Escribe Federico Novo Foti
Los primeros días de marzo de 1919 se realizó en la Rusia soviética el congreso fundacional de la Tercera Internacional. Delegados de treinta países se reunieron para sentar los cimientos de una nueva dirección revolucionaria internacional ante la bancarrota de la socialdemocracia. Sus cuatro primeros congresos siguen siendo una referencia en la lucha por conquistar gobiernos de trabajadores y el socialismo mundial.
El 24 de enero de 1919 se publicó con la firma de Vladimir Lenin y León Trotsky, los líderes bolcheviques de la revolución de octubre y del primer gobierno revolucionario de trabajadores y campesinos, el llamamiento para realizar el congreso fundacional de la Internacional Comunista.1 La iniciativa surgió al calor de la ofensiva revolucionaria de la clase trabajadora europea como consecuencia de la carnicería humana generada por la “Gran Guerra” interimperialista (la primera guerra mundial). Por aquellos días, en la guerra civil rusa, el gobierno de los soviets sufría el asedio del ejército blanco, la coalición militar de la reacción burguesa y las potencias imperialistas, secundados por los falsos “socialistas” (mencheviques y socialdemócratas). Días antes de la publicación del llamamiento habían sido asesinados por el gobierno alemán -integrado por la socialdemocracia- los dirigentes del joven Partido Comunista de ese país, Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht, como parte de la contraofensiva para estrangular la revolución alemana.
Bajo estas difíciles condiciones, el 2 de marzo se inició el congreso fundacional en una sala del Kremlin, la histórica sede del gobierno ruso en Moscú, con la presencia de 51 delegados de treinta países. Al cabo de tres días de deliberaciones, el 5 de marzo, la asamblea de delegados proclamó la fundación de la Internacional Comunista o Tercera Internacional. El Manifiesto de la Internacional Comunista, redactado por Trotsky, sintetizó los objetivos que perseguía la nueva organización: unir a los revolucionarios de todos los países bajo las banderas del socialismo revolucionario, traicionadas por la socialdemocracia y los falsos “socialistas” de todo pelaje, para derrocar el capitalismo imperialista mediante la conquista de gobiernos de trabajadores y la lucha por el socialismo mundial. El texto cerraba con el llamado inmortalizado en el Manifiesto Comunista de Carlos Marx y Federico Engels de 1848: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”.2
La traición de la socialdemocracia
Cinco años antes, en julio de 1914, había comenzado la “Gran Guerra” en la que los gobiernos de las principales potencias imperialistas se lanzaron a disputar el mercado mundial. El resultado fueron millones de muertos y cuatro años de horrendos sufrimientos para los pueblos europeos. La guerra fue la más brutal expresión hasta entonces conocida de la barbarie a la que podía conducir el capitalismo imperialista.
Los gobiernos imperialistas contaron con la complicidad de la socialdemocracia, los grandes partidos socialistas que formaban la Segunda Internacional, quienes votaron en los parlamentos de sus respectivos países los créditos para solventar la guerra, salvo honrosas excepciones como la de Liebknecht. Esto alentó a los obreros de sus países a matarse mutuamente en defensa de sus explotadores imperialistas. La traición de la socialdemocracia produjo una derrota histórica para la clase obrera mundial y dejó al descubierto que esas direcciones mayoritarias de los trabajadores habían roto con la tradición socialista revolucionaria, con el internacionalismo y se habían entregado al enemigo de clase.
Sólo unas pocas voces se levantaron en los partidos socialistas en contra de la traición de la socialdemocracia. Lenin junto al partido bolchevique ruso encabezó esa minoría. En su autobiografía, Trotsky cuenta que en septiembre de 1915 se realizó en Zimmerwald, un pueblito de las montañas suizas, una reunión de internacionalistas: “todos los internacionalistas del mundo podían caber en cuatro coches”.3 En Alemania, Luxemburgo y Liebknecht fueron encarcelados por denunciar la guerra.
