Jul 19, 2024 Last Updated 9:34 PM, Jul 18, 2024

Izquierda Socialista

Redacción de Izquierda Socialista y de El Socialista

Desde el Mayo Francés pasaron 50 años. Los pueblos siguieron rebelándose. Ganó Vietnam en 1975, Nicaragua e Irán en 1979. Cayeron las dictaduras del Cono Sur de América Latina durante los 80. Se acabó el Apartheid en Sudáfrica. Luego las masas derribaron el Muro de Berlín y a las dictaduras estalinistas en Rusia y Europa del Este. Y durante los 90, mientras los agoreros pronosticaban el “fin de la historia”, surgieron la rebelión zapatista y el movimiento antiglobalización. En nuestro continente, rebeliones populares tumbaron gobiernos que implementaban ajustes como en Ecuador, Bolivia, o en nuestro Argentinazo del 2001, o la derrota del golpe proyanqui en Venezuela en 2002. Después del estallido de la crisis económica mundial del 2008, procesos de movilizaciones históricas se dieron en toda Europa, y luego estalló la “Primavera Árabe” que derribó regímenes dictatoriales que llevaban décadas.

¿Qué el capitalismo no cayó? ¿Qué muchas de esas revoluciones reciclaron el poder con políticos burgueses y burócratas? Por supuesto. Como lo vimos con los gobiernos kirchneristas, y en Venezuela y América Latina con el falso “socialismo del Siglo XXI”.
Por eso es más actual que nunca el espíritu de rebeldía del 68. Porque la revolución no solo es posible. Es necesaria, urgente, y requiere de una herramienta política que aporte a plantear una salida anticapitalista de fondo.

Hoy cuando en nuestro país crece la bronca en la juventud contra el gobierno de Macri, están los que quieren plantear que lo central no son las luchas, sino armar un rejunte del peronismo para ver si en 2019 puede volver a haber un gobierno justicialista.

Para nosotrxs no va por ahí la cosa. Sino que lo urgente es impulsar, coordinar y fortalecer todas las luchas en curso: hay que frenar el ajuste a la salud y la educación y los despidos. Nuestro interés es con claridad derrotar al plan que impulsan el gobierno y los gobernadores y sindicalistas peronistas cómplices. Luchamos porque nuevas rebeliones populares como las que vimos en diciembre del año pasado se profundicen, e impongan cambios como dejar de pagar la deuda externa, re-estatizar las empresas que fueron liquidadas en los 90, prohibir los despidos, e imponer un plan económico alternativo que incluya medidas urgentes como el aumento sustancial del presupuesto educativo.

Pero para eso es necesario además construir una gran herramienta política que le diga a los trabajadores la verdad: que no hay salidas intermedias ni soluciones mágicas. Hay que pelear por un gobierno distinto a todos los que hubo hasta ahora, un gobierno de lxs trabajadorxs y el pueblo al servicio de los intereses de todxs los oprimidxs y explotadxs.

Al servicio de esa tarea es que construimos el Frente de Izquierda para que exista una alternativa política unitaria de la izquierda para hacer frente a los partidos patronales. Y cotidianamente construimos Izquierda Socialista y las agrupaciones que impulsamos, para que cada vez seamos más y estemos mejor organizadxs lxs que queremos derrotar a este gobierno y a este sistema.

Nuestra invitación es que te sumes a hacer una experiencia en esta tarea militante que es la de vivir combatiendo día a día cada una de las miserias que nos rodean, discutiendo y organizándote con compañexs que buscan lo mismo que vos. A que nos traigas tus dudas, críticas y propuestas para mejorar de conjunto en cómo dar cada pelea. Te invitamos a sumarte a la Juventud de Izquierda Socialista.

Este siglo de lucha de la juventud y el movimiento estudiantil ha sido también un siglo lucha de las mujeres por sus derechos. Desde la reforma del ‘18 las mujeres ya dabamos duras peleas, en primer lugar, por acceder a la universidad. Pero también tenemos ejemplos como el de Prosperina Paravan, que fue vanguardia peleando para que los estudiantes de su facultad (de odontología de Córdoba) se sumaran a las movilizaciones reformistas a pesar de la negativa de su centro de estudiantes.

