Jul 17, 2024 Last Updated 6:38 PM, Jul 16, 2024

Izquierda Socialista

A pocos días de las elecciones, que se realizarán el domingo 12 de mayo, reforzamos la campaña electoral recorriendo los barrios para hacer llegar las propuestas de la izquierda al pueblo trabajador que sufre el ajuste que Schiaretti aplica junto a Macri y el FMI.
Estamos desarrollando un intensa actividad con militantes y simpatizantes de Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda que con entusiasmo se vienen sumando al desafío de defender las tres bancas que conquistamos en 2015 y de intentar lograr que por primera vez la izquierda llegue al Concejo Deliberante de Córdoba Capital.

Córdoba ocupa el sexto lugar en el ranking de la pobreza impidiendo que uno de cada dos chicos menores de 14 años tenga acceso a la comida mientras se destinan millones para subsidiar a los grandes empresarios y multinacionales que despiden y suspenden a los trabajadores.
Desde el Frente de Izquierda denunciamos que Schiaretti es el principal socio político de Macri. En el Congreso Nacional y en la Legislatura votaron juntos las leyes del ajuste, el robo a los jubilados, el pago a los fondos buitres y el presupuesto 2019 con el cual le sacan el plato de comida de la mesa a los sectores populares para destinar un millón de pesos por minuto para pagar la deuda externa.

Ante esta situación llamamos a los honestos luchadores, en particular a los simpatizantes del kirchnerismo, a no votar a Schiaretti. Cada voto que saque será utilizado contra los intereses del pueblo trabajador, como por ejemplo para flexibilizar el convenio colectivo de trabajo de Luz y Fuerza y privatizar a EPEC, o para avanzar con la entrega de los recursos naturales, el desmonte y la destrucción ambiental. Quienes defendemos los derechos humanos, luchamos y rechazamos la política del PJ cordobés que fortalece el aparato represivo y la narcopolicía del gatillo fácil que asesina a un joven cada veintiocho horas.

Los votos que obtenga el Frente de Izquierda serán de lucha, en defensa del pueblo trabajador, para enfrentar la política del gobierno. Los partidos patronales de la provincia no resolverán los urgentes problemas sociales, pretenderán aplicar las reformas estructurales que pide el FMI -jubilatoria, laboral y tributaria- para seguir entregando el país y la provincia a los ricos.

Vamos por más legisladores del Frente de Izquierda, los únicos que están a disposición de las y los que luchan. Nuestros legisladores cobran lo mismo que una maestra. Nuestras bancas son herramientas en defensa de los trabajadores, las mujeres y la juventud.

Porque la grieta no es entre Macri, Cristina o el resto del peronismo. La verdadera grieta es entre los que quieren seguir pagando la deuda externa con el hambre del pueblo siendo felpudos del FMI y los que impulsamos la ruptura con el Fondo y el no pago de la deuda para destinar esos fondos a resolver los urgentes problemas del pueblo trabajador. La salida es la izquierda.

Editorial

El gobierno de Macri sigue en pendiente descendente, cada vez a mayor velocidad. Hace apenas diez días había lanzado como gran iniciativa sus “10 puntos”, que invitaba a firmar al resto de los partidos patronales. Se trataba de un listado de medidas escritas a medida de las exigencias del propio FMI. Ahí estaba todo: el compromiso para quien lo suscribiera de que iba a continuar con el ajuste, la reforma laboral, la previsional y, por supuesto, la afirmación explícita de que se continuaría cumpliendo con los acreedores externos.

