Jul 19, 2024 Last Updated 5:27 PM, Jul 19, 2024

Izquierda Socialista

Escribe Eugenio L. E. Spagnoli, psiquiatra infanto-juvenil del Hospital de Niños de San Justo
 
La crisis capitalista impacta negativamente sobre la salud mental. Con la pandemia aumentó un 25% la prevalencia de la ansiedad y la depresión en todo el mundo. Además, aumentaron hasta un 47% los trastornos mentales en pacientes menores de edad.

En Argentina veinte millones de personas se atienden en el sistema público de salud. Sin embargo, apenas el 4,1% del presupuesto nacional para el año 2023 está destinado al sector salud. Únicamente el 1,68% de esa cifra se gasta en salud mental, quedando ese porcentaje muy por debajo de lo establecido por la Ley Nacional N° 26.657 que exige que se gaste un 10%.

En este marco, la situación de la atención de la salud mental pediátrica en el AMBA es crítica; solamente dos hospitales pediátricos del área provincial prestan atención en la especialidad de psiquiatría infanto-juvenil: el Hospital Sor María Ludovica de La Plata, y el Hospital del Niño de San Justo (municipal). Este último, único hospital pediátrico del conurbano oeste, no cuenta con guardia activa de salud mental, no pudiendo brindar respuesta satisfactoria al incremento  de las urgencias de salud mental pediátricas que vienen creciendo incluso desde antes que comenzara la pandemia. Compañeras y compañeros de este hospital y del resto del municipio venimos pronunciándonos en contra del vaciamiento de la salud pública, la precarización laboral bajo la forma de contratos de monotributo, la falta de adecuada actualización de nuestros salarios (que están por debajo de la línea de pobreza), la insuficiente dotación de personal de seguridad en centros de atención, la carencia en materia de infraestructura, la falta de apertura de concursos que desde hace algunos años atenta contra la continuidad de la carrera profesional hospitalaria, entre otras cosas. Penoso resulta observar que nuestra capacidad de respuesta a las problemáticas de salud de la población se reduce ante una creciente demanda de prestaciones, o que la protesta de algunas y algunos trabajadores se vaya transformando en renuncias.

Exigimos condiciones laborales dignas para las y los trabajadores de la salud y un aumento salarial inmediato. Hay que dejar de pagar la deuda externa usurera y fraudulenta, destinando ese dinero a la salud pública. Los gobiernos de Espinoza y Kicillof deben aumentar el presupuesto destinado a la salud de la población (sin subejecuciones), garantizando la atención eficiente de la salud pública, que sea gratuita, de calidad, y de acceso universal para todas y todos.

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Escribe Federico Novo Foti

Fue la primera guerra importante del siglo XXI. Estados Unidos buscó reforzar su cuestionada hegemonía mundial. Pero la heroica resistencia del pueblo iraquí le asestó una histórica derrota militar. Irak fue su segundo Vietnam. El resultado fue la profundización de su crisis de dominación que continúa en la actualidad.  

El 19 de marzo de 2003, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, anunció la invasión a Irak. Ubicado en Medio Oriente, Irak tenía por entonces veinticuatro millones de habitantes gobernados por la férrea dictadura de Saddam Hussein y era poseedor de una de las mayores reservas mundiales de petróleo. Bush declaró que su objetivo era terminar con el régimen de Hussein, a quien apuntó como integrante del “eje de mal” (junto a Irán y Corea del Norte) y que poseía peligrosas “armas de destrucción masiva”. Desde un primer momento, la UIT-CI se posicionó junto a la resistencia iraquí, sin dar apoyo político a Hussein. Alentó y participó de movilizaciones en distintos países, reclamando el retiro inmediato de las tropas imperialistas y exigiendo a los gobiernos la ruptura de relaciones con los países invasores.

En aquel momento, se aseguraba que la invasión expresaba la incuestionable hegemonía imperialista de los Estados Unidos, bajo el “nuevo orden mundial” nacido de la caída de la URSS y los estados obreros de Europa central. También, que se trataba de una “guerra por el petróleo”. Efectivamente, Estados Unidos y sus multinacionales (Chevron y Exxon) buscaban un nuevo reparto del negocio petrolero en Irak, frente a las multinacionales francesas (Total), chinas (China National Oil Company) y rusas (Lukoil). Pero sus objetivos iban más allá. El imperialismo yanqui invadió Irak para reafirmarse como gendarme mundial ante el crecimiento de rebeliones populares en el mundo. Buscó colonizar Irak para reforzar sus posiciones políticas en Medio Oriente, ante la incapacidad de Israel y sus gobiernos árabes aliados, como Arabia Saudita, de frenar la llamada “Segunda Intifada”, la resistencia popular palestina surgida en el año 2000. Buscaba también dar un fuerte mensaje contra el creciente movimiento antiglobalización, nacido en Seattle en 1999, a las enormes movilizaciones que derrotaron los planes de ajuste del FMI en Latinoamérica (el Argentinazo, la derrota del golpe en Venezuela en 2002 y las rebeliones bolivianas) y a las huelgas obreras en toda Europa. En lo económico, intentaba superar la crisis de la economía capitalista, expresada en la caída de grandes multinacionales como Enron, Xerox, AOL, WorldCom, y el crecimiento de la desocupación al 6% en Estados Unidos.

