May 02, 2024 Last Updated 8:47 PM, May 1, 2024

Escribe Claudio Funes

El pasado jueves 3 de junio el jefe de Gabinete de Ministros, Santiago Cafiero, asistió al Senado para dar su informe de gestión 2021.

Aparte de las chicanas que iban y venían con la oposición patronal de Juntos por el Cambio, Cafiero se manifestó, crudamente, respecto del ajuste que el gobierno le impone a los jubilados: “[…] La movilidad jubilatoria, y también la ley de aporte extraordinario, ahí aprovechamos para mostrar cuál es el fundamento que tenemos, no solo para conseguir recursos”.

Cafiero admite que la nueva movilidad jubilatoria es una forma de obtener los recursos que permitieron al gobierno de Alberto Fernández pagar 7.100 millones de dólares a los acreedores. Entre políticos patronales no hay doble discurso para justificar de dónde sale la plata del ajuste.

Escriben Laura y Charly, de González Catán

Viajar en el transporte público en el Gran Buenos Aires es toda una odisea. Más si vas a trabajar todos los días a la capital. Esperar una hora para tomar el colectivo y tener que dejar pasar dos o tres unidades porque van completas son cosas de todos los días. No solo viajan los esenciales, sino los que no lo somos y tenemos que sí o sí salir a buscar nuestros ingresos todos los días. Supuestamente, ahora no pueden viajar más de diez personas paradas, pero algunas líneas no cumplen con esto y llevan los colectivos abarrotados con tal de cobrar más viajes a como dé lugar exponiendo a los pasajeros al contagio.

Una vez arriba del colectivo la exposición es muy grande. Las ventanillas están abiertas, lo que nos hace sentir demasiado frío a la mañana temprano, además es imposible mantener la distancia social. El contacto con los otros pasajeros es inevitable. Aunque uno tome todos los recaudos es imposible evitar el contagio, de hecho, lamentablemente uno de nosotros se ha contagiado. El mismo riesgo corren los choferes que, pese a ser esenciales, todavía no fueron vacunados, al igual que los ferroviarios. Si las empresas pusieran más colectivos para que pudiéramos viajar distanciados sin tener que esperar una hora para subir a un colectivo podríamos cuidarnos un poco más, pero no lo hacen para tener más ganancias. Y el gobierno no los obliga a hacerlo.

En los trenes la situación no es mejor. Los vagones van supercolmados. Y si hacés combinación con un subte viajás en un ambiente donde circula menos el aire.

Pasamos cuatro o cinco horas por día en el transporte público, que es el tiempo que tardamos para ir y venir de la capital, en una situación de riesgo total. A esto nos llevan el gobierno nacional y el provincial del Frente de Todos y el de Juntos por el Cambio, de Larreta. Privilegian las ganancias de las patronales en lugar de resolver los urgentes problemas que tenemos los  trabajadores y los sectores populares. Necesitamos medidas de emergencia. Incautar las dosis que se producen en Garín para que nos vacunen a todas y todos. Que haya plata para salarios y un IFE de 40.000 pesos que salga del no pago de la deuda externa y la aplicación de un verdadero impuesto a las grandes fortunas.

 

 

Escribe Diego Martínez

Recientemente, el presidente dijo que “el capitalismo tal como lo conocimos hasta la pandemia no ha dado buenos resultados” y llamó a “construir otro capitalismo que no olvide el concepto de solidaridad” en una reunión internacional con Putin. Sus declaraciones son similares a las que tuvo el año pasado cuando propuso “un capitalismo en el que ganen todos”.

Sabemos que estas frases pueden causar simpatía en un sector de compañeros que tienen expectativas en que Alberto impulse un capitalismo distinto, con mayor inclusión social. Pero tenemos que decir que esta propuesta es irrealizable, no existe el capitalismo solidario, y que, en concreto, la política de Fernández dista de ir en ese rumbo.