También había tenido una llamada del propio Trump, que era todo un aval para garantizar la transición hasta las elecciones y el propio plan reeleccionista de Macri. Es más, la propuesta de los 10 puntos contaba con el aval de las principales entidades empresarias (UIA, Sociedad Rural, etcétera), de la burocracia de la CGT y de la Iglesia. Sin embargo, el tiro le salió por la culata. No porque el resto de los candidatos patronales no acordaran con los planteos de los 10 puntos. De hecho el acuerdo presentado tuvo el aval explícito de los peronistas Scioli y Pichetto. Massa lo catalogó de “torpe” pero no lo rechazó, solo señaló que no era “oportuno” el momento y que había que agregarle uno o dos puntos más. Lavagna también coincidió, señalando también que faltaban algunos otros ítems, pero acordó nada menos que con la reforma laboral. Incluso en el caso del peronismo kirchnerista, mientras los voceros de Cristina Kirchner lo criticaban, ella también habló de un “contrato social” y no rechazó el pacto con el FMI y los pagos de la deuda. Pero la bronca popular y el repudio al gobierno son tan grandes que ,finalmente, los 10 puntos terminaron perdiendo brillo y van ya camino a quedar como una anécdota menor en el camino. Es que no hay maniobra que le permita al gobierno zafar del marco más general: su debilidad política y desgaste producto de la crisis económica y la bronca popular creciente.

Por eso el macrismo acaba de sufrir el domingo pasado una nueva derrota electoral, ahora en Córdoba. Esta vez fue por paliza, con el agravante de que se produjo en la misma provincia que le había dado los votos para asegurar su triunfo en las presidenciales de 2015. Es la octava elección consecutiva en que el gobierno sale derrotado. Esto volvió a abrir los rumores acerca de si el radicalismo permanecerá o no en Cambiemos o si un sector se va con Lavagna.

El que apareció como el gran ganador fue Juan Schiaretti con su triunfo por cifras récord. Quedó como el gran elector para intentar disciplinar a un peronismo federal que todavía no termina de definir su candidato presidencial entre Massa, Lavagna, Urtubey y Pichetto. Todos ellos dan señales amigables hacia el FMI, el establishment económico internacional y se pasean por los foros empresarios. Pero, hasta ahora, ninguno logra despertar el fervor popular y despuntar en las encuestas. Es que, como dice el dicho, “aunque la mona se vista de seda, mona queda”. Demasiada fresca está en la memoria popular que fueron ellos quienes más de una vez les brindaron los votos que precisó el macrismo para sacar leyes claves del ajuste. El propio Schiaretti, al que ahora se lo quiere mostrar como “progresista” tras la votación cordobesa, fue el gobernador “más macrista” que hubo en todo el período anterior.

Del lado del kirchnerismo, la novedad fue la “reaparición” de Cristina una semana después de salir con su libro. Primero en la Rural, donde puso énfasis en el pacto social, alagó a los empresarios “acuerdistas” y hasta elogió a Trump. Y después, con una foto que probablemente prenuncia la definición de que se presentará como candidata, estuvo en la sede del PJ. Se trató de un hecho inédito: hacía diez años que Cristina no pisaba la sede del Partido Justicialista. De hecho, recordemos que hace dos años se presentó con otra identidad (Unidad Ciudadana), cediendo el sello del PJ. Ahora claramente no será así, Cristina se muestra como “justicialista de toda la vida” y aboga por un peronismo unido. Apareciendo junto con el presidente del PJ José Luis Gioja y con el candidato a gobernador y ex intendente de La Matanza Fernando Espinoza, Cristina aspira a ser la candidata del Partido Justicialista. Veremos en los días que quedan hasta la presentación de listas cómo cierran todos estos interrogantes aún abiertos por la propia crisis del peronismo. Lo que sí está claro es que absolutamente todos los sectores se desviven por aclarar que no romperán con el FMI y seguirán cumpliendo con los pagos de la deuda.

La novedad final la dio la cúpula burocrática de la CGT, que finalmente no tuvo otro remedio que llamar a un nuevo paro general para el 29 de mayo. Más allá de que sabemos que lo han convocado “a desgano”, presionados por la bronca generalizada de las bases, se nos plantea una posibilidad de darle un golpe al gobierno. Tenemos que parar, reclamando aumento salarial de emergencia y la prohibición de suspensiones y despidos. Y exigir su continuidad con un plan de lucha de la CGT y las CTA que se plantee derrotar el ajuste de Macri. Al mismo tiempo, tenemos que postular la salida de fondo, que planteamos desde Izquierda Socialista y el FIT: no hay salida para los problemas del pueblo trabajador sin romper con el FMI y dejar de pagar la deuda externa para así, junto con otra medidas de fondo, como nacionalizar la banca y el comercio exterior o reestatizar las privatizadas, lanzar un auténtico plan económico alternativo que priorice las auténticas necesidades populares de salario, trabajo, educación, salud y vivienda.

