Escribe Francisco Moreira
El 19 y 20 de diciembre de 2001, la rebelión popular echó a De la Rúa, derrotó el plan de ajuste del gobierno y el imperialismo, y golpeó al régimen político basado en el bipartidismo PJ-UCR. Pero la traición de las direcciones, la CGT y la CTA y la falta de una dirección revolucionaria reconocida por las masas permitieron “frenar” el Argentinazo, dejando importantes enseñanzas que tomamos desde Izquierda Socialista en el FIT Unidad.
En 1999, ganó las elecciones la Alianza (UCR/Frepaso), asumiendo como presidente el radical Fernando De la Rúa, quien pese a su discurso “progresista”, profundizó el modelo menemista de ajuste y saqueo del país. Para 2001, la desocupación golpeaba a 2,5 millones de trabajadores (18,3%), y junto con la caída del salario, hundían a catorce millones en la pobreza. En marzo de ese año, el presidente nombraría al ex funcionario de la dictadura y del menemismo, Domingo Cavallo, como ministro de Economía. Éste recibiría “superpoderes” en el Congreso, con el aval del PJ, para establecer un acuerdo con el FMI y lanzar su plan de “déficit cero” para garantizar el pago de la deuda externa. El resultado fue calamitoso: la quiebra de las provincias y el atraso en los pagos de salarios y jubilaciones. En diciembre, los anuncios de un nuevo ajuste y el “corralito” bancario, que impedía retirar los ahorros a los trabajadores y la clase media, después de que las multinacionales hubieran fugado miles de millones de dólares, precipitaron los acontecimientos.
Una rebelión obrera y popular espontánea
El 19 de diciembre se generalizaron los saqueos a supermercados en las principales ciudades del país. Ese mismo día, decenas de miles comenzaron a organizarse en las barriadas obreras y populares del conurbano bonaerense y de Capital para rechazar el ajuste con cacerolazos masivos. La respuesta del gobierno no se hizo esperar y, con el apoyo del PJ, declaró el “estado de sitio”. La prohibición de reclamar desató la bronca popular. Espontáneamente decenas de miles se movilizaron a Plaza de Mayo y se enfrentaron con la policía. En la madrugada del 20 de diciembre renunció Cavallo. Pero la movilización y las barricadas para enfrentar la represión policial, a pesar de los 39 asesinados, continuaron al grito de “¡que se vayan todos, que no quede ni uno solo!”. Por la tarde, De la Rúa anunció su renuncia, huyendo en helicóptero desde el techo de la Casa Rosada.
La movilización revolucionaria de las masas tumbó al gobierno y su plan de ajuste, obligando al presidente “interino” Adolfo Rodríguez Saá (PJ) a anunciar el no pago de la deuda externa al FMI, arrancándole más de dos millones de planes sociales para los desocupados y a congelar las tarifas de los servicios públicos privatizados, entre otras medidas. A los pocos días, una nueva marcha a Plaza de Mayo derrocará a Rodríguez Saá. De hecho, cinco presidentes pasaron en poco más de una semana, donde primó el vacío de gobierno. Eduardo Duhalde (PJ), quien asumió a fin de año, estuvo todo el mes de enero al borde de la caída, jaqueado por marchas y reclamos.
El Argentinazo “congelado”
Los protagonistas del Argentinazo fueron jóvenes, desocupados, la clase media y también trabajadores, que participaron a pesar de la traición de la CGT (Daer y Moyano) y la CTA. Un nuevo activismo independiente, que no reconocía a ninguna dirección tradicional que fueron contra el régimen político bipartidista del PJ y la UCR con la consigna “sin peronistas y sin radicales vamos a vivir mejor”. Éste se fue nucleando en las asambleas, sobre todo en los barrios porteños y localidades del conurbano, que surgieron al calor de la lucha, y en la Asamblea Interbarrial de Parque Centenario, que elaboró un programa de gobierno alternativo al servicio de los trabajadores y el pueblo.
Durante el Argentinazo, nuestra corriente intervino de lleno en los cacerolazos, movilizaciones, piquetes, barricadas y asambleas barriales. Primero, impulsando el “fuera Cavallo y De la Rúa”. Tras la caída del gobierno, impulsando el reclamo por un plan de emergencia obrero y popular y una salida de fondo: que gobiernen los trabajadores y el pueblo, con consignas como “que gobiernen los trabajadores, las asambleas barriales y la izquierda”. Pero la traición de las burocracias sindicales, sumada a la inexperiencia del activismo y la falta de una dirección revolucionaria reconocida por el movimiento de masas, permitieron maniobrar al imperialismo, la burguesía y sus partidos (PJ-UCR) para recomponer el golpeado régimen político, imponer el orden y “congelar” el Argentinazo.
Las enseñanzas del Argentinazo
Con Duhalde, al principio, y Néstor y Cristina Kirchner, después, volvieron los políticos patronales corruptos, sus jueces adeptos y los empresarios prebendarios del estado. En 2005, Néstor pagó la deuda externa al FMI. Cristina siguió sus pasos, convirtiéndose en “pagadora serial” de la deuda. También habilitaron nuevas formas de saqueo de nuestros recursos, como la megaminería contaminante. Tras cuatro años de desastre macrista (PRO-UCR), volvió Frente de Todos (PJ) con las promesas de Alberto Fernández y Cristina de activar la economía, privilegiar a los jubilados por sobre el FMI y “llenar la heladera” de los trabajadores. Nada de eso ocurrió. Aún son muchísimos los problemas estructurales que siguen sin resolverse: más del 40% de pobreza, inflación superior al 50% que se come los salarios, trabajo precario, déficit de viviendas, hospitales y escuelas que se caen a pedazos.
El acuerdo que preparan Alberto y Cristina con el FMI, con el apoyo de Junto por el Cambio, pretende asestar un nuevo golpe contra los trabajadores y los sectores populares. Pero, a pesar de todo, las brasas del Argentinazo aún siguen prendidas. Millones rompieron este año con el gobierno peronista, quien recibió una dura derrota electoral, porque la mayoría ya no se come el verso del doble discurso. La perspectiva es que más temprano que tarde, millones vuelvan a poner a la orden del día las consignas del Argentinazo. Pero para que esta vez sí “se vayan todos” será necesaria una nueva dirección revolucionaria, con peso y prestigio entre los trabajadores y luchadores. Esa perspectiva llamamos a fortalecer desde Izquierda Socialista en el Frente de Izquierda Unidad. La elección histórica del FIT Unidad, con la conquista de cuatro diputados nacionales, legisladores provinciales y concejales en el conurbano, la masiva movilización a Plaza de Mayo contra el ajuste y el acuerdo con el FMI, y la intervención en cada lucha obrera y popular, están llamadas a forjar la alternativa política capaz de imponer el gobierno de los trabajadores y la pelea por el socialismo en los próximos “argentinazos”.