Los dichos de Alberto Fernández no son nuevos. Es la vieja teoría de que es posible construir un capitalismo “con rostro humano”. Ya en la doctrina peronista de 1948 Perón hablaba de “humanizar el capital”. Pero el capitalismo tiene una sola cara y un solo objetivo, extraer sus ganancias a costa del trabajo ajeno, del esfuerzo de miles de millones de trabajadores en todo el mundo. En el capitalismo los únicos beneficiados son los capitalistas. Cuanta mayor explotación, es decir cuanto más se produce y menos recibe el trabajador, mayor es la ganancia del capitalista. Por eso los empresarios aumentan los ritmos de producción y tratan de impedir la suba de salarios. Hay una batalla permanente entre patrones y trabajadores que ahora se recrudece como consecuencia de la brutal crisis que estamos viviendo. La experiencia demuestra que no hay ninguna concesión ofrecida de parte de los capitalistas a los trabajadores de forma espontánea. Solo a través de durísimas luchas los trabajadores han obtenido sus conquistas.

¿El gobierno impulsa un capitalismo solidario?

Una vez más las declaraciones de Alberto, como pasó en otros casos con Cristina, no se condicen con los hechos. Lejos está la política de su gobierno de impulsar un capitalismo “solidario” con los trabajadores y los sectores populares. Desde que asumió, se llevan pagados 7.100 millones de dólares a los acreedores internacionales en concepto de deuda externa mientras casi el 50% de la población vive debajo de la línea de pobreza, sin siquiera cobrar el insuficiente IFE que se otorgó el año pasado. Mientras las multinacionales siguen saqueando el país y empresas argentinas como Mercado Libre –la más rentable de Latinoamérica en el último año–, Techint, Arcor, Grobocopatel o Molinos Río de la Plata obtienen ganancias siderales, los trabajadores cobramos salarios de hambre, en muchos casos por debajo de la línea de pobreza. El gobierno puso techos salariales de alrededor de 30% y a fin de año la inflación va a ser superior a 50%. Esa brecha entre los aumentos salariales y la inflación va a ser ganancia plena para las patronales. Todo esto demuestra que el capitalismo argentino, al igual que en el resto del mundo, solo es solidario con las patronales. Más allá de su discurso, el gobierno garantiza que esto así suceda a través de su política.

La única alternativa al capitalismo es el socialismo

El capitalismo es uno solo. Tiene una única cara y no se puede reformar. Es explotación, miseria, desempleo, desigualdad y destrucción del medio ambiente. La pandemia del coronavirus ratifica esta caracterización. Una enfermedad global generada por la miseria en la que sume el capitalismo a la mayoría de la población mundial, que a su vez produce una desigualdad cada vez más brutal. Entre 2020 y 2021 los supermillonarios del mundo pasaron de acumular 8 billones de dólares a 13,1 billones. Lidera el ranking el estadounidense Jeff Bezos, dueño de Amazon, que tiene una fortuna personal de 177.000 millones de dólares. Más de cuatro veces las reservas del Banco Central argentino. Mientras tanto, en el otro extremo 3.700 millones de personas tienen la misma riqueza que los ocho principales multimillonarios del mundo. En 2021 la ONU anticipa que entre 240 y 490 millones de personas caerán en la pobreza, 150 millones de ellos en la extrema pobreza, sin siquiera satisfacer sus necesidades más básicas.

No hay salida para los trabajadores, las mujeres y la juventud de la mano de Bezos, Bill Gates, Galperín o Rocca, los gobiernos patronales y la burocracia sindical. La única alternativa al capitalismo es pelear por un gobierno de los trabajadores y los sectores populares que avance hacia el socialismo con democracia. Al calor de esa pelea impulsamos la movilización de los trabajadores y demás sectores oprimidos y construimos nuestro partido.

Mientras damos esta pelea de fondo proponemos medidas de emergencia para sobrevivir a la crisis. Vacunas para todas y todos ya. Que se incauten las dosis que se producen en Garín. Plata para salarios, salud y para combatir la pobreza sobre la base del no pago de la deuda externa.