La guerra culminó en 1918 gracias a la revolución rusa y el ascenso revolucionario en los países de Europa central, especialmente en Alemania. Pero la bancarrota de la socialdemocracia era ya definitiva y desde entonces se transformó en sostén del sistema capitalista en decadencia. Ante semejante traición, aquel puñado inicial de internacionalistas, con la autoridad del primer gran triunfo de la revolución socialista en Rusia, decidieron fundar una nueva internacional que dirigiera a los partidos comunistas de todos los países en una estrategia común con la convicción de que la revolución socialista no podía triunfar en un solo país, sino que debía hacerlo extendiéndose a toda Europa y el resto del mundo, derrotando definitivamente al capitalismo imperialista.4
Una escuela de estrategia revolucionaria
Los gobiernos imperialistas europeos soportaron la primera gran ofensiva revolucionaria de la clase obrera. Contaron con la ayuda inestimable de la socialdemocracia y la debilidad e inexperiencia de los jóvenes partidos comunistas. Entonces, el optimismo sobre un rápido triunfo de la revolución mundial dio paso entre los socialistas revolucionarios a la convicción de la necesidad de un proceso de educación de las nuevas camadas revolucionarias para una lucha larga y difícil. Esta tarea la abordaron los siguientes tres congresos de la Tercera Internacional, que elaboraron valiosos documentos de orientación en la construcción de los partidos comunistas, en el desarrollo de tácticas como la del frente único para enfrentar la contraofensiva de la burguesía, sobre el trabajo entre las mujeres, la juventud, los soldados y muchos más.5
Pero las derrotas de las revoluciones europeas terminaron golpeando a la rusia soviética que, aislada, sufrió el avance de la burocracia contrarrevolucionaria conducida por José Stalin. El estalinismo se fue imponiendo desde 1923, y tras la muerte de Lenin en 1924, comenzó a liquidar la democracia de los soviets y a convertir a la Tercera Internacional en un instrumento de su política contrarrevolucionaria. Trotsky y la Oposición de Izquierda enfrentaron el avance de la burocracia. A partir de 1933 planteó volver a comenzar la tarea de construir una internacional obrera revolucionaria ante las falsificaciones y capitulaciones del estalinismo. Así terminó fundando en 1938 la Cuarta Internacional.
La Tercera Internacional fue disuelta en 1943, como parte de los acuerdos de Stalin con los líderes de las potencias imperialistas durante la segunda guerra mundial. A pesar de su desgraciado destino, la Tercera Internacional representó uno de los puntos más altos en lucha por construir una dirección revolucionaria internacional y sus cuatro primeros congresos, bajo la conducción de Lenin y Trotsky, son una escuela de estrategia revolucionaria que mantienen plena vigencia.6 Hoy sus enseñanzas siguen siendo una guía en la lucha por superar la crisis de dirección revolucionaria provocada por la socialdemocracia, el estalinismo y los nuevos falsos “socialistas”, y ante la propia crisis y dispersión de la Cuarta Internacional. Desde la UIT-CI e Izquierda Socialista nos reconocemos parte de esa tradición de lucha por la construcción de una dirección internacional para la clase obrera, por eso continuamos peleando por unir a los revolucionarios bajo las banderas del socialismo revolucionario.
1. Ver E. Broquen (traductor). “Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista (1919-1923)”. Editorial Pluma. Buenos Aires, 1973.
2. Ídem.
3. León Trotsky. “Mi vida”. Ediciones Antídoto. Buenos Aires, 1996.
4. Ver George Novack y otros. “Las tres primeras internacionales”. Editorial Pluma. Bogotá, 1977.
5. Ídem.
6. León Trostky. “Una escuela de estrategia revolucionaria”. Ediciones del Siglo, Buenos Aires, 1973.
Lenin fue el gestor
A Vladimir Lenin le corresponde el mérito de haber encabezado, junto a un puñado de dirigentes revolucionarios, como León Trotsky, la lucha en defensa de las banderas socialistas revolucionarias ante la traición de la socialdemocracia. Conocida la votación de los diputados socialistas en favor de los créditos de guerra, en 1914 Lenin escribía: “La Segunda Internacional ha muerto, vencida por el oportunismo. ¡Abajo el oportunismo y viva la Tercera Internacional, liberada de los renegados y también del oportunismo! […] La tarea de la Tercera Internacional será la de preparar al proletariado para la lucha revolucionaria contra los gobiernos capitalistas, para la guerra civil contra la burguesía de todos los países, en vistas a la toma de los poderes públicos y de la victoria del socialismo”.1 En mayo de 1919, tras la fundación de la Internacional Comunista, Lenin escribió: “La Primera Internacional echó los cimientos de la lucha proletaria internacional por el socialismo. La Segunda Internacional marcó la época de la preparación del terreno para una amplia extensión del movimiento entre las masas en una serie de países. La Tercera Internacional ha recogido los frutos del trabajo de la Segunda Internacional, ha amputado la parte corrompida, oportunista, socialchovinista, burguesa y pequeñoburguesa”. 2
A cien años de su fallecimiento, la lucha de Lenin, continuada por Trotsky frente al estalinismo y la socialdemocracia, sigue vigente ante las claudicaciones de nuevos falsos “socialistas” que abandonan la lucha por gobiernos de trabajadores y el socialismo.3
1. Ver E. Broquen. “Los cuatro primeros…”. Op. Cit.
2. V. Lenin. “La tercera internacional y su lugar en la historia”. (1919) Disponible en www.marxists.org
3. Ver Nicolás Núñez. “¿Por qué Lenin sigue vigente en el siglo XXI?” en El Socialista Nº 575, 10/01/2024. Disponible en www.izquierdasocialista.org.ar Ver “Portugal: homenaje a 100 años de la muerte de Lenin” (21/01/2024) por Miguel Sorans y Josep Lluis Alcázar. Disponible en www.uit-ci.org