Bush utilizó los atentados contra las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001 para lanzar una contraofensiva política, militar y económica, con la excusa de combatir el “terrorismo”. Invadió Afganistán en 2001 e Irak en marzo de 2003. A pesar de no contar con el apoyo del conjunto de la OTAN, siendo acompañado por una débil coalición imperialista comandada por Gran Bretaña (Tony Blair) y el Estado Español (José María Aznar), Bush aseguró que obtendría una rápida victoria. El 9 de abril llegaron las tropas yanquis a Bagdad, la capital de Irak. El régimen de Hussein cayó. Parecía ratificarse la predicción de Bush. Pero desde ese momento comenzó a crecer una heroica y masiva resistencia del pueblo iraquí, que enfrentó el poderío militar y tecnológico imperialista. La resistencia se fortaleció con la unidad de chiítas y sunnitas (las dos ramas del Islam), con movilizaciones crecientes y la afluencia de combatientes desde todos los países árabes para sumarse a las milicias de la resistencia. Se consolidó también la intifada palestina y aumentaron las movilizaciones en Medio Oriente y en Asia bajo la consigna “somos todos iraquíes”.

La brutalidad de la ocupación recrudeció con bombardeos indiscriminados que dejaron en cuatro años más de 600.000 víctimas civiles, dos millones de refugiados y brutales torturas contra prisioneros de guerra. La exposición de estos hechos desnudó las verdaderas razones de la invasión y dejó cada vez más aislado al gobierno de Bush, a pesar de sus intentos de pactar con las conducciones chiítas y sunnitas. En Estados Unidos creció el rechazo a la guerra y aumentaron las movilizaciones por el retiro de las tropas. En marzo de 2004 cayó en las elecciones el gobierno de Aznar, obligando a su sucesor a retirar las tropas de Irak. En febrero de 2007, Tony Blair debió retirar las suyas y meses más tarde dimitió anticipadamente. Para mediados de 2007 la invasión yanqui en Irak estaba completamente derrotada, pese a que mantuvo una ocupación formal hasta octubre de 2011, cuando Barack Obama, el sucesor de Bush, anunció el retiro definitivo. El triunfo iraquí demostró que la lucha abnegada y consecuente de los pueblos por su liberación puede derrotar al imperialismo más poderoso, aún a pesar de sus conducciones traidoras.

Irak se convirtió en un nuevo Vietnam para Estados Unidos. Bush había querido dar un mensaje contra las rebeliones en el mundo, establecer una nueva colonia en Medio Oriente, convirtiendo a Irak en una inmensa base militar yanqui y controlando su petróleo. Pero actuó como un “bombero loco”, que quiso apagar el fuego con gasolina. Terminó incentivando el movimiento mundial anti-guerra y el antiimperialismo. Llevó al colapso de la economía capitalista mundial de 2007/2008, continuó el ascenso de la lucha de los pueblos del mundo y desde 2011 se desataron las revoluciones árabes. En 2021 el ejército yanqui huyó derrotado de Afganistán. En definitiva, profundizó la crisis de dominación política, militar y económica de Estados Unidos que continúa en la actualidad.


Escribe Mercedes Trimarchi, legisladora porteña electa Izquierda Socialista/FIT Unidad

El pasado 22 de marzo se cumplieron 150 años del nacimiento de Julieta Lanteri y Google le dedicó su doodle (diseño que decora la página principal del buscador) en homenaje a la médica y referente feminista que marcó un hito en la lucha por la conquista de los derechos de las mujeres en nuestro país.

Lanteri es reconocida por ser la primera mujer en votar en Argentina y en América Latina, así como ser la primera en ingresar a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Lanteri nació en Italia, en 1873. Fue la segunda hija de un matrimonio de clase media que, en busca de nuevos horizontes, se trasladó a Buenos Aires en 1879. En 1886 fue la primera mujer egresada del Colegio Nacional de La Plata. Luego, ingresó a la Facultad de Medicina de la UBA pese a que no estaba permitido que cursen allí mujeres. Sin embargo, tras presentar un recurso ante el decano, logró su incorporación y se recibió de farmacéutica en 1898. Ocho años después, en 1906, culminó sus estudios de medicina.

