Escribe José Castillo
La visita del secretario del Tesoro de Estados Unidos a nuestro país dejó un mar de interrogantes. El gobierno de Javier Milei había dejado correr el rumor de que se trataba de un gesto de apoyo de la administración de Donald Trump a su mandato y al plan motosierra, acompañando la firma del acuerdo con el FMI. Incluso se llegó a decir que Scott Bessent vendría con más “fondos frescos” para ayudar al gobierno. La realidad es que nada de eso sucedió. En una entrevista con Bloomberg, Bessent fue clarísimo al respecto: “No está en consideración una línea de crédito directa de Estados Unidos”.
La visita de Bessent, más allá de los habituales elogios al superajuste, vino cargada de exigencias que el gobierno nacional, por supuesto, se esforzará por cumplir.
La primera ya había sido esbozada por el enviado especial de Estados Unidos para América Latina, Mauricio Claver-Carone, semanas atrás: que Argentina cancelara el swap con China y se volcara al comercio y relacionamiento financiero prioritario con Estados Unidos, en desmedro del gigante asiático. Cuestión que hoy resulta imposible para nuestro país, ya que el swap con China es una parte sustancial de las reservas, además de que una cantidad fundamental de nuestras exportaciones tiene ese destino. Imposible de reemplazar por Estados Unidos, que hoy, por el contrario, pone más trabas y aranceles a las ya existentes exportaciones argentinas. Scott Bessent volvió a insistir en cancelar el swap con China, ahora bajando más a tierra el planteo: que parte del dinero recibido del FMI se use con ese fin. Si Milei llegara a aceptar ese reclamo, sería necesario profundizar (más aún) el superajuste en curso.
Pero ahí no terminaron las demandas del secretario del Tesoro. La apertura a la importación de maquinaria usada (en particular agrícola) fue otro de los planteos. Las consecuencias también son claras: cierres y despidos en la industria de maquinaria agrícola de nuestro país. Bessent también quiso aprovechar el alineamiento cipayo total de Milei para avanzar con un viejo anhelo yanqui: modificar la ley de patentes medicinales. Un golpe mortal contra los laboratorios nacionales y la música para los oídos de las multinacionales. De nuevo, más cierres de plantas y menos puestos de trabajo.
Finalmente, exigió prioridad para las empresas yanquis en el acceso a minerales estratégicos, como el litio y otros que pudieran aparecer en nuestro territorio.
Esto es lo que “paga” el alineamiento incondicional con Trump y el imperialismo yanqui. No se trata ya sólo de la anécdota ridícula de un presidente argentino buscando (y fracasando) en tratar de obtener una foto con su par yanqui. Ahora, con esta visita mediante, empiezan a aparecer los verdaderos costos que, como siempre, los pagará el pueblo trabajador.