Escribe José Castillo
La semana pasada, el directorio del FMI aprobó el nuevo acuerdo con Argentina. Serán 20 mil millones de dólares que engrosarán aún más la impagable deuda externa, mientras se usarán para pagar vencimientos anteriores y permitir que los pulpos especuladores continúen con la fuga de capitales.
Se firmó el acuerdo número 23 del país con el FMI. Todos, sin excepción, fueron catalogados como “el último”, “el punto de partida para el despegue económico”, “las buenas noticias del apoyo internacional y la confianza ante el programa económico”, y un largo etcétera de expresiones similares. En todos los casos, también sin excepción, todo terminó catastróficamente, después de un período más corto o más largo donde se ajustó hasta el hambre y el saqueo a nuestro pueblo para cumplir con las exigencias del organismo. Nunca se llegó al momento “del crecimiento y la redistribución”; todo terminó, siempre, explotando antes. Donde los costos los volvió a pagar, ¿cuándo no?, el propio pueblo trabajador.
¿Esta vez será diferente?
Eso es lo que dice Javier Milei, el presidente ultraderechista autoproclamado “especialista en crecimiento económico, con y sin dinero”. El mismo que, hace no demasiado tiempo, afirmaba que ir a pedirle auxilio al FMI era toda una señal de fracaso de cualquier plan económico. Milei y su ministro Luis Caputo afirman ahora que esta vez el programa del Fondo será un éxito porque vienen logrando el tan mentado “superávit fiscal” (a costa, claro, del hambre y la marginación popular).
La realidad está muy lejos de esta afirmación. Veamos. El préstamo será por 20 mil millones de dólares, con los que se busca financiar los vencimientos de capital de los próximos cuatro años con el FMI (no así los intereses, que habrá que pagarlos en efectivo). Pero además se “adelantaron” 12 mil millones de este monto ahora y luego se hará lo mismo con otros 3 mil en junio, para “fortalecer” las reservas del Banco Central. En concreto, para evitar que el tipo de cambio se le dispare a Milei, generando una crisis mayor que liquide sus chances electorales. El mecanismo, tantas veces repetido, consiste en utilizar esos dólares vendiéndolos barato a los pulpos especuladores, o sea, financiar la fuga de capitales.
Como los pagos de deuda en el futuro inmediato son enormes, ya que hay que sumar no solo al FMI, sino también a los acreedores privados, no hay préstamo que alcance. Por lo tanto, más temprano que tarde, el gobierno se terminará comiendo este monto, se requerirá un nuevo acuerdo y así seguiremos hasta el infinito.
Las exigencias del FMI
El acuerdo firmado no es gratuito, como nos quiere hacer creer Milei. Para empezar, el FMI venía reclamando una devaluación. Esta se dio de manera “disfrazada”, por medio de la creación de un sistema de bandas cambiarias, con un piso de 1000 y un techo de 1400 pesos por dólar. En los primeros días, el dólar oficial (ahora unificado con los paralelos) se ubicó por arriba de los 1100 pesos, es decir, con una devaluación real superior al 10%. Como era de esperar, esto empezó a generar una fuerte remarcación de precios, que rebotará sobre la inflación de abril e incluso la de mayo, pulverizando más aún los salarios y las jubilaciones.
Pero esto no es todo. Luego vendrá el clásico ajuste del FMI, reclamando más motosierra al Gobierno nacional, que ya respondió anunciando que profundizará el ajuste de este año hasta obtener un superávit del 1,9% del PBI. ¿Quién lo pagará? Como siempre, las y los jubilados, trabajadores del Estado (con despidos y mayor congelamiento salarial) y el conjunto del pueblo, con menos obras y una educación y salud aún más desfinanciadas.
También la llamada “letra chica” del acuerdo. Allí está el reclamo de acelerar las llamadas “reformas estructurales”: laboral, previsional y fiscal. La laboral implica, en la práctica, terminar con todos los derechos conquistados en décadas de luchas por el pueblo trabajador. La previsional, que ya arrancó con las jubilaciones muy por detrás de la inflación y con el fin de la moratoria, busca profundizarse con el aumento de la edad jubilatoria, la liquidación de los regímenes especiales y, finalmente, con la vuelta de la jubilación privada. Y la fiscal, que significa bajarle impuestos a los ricos y recortar al extremo el dinero para salud, educación, vivienda, ciencia y técnica, u obra pública.
Finalmente, el Fondo también exige acelerar las privatizaciones en curso, como los casos de Aerolíneas Argentinas o el Banco Nación.
Este acuerdo con el FMI no nos lleva a ningún lugar, salvo más pobreza, marginación y saqueo. La única salida, como venimos proclamando desde siempre en Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad, es romper todos los pactos políticos y económicos que nos atan al FMI, dejar inmediatamente de pagar la deuda externa y así poner todos esos recursos al servicio de un programa de emergencia que priorice las necesidades populares más urgentes.