El dato es lapidario: al menos uno de cada tres argentinos es pobre. Los datos oficiales corroboran los cálculos que hace unos meses adelantara el Observatorio Social de la UCA. Los detalles son más tétricos aún. Hay regiones del país, como el Noreste, donde el índice supera el 40%. Y un dato terrible: prácticamente uno de cada dos niños (el 47,4%, 4.500.000) es pobre. Debemos agregar que estos números son “el piso” de la pobreza, la denominada “pobreza por ingresos”. Si se incluyeran otras dimensiones para medir la llamada “pobreza estructural” (como viviendas precarias, hacinamiento, acceso a agua potable, cloacas, salud o educación) los valores serían peores.
El presidente Macri deslindó responsabilidades: “este es el punto de partida sobre el que acepto ser evaluado”. ¡Cómo si la inflación desbocada que pulverizó los salarios, la ola de despidos en el sector público y privado o los tarifazos pertenecieran a otra gestión! En estos diez meses el macrismo desarrolló una política sistemática a favor de los más ricos. Devaluó, sacó las retenciones a las megamineras y los monopolios exportadores, permitió aumentos astronómicos a los grandes grupos económicos y cadenas de supermercados, y les garantizó superganancias a los bancos. Todas medidas contra los trabajadores, jubilados y quienes perciben planes sociales. Por si fuera poco, produjo un nuevo endeudamiento por 40.000 millones de dólares para financiar el pago a los buitres y la fuga de capitales. Así generó más de un millón y medio de nuevos pobres.
Esto no quita la responsabilidad del kirchnerismo. Durante su gestión, tras intervenir el Indec con la patota de Guillermo Moreno en 2007, procedió a truchar todas las estadísticas, entre ellas las de la pobreza. Así, escuchamos a la entonces presidente Cristina Fer- nández de Kirchner afirmar vergonzosamente en 2013 que “la pobreza en la Argentina es del 5%”, y a su ministro Aníbal Fernández que “en Argentina hay menos pobres que en Alemania”. Finalmente, el gobierno de entonces decidió directamente abandonar la medición, bajo la miserable excusa (dada por el ex ministro Axel Kicillof) de que calcularla era “estigmatizar a los pobres”. Además de esconder los números, la mayor culpa del kirchnerismo fue que, tras gobernar 12 años y despilfarrar 190.000 millones de dólares pagando deuda externa en efectivo, se fue del gobierno con un 29% de pobreza (medido por la UCA), el 40% de los trabajadores en negro y el 30% tercerizados. ¡Este fue el verdadero balance de la llamada “década ganada”!
Sin embargo, las responsabilidades ni siquiera terminan en el kirchnerismo y el macrismo. A comienzos de los años ‘70 en nuestro país la pobreza estaba entre el 8 y el 10%. Pasaron 40 años donde vimos cómo la riqueza que producíamos los trabajadores en la Argentina se iba por el barril sin fondo de los pagos de deuda externa. Más pagábamos, más debíamos. Militares de la dictadura, radicales de Alfonsín, peronistas de Menem, Duhalde o los Kirchner, “aliancistas” de De La Rúa y Chacho Álvarez, todos, sin excepción, ajustaron la economía para pagar. Mientras tanto, se hundían los salarios, crecía el desempleo y aumentaba la marginación. El hambre y la pobreza se incrementaron con cada crisis. Así, después del pico de la hiperinflación de 1989, la pobreza se “estabilizó” entre el 20 y el 25%. Luego de la crisis del 2001 (donde los números de la pobreza habían llegado a más del 50%) con la reactivación producto de los altos precios de la soja, la pobreza “bajó” para estabilizarse un escalón más arriba que la década del ’90, en el 30%. Ahora con Macri, la vemos tomar carrera hacia un nuevo salto.
¿Cuál es la salida? Somos categóricos: dejar ya de pagar la inmoral e ilegítima deuda externa e implementar un plan de emergencia como el que explicamos detalladamente en estas mismas páginas. Programa que, sabemos, sólo podrá ser llevado plenamente adelante cuando ya no nos gobiernen más todos estos partidos patronales que nos han llevado al desastre (peronistas, radicales, liberales, “centroizquierdistas”) y el poder político esté en manos de los trabajadores y la izquierda.
NUESTRAS PROPUESTAS
Macri afirmó que no va a llegar a “la pobreza cero” en los cuatro años de su mandato. Mintió en todo este tiempo. Por supuesto que no va a llegar con sus políticas a favor de los de arriba. Nosotros sostenemos, en cambio, que es posible reducir la pobreza ya mismo, en el camino de eliminarla rápidamente. Para eso hace falta una política de shock y no “mini-planes” para la tribuna. Hay que poner en marcha ya mismo un plan de emergencia que ponga la lucha contra la pobreza como objetivo número uno.
1 ¡Plata para un plan de emergencia en base al no pago de la deuda externa!
Solo por dar un ejemplo: según varias consultoras privadas un combate sostenido para reducir la pobreza requeriría de al menos 117.000 millones de pesos por año; mientras tanto, en el presupuesto 2017 figuran 247.000 millones sólo para pagos de intereses de deuda. ¡Más del doble para los usureros que todo lo que se necesita en un año! A esto le debemos agregar la necesidad de restituir las retenciones que se le sacaron a las patronales del campo y a la minería e imponer un impuesto especial a las grandes ganancias y fortunas.
2 ¡Basta de hambre! ¡Carne, leche, pan para toda familia humilde!
Hay que retrotraer los precios de los alimentos a los valores de diciembre pasado, fijándolos como precios máximos y controlándolos severamente, utilizando la ley de abastecimiento que permite multar, clausurar y hasta expropiar a aquella empresa que viole los precios, acapare o genere mercado negro. Hay que anular los tarifazos a los servicios públicos y volver a los valores anteriores. Hay que eliminar el IVA a todos los productos de la canasta familiar.
3 Aumentar los salarios, jubilaciones y planes sociales.
Hasta alcanzar como mínimo el valor de la canasta básica total (12.500 pesos). Al mismo tiempo, se deben reabrir inmediatamente todas las paritarias para que los trabajadores recuperen el poder adquisitivo perdido en estos meses por la inflación. Y a los jubilados hay que garantizarles el 82% móvil del salario en actividad.
4 Prohibir las suspensiones y despidos.
Bajo pena de expropiación y puesta en funcionamiento bajo control de sus propios trabajadores de toda empresa que viole esta disposición.
5 Plan de obras públicas para dar trabajo a todos los desocupados.
Empezando por un plan de construcción de viviendas populares que resuelva el pavoroso déficit habitacional, siguiendo por la refacción de escuelas y hospitales y las obras de infraestructura más urgentes (contra las inundaciones, asfalto, alcantarillado y cloacas).
6 Aumentar los presupuestos de salud y educación.
Aumentar los salarios de docentes y trabajadores de la salud. Proveer de los insumos necesarios a escuelas y hospitales públicos, para pegar un salto inmediato en la prevención y atención de enfermedades de la pobreza, así como en la formación de millones de niños, jóvenes y adultos que hoy ni estudian ni trabajan.
Es posible eliminar la pobreza: sólo requiere que esta crisis a la que llegamos la paguen los que se enriquecieron todos estos años: los banqueros, los usureros internacionales, los monopolios exportadores, las transnacionales de la megaminería y, en general, los grandes millonarios de este país. Este es el camino que planteamos desde el Frente de Izquierda.
J.C.