En 1910 obtuvo formalmente la ciudadanía argentina. Al año siguiente, la municipalidad de Buenos Aires llamó a los ciudadanos residentes que “ejercieran una profesión liberal y paguen impuestos”, con la finalidad de renovar y actualizar los datos del padrón electoral para las inminentes elecciones de concejales. Al no especificar si incluía a hombres o mujeres Julieta se contactó con la Justicia Electoral y les realizó el pedido de votar. Pese a algunas objeciones, el juez aprobó la petición y, de esa manera, lo logró. Recordemos que el voto femenino en nuestro país recién se aprobó en 1947, treinta y seis años después de que por primera vez votara Lanteri. Después de este acontecimiento, el Concejo Deliberante de la ciudad sancionó una ordenanza que prohibía explícitamente el voto femenino.

En 1919 se acercó a la Junta Electoral y se postuló como candidata a diputada (porque las mujeres no podían votar, pero nada impedía formalmente que fueran candidatas). Sostuvo que: “La Constitución emplea la designación genérica de ciudadano sin excluir a las personas de mi sexo. La ley electoral no cita a la mujer en ninguna de sus excepciones”. Una vez más, le dieron la razón y obtuvo el 1% de votos, todos de hombres ya que las mujeres aún no podían votar.

En el marco de la primera ola de luchas feministas (fines del siglo XIX y principios del XX) Lantieri junto a otras referentes encabezaron en nuestro país, a la par de la lucha por el derecho al sufragio universal, la pelea por mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras contra la carestía de la vida. A su vez, exigían el derecho al divorcio y terminar con el poder de la Iglesia. En 1922 Lantieri escribió: “Arden fogatas de emancipación femenina, venciendo rancios prejuicios y dejando de implorar sus derechos. Éstos no se mendigan, se conquistan”. Frase que tiene plena vigencia para las luchas feministas actuales.


Escribe Miguel Lamas, dirigente de la UIT-CI

La aprobación por decreto del primer ministro Macron de la reforma de pensiones, aumentando la edad, años y aportes para jubilarse, por no ser aprobada en diputados de la Asamblea Nacional, provocó una rebelión obrera y popular en toda Francia. Como dijo un manifestante: “¡Ya no es sólo por las pensiones, es por todo! El grito de ¡Fuera Macron! y las estrofas del himno La Marsellesa, que llaman a la rebelión, inundaron las calles.

“Marchemos, hijos de la Patria,/¡ha llegado el día de gloria!/Contra nosotros, de la tiranía,/El sangriento estandarte se alza […] “¡A las armas, ciudadanos!/¡Formad vuestros batallones!/¡Marchemos, marchemos!/¡Que la sangre de los impuros riegue nuestros campos!”

Estas estrofas de La Marsellesa, cantadas en las calles de toda Francia, cobran de pronto un sentido muy actual en medio de la rebelión popular.

El decreto de Macron, más allá de que se apoye en una cláusula constitucional, es evidentemente antidemocrático. Además de la Asamblea Nacional, todas las encuestas han mostrado que más de dos terceras partes de los ciudadanos se oponen a la reforma de pensiones. Y, según la agencia France 24, “una amplia mayoría de los franceses también ha expresado su apoyo a las huelgas que han interrumpido las clases, el transporte público y la recolección de basura”. La derrota de Macron en la Asamblea Nacional se explica también por la gran presión popular, que hizo que hasta los diputados de la derecha tengan que oponerse a la reforma.

La rebelión obrera y popular ya va por la décima marcha masiva, con millones de personas en decenas de ciudades y numerosas huelgas en diferentes sectores como transporte, recolectores de basura, educación y electricidad. Y después de la aprobación por decreto de Macron las movilizaciones dieron un salto, y comenzaron también enfrentamientos contra la represión policial.

Según informaciones policiales, sólo el pasado jueves 23 de marzo las protestas masivas dejaron un total de 457 detenidos y 441 policías y gendarmes heridos. ¡La policía no informa de los manifestantes heridos! También se denuncian centenares de incendios. Y bloqueos cada vez más generalizados, incluso nocturnos, de avenidas y rutas.

Muchos medios ya comparan lo que sucede con mayo del ´68, la gran rebelión popular francesa posterior a la Segunda Guerra Mundial.

“Es por todo”

Es desde hace muchos años que los gobiernos capitalistas franceses intentan liquidar la importantísima conquista de las jubilaciones en Francia, basadas en el sistema de reparto, que se pagan con aportes de los que trabajan y también de los patrones. En 1995 hubo un intento, antes de Macron, y fue derrotado por otra gigantesca movilización.

En 2019, durante su primer mandato, también fue derrotado por masivas protestas el primer intento de Macron por cambiar el sistema de pensiones. Entre ellas un gran paro ferroviario, el más extenso en la historia de Francia.

La reforma actual que intentan, no es sólo aumentar la edad jubilatoria de 62 a 64 años, sino también aumentar los años de aportes que llegan a 43 años. Y también terminar con las jubilaciones a los 60 años que favorecían a trabajadores de salud.

