Escribe Francisco Moreira
Durante el Argentinazo hubo un gran ausente: el movimiento obrero organizado. Esto no se debió a la falta de disposición para la lucha de las bases, sino a la traición de las burocracias de la CGT y la CTA. Mientras miles de trabajadores ganaban las calles junto a los desocupados y la clase media, la CGT, por entonces dividida en las conducciones de Héctor Daer y Hugo Moyano, no emitió palabra. Amagaron con realizar un paro, que después levantaron, y se arrojaron a los brazos de los sucesivos gobiernos para frenar las movilizaciones. El odio de los trabajadores se hizo escuchar con el cantito: “¡adónde está, que no se ve, esa traidora CGT!”. Igual actitud asumió la CTA, que el 19 buscó por todos los medios evitar la movilización de estatales, docentes y trabajadores de la salud. Pero, en abierta oposición, nuevos dirigentes gremiales combativos, que habían arrancado seccionales y comisiones internas a la burocracia, se foguearon en aquellas jornadas históricas. Entre ellos se destacaron: la Unión Ferroviaria seccional Oeste, con Rubén “Pollo” Sobrero a la cabeza, Suteba La Matanza y la Cicop (médicos bonaerenses). Hoy, las burocracias traidoras de la CGT y la CTA sostienen un pacto con el gobierno de Alberto y Cristina para aplicar el ajuste y cerrar un acuerdo de entrega con el FMI. Juegan el mismo rol pérfido que durante el Argentinazo, poniendo una losa sobre los trabajadores y aislando a quienes salen a luchar. Por eso hay que fortalecer la pelea por nuevas direcciones sindicales combativas y democráticas, peleando por listas unitarias en las elecciones sindicales, y la coordinación de las luchas junto al Plenario del Sindicalismo Combativo.