En 2015, el reclamo surgió después de la muerte de Chiara Paéz (de 16 años), asesinada y enterrada en el patio de la casa de su novio, en Santa Fe. Un grupo de periodistas empezó a organizar una convocatoria en el Congreso bajo la consigna #Ni una menos, que rápidamente se popularizó. Es que veníamos acumulando la rabia del asesinato de Angeles Rawson, Melina Romero, Lola Chomnalez, entre otras. Y la palabra femicidio se hizo más conocida y todos aprendimos su significado: matar a una mujer por el solo hecho de ser mujer.

Desde aquella convocatoria a esta parte se logró que el machismo, en todas sus formas y variantes, sea identificado como tal y condenado socialmente. Actitudes y reacciones que antes pasaban inadvertidas hoy se identifican como formas de violencia. Sin embargo, los gobiernos nada hacen para revertir la cifra de femicidios anuales que aumentan cada vez más. No sancionan ningún tipo de políticas públicas que trabaje en la prevención de los mismos. Ni siquiera destinan un presupuesto acorde para erradicar la violencia hacia las mujeres prevista en la ley 26.485.

Por eso, las mujeres seguimos organizándonos y reclamando en las calles, para que dejen de matarnos, porque queremos vivir una vida sin violencias, sin machismos que nos cosifiquen, griten, agredan, lastimen y maten.

Las mujeres de Izquierda Socialista, fuimos parte en aquel entonces de la jornada del 3 de junio de 2015 y a dos años, lo seguimos haciendo junto a nuestra agrupación Isadora. El sábado pasado nos movilizamos en varias ciudades del país, formando parte de esta marea de mujeres que se pretende la voz de las que ya no tienen voz. Porque aunque las mujeres avanzamos en nuestras formas de acompañarnos, reconocernos y organizarnos, los gobiernos pretenden hacernos retroceder, quitándonos derechos. Por eso es que seguimos de pie, en las calles reclamando al igual que hace dos años #Ni una Menos #Vivas nos queremos.