Escribe Adolfo Santos
El DNU eliminó la Ley de Alquileres y desreguló completamente el mercado inmobiliario. Alquilar se ha transformado en una verdadera odisea. La supuesta libertad para acordar entre propietarios e inquilinos los nuevos contratos -que iría a aumentar la oferta de propiedades y a permitir el equilibrio de precios-, es una verdadera falacia. Con todo el poder en sus manos, los dueños de inmuebles y los capitostes del negocio inmobiliario imponen condiciones leoninas que se tornan prácticamente imposible de aceptar por parte de los inquilinos.
Alquileres de un departamento de dos ambientes que hasta hace poco costaban alrededor de 50 mil pesos en barrios como Barracas de CABA, se dispararon a 250 mil (Página12, 12/02/24). Ni qué hablar de propiedades en zonas más privilegiadas. Las asociaciones de inquilinos vienen denunciando que en promedio los aumentos para renovar los contratos giran alrededor del 400%. Peor todavía, porque exigen varios meses de depósito y seguros de garantía que encarecen la operación, o son pactados en dólares y de forma temporaria.
Ante este escenario muchas personas y familias enteras se están viendo obligadas a cambiar de hábitos. Algunos se mudan a barrios con menos servicios, que los alejan de sus lugares de estudio o trabajo, otros deciden mudarse a ciudades del interior, y hay los que vuelven a vivir a la casa de sus padres o de algún familiar.
Una docente de jornada completa de CABA cuenta: “Estoy viendo si dejo mis cosas en distintos lugares y empiezo a vivir un tiempo con mi pareja y otro con mi hija”. Otros acabarán en pensiones, compartiendo baño y cocina. Una verdadera violencia contra quien trabaja y no tiene la libertad de elegir donde vivir.
Todo esto lleva a redoblar la pelea por derrotar el DNU como hicimos con la Ley ómnibus, y luchar por una salida de fondo para la vivienda, construyendo 500.000 como proponemos desde Izquierda Socialista con el dinero que se va al Fondo Monetario.