Escribe Raquel Osorio, candidata a diputada provincial

El pasado domingo, en plena pandemia, se realizaron elecciones legislativas en Misiones. Triunfó por amplio margen el partido provincial de gobierno, el Frente Renovador, con 46% de los votos. Juntos por el Cambio quedó en segundo lugar y, en tercer lugar, otro partido provincial, el Frente Encuentro Popular Agrario y Social para la Victoria, apoyado por el kirchnerismo, en un marco de abstención de 36 por ciento. 

La sorpresa de estas elecciones la dio el Partido Obrero, cuyas listas las integraron compañeros y compañeras de Izquierda Socialista, que obtuvo 18.568 votos, 3,67% del total.

El gobierno de Oscar Herrera Ahuad se jugaba a que las bancas en disputa sean ocupadas por los candidatos del Frente Renovador, espacio político provincial fundado en el año 2003 por el actual presidente de la Cámara de Diputado provincial, Carlos Rovira, quien mantiene la conducción política del frente, que surgió como consecuencia de la crisis de 2001, el Argentinazo, donde confluyeron dirigentes que abandonaron el PJ y el radicalismo –Maurice Closs, proveniente del radicalismo, es uno de ellos– para conformar un frente transversal y de “la nueva política”, actualmente se autodenominan “el misionerismo”. 

El gobierno provincial, que se alineó con todos los gobiernos nacionales, adelantó al mes de mayo el pago del aguinaldo a los empleados provinciales como parte de la campaña electoral ante la realidad de salarios que no cubren la canasta, y sin olvidarse de las luchas de los autoconvocados de la salud en 2020 o las de la docencia misionera en 2021.

Herrera Ahuad, que se muestra como un ejemplo de gestión de la pandemia, retuvo 25% de las dosis que recibió y quince días antes de las elecciones lanzó un operativo en el que vacunó a más de 40.000 personas.

Los grandes derrotados fueron Juntos por el Cambio y el kirchnerismo provincial. La izquierda, que realizó una campaña electoral corta, austera y con múltiples obstáculos, triplicó los guarismos de 2019, logrando casi 4% de los votos.

Este avance electoral muestra la aceptación que tiene la propuesta de la izquierda en un sector de la población que busca romper con los partidos patronales.

  

 

 

 

 

Escribe Guido Poletti

Orquestada por la Embajada de Israel en la Argentina, sigue la campaña de acusar a nuestro diputado, Juan Carlos Giordano, de “antisemita” por ejercer el derecho elemental de condenar la criminal agresión del Estado de Israel y defender al pueblo palestino. La denuncia sionista es una maniobra tan burda que siguen creciendo los repudios, tanto en nuestro país como internacionalmente.

Con sus palabras, Giordano condenó el genocidio que viene realizando el sionismo sobre el pueblo palestino desde hace décadas, con políticas racistas y de apartheid que nos hacen recordar a las que existieron en Sudáfrica hasta 1989. A nadie debería llamarle la atención. Es parte de una posición de principios de la izquierda y de nuestra corriente: estar siempre del lado del oprimido condenando al opresor.

En este marco, tenemos que ubicar la campaña lanzada por el sionismo, orquestada directamente desde la Embajada de Israel en la Argentina y reproducida inmediatamente en una serie de medios de comunicación. La campaña y su argumentación no es novedosa, cualquier crítica al sionismo, o sea al Estado de Israel, sería antisemitismo.