En el mundo las mujeres habían encabezado ya enormes triunfos. Las mujeres rusas fueron protagonistas de la revolución bolchevique, alcanzando derechos que en algunos países llevaron un siglo o que aún exigimos: el derecho al aborto, el divorcio, el derecho al voto, entre muchos otros.

Pasó medio siglo más de avances y retrocesos, las mujeres seguimos luchando. Avanzamos en nuestro lugar en la universidad y en la política. Las revueltas del Mayo Francés, el Cordobazo en Argentina y tantas otras tuvieron a las mujeres peleando junto a la clase obrera en el marco de la segunda ola feminista. Las feministas se cuestionaban el rol de la mujer en la familia, el hogar; dieron la pelea por organizarse y salir a las calles.
Hoy levantamos las consignas por todos los derechos que todavía nos faltan. Como a lo largo de la historia, somos las trabajadoras y las más pobres las que sufrimos la desigualdad desde muy jóvenes.

Hoy somos la mayoría de la matrícula universitaria, y exigimos que se garanticen jardines maternopaternales y lactarios para no dejar de estudiar cuando somos madres. Reclamamos también, por el reconocimiento y visibilización de las identidades disidentes y LGBTIQ.
Nos organizamos y peleamos por la implementación real de protocolos para casos de violencia de género en los lugares de estudio, de la misma manera que exigimos presupuesto para las leyes contra la violencia a todos los gobiernos.

Porque a pesar de llevar más de un siglo de peleas por el derecho a decidir hoy seguimos exigiendo educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir. Y somos las estudiantes quienes copamos las calles junto a las trabajadoras despedidas el último 8 de marzo contra el ajuste del gobierno.

Hicimos temblar el mundo con el Paro Internacional de Mujeres y lo haremos todos días para que se apruebe la ley de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, de la cual formamos parte para que dejen de morir mujeres en abortos clandestinos. La iglesia contra la que se levantó el movimiento estudiantil del ‘18, es la misma que hoy moviliza en contra de la libre desición sobre nuestros cuerpos: exigimos la separación inmediata de la Iglesia del Estado.

Las Mujeres de Izquierda Socialista tenemos una tradición de lucha por nuestros derechos como mujeres trabajadoras que continuamos hoy en todos los lugares de estudio y trabajo. Por eso formamos “Isadora Mujeres en lucha” junto a compañeras independientes, una herramienta para organizarnos. Porque sabemos que para ser libres, las mujeres debemos luchar no solo contra el machismo y patriarcado sino también por destruir un sistema capitalista que violenta nuestros cuerpos como trabajadoras. Por eso nos reivindicamos feministas socialistas, por eso peleamos junto a las mujeres, la clase obrera y el movimiento estudiantil en las universidades y las calles, aprendiendo de aquellas mujeres que pelean desde hace más de un siglo en argentina y en todo el mundo.

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Todo cambió en mayo de 1968. Las barricadas se volvieron a alzar, como en las revueltas de 1830, en 1848 o en la Gloriosa Comuna Obrera de 1871. París se vistió de revolución, como en la ya lejana 1789 y en la mucho más cercana reconquista de la ciudad a los nazis en 1944. Toda la Francia oficial y “bienpensante” se puso en contra del alzamiento. Incluso, y principalmente, gente que era o decía ser “de izquierda” como el Partido Comunista Francés, que lanzaba diatribas todos los días desde su diario, Le Humanité.

Los estudiantes rechazaban los planes de estudio, el autoritarismo y a la “sociedad de consumo” capitalista, que los asfixiaba. El espontaneísmo, la democracia asamblearia y la acción directa se combinaban con la búsqueda de la unidad con la clase obrera y los anhelos de cambios de fondo en la sociedad. ¿Qué se pedía? Todo. Pero, por sobre todas las cosas, “abajo el capitalismo”, “que los obreros encabecen la lucha”.

Recién luego de la primer batalla campal en el Barrio Latino (predominantemente residencia de universitarios) del diez de mayo, y tras la feroz represión del gobierno, las centrales obreras, se vieron obligadas a convocar junto con las organizaciones estudiantiles a un paro de 24hs y una manifestación obrera para el 13 de mayo. Los estudiantes ocuparon las universidades donde cada vez eran más los jóvenes obreros que se sumaban.