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Según las palabras de Héctor Daer en la conferencia de prensa tras la reunión del consejo directivo de la CGT, el paro general del miércoles 29 será “en reclamo de que se modifique esta aceleración de la decadencia de la economía de nuestros hogares y lograr un país que tenga inclusión para todos sus habitantes”.

Será la quinta huelga general convocada por esta central durante el gobierno de Macri. En todos los casos anteriores la burocracia cegetista no le dio continuidad a la contundencia de la medida, dejando pasar muchos meses entre una y otra, dándole así tregua al gobierno para que pueda llevar adelante su plan de ajuste. De hecho, el último paro general fue en septiembre del año pasado.

La bronca y la presión de las bases ante las medidas de ajuste y una burocracia que no hace nada obligaron ahora a la directiva de la CGT a convocar al paro, después de que no se sumara el 30 de abril y expresara que “no veía motivos para convocarlo”. Sin depositar confianza alguna en la dirección burocrática de la central, tenemos que parar masivamente. Hay que realizar asambleas en todos los lugares que se pueda, sacar pronunciamientos de cuerpos de delegados y activistas y hacer reuniones de agrupaciones opositoras. Desde el sindicalismo combativo llevaremos adelante todas estas acciones ante el paro, además de exigir su continuidad con un plan de lucha de la CGT y las CTA para derrotar el ajuste. Planteamos además la necesidad de oponer un programa de emergencia alternativo, comenzando con el aumento inmediato de salarios y jubilaciones, la prohibición de suspensiones y despidos, la ruptura con el FMI y el no pago de la deuda externa.

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La presentación del libro Sinceramente se transformó en un hecho político en sí mismo. Cristina reapareció después de varios meses de silencio. Si bien no habló de su candidatura, extendiendo el suspenso, planteó llamar a un pacto social, elogió a Trump y a la supuesta burguesía nacional en el recuerdo de la figura de Gelbard. Queremos debatir sobre todo esto con los compañeros que tienen expectativas en que el kirchnerismo es la salida.

Escribe José Castillo

Sinceramente ya se había transformado en un boom editorial en los días previos, batiendo récords de venta. Por eso había mucha expectativa en el acto de presentación en la Feria del Libro. A sala llena y con varios miles de asistentes en los alrededores mirando por pantalla gigante, Cristina hizo una de sus acostumbradas alocuciones. Comenzó diciendo “quiero que este libro les sirva a los argentinos como un instrumento de discusión, de debate”. Desde El Socialista le tomamos la palabra por anticipado, ya que hemos realizado una extensa crítica en nuestro número pasado (ver El Socialista 423, “Lo que dice y lo que no dice el libro de Cristina”).

El discurso de presentación fue tildado de “moderado” hasta por sus admiradores más fervientes. Muchos reconocieron que “les hubieran gustado más definiciones”. Ciertamente hubo sugestivos silencios. Nunca fue mencionado el FMI, ni se planteó una sola palabra sobre qué hacer con la deuda externa. Todo tiene su explicación: exactamente en el mismo momento en que Cristina hablaba en la Rural, su ex ministro de Economía Axel Kicillof daba conferencias en los Estados Unidos tratando de llevar tranquilidad al establishment económico internacional acerca de que un eventual gobierno kirchnerista cumpliría a rajatabla con los pulpos acreedores. “La palabra default no está en nuestro diccionario”, terminó afirmando Kicillof.

