Cumbre del Clima en París: El clima, de mal en peor con el capitalismo
En plenas negociaciones en la Cumbre Mundial del Clima en París, Pekín vivió una de las peores crisis con un nivel de contaminación 27 veces más del máximo recomendado por la Organización Mundial de la Salud. Esto expresa la urgencia de tomar medidas radicales. Pero la “cumbre” se está cerrando con muchas declaraciones de buenas intenciones y pocas medidas efectivas.
Por Miguel Lamas
Muchos la consideraron un éxito por el hecho de que participaron 195 países, 150 de ellos representados por sus jefes de estado en la inauguración. 186 han presentado compromisos de reducción de emisiones antes de la cita en París. Sin embargo, la alemana Angela Merkel afirmó que “con esas reducciones no vamos a lograr contener el aumento de la temperatura en dos grados”. Efectivamente, con esos planes la temperatura aumentaría 3 grados para fin de este siglo. En otras palabras, la reducción de quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) responsables de la mayor parte de las emisiones de CO2 (el principal gas de “efecto invernadero” que, al no dejar salir el calor de la tierra produce un calentamiento global), son absolutamente insuficientes, del 10% al 15% de lo que se necesitaría.
Científicos de todo el mundo han alertado que un aumento de la temperatura en más de dos grados causará enormes desastres ecológicos, aumento del nivel del mar con desaparición de muchos pueblos costeros o isleños, sequías en muchos lugares, inundaciones en otros.
Por otra parte, en el caso de Estados Unidos, por ejemplo, su reducción en la quema de carbón, encubre que está desarrollando el fraking para producir gas (menos contaminante que el carbón). Pero el fraking causa otros tremendos problemas ambientales. Argentina recibió de organizaciones ambientalistas en París el burlesco “premio fósil” por favorecer la producción de carbón.
La posición ambientalista de Merkel se debe a que Alemania no tiene ni petróleo, ni gas, ni carbón, y las movilizaciones populares impusieron el cierre de las centrales nucleares altamente contaminantes por sus desechos. Por eso se está desarrollando una tecnología que ya incluye el 25% (en crecimiento) de sus necesidades energéticas abastecidas por energía solar. Y se propone ahora hacer de esto un gran negocio de exportación.
Además, los “compromisos” de reducciones de emisión de gases de efecto invernadero, es decir de quema de combustibles fósiles y freno a la deforestación son, por exigencia de Estados Unidos, “no vinculantes”. Es decir, no son obligatorios, son sólo declaraciones de buenas intenciones.
Por eso, la cumbre fue en gran medida un “show”, donde todos tratan de demostrar que hacen algo, mientras le echan la culpa al resto de no hacer lo suficiente. Pero no hay solución, porque la economía mundial está manejada por enormes corporaciones transnacionales que sólo actúan en función de sus ganancias y gobiernos que les responden. Muchos, por eso, defienden la actual matriz energética que es su fuente de superganancias. Otros están haciendo negocios con los biocombustibles, que quema los bosques (lo que también produce CO2) o, como en Argentina y Brasil, con la destrucción de bosques para producir soja.
El mismo ejemplo de Alemania muestra que hay soluciones tecnológicas y es posible cambiar la matriz energética por energías limpias. Pero esto no es buen negocio para el capitalismo global y obviamente para las gigantescas empresas petroleras (aunque coyunturalmente sí sea negocio para un sector de la burguesía alemana que fabrica paneles solares). Como las tecnologías de energías limpias son otro negocio privado, no están al alcance de la mayoría de la humanidad. Por eso no hay salida dentro del capitalismo.
El capitalismo imperialista está llevando a la humanidad al desastre. Además del hambre de casi 1.000 millones de personas, se suma la catástrofe ecológica. Millones de trabajadores, campesinos, pueblos originarios y jóvenes víctimas de desastres ecológicos, se movilizan exigiendo soluciones reales. Los socialistas revolucionarios hacemos nuestras las reivindicaciones ambientalistas, no sólo emisión de gases invernadero, sino por ejemplo la lucha en nuestro país contra la minería contaminante o contra el envenenamiento de los plaguicidas de Monsanto, denunciamos a las transnacionales y sus gobiernos como responsables y decimos que no habrá salida mientras no se las expropie y gobiernen los trabajadores. Porque un mundo donde se cuide y no se destruya el planeta, nuestra “casa común”, sólo será posible en una sociedad socialista internacional.