La “estatización” de Cristina es un verso electoral
A pocos meses del fin de su mandato, Cristina Kirchner anunció que el estado se hará cargo de la administración de los ferrocarriles. ¿Qué mueve al gobierno a tomar estas medidas tras 12 años de sostener el esquema menemista de empresas privadas con enormes subsidios? ¿Es cierto que así se van a recuperar los ferrocarriles?
Escribe: Antonio Farés
Fue el principal anuncio en la apertura de sesiones del Congreso. “Voy a enviar un proyecto de ley para recuperar la administración de los ferrocarriles argentinos por parte del Estado”, dijo Cristina. Y argumentó que esto supondría un ahorro de 415 millones de pesos. Sin darse cuenta, le estaban dando la razón al cuerpo de delegados del Sarmiento y a la Lista Bordó que desde la privatización en 1994 denuncian que lo que existe en materia ferroviaria es una sociedad perversa, donde los empresarios se quedaban con las ganancias, el estado con las pérdidas y los usuarios con un servicio cada vez peor.
Durante 10 años la política ferroviaria kirchnerista consistió en mantener las privatizaciones menemistas y renovar los contratos de concesión a los mismos empresarios, subsidiando fuertemente sus ganancias. Nunca se controló el destino de esos fondos millonarios. Se cajoneaban todas las denuncias de corrupción y desidia formuladas por los ferroviarios del Sarmiento, la Auditoría y organizaciones de usuarios.
La muerte de 51 pasajeros del Sarmiento en la masacre de Once fue la consecuencia mil veces anunciada de las privatizaciones y la corrupción. El gobierno culpó al maquinista argumentando que todo funcionaba correctamente y que el concesionario (TBA) cumplía todas las normas. Estuvo obligado a desplazar al Secretario de Transporte (Schiavi) y puso los trenes bajo la órbita de Randazzo. Así comenzó la autodenominada “revolución ferroviaria”: luego de la lucha de los ferroviarios del Sarmiento y el acompañamiento popular rescindieron el contrato con TBA. Ese era el momento para poner el Sarmiento bajo gestión y administración de trabajadores y usuarios. Pero Randazzo le dio el negocio a Metrovías y Ferrovías a la vez que mantuvieron varios acuerdos comerciales con los Cirigliano. Pero no fue sino hasta después del nuevo choque en Castelar con 3 muertos más, que comenzaron a renovar la flota con trenes cero kilómetro. Fueron comprados a China en forma directa y sin licitación, otro gran negociado. También se renovó parte de las vías y algunas estaciones. La pregunta que el gobierno evita responder es por qué todos estos cambios, si supuestamente “la culpa fue del conductor”.
La revolución ferroviaria de Randazzo no es otra cosa que cambiar lo que se ve y mantener lo que no se ve. Cambiaron los vagones, pero no todas las vías ni las señales. Por eso los nuevos trenes andan lento y descarrilan en los tramos de vías que no fueron reemplazados. No se instaló el sistema de frenado automático que hubiese evitado lo de Once. Se apuntó al aire acondicionado y las pantallas de LCD en las estaciones, es decir, a lo que se ve. Pero el mantenimiento y la seguridad continúan siendo una asignatura pendiente. En horas pico se sigue viajando como ganado y las nuevas unidades se deterioran rápidamente. El recientemente reinaugurado servicio de pasajeros Buenos Aires/Córdoba, tardó casi 20 horas.
Durante el verano, Randazzo paseó por las plazas turísticas del país réplicas inflables de los nuevos trenes chinos y hasta vagones y locomotoras reales, que deberían haber estado en circulación. Todo sea por seguir haciendo campaña electoral destacando “lo que se ve”. Este anuncio de estatización “a las apuradas” es para apuntalar la alicaída candidatura de Randazzo.
Con el proyecto de Cristina y Randazzo no se estatizan todos los ramales de pasajeros ni de carga. Tampoco se investiga qué pasó con los millones en subsidios. La operatoria seguirá en manos de los políticos de siempre, los que causaron el descalabro ferroviario y las muertes evitables. Y seguirán acusando de sabotaje a los trabajadores ante cada accidente, sin prueba alguna. El gobierno creará la empresa estatal Ferrocarriles Argentinos pero según las versiones se preparan para renegociar las concesiones. En especial, los ramales de carga, donde Techint, Roggio, Aceitera General Deheza, Emepa, Loma Negra, etcétera, se vienen quedando con el servicio estatal para su lucro privado.