Pero volvamos al discurso de Cristina, y ahora a lo que sí dijo. “Nadie puede estar en contra de la unidad”, sostuvo en obvia referencia al llamado de Macri y sus 10 puntos. De ellos en particular no planteó una sola palabra. Le contrapuso sí, convocar a un “contrato social de ciudadanía responsable”. Si alguien se pregunta de qué se trata esto, la propia ex presidenta se encargó de aclararlo, poniendo como ejemplo el Pacto Social del año 1973 y la figura de José Ber Gelbard (ver nota en esta misma página). Con este planteo hizo un llamado insistente a los empresarios: “Si quieren ganar plata, tienen que hacerlo todos”, sostuvo una Cristina que nos hizo acordar una de sus viejas expresiones dirigidas también a las patronales: “En mi gobierno se la llevaron en pala”.

Otro momento “culminante” de su discurso fue cuando elogió a Donald Trump. Con la excusa de aplaudir sus políticas proteccionistas (que, digámoslo de paso, no evita que los propios trabajadores estadounidenses ganen mucho menos que hace una década y tengan peores condiciones de trabajo), Cristina se lanzó a elogiar al presidente yanqui, sin mencionar una sola palabra del rol del imperialismo en el mundo, incluyendo Latinoamérica, donde los Estados Unidos siguen amenazando con intervenir en Venezuela. Ni, por supuesto, que detrás del feroz ajuste de Macri y el FMI está el propio gobierno norteamericano como su principal impulsor.

Cristina esta vez optó por no hacer ninguna mención a la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito. Recordemos que en su discurso inmediato anterior había planteado “la unidad de los pañuelos verdes con los celestes” en un escandaloso guiño hacia la Iglesia y los sectores antiabortistas. Esta vez optó por el silencio, marcando la línea de que es un tema del que “no hay que hablar este año”.

En síntesis, el discurso de Cristina, en sus afirmaciones y sus silencios, nos obliga a debatir con muchos compañeros de trabajo y estudio que confían en que el peronismo kirchnerista puede ser la salida al ajuste de Macri. Lamentablemente no es así: al FMI y a los acreedores todos los voceros del kirchnerismo les están garantizando, en infinidad de reuniones, que se va a cumplir con ellos. El planteo de “renegociar” con el FMI, caballito de batalla de Kicillof, es algo que incluso acepta y reconoce como lo más posible el propio Fondo. Solo que no se trata del acuerdo que permitiría desarrollar una política de “redistribución de la riqueza” o “nacional y popular”, como sostienen los kirchneristas. Por el contrario, el FMI exigirá un mayor ajuste, así como las reformas laboral y previsional, todos temas sospechosamente ausentes en el discurso de Cristina. El guiño a los empresarios y la invitación a que “ganen más plata” nos prenuncia también quiénes serán los privilegiados en un futuro gobierno K. El discurso de Cristina puede sintetizarse como el llamado a un pacto social donde la “comprensión”, la “paciencia” y el ajuste deberán, una vez más, caer sobre el bolsillo de los trabajadores. En contraposición a todo esto, desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda somos claros: no hay absolutamente ninguna salida posible a esta crisis sin romper con el FMI y suspender inmediatamente los pagos de deuda externa para volcar todos esos recursos hacia un programa de emergencia que resuelva las más urgentes necesidades populares, tal como planteamos en los 10 puntos del Frente de Izquierda.

 Qué fue el Pacto Social del 73

El famoso acuerdo, tan elogiado por Cristina, se firmó el 6 de junio de 1973, a los pocos días de asumido el gobierno de Cámpora. Comprometía a los empresarios, a través de la CGE (Confederación General Económica) y a la CGT. Sus dos figuras descollantes fueron José Ber Gelbard (dirigente empresario de la CGE, pero que en ese momento ya estaba ocupando el Ministerio de Economía) y José Ignacio Rucci (secretario general de la CGT y máximo burócrata sindical de la época), aunque el pacto fue apoyado también por el resto de las entidades patronales (como la UIA o la Sociedad Rural).

En esencia el Pacto Social establecía el congelamiento de precios y salarios con el objetivo de garantizar la “inflación cero”. Claro que lo que había sucedido en los meses anteriores era que los empresarios se habían cubierto aumentando aceleradamente los precios. El pequeño aumento que se les otorgó a los trabajadores ni siquiera compensó una parte de lo perdido. De ahí en más se congelaron las negociaciones paritarias por dos años.