Espontáneamente comenzó la ocupación de fábricas y la huelga general, que desborda a la CGT comunista. Las ocupaciones se extendieron a toda Francia con diez millones de trabajadores en huelga indefinida. Los estudiantes marchaban por miles hacia las fábricas a solidarizarse. El gobierno quedó paralizado, suspendido en el aire. Estaban de huelga el metro, correos, teléfonos, gasolineras, ferrocarriles, músicos de ópera, futbolistas, enfermeras, empleados de comercio, de los bancos... Se instaló de hecho un doble poder y los trabajadores cuestionaban quiénes eran los dueños del país.

El enfrentamiento del 24 de mayo marcó el punto culminante del ascenso insurreccional y a partir de ese momento el movimiento comenzó a retroceder, empujado por el creciente protagonismo del aparato de la CGT y el PC, que negociaban con el gobierno.

Los “acuerdos de Grenelle” firmados el 27, contemplaban aumentos del salario mínimo, aumento del 7% de los sueldos, reducciones en la jornada de trabajo, flexibilidad en la edad de retiro y pago de los días caídos. De todos modos, las bases obreras, que habían percibido que podían adueñarse de todo, en un primer momento los repudiaron, encabezados por la Renault. Pero el PCF y los socialistas fueron entregando la lucha acordando sector por sector, fábrica por fábrica, acordando con el gobierno. Los diez años de férreo “gaullismo”, sin embargo, quedaron heridos de muerte. Antes de cumplirse un año, el 28 de abril de 1969, De Gaulle perdió un referéndum y renunció a la presidencia.

Muchos hoy tratan de reducir el Mayo Frances a la “efervescencia juvenil de los sesenta”. Pero se trató de un proceso revolucionario enorme, que puso al gobierno contras las cuerdas y cuestionó al sistema capitalista de conjunto, pero que lamentablemente, no tuvo una dirección socialista revolucionaria con peso y a la altura del desafio de encauzar el proceso hacia la pelea por el poder político. Su magnitud movió el tablero mundial entero, y tuvo ecos en todo el mundo que siguen replicando hasta el dia de hoy, y que lo harán hasta que el poder efectivamente lo ejerza la clase trabajadora.

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Si los reformistas comenzaron su alzamiento contra el dogmatismo clerical que reinaba en una universidad que había quedado anclada en el pasado, hoy nos enfrentamos por el contrario a un gobierno que con el discurso de “modernizar” presentó un proyecto de “Plan Maestr@” que quiere liquidar los pilares centrales de la educación pública argentina. De ahí que Macri haya sacado en enero un decreto donde declara “2018 el año de la Reforma Universitaria” y que llama a “actualizarla”. Hoy el “progreso” es puesto al servicio de atacar las conquistas que el pueblo argentino supo conquistar en su sistema educativo.

Como parte de aquel plan, la “Secundaria del Futuro” que comenzó a impulsar en Ciudad y Provincia de Buenos Aires, reduce la formación en los contenidos actuales, para impulsar sistemas de pasantías que implican trabajo no remunerado. Al mismo tiempo que en nombre de “introducir nuevas tecnologías”, buscan disciplinar el accionar de los maestros imponiéndoles contenidos digitales que el gobierno le compra a empresas amigas. También buscan impulsar que cada colegio busque su propio financiamiento, profundizando la actual desigualdad que existe entre los recursos de los colegios, y suspeditando el aprendizaje a las necesidades del mercado, y de paso, continuar el ajuste del presupuesto estatal. Por la misma vía corre el ataque a los terciarios, con la búsqueda del cierre masivo de institutos, y el permanente desfinanciamiento de la inversión en infraestructura.

En las universidades, el gobierno ya avanzó con el llamado “Plan de Reconocimiento Académico” que busca tender a igualar (hacia abajo) los contenidos de las universidades públicas con las privadas. A la vez que el Ministro de Educación Finocchiaro afirma que ”no vamos a financiar nuevas carreras en las que no haya áreas de vacancia y que no sean estratégicas para el desarrollo del país”, y “una Universidad puede dictar las carreras que quiera, pero tendrá que tener recursos propios”.