El cuerpo de delegados y la Lista Bordó encabezada por el “Pollo” Sobrero, junto a la Comisión Salvemos al Tren tienen un proyecto de ley para estatizar todos los ferrocarriles de carga y de pasajeros, sin indemnización, e investigando el destino de los subsidios. El proyecto se diferencia tajantemente del de Cristina al poner la gestión y administración de los ferrocarriles en manos de sus trabajadores y usuarios. Los trenes no pueden quedar una vez más en manos de funcionarios ineptos como Randazzo (antes Jaime) y “variantes” de La Cámpora. Los ferroviarios y los usuarios son los únicos interesados en brindar un servicio eficiente y de calidad uniendo a todos los pueblos del país. El transporte de cargas debe financiar al de pasajeros y dejar de ser un negociado de las multinacionales exportadoras de granos. Se deben recuperar la industria ferroviaria y estatizar todos los talleres para su reactivación, como por ejemplo Emfer para producir nacionalmente lo que hoy compran en China, recontratando a todos los valiosos trabajadores y técnicos despedidos por Menem y los empresarios.
Papelón de Randazzo: Tren a Córdoba demora igual que en el siglo XIX
El precandidato presidencial kirchnerista Florencio Randazzo aprovecha cada acto oficial para hablar de lo que llama la “revolución ferroviaria”. Esta vez lo hizo con motivo de la inauguración de la nueva formación que conectará la Capital Federal con la Ciudad de Córdoba. El dato es que los trenes chinos que compró “para unir ambas ciudades” tardaron ¡19 horas y 36 minutos! El doble de lo que se tarda en auto y media hora más de lo que le ponía un tren ¡en 1890!
El tren completó su recorrido, en promedio a 36 kilómetros por hora. Un verdadero papelón, que el ministro quiso corregir con un video mostrando a algunos pasajeros diciendo que habían “viajado muy bien”. En dicho acto, Randazzo dijo: “estamos saldando una deuda con las ciudades del interior del país” y que es “por decisión política de la presidenta”. Miente. No hay decisión política alguna, sino que, como señalan los familiares de las víctimas de la masacre de Once, tuvieron que morir 51 personas para que este gobierno haga algo en materia ferroviaria. Y para peor, la mayoría de las veces solo son “anuncios” electoralistas, pintura en las estaciones, o papelones como éste. La única forma de “saldar la deuda” -de la que el kirchnerismo fue cómplice del vaciamiento durante 12 años- es reestatizando los ferrocarriles bajo control de sus trabajadores, como hace años exigen los ferroviarios del Sarmiento encabezados por el “Pollo” Sobrero.
El subte de Macri: ¡Vagones que “no entran”!
Hace meses que la línea B funciona con servicio limitado a causa de las supuestas “obras” para incorporar coches con aire acondicionado. Sin embargo, la compra de las nuevas formaciones resultó ser un verdadero fiasco. Según especialistas, los “nuevos” coches no sólo son más angostos que el trazado de la línea, sino que además sobrepasan la altura máxima, de manera que quedarían sólo dos centímetros entre los coches y el riel conductor de electricidad ubicado en el techo de los túneles (Portal Enelsubte. com). Un verdadero peligro para la seguridad de los usuarios y los trabajadores del subte. ¡Macri y el PRO ordenaron la compra por 360 millones de pesos de 73 coches usados que no entran de altura y son más angostos! Un bochorno. Y a ese dineral todavía hay que sumar el costo las obras para adaptar estas formaciones y que finalmente queden operativas.
Es evidente que en la compra de material rodante, a las apuradas, y para sumar votos por parte del gobierno de Macri, no se escucharon las voces de los trabajadores del subte, quienes realmente conocen el servicio que ponen a funcionar a diario. Para terminar con los negociados, hay que reestatizar el subte, con gestión de trabajadores y usuarios, los únicos interesados en que se brinde un servicio de calidad.