El planteo de acusar de “antisemita” y “nazi” a Giordano es tan banal y ridículo que no se sostiene dos segundos. Se nos acusa de antisemitas a nosotros, la izquierda trotskista, que siempre estuvimos en primera fila en la lucha contra el nazismo. Que hemos dicho, una y mil veces, que el holocausto nazi fue la mayor aberración de la historia de la humanidad. Que nos reivindicamos de una tradición, la socialista revolucionaria, con una enorme, larguísima lista, de dirigentes de origen judío, empezando por el propio Marx, siguiendo por Rosa Luxemburgo, León Trotsky, Abraham León, por citar solo algunos. Una corriente, el trotskismo, que llevó adelante, con las armas en la mano, el glorioso levantamiento del Gueto de Varsovia contra los nazis. Así, en el ZOB (Zydowska Organizacja Bojowa), Organización Judía de Combate, una de sus organizaciones más importantes la integraban los trotskistas que editaron hasta los últimos días del levantamiento el periódico Czorwony Sztandard. Abraham León, dirigente trotskista y quien produjo uno de los más importantes análisis del judaísmo desde el marxismo, fue uno de los organizadores de las redes de la resistencia en Francia y Bélgica ocupadas hasta ser atrapado por los nazis y enviado a la muerte en Auschwitz.

Somos enemigos irreconciliables de cuanta expresión de ultraderecha existe en el mundo. En nuestro país, cualquiera que conozca mínimamente nuestra trayectoria sabe de nuestra lucha contra la dictadura genocida, la impunidad y en defensa incondicional de los derechos humanos. Tiene claro que condenamos toda forma de racismo, xenofobia y discriminación. Todo esto fue testimoniado hasta el cansancio por las decenas de referentes políticos, sociales, culturales, sindicales y de los derechos humanos que se solidarizaron con el ataque a nuestro diputado.

La operación del sionismo no es novedosa. Todo aquel que cuestiona al Estado de Israel, sus políticas, en síntesis, al sionismo, automáticamente es catalogado de antisemita, entendido como antijudío. Es lo mismo que cuando en la dictadura militar genocida se acusaba a quienes denunciaban sus crímenes y violaciones a los derechos humanos de formar parte de una “campaña antiargentina”.

La acusación que hoy se lanza contra nuestro diputado Giordano es la misma que el sionismo viene realizando desde hace años contra cualquiera que levanta la voz para denunciar sus crímenes. Así, el sionismo acusó de “antisemita” a Noam Chomski, a Ken Loach, a Roger Waters y a una larguísima lista, que llegó increíblemente a incluir a destacados intelectuales  o artistas judíos como Ilán Pappé, Sholom Sand, Harold Pinter o Gilad Atzom. A estos últimos los catalogan con la insólita descripción de “judíos que se odian a sí mismos”. 

Para llevar adelante su campaña, el sionismo recurre a una utilización perversa del holocausto. De hecho, la definición de antisionismo como antisemitismo la lleva adelante una institución denominada Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto, y uno de los principales denunciantes contra Giordano es Claudio Avruj, el ministro macrista que negó la existencia de los 30.000 desaparecidos, pero que para acusar a nuestro diputado se presenta como “presidente del Museo del Holocausto”. 

Pero así como hay millones de judíos en el mundo, y cada día más, que condenan las políticas genocidas del Estado de Israel, también se han pronunciado víctimas del holocausto nazi con una simple advocación, “not in our name” (“no en nuestro nombre”). 

La pregunta que queda flotando es por qué el sionismo vuelca tantos recursos en el mundo para sembrar terror contra todo aquel que acusa los crímenes de Israel. La respuesta es clara, ante el creciente repudio al racismo de su Estado y al genocidio contra los palestinos, los sionistas temen terminar como les sucedió a los partidarios del apartheid en Sudáfrica, aislados y repudiados por todo el mundo. 

Nadie va a amedrentarnos ni impedirnos seguir defendiendo la justa causa de Palestina libre, ni condenando la política genocida del sionismo. No solo no hay delito de antisemitismo en ello, sino que es una obligación moral hacerlo. Por el sufrido pueblo palestino, por todos los oprimidos del mundo. 

Nuestro semanario. En el que te acercamos el reflejo de las luchas del movimiento obrero, las mujeres y la juventud, además un análisis de los principales hechos de la realidad nacional e internacional.

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