Las conducciones mayoritarias del movimiento estudiantil (radicales y peronistas/kirchneristas) miran para el costado mientras el gobierno avanza con su plan, que es toda una política de estado. En todo el país se dan luchas de resistencia aisladas, que a veces conquistan triunfos (como recientemente sucedió en la zona oeste de Provincia de Buenos Aires evitando el cierre de institutos terciarios), pero que no logran revertir la tendencia general.

Hoy reivindicar la Reforma Universitaria es reivindicar su accionar revolucionario en pos del programa de reivindicaciones estudiantiles, obreras y populares para la educación. Es por lo tanto, proponerse poner en pie un movimiento estudiantil que enfrente el ajuste y las reformas que impulsa el gobierno. Es reafirmar que la educación tiene que estar al servicio de las necesidades de los trabajadores y el pueblo, y no de las empresas.

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El foco central del levantamiento estudiantil se dio en Córdoba, donde el carácter progresivo de los movimientos del siglo XX entró en profunda contradicción con una universidad que era un resabio medieval dominado por el Arzobispado a través de una logia que imponía docentes y contenidos, la “Corda Frates”.

En diciembre de 1917, los estudiantes de medicina inauguran los reclamos en respuesta al cierre del internado del Hospital de Clínicas y ya para enero de 1918 se suman otras facultades conformando el Comité Pro-Reforma. El 1 de abril lanzan una huelga estudiantil que paraliza las facultades. El conflicto se nacionaliza rápidamente y para el 11 de abril se crea la FUA.

El gobierno de Yrigoyen interviene intentando cooptar a los reformistas e impulsa una serie de reformas, pero el 15 de junio, frente a la elección del Rector clerical Nores, los estudiantes enfrentan a la policía, desalojan la sala y desde el pupitre rectoral declaran la huelga general. El Manifiesto Liminar proclama el “derecho sagrado a la insurrección” y vuelven a ganar las calles. Las protestas exceden ampliamente el ámbito universitario, ganan el apoyo de gran parte de la sociedad y realizan acciones en conjunto con la Federación Obrera de Córdoba. Los Reformistas empiezan a tener un programa propio y lo llevan a la práctica.

El 9 de septiembre se da el gran quiebre, los Reformistas ocupan la UNC, nombran a estudiantes como Decanos y la Universidad comienza a funcionar bajo dirección estudiantil. Yrigoyen responde con el ejército y deteniendo a los ocupantes pero dos días después tiene que retroceder. El triunfo de los Reformistas se materializa en los nuevos estatutos que proclaman los principios levantados en el 1º Congreso Nacional de Estudiantes: participación estudiantil en el gobierno universitario, autonomía y extensión universitaria, docencia libre y periodicidad de cátedras.

Vigencia de la lucha e hipocresía gobernante

Con el pasar de los años, el reformismo tendrá un derrotero diverso, por un lado, con fracciones impulsando una perspectiva socialista en todo America Latina; pero por otro, con otras girando a derecha y luego siendo institucionalizadas a través del radicalismo, en un camino que lleva a que hoy la corrupta Franja Morada se autoperciba como heredera del “reformismo del 18”.

Lo cierto es que han pasado cien años y la mayoría de estas reivindicaciones planteadas han sido eliminadas e imposibilitadas de desarrollarse en el seno de la sociedad capitalista.

Hoy la pelea no es directamente contra una logia clerical, pero sí contra la embestida mercantilizadora pregonada por el Banco Mundial y los gobiernos de turno que falsean la democracia universitaria imponiendo camarillas de gobernantes que actúan como agentes directos de las grandes empresas. Intentarán, por medio de actos, actividades y conferencias “homenajear a los Reformistas” pero en realidad aprovecharan el centenario para lanzar un plan que profundice las políticas mercantilizadoras y anti-educativas en toda América Latina.

A cien años, llamamos al movimiento estudiantil a recuperar las banderas de los Reformistas del 18. Reivindicaciones como democratización, libertad de cátedra, autonomía y extensión universitaria aún siguen vigentes. Seguimos peleando por estas consignas haciéndolas parte de un programa en común con los trabajadores, recuperando el legado de los Reformistas que peleaban por elevar la lucha educativa al plano político en camino a una revolución social que ponga la ciencia y el conocimiento al servicio del pueblo.

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