Acuerdo Chevron-YPF: Tras los pasos del menemismo

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 Antes Repsol, ahora Chevron: se profundiza el saqueo del petróleoSe terminó de “destapar la olla” del acuerdo secreto YPF-Chevron. Al “filtrarse” parte de los “documentos confidenciales” firmados, se revela que los niveles de saqueo y semicolonización del país llegaron a niveles inauditos.

Escribe: José Castillo

El kirchnerismo se la pasó estos años diciendo que era lo opuesto a la década del noventa. ¡Mentira! Fue y es el sumun del doble discurso. El gobierno habla de “recuperar la soberanía” y hace exactamente lo opuesto.

Hemos denunciado todas y cada una de sus entregas al imperialismo: desde los acuerdos con la Barrick-Gold por la megaminería, pasando por los privilegios a Telefónica de España, por no hablar de las millonadas que se pagan en concepto de deuda externa. Y lo del petróleo y el gas no es la menor. Durante los primeros años del kirchnerismo el gobierno hizo la vista gorda mientras Repsol agotaba los pozos, se llevaba superganancias al exterior e incumplía todos los contratos. Pero ahora, tras la expropiación parcial de YPF en 2012 y los posteriores acuerdos con Chevron, han batido todos los records. El supuesto “progresismo” kirchnerista termina como el menemismo: con una entrega que va a quedar en los anales de la historia argentina.

Diversas investigaciones periodísticas han logrado sacar a la luz tres documentos firmados por YPF y Chevron a mediados de 2013, que llevan el rótulo de “estrictamente confidenciales”. Altos directivos de YPF no tuvieron otro remedio que admitir su autenticidad. El propio presidente Galluccio lo aceptó, y no se le ocurrió nada mejor que defenderlo, afirmando que “tenemos que cuidar a la gente que invierte”.

Según estos acuerdos, Argentina se comprometía a modificar toda la legislación necesaria para garantizar a Chevron sus superganancias. Entre otras, sostenía que las concesiones se otorgarían por un plazo mínimo de 35 años con la autorización, a la vez, de cederlas a terceros; que el máximo de la tasa de regalías no superaría el 12%; que Chevron iba a poder remitir dividendos al exterior en todo momento libre de cualquier tipo de impuestos y que los tribunales para cualquier tipo de disputa se fijaban en Nueva York y París.

A partir de la firma de estos documentos, el kirchnerismo procedió a “cumplir su parte”. Como broche de oro, el pasado 30 de octubre aprobó en el Congreso la ley de Hidrocarburos 27.007, que blanquea a escala nacional todas las exigencias de Chevron.

¿Cómo se llama cuando un gobierno actúa por cuenta y orden de un poder económico extranjero, hasta el extremo de redactar renglón por renglón leyes y decretos que le garantizan a éste sus intereses? Tiene un nombre: semicolonización.

El kirchnerismo actúa como un auténtico “virrey” de su majestad Chevron y “de yapa” extiende los privilegios a todos los otros pulpos petroleros que operan en el país. No estamos hablando de monedas. Una misión de diplomáticos norteamericanos que arribó al país recientemente se mostró sorprendido por el grado de beneficios que se les otorga a las petroleras. ¡El gobierno kirchnerista les acaba de “regalar” renta petrolera por una suma que algunos expertos calculan equivalente a tres PBI completos de la Argentina!

El conocimiento de los detalles de estos acuerdos, junto a la ley votada semanas atrás, le pone un broche de oro a una de las décadas de mayor entrega de los recursos naturales en toda la historia argentina.

El kirchnerismo no hizo nada por recuperar la soberanía nacional. Al contrario profundizó la entrega. Lo de Chevrón con el petróleo -y las restantes multinacionales que vienen detrás-, se repite con las telefónicas, con los trenes chinos, con los grandes bancos transnacionales, con los pulpos cerealeros que monopolizan el comercio de granos, con la megaminería o con las terminales automotrices. El nivel de extranjerización de la economía argentina ha crecido incluso con respecto a la década menemista.

Como venimos afirmando una y otra vez desde el Frente de Izquierda, hay que terminar con esta entrega, reestatizando todas las privatizadas (ferrocarriles, telefonía, empresas de agua, luz, gas, YPF, etcétera) poniéndolas a funcionar bajo gestión de sus trabajadores. Expulsar a todas las multinacionales, rescindiéndoles los contratos -empezando por Chevron-, nacionalizando todo el complejo gasífero-petrolero con una YPF 100% estatal. Y siguiendo con el conjunto de las multinacionales del saqueo. Nacionalizarlas y ponerlas a funcionar bajo gestión de sus trabajadores. Lo mismo con la banca y el comercio exterior. El único camino, el de una verdadera lucha antiimperialista, para romper definitivamente con la dependencia y poner todos los resortes de nuestra economía al servicio de un plan económico obrero y popular.


Baja el blue, aumenta la deuda

El gobierno se jacta de que en el último mes ha logrado evitar que el dólar blue siga subiendo. De hecho, durante algunos días consiguieron que se estabilizara por debajo de los 13 pesos, después que se había disparado hasta casi 16. Pero no es cierto que es el triunfo de ninguna lucha contra los especuladores, o una versión local del ya alicaído discurso de “patria o buitres”.

Mientras muestran espectaculares operativos en el microcentro “para la tribuna”, o incluso la clausura de alguna casa de cambio, la verdadera historia de la baja del blue pasa por otro lado. Es que la dupla Kicillof-Vanoli (ministro de Economía y Presidente del Banco Central, respectivamente) está ofreciendo un negocio redondo a bancos, aseguradoras, agentes de bolsa y especuladores de toda laya. Se trata de una nueva versión de la “bicicleta financiera” de Martínez de Hoz, el “dollar linked”.

Kicillof procedió a emitir bonos (llamados Bonad 2016 y Bonad 2018) que se compran con pesos a la cotización oficial de 8,5 y se pagarán al vencimiento (justamente en el 2016 y el 2018, en otro gobierno), al tipo de cambio de entonces, más los intereses, por supuesto. Superganancias garantizadas, un auténtico “seguro de cambio” para el especulador.

Como nadie duda que “se viene” en algún futuro una devaluación fuerte, en la práctica, para el poseedor de ese bono, es como comprar dólares al valor oficial.

Si bien baja la presión de comprar dólar blue, y por lo tanto su cotización, porque a los grandes jugadores se les ofrece este nuevo negocio, para el país significa más endeudamiento. Por ahora, planchar el dólar blue con esto, engrosa la deuda externa en 1.500 millones de dólares que terminarán pagando los trabajadores y el pueblo. Conclusión, se ha creado un nuevo “alimento” para engordar a los buitres locales.

J.C.

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