Escribe Luis Covas
En el Líbano se retomaron las movilizaciones desde fines de abril. Miles salieron a la calle en la capital Beirut y en la ciudad de Trípoli. al norte del país, en columnas de autos y motos, al grito de “revolución”. Los manifestantes iban también con barbijos.
Las manifestaciones populares retoman con fuerza luego de un impasse por la aparición del coronavirus. La rebelión popular había estallado en octubre del 2019. Paralela a las rebeliones de los pueblos y la juventud de Chile e Irak.
El brote del coronavirus ha exacerbado una grave crisis económica y financiera que ha afectado al país desde finales del año pasado y que es la más seria en el Líbano desde el final de su guerra civil, que transcurrió de 1975 a 1990.
La moneda libanesa alcanzó un nuevo mínimo histórico en abril, cotizándose a 4.000 libras libanesas por dólar en el mercado negro, mientras que el precio oficial se mantuvo en 1.507 libras.
Trípoli es la capital del norte del Líbano, donde la tasa de desempleo es de las más altas del país y la pobreza es generalizada.
Se incendiaron varias sucursales bancarias en Trípoli y un par de vehículos policiales. Frente a ello el ejército libanés también ha aumentado la represión y matado a un manifestante.
“Solo queremos pan, es muy simple, pero nos lo han robado todo”, gritaba uno de esos jóvenes con las manos repletas de piedras y el rostro cubierto por una mascarilla que le sirve para protegerse de tanto la covid-19 como del gas. Mientras se enjuagaba la cara con el agua de una manguera, algo mareado explicaba por tanto ajetreo y con el estómago vacío desde el amanecer por la celebración del Ramadán, mes de ayuno musulmán, uno de los más austeros que vive el país. La libra libanesa lleva dos semanas en caída libre y los precios se han disparado un 55%, según datos del Ministerio de Economía, empujando a casi la mitad de los 4,5 millones de ciudadanos bajo el umbral de la pobreza. “Trípoli ha sido históricamente marginalizada política y económicamente, de ahí que la pobreza afecte al 60% de sus habitantes”, valora en conversación telefónica Adib Nehme, experto en desarrollo y pobreza (El País, 29/4/2020).
Los bancos cerraron sus puertas hace ya un mes y no todos los cajeros tienen billetes. Por eso el odio de los sectores populares contra sus instalaciones.
En Líbano la mayor parte de accionistas de la banca son simultáneamente diputados o ministros. De ahí que la patronal bancaria mantenga estrechos lazos con la mayoría de los líderes políticos, de todas las confesiones religiosas. Incluido el ex primer ministro Saad Hariri, depuesto en octubre por las protestas.
El retome de las movilizaciones en el Líbano muestra que los pueblos pueden retomar la oleada de luchas que se desataron durante el 2019. Enfrentando los intentos de los gobiernos capitalistas y del imperialismo de que la crisis del coronavirus la paguen la clase trabajadora y los sectores populares.