Iglesia y Estado: asuntos separados
Los pañuelos naranjas con la consigna de separación de la Iglesia del Estado empiezan a verse cada vez más atados en las mochilas, junto al pañuelo verde de la campaña por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Dos símbolos que van juntos porque reflejan el sentimiento de millones de personas que decimos basta a la intromisión de la iglesia en los asuntos del estado y basta de interponerse en nuestros derechos. La iglesia católica y demás religiones jugaron un rol nefasto para impedir que se apruebe un derecho fundamental para todas las mujeres, con amenazas, hostigamientos y campañas extremas contra la libertad de decidir de las personas con capacidad de gestar. Y se la estamos cobrando, porque la campaña de separación de la iglesia del estado crece día a día. Se organizan apostasías colectivas en las puertas de las iglesias y en las plazas de todo el país. Las asambleas estudiantiles que pelean por aumento de presupuesto universitario, votaron quitar los símbolos religiosos de las universidades públicas como pasó en la facultad de derecho de la Universidad Nacional de Córdoba o en la facultad de medicina de la Universidad de Buenos Aires. Estas acciones reflejan un sentimiento genuino de repudio a una institución milenaria, funcional al sistema capitalista y al patriarcado que está llena de privilegios en todo el mundo y que está en contra de los derechos de las mujeres por eso en nuestro país hizo campaña a favor del aborto clandestino.
En Argentina, la iglesia católica apoyó todos los golpes de estado y en la última dictadura militar, bendijo las armas con las que los militares torturaron; fueron un puente para entregar a los bebes apropiados robándoles la identidad y también bendijo los vuelos de la muerte. Fue durante este período que la iglesia católica recibió los mayores beneficios económicos porque los militares sancionaron un conjunto de leyes que al día de hoy siguen vigentes: desde el pago de salarios a los obispos, jubilaciones de privilegios, becas para seminaristas, exenciones impositivas, hasta donaciones de tierras fiscales. Por eso, en marzo de este año, el propio gobierno de Macri reconoció que se destinaron 130.421.300 pesos del presupuesto para pagar los sueldos de los obispos, que hoy rondan en 46.800 pesos mensuales. Parece increíble pero es así: alguien que no trabaja recibe el equivalente de casi cinco salarios mínimos. ¡Y esa plata sale de nuestros impuestos!
Al sostenimiento económico
que recibe la Iglesia se le suman otros privilegios,como estar a cargo de la educación de millones de niños y niñas que asisten a sus escuelas confesionales, subsidiadas por el Estado, que se oponen a la implementación de la educación sexual. Además, la Iglesia es parte de los consejos consultivos o de los comités de ética de los hospitales, que en muchos casos son verdaderos obstáculos para impedir el derecho a la salud reproductiva de miles de mujeres y niñas, incluso obstaculizan los abortos no punibles que son legales en nuestro país desde el año 1931.
La bronca de millones crece también frente a la impunidad que gozan los curas pedófilos. A diario se conocen nuevos casos de curas abusadores y también se descubre cómo actúan las redes que tiende la cúpula de la iglesia católica con el vaticano y el papa Francisco para trasladarlos, esconderlos y así, encubrirlos.
A todo esto nos enfrentamos cuando salimos a pelear por nuestros derechos. Al poder de una institución milenaria que está amparada por el actual gobierno de Macri y todos los gobiernos anteriores (peronistas y radicales) que la sostienen en cada uno de sus privilegios. Desde Isadora impulsamos la campaña de separación de la Iglesia del Estado y exigimos que se deje inmediatamente de subsidiar y privilegiar a esta institución reaccionaria, oscurantista y ultraconservadora. Por eso gritamos con fuerza: ¡Iglesia y Estado, asuntos separados!