Lo que sucedió en la práctica fue que, sobre todo a partir de 1974, las patronales incumplieron flagrantemente el pacto: empezaron a solicitar que se les autorizara aumentos de precios y, si estos no les eran autorizados, desabastecían y los vendían más caros en el mercado negro.
La inflación creciente y la crisis del gobierno peronista de entonces terminaron provocando la renuncia de Gelbard. Los meses siguientes (fines de 1974 y primer semestre de 1975) continuaron con una devaluación del 50% y fuertes tarifazos, mientras seguían los aumentos de todos los precios, deteriorando cada vez más el salario.

Todo terminó cuando en 1975 finalmente se reanudaron las negociaciones paritarias. En medio de grandes luchas obreras, los trabajadores arrancaron aumentos significativos tratando de recuperar lo perdido. Pero el gobierno de Isabel, junto con el nuevo ministro de Economía, Celestino Rodrigo, se negó a homologar esas paritarias, mientras a la vez lanzaba un nuevo tarifazo, liberalizaba los precios, que volvieron a pegar un nuevo salto, y se producía una devaluación récord. Pasó a la historia como el “Rodrigazo”.Todo esto provocó una rebelión obrera sin precedentes en la historia previa del peronismo, que llevó a una huelga general que terminó con la renuncia de Rodrigo y de su protector, el ultraderechista ministro de Bienestar Social José López Rega.
Así terminó la historia del Pacto Social de 1973. Muy distinto, como vemos, del embellecimiento que quiere mostrar Cristina. Si alguien perdió en ese tiempo, sin duda fueron los trabajadores.

 Gelbard y la burguesía nacional

En su discurso Cristina desempolvó a un viejo personaje al que llenó de elogios: José Ber Gelbard, mostrado como el paradigma del burgués nacional y progresista. La operación no es nueva, ya había tenido incluso su libro (El burgués maldito, de María Seoane, editorial Planeta, 1998).
Las nuevas generaciones se preguntan, con razón, ¿quién fue Gelbard? Comencemos desmitificando al personaje. Se trata del ministro de Economía de Cámpora, Lastiri, Perón y los primeros meses del gobierno de Isabel, entre 1973 y 1974, que llevó adelante el citado Pacto Social.
Gelbard era un empresario que desde joven se volcó al gremialismo en las organizaciones patronales. Así fue por mucho tiempo referente máximo de la CGE (Confederación General Empresaria). Desde ese lugar, fue uno de los impulsores del “Congreso de la Productividad” en 1955, cuando el gobierno de Perón, en sus últimos meses procuraba apaciguar a las patronales opositoras tratando de flexibilizar los convenios colectivos de trabajo e introducir cláusulas de productividad.

Años después, tuvo aceitados vínculos con la dictadura de 1966-1973, en particular con el gobierno de Lanusse. Al mismo tiempo, mantenía sus simpatías con el estalinismo ya que había sido afiliado al PC en años anteriores y seguía teniendo fuertes vínculos con la Unión Soviética. Con todos estos antecedentes fue elegido por el propio Perón como su “ministro empresario” en 1973.

Como explicamos en otra nota en esta misma página, el Pacto Social no fue para nada el paraíso que ahora quiere pintarnos Cristina. Pero la remembranza de Gelbard tiene un objetivo político bien actual: embellecer a una supuesta “burguesía nacional” progresista.
Esto nos lleva a la pregunta del millón: ¿quién representa hoy a esa patronal nacional? Cristina nos da algunas claves en su libro, cuando elogia al corrupto Lázaro Báez, buscando despegarlo de las innumerables denuncias de corrupción. ¿A él se referirá como el “nuevo Gelbard?

 

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Schiaretti con el 54%, le sacó 36,3% de diferencia al segundo, que fue el candidato de Cambiemos Mario Negri (17,78%). Utilizará este triunfo para posicionarse mejor en el PJ Federal y para seguir ajustando. En medio de este aluvión de votos al peronismo, el Frente de Izquierda retrocedió pero manteniendo una banca en la Unicameral y entrando por primera vez en el Concejo Deliberante cordobés.

