14 de junio de 1986: Muere en Ginebra Jorge Luis Borges

(Tiempo estimado: 4 - 8 minutos)

Jorge Luis Borges, una de las mejores, sino la mejor, pluma argentina del siglo XX.Uno de las mejores, sino la mejor, pluma argentina del siglo XX. Sin duda el más reconocido escritor argentino en el mundo. Con sus posiciones políticas de derecha y su capacidad para revolucionar las literatura, a Borges los seguiremos discutiendo eternamente

Escribe: José Castillo

Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899. Moriría 86 años después en Ginebra. Su vida recorre una parte importante del siglo XX. Cuando lo leemos, a veces, muchas veces, parece estar ubicado en el siglo XIX. Otras, nos lleva a ideas fantásticas que sólo puede pensarlas una mente del siglo XXI. El Borges escritor es todo eso: cuentista de relatos de cuchilleros, pero también de maravillosas historias fantásticas. Crea un nuevo tipo de escritura que nunca antes se había utilizado en la Argentina: el texto que habla de otro texto, a veces real, a veces ficticio. El Borges poeta también es sublime, ya sea hablando de Buenos Aires, de los patios del sur del suburbio, de una partida de truco o de disquisiciones filosóficas sobre Berkeley, Schopen- hauer o viejas leyendas judías.

Borges, la Argentina y el mundo

Borges comprendió que ya no existía más el “gaucho”, esa construcción mítica de José Hernández. Pero en su búsqueda de las raíces populares tropezó con el orillero. Sus registros sobre esos personajes son deslumbrantes. Nunca descubrió al proletario, al obrero. Despreció lo que podía aportar la cultura inmigrante. En eso seguía la visión ideológica de la vieja oligarquía, que consideraba al extranjero, y mucho más si era pobre, obrero, italiano del sur, como un “intruso” en la cultura criolla. Su Buenos Aires, pintado como nadie, es el de las casas bajas de los suburbios que crecían sobre la Pampa. Roberto Arlt en cambio, su contemporáneo, visualizaba ya los edificios en alto, los conventillos, los cables de la luz eléctrica, el teléfono y la radio.

Una tradición “nacional y popular”, cercana al revisionismo histórico, denostó a Borges. Lo trató de “autor extranjerizante”. Simplemente por ser antiperonista (¡y vaya si lo era!). Pero lo hicieron sólo para levantar a otros autores, tan reaccionarios cómo el y que no le llegaban ni a los talones en capacidad literaria. Pero Borges entendía a la Argentina, sólo que desde otra perspectiva. Es quizás, junto con Sarmiento, el que mejor describe los dramas de la historia argentina del siglo XIX. Repasemos sino su “Poema Conjetural” dedicado a Narciso de Laprida, o “El general Quiroga va en coche al muere”.

Borges ve el mundo desde el Río de la Plata. Con los recursos de las bibliotecas públicas y las librerías de Buenos Aires, descubre y da vuelta la literatura mundial. Sus páginas más impactantes las escribe mientras es empleado público en una biblioteca del barrio de Boedo. Lee nada menos que La Divina Comedia (y aprende sólo el idioma italiano mientras lo hace), mientras viaja en tranvía hacia el trabajo. Nos enseña la leyenda judía del Golem de Praga. Escribe una de las páginas en que desnuda más íntimamente al nazismo en “Deutsches Requiem”.

Mezcla audazmente el mundo y las raíces locales. En “La historia del guerrero y la cautiva” empieza hablando de un bárbaro que lucha contra los romanos en Ravena, para pasar repentinamente a hablar de una inglesa cautiva que se niega a volver a la “civilización” por amor a su capitán indio. La imagen final de la inglesa, rubia, bebiendo la sangre fresca de los animales, es una de las más deslumbrantes de la pluma borgiana.

Pero Borges es también “Pierre Menard, autor del Quijote” o “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. Copiar al mundo, diseñar uno nuevo que luego se vuelve realidad: Borges es el creador del cuento fantástico argentino.

¿Un escritor “elitista”?

Un prejuicio, alimentado sin duda por la tradición de “alpargatas sí, libros no”, es que Borges es un autor sólo para las elites ilustradas, un escritor “difícil”, no popular. Falso: toda la erudición de Borges, los infinitos datos y autores que utiliza, los saca de diccionarios y enciclopedias, entre ellas su amada Enciclopedia Británica cuyos tomos había comprado usados con el dinero del primer premio literario que ganó. Borges hablaba de historia, de filosofía, de literatura, con un nivel cultural que era el de la Buenos Aires de su tiempo, forjada por la educación pública y lubricada por las bibliotecas populares, muchas de ellas fundadas y sostenidas por los socialistas, comunistas y anarquistas que él mismo denostaba. La erudición de Borges, sí, hoy se nos presenta como un espejo de la decadencia posterior de la educación pública argentina, desfinanciada y reventada por décadas de ajuste. Borges escribía en el suplemento cultural de Crítica, el diario más popular de la década del 30. O en la revista El Hogar, un semanario de chismes, nada “erudito” por cierto.

En definitiva, simplemente... Borges

Borges fue una expresión simbólica, quizás una de las más grandes, de una clase burguesa que anclada en el proyecto de la Generación del 80 del siglo XIX, nunca fue capaz de construir un país capitalista exitoso. Junto con Sarmiento, expresan el contraste de haber tratado de ser los “intelectuales” de una clase dominante que, en sus expresiones políticas y empresarias, llevaron a nuestro país a la decadencia, