon los grandes frigoríficos y el petróleo, además de tener intereses financieros y en otros rubros. Pero en la llamada “Década Infame” (1930-1943), especialmente bajo el gobierno de Agustín P. Justo y de la mano de la oligarquía terrateniente, con los acuerdos iniciados por el pacto Roca-Runciman, el país pasó a ser una “semicolonia” británica. Es decir, un país políticamente independiente, pero cuya economía comenzó a ser controlada y sometida por el imperialismo inglés.3
El pacto Roca-Runciman provocó cambios profundos en la estructura económica y social del país. Se profundizó el proceso de concentración de todas las ramas de la actividad económica. La oligarquía argentina, beneficiaria del sometimiento a los capitales británicos, tuvo como su mayor exponente al Grupo Bemberg, el trust de la cerveza “Quilmes”, que actuaba como intermediario de los préstamos entre la banca internacional, la nación y las provincias. También se beneficiaron Bunge y Born y Dreyfus, los monopolios de la venta de cereales. El tanino quedó esencialmente en manos inglesas, bajo la tristemente célebre La Forestal. En medio de esa situación también comenzó a darse un incipiente desarrollo de la industria, obligado por la falta de divisas y alentado por el control de cambios. Aumentó en la ciudad la mano de obra corrida del campo, producida por la crisis de la pequeña y mediana agricultura. De modo que, ligada a los terratenientes, comenzó a surgir a mediados de la década de 1930 una burguesía industrial, que iba ocupando los huecos que existían por el cerrado dominio imperialista.
Por la segunda y definitiva independencia
La decadencia de Gran Bretaña fue debilitando su dominio sobre nuestro país y el mundo. Después de la Segunda Guerra Mundial emergió como nuevo imperialismo dominante Estados Unidos. En nuestro país, tras el “golpe gorila” de 1955, la Argentina volvería a ser una semicolonia, desde entonces sometida al nuevo amo norteamericano. El control de nuestra economía y la entrega de los recursos naturales en favor de multinacionales yanquis y de otros países imperialistas se profundizó. Nuevos pactos o acuerdos, establecidos por los sucesivos gobiernos patronales con organismos de crédito internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, consolidaron el mecanismo de la deuda externa como un pilar fundamental del saqueo, el ajuste y la explotación capitalista en nuestro país. La decadencia argentina va de la mano de la penetración y el sometimiento de nuestra economía al imperialismo. Por eso la lucha antiimperialista y la necesidad de lograr una segunda y definitiva independencia, la económica, sigue planteada como una de las grandes tareas en la pelea por lograr un gobierno de trabajadores y trabajadoras, que termine con el capitalismo y por el socialismo.
1. Ver Milcíades Peña. Masas, caudillos y elites. Ediciones Fichas, Buenos Aires, 1973.
2. Ver Nahuel Moreno. Método de interpretación de la historia Argentina. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2012 o en nahuelmoreno.org
3. Idem.