La huelga indefinida ya cumplió una semana y abarca a mil escuelas públicas. Piden más presupuesto educativo, aumento salarial y menos alumnos por aula (hoy 35 en promedio). Tiene apoyo de los padres y madres de alumnos y también de sectores de izquierda como la ISO (International Socialist Organization) y Democratic Socialists of America, que organizaron la campaña “tacos for teachers” (tacos mexicanos para los profesores) que contó con decenas de miles de aportes. También se solidarizaron el senador Bernie Sanders y la joven congresista Alexandria Ocasio-Cortez (ambos de los llamados “demócratas socialistas”).
Escribe Miguel Lamas
Una gigantesca rebelión popular recorre Francia y hace semanas que se ha instalado en París. Los “chalecos amarillos” ya hicieron retroceder a Macron que se vio obligado a anular el aumento de la gasolina. Pero la lucha continúa y ya resuena la exigencia de su renuncia.
La rebelión francesa de los “chalecos amarillos” ya llegó a su “cuarto acto” (cuarta semana de movilizaciones), con centenares de miles de personas en las calles, enfrentando a la policía, con ejemplos también de policías que se quitaron sus cascos en solidaridad, y con la movilización masiva de estudiantes secundarios.
Todo comenzó con el repudio al incremento del precio de la gasolina. La rebelión abierta comenzó en un “departamento de ultramar”, las islas Reunión, en África (Este de Madagascar). Luego, las movilizaciones se hicieron masivas en las provincias del interior, en zonas alejadas de la capital, en los pueblos, pero alcanzó dimensión de rebelión popular abierta cuando llegaron a París.
Y esta no terminó cuando el gobierno retrocedió, impactado por la masividad y radicalización de las movilizaciones, sobre todo cuando estas llegaron a París. Y las movilizaciones continúan porque las demandas son múltiples. Desde el precio del gas (donde también se postergó su aumento) hasta los impuestos altísimos a las “ganancias” que pagan los trabajadores (que se descuentan del salario) y, en cambio, eluden o minimizan los ricos, así como el aumento del costo de vida. Las movilizaciones ni siquiera se detuvieron ante el anuncio de Macron de aumentar en 100 euros el salario mínimo.
Recordemos que Emmanuel Macron ganó las elecciones en mayo de 2017 por amplio margen en segunda vuelta frente a la ultraderechista Marine Le Pen, y después de derrotar en primera vuelta al Partido Socialista (el falso socialismo francés, la socialdemocracia) que prácticamente se deshizo en el proceso electoral. Macron, un banquero, prometió estabilidad económica. Se presentaba como alguien que no era “de izquierda ni de derecha”, buscando desprenderse del desprestigio por los años de ajuste tanto del gobierno “socialista” de Hollande como de los gobiernos de centroderecha anteriores como el de Sarkozy. Pero pronto reveló su engaño. Gobierna, al igual que las anteriores administraciones francesas, al servicio de las grandes empresas y buscando ajustar a los trabajadores y al pueblo. Así hizo pasar una reforma laboral flexibilizadora. La rebelión de los “chalecos amarillos” expresa toda la indignación popular ante esta nueva estafa al pueblo. Por eso en las calles se grita ¡Macrón dimisión!.
Hubo quienes quisieron confundir y tildar la movilización de los “chalecos amarillos” como parte de movimientos de “ultraderecha” a favor de Marine Le Pen. Nada más alejado de la realidad: la indignación que cruza Francia es contra las políticas de ajuste, que incluye por supuesto a todos los gobiernos anteriores que lo ejecutaron, así como al actual. Esta movilización no tiene líderes reconocidos. Sobrevuela un espíritu de lo que en la Argentina llamaríamos el “que se vayan todos”. Las imágenes que recorren el mundo incluyen no solo los enfrentamientos con la policía, sino también a “chalecos amarillos” marchando y cantando canciones de la resistencia como Bella Ciao.
El gobierno ha quedado sumamente debilitado. Su retroceso parcial en las medidas de ajuste no logra desmovilizar la enorme bronca popular. Si todavía se sostiene es debido a la complicidad de las direcciones sindicales, que rechazan organizar la unificación de las luchas y lanzar el paro general. Las burocracias de las centrales obreras no han llamado a ninguna medida de apoyo a la lucha. Y es, sin duda, una de las principales exigencias que hay que llevar adelante para que la pelea triunfe.
Este es el gran desafío que tiene la rebelión popular francesa: que a las enormes movilizaciones se le sume la huelga general para hacer realidad el clamor: ¡Macron dimisión!
El domingo 9 hubo elecciones municipales, con un 75% de abstención, en un contexto de catástrofe económica, hambre e hiperinflación. Las “elecciones” como todos los procesos de votación recientes son totalmente fraudulentas, con la oposición proscripta, condiciones imposibles para presentar candidatos de los trabajadores o la izquierda y sin ningún control independiente. Solo “ganaron” candidatos elegidos por el gobierno. El Partido Socialismo y Libertad llamó a la abstención y a unificar la lucha por un plan económico de los trabajadores.
Estudiantes universitarios de Teherán expresaron su solidaridad con los manifestantes y huelguistas obreros, maestros y choferes de camiones.
Por su parte, los obreros de la fábrica de acero en Ahwaz se manifestaron a favor de los universitarios el 6 de diciembre, día de los estudiantes, cantando en la calle una canción revolucionaria estudiantil prohibida por el régimen teocrático.
Después de varios días de protestas de artistas, que incluyeron al histórico Silvio Rodríguez, el gobierno de Díaz Canel anunció que se revisaría el decreto 349 que establecía una fuerte censura. Varios artistas fueron detenidos y luego liberados. Tania Bruguera, una de las que encabezó las protestas, felicitó a todos los que se movilizaron: “Se demuestra que los artistas unidos jamás serán vencidos. La lucha continúa”, escribió.