El Papa en Jerusalén

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En su visita a Jerusalén, el Papa Francisco se abrazó a los jerarcas religiosos judíos e islámicos, oró junto al muro de hormigón que construyó Israel y que aísla Cisjordania, en el muro de los lamentos y también en el museo del Holocausto de los judíos perpetrado por los nazis. Dijo que había que lograr la paz, “un don que hemos de buscar con paciencia y construir artesanalmente mediante pequeños y grandes gestos en nuestra vida cotidiana”.

De esta forma, tomó una posición “equidistante” entre los “bandos” enfrentados en Medio Oriente. Igual que hace 30 años defendía en Argentina la “reconciliación” entre los genocidas de la dictadura y sus víctimas. Aunque puede caer bien su mensaje pacifista, está escondiendo que hace décadas que se habla de paz, que hubo incluso tratados de paz, como el de Oslo, pero la guerra no termina. Y no termina porque la guerra en Medio Oriente es una consecuencia de la ocupación y el genocidio israelí de Palestina, que sigue masacrando palestinos, quitándoles su agua, destruyendo sus olivos e intenta expulsarlos de toda su tierra. No habrá paz mientras el estado racista y genocida de Israel no sea destruido y se construya una palestina laica y no racista en todo el territorio de la Palestina histórica.

Miguel Lamas

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