No era jueves. Era sábado. Y no eran cientos, sino apenas catorce mujeres, con nombres como Azucena, Berta, Haydée, Pepa. Todas compartían una herida: un hijo o hija secuestrada y desaparecida por la dictadura. Ese 30 de abril de 1977, en pleno estado de sitio, se animaron a lo imposible: reunirse en la Plaza de Mayo. Azucena Villaflor lo dijo claro: “Individualmente no vamos a conseguir nada”. Un policía las increpó: “Circulen”. Y entonces circularon. De a dos, tomadas del brazo, giraron en torno a la Pirámide. Así nació la ronda.
No había banderas ni pañuelos blancos todavía, solo un gesto mínimo que rompía el terror: caminar juntas. Lo que siguió fue una historia de lucha, organización desde abajo y desobediencia al poder. Cuarenta y ocho años después, sus pasos siguen marcando el camino. Hoy ya suman 2.455 rondas.