Escribe Joel Rojo

Macri y Cambiemos, que iban divididos en dos listas estaban derrotados antes de empezar el escrutinio. Cambiemos, que fue la estrella en la elección anterior en esta provincia, acaba de perder por paliza. Pasó de obtener el 49% en 2015 y el 48% en 2017 al 17% actual de la lista de Negri, apoyada por Vidal, Carrió y otros referentes nacionales. La UCR se presentó dividida (Negri-Mestre), mostrando su crisis al compás del desbarranque del gobierno nacional.

Cambiemos, además, perdió la intendencia de la Capital, que paso a manos del PJ. Con su nuevo nombre de “Hacemos por Córdoba” el ganador es Schiaretti, quien ante la agudización de la crisis se despegó del gobierno en el último tiempo, incluso con algunas críticas formales, pero sin dejar de ser su socio en el ajuste. Es tal la bronca contra el gobierno nacional que miles y miles dejaron de lado las críticas a Schiaretti para manifestar su repudio a Macri. Este referente del Peronismo Federal, junto a Massa y Lavagna, contó en esta elección con el apoyo del kirchnerismo. Cristina Kirchner levantó su lista para apoyar a quien le vino votando todas las leyes al gobierno nacional. Y ante la posibilidad de que sectores de su base volcaran sus votos hacia las variantes de izquierda, en la última semana, el kirchnerismo nacional y provincial salió fuertemente a respaldar la figura de Schiaretti (Alberto Fernández, Máximo Kirchner, la diputada nacional por Córdoba Gabriela Estévez y Martín Fresneda). Schiaretti utilizará este apoyo y crecimiento electoral para profundizar el ajuste, aplicar la reforma laboral y previsional con más endeudamiento y pago de la deuda externa.

Por el hecho de que no se dio un giro del electorado hacia la izquierda y por la capitalización de Schiaretti del repudio a Macri y del reconocimiento a las grandes obras que concretó en gran parte, con dinero de la nación, el Frente de Izquierda retrocedió comparado con elecciones anteriores. El FIT no logró capitalizar gran parte del voto obrero y popular de ruptura con Macri, que lamentablemente y en forma equivocada fue para el PJ. A gobernador pasamos del 4,9% en 2015 al actual 2,6%, y de 6,4% a legislador en 2015 al actual 2,99%. Ese retroceso no impidió mantener una banca a legislador (logrando 59.375 votos), conquistar por primera vez un concejal en la Capital y hacer muy buena elección a legislador en Capital, con el 4,55%, y en varios lugares del interior. De esta manera nuestra compañera de Izquierda Socialista, Noelia Agüero, compartirá la banca de legisladora con Soledad Díaz (PO) y nuestro compañero de Izquierda Socialista Alfredo Leytes (o Yamila Flores si se reglamenta la ordenanza de cupo municipal) lo hará como concejal con Laura Vilches (PTS).

A esto hay que sumar que el MST volvió a dividir el voto de izquierda. Luciana Echevarría hizo campaña centrando sus críticas en el FIT y en la figura de Liliana Olivero diciendo que hay que “renovar” a la izquierda. Si bien el MST logró una banca, retrocedió en el porcentaje de votos a legisladores en relación con 2015 (De 2,01% a 1,8%).

El FIT hizo una gran campaña entre los trabajadores, en los barrios obreros y populares y en los medios denunciando el ajuste de Macri que en la provincia aplica Schiaretti, mostrando una salida de fondo, por la ruptura con el FMI y el no pago de la deuda, aportando a la pelea que hay que dar en todo el país señalando que la salida es la izquierda.
Desde el Frente de Izquierda seguiremos en las calles, en la Legislatura y ahora en el Concejo Deliberante cordobés apoyando las luchas de los trabajadores, las mujeres y la juventud, que más temprano que tarde enfrentarán el ajuste que seguirá aplicando Schiaretti.

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