Pero además, el año pasado hubo grandes huelgas por salarios y por los enormes aumentos en los precios de la electricidad, el gas y la nafta, que no fueron compensados por aumentos salariales.
La “injusticia social”, “el deterioro de los hospitales públicos”, “los recortes en las ayudas a los desempleados” o “el encarecimiento de la vida y las escasas subidas salariales” son algunos de los motivos, según los manifestantes, que alimentan las movilizaciones.

La otra cara de esto es que, tras la pandemia, con la excusa de la “recuperación económica”, se destinan grandes recursos públicos a ayudar a las empresas supuestamente para mejorar su “competitividad” (hasta 157.000 millones de euros en 2019, según un estudio del Clersé, un grupo de investigación de la Universidad de Lille). Para eso, Macron impulsó también una política fiscal de disminuir impuestos y reducir al 3% el déficit público antes de 2027.

¡Esto es lo que pretende Macron, que pague el pueblo trabajador y sectores populares para que los empresarios aumenten sus ganancias!

Por un plan de lucha y un programa económico obrero y popular

Las nueve centrales sindicales francesas ya han convocado unidas a diez gigantescas marchas nacionales. Y hay huelgas en diferentes sectores. Sin embargo, siguen sin hacer un plan de lucha conjunto discutido con las bases. Sólo convocan a marchas cada semana.

Varios de los dirigentes siguen insistiendo en pedir negociaciones con Macron para que “postergue la reforma jubilatoria por seis meses”, cuando el gobierno ya afirmó públicamente que “la discusión terminó, la reforma se aprobó”. Por eso, en las calles la demanda ahora es ¡fuera Macron! Y las bases están desbordando a los dirigentes con bloqueos, huelgas y enfrentando a la policía. La profundización de la lucha plantea la necesidad de discutir la perspectiva de un gobierno del pueblo trabajador desde sus organizaciones de base.

Es cada vez más necesario un plan nacional de lucha para derrotar al gobierno e imponer un programa económico del pueblo trabajador. No sólo exigir que se anule la reforma de pensiones, sino ir por reclamos de fondo, como lo están planteando algunos sectores de izquierda y de base, como la nacionalización con control de los trabajadores de todo el sistema energético y los bancos, los dos grandes sectores capitalistas que se están beneficiando o especulando con la crisis.

¡Viva la lucha de trabajadoras, trabajadores y juventud de Francia! Desde la UIT-CI damos todo nuestro apoyo y llamamos al apoyo internacional.

Escribe Miguel Lamas, dirigente de la UIT-CI

La reforma judicial que quiso imponer el gobierno de extrema derecha de Benjamin Netanyahu, que significaba implantar una dictadura civil religiosa de extrema derecha sionista, desencadenó una gran crisis política.

Marchas de cien mil manifestantes (en un país de diez millones de habitantes) y una huelga general contundente que comenzó el lunes pasado convocada por la Histadrut, la gran central sindical de Israel, obligaron a Netanyahu a suspender su reforma. La huelga se extendió a transportes, salud, banca y educación. También organizaciones de soldados reservistas informaron que no se presentarán en el ejército por la huelga.

Fue la huelga más grande desde la fundación de Israel

Recordemos que Israel es un Estado fundado en 1948 por el interés imperialista británico y yanqui de dominar Medio Oriente. Para eso despojaron a los antiguos habitantes palestinos de sus tierras y viviendas, expulsándolos a otros países o a las pequeñas regiones de Cisjordania y Gaza. Y trajeron de Europa a colonizadores judíos europeos con la falsa narrativa de que era “su tierra” (lo cual es absolutamente falso, los judíos europeos ni nacieron en Israel ni descienden de sus antiguos habitantes).

Israel se ha mantenido como Estado persiguiendo y oprimiendo a los palestinos, incluso ocupando Gaza y Cisjordania que supuestamente deberían ser un Estado Palestino. Desde 1948 se han producido incontables masacres y despojos de tierras de los palestinos.

Esta huelga general realizada por israelíes es histórica y plantea el comienzo de una ruptura entre una parte muy importante de la clase trabajadora israelí y el capitalismo sionista que domina el país. Esto es una expresión en Israel de la crisis mundial capitalista. El gobierno de Netanyahu ya ejerce una violenta dictadura contra los palestinos. El sionismo gobernante del Estado de Israel ya no sólo es una dictadura contra los palestinos, sino que quiere ser una dictadura sionista contra el pueblo trabajador israelí.

Para su liberación, la clase trabajadora de Israel debe romper con el sionismo y buscar la unidad con el pueblo oprimido palestino, para liquidar al Estado capitalista sionista opresor de Israel y construir una “Palestina laica, democrática y no racista”, como fue históricamente la demanda del pueblo palestino.


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