Foto de portada: Así registró el diario Noticias, de importante tirada, el asesinato de Ortega Peña
Escribe Federico Novo Foti
A fines de julio de 1974, el diputado Rodolfo Ortega Peña fue asesinado por la Triple A. Dirigente del Peronismo de Base, acompañó las luchas obreras, a los presos políticos y asumió la tarea de la unidad de acción contra las bandas fascistas amparadas por el gobierno peronista. Su asesinato truncó su proceso de ruptura con Perón y el peronismo. Pero la tarea de superar al peronismo
y construir una alternativa obrera y socialista sigue vigente.
La noche del 31 de julio de 1974, el entonces diputado nacional Rodolfo Ortega Peña, y su esposa, Elena Villagra, se dirigieron del edificio del Congreso Nacional hacia un restaurante cercano. Terminada la cena abordaron un taxi con destino a su hogar, ubicado en la calle Arenales y Carlos Pellegrini. Pero cuando se disponían a bajar del taxi, fueron abordados por tres hombres que salieron de un vehículo contiguo. Con frialdad, uno de ellos se adelantó y, rodilla en tierra, comenzó a dispararles. Elena recibió una herida en su rostro pero logró salvar su vida, mientras que Rodolfo cayó muerto en la calle acribillado. El operativo había sido orquestado por la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), banda fascista organizada desde el Ministerio de Bienestar Social por su titular, el “brujo” José López Rega. Al día siguiente, la noticia del asesinato ocupó las tapas y páginas centrales de los principales diarios del país.
Al momento de su asesinato, Ortega Peña se desempeñaba como diputado, abogado de la Federación Gráfica Bonaerense y de presos políticos, y era colaborador de la revista De Frente, que dio continuidad a la clausurada revista Militancia, que había fundado junto a su compañero Eduardo Luis Duhalde, para desarrollar lo que se llamó el “Peronismo de Base”, una organización de izquierda en el amplio espectro del peronismo gobernante. El 7 de agosto, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), antecesor de Izquierda Socialista, en su periódico Avanzada Socialista realizó, a modo de homenaje, una semblanza de su trayectoria. “Con él desaparece un militante querido y apreciado más allá de las posiciones políticas que lo diferencian de nosotros […] La trayectoria de Ortega Peña se identifica con la tragedia de esta generación que [en la década del ‘60] va al populismo peronista para ‘hacer la revolución’, que lucha y se sacrifica, y que se encuentra, inesperadamente para ella, con que los resultados tienen poco que ver con sus sueños […] Llega a romper con Perón, pero aún no con el populismo. […] Ortega Peña postulaba un ‘peronismo obrero y revolucionario’. [...] Los matones asesinos cortaron una trayectoria militante en plena evolución.”1
El Pacto Social a los palazos
El asesinato de Ortega Peña sucedió en momentos en que primaba la confusión y el desconcierto en el movimiento obrero. Semanas antes, el 1 de julio de 1974, había fallecido el entonces presidente Juan Domingo Perón. En su reemplazo había sido nombrada su esposa y vicepresidenta, “Isabel”, María Estela Martínez. Esta, a duras penas y sin contar con la autoridad de Perón, buscaba mantener el juego de equilibrios que le permitiera sostenerse en el gobierno y dar continuidad al llamado “Pacto Social”.2
Este era el acuerdo de ajuste contra los trabajadores establecido en 1973 por el gobierno peronista de Héctor Cámpora, continuado por Perón e Isabel, junto a la burocracia sindical y las patronales, auspiciados por el imperialismo yanqui. Cuestionado el pacto por la continuidad de las luchas y huelgas en todo el país, Perón se había visto obligado a asumir directamente el gobierno, obligando a Cámpora a renunciar.3 Pero, incapaz de contener las luchas y con el pretexto de enfrentar las acciones de la guerrilla, el mismo Perón había comenzado a acentuar las medidas represivas. Obligó a renunciar al entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Oscar Bidegain. Convalidó el golpe policial contra el cordobés Ricardo Obregón Cano y las “destituciones” de los mandatarios de Salta, Mendoza y Santa Cruz, acusados de “infiltrados marxistas”.4 Fortaleció la intervención de la burocracia en los sindicatos y el accionar de matones contra activistas sindicales. Habilitó ataques policiales y de bandas fascistas contra dirigentes y locales de partidos políticos opositores, en especial contra la Juventud Peronista/Montoneros y la izquierda.5 Isabel profundizaría la orientación de sostener el pacto a los palazos.
El PST, inserto en las luchas del movimiento obrero y con legalidad electoral, fue blanco de los ataques fascistas. El 7 de mayo fue asesinado Inocencio “Indio” Fernández, militante y activista metalúrgico de Cormasa. El 29 sucedió la “Masacre de Pacheco” en la que fueron asesinados tres militantes: Oscar Dalmacio “Hijitus” Meza, metalúrgico de Astarsa, Mario el “Tano” Zidda de la Juventud Socialista de Avanzada y Antonio “Tony” Moses, metalúrgico de Wobron. En ese entonces, Ortega Peña declaró con valentía: “el responsable directo de esta política, que ha abandonado la pautas programáticas, que ha dejado de ser peronista, es el general Perón”.6 Aquellas declaraciones sellarían su destino.
La pelea por superar el peronismo continúa
El sepelio de Ortega Peña fue una postal de la situación del movimiento obrero y el país de aquellos días. A pesar de ser una figura reconocida, su asesinato no tuvo una respuesta unitaria y masiva. La Federación Gráfica, donde se veló su cuerpo, no hizo convocatoria alguna. El cortejo fúnebre, que debía dirigirse al cementerio de la Chacarita, quedó envuelto en la polémica por la actitud de organizaciones guerrilleras que insultaron a transeúntes y exhibieron armas. La situación fue aprovechada por la policía que detuvo a casi 400 personas y disolvió la movilización.
Pero lo cierto es que el Pacto Social antiobrero que impulsaba el gobierno peronista continuó siendo resistido por oleadas de luchas en todo el país, llegando a la huelga general del “Rodrigazo”, que profundizó la crisis del gobierno. Las organizaciones guerrilleras continuaron con sus acciones alejadas de las masas, sirviendo de excusa para la represión. El PST, aferrado a las luchas del movimiento obrero, impulsó el surgimiento de una nueva dirección llamando a la coordinación de las luchas y la unidad de acción antifascista y contra el peligro golpista. Sin embargo, aquellos llamados no fueron escuchados, perdiéndo la oportunidad de lograr una nueva dirección sindical y política.
El asesinato de Ortega Peña truncó su proceso de ruptura con el peronismo. De igual manera, el golpe de Estado de 1976 cortó la experiencia de ruptura que venía haciendo el movimiento obrero y de masas con el peronismo en el gobierno. Sin embargo, tras la caída de la dictadura, las y los trabajadores y sectores populares han continuado esa experiencia con los sucesivos gobiernos elegidos por el voto, incluidos los peronistas, quienes pese a las promesas y el doble discurso han continuado con las políticas de ajuste y entrega al FMI. El fracaso y la ruptura con el peronismo es la que explica, aunque en forma distorsionada y equivocada, el triunfo de la ultraderecha de Javier Milei. Por eso sigue planteada la tarea de superar al peronismo construyendo un partido revolucionario inserto en el movimiento obrero y de masas. Una tarea que asumimos desde Izquierda Socialista en la pelea por conquistar un gobierno de las y los trabajadores y el socialismo.
1. Avanzada Socialista Nº 115 (07/08/1974) Disponible en nahuelmoreno.org
2. Ver Avanzada Socialista Nº 110 (01/07/1974) y Disponible en nahuelmoreno.org El Socialista Nº 585 (03/07/2024) Disponible en www.izquierdasocialista.org.ar y Ricardo de Titto. “Historia del PST. De la muerte de Perón al golpe de estado.” Tomo 3. CEHuS, Buenos Aires, 2024.
3. El Socialista Nº 249 (10/07/2013) Disponible en izquierdasocialista.org.ar
4. El Socialista Nº 576 (06/02/2024) Disponible en izquierdasocialista.org.ar
5. Ricardo de Titto. “Historia del PST. Del gobierno de Cámpora a la muerte de Perón.” Tomo 2. CEHuS, Buenos Aires, 2018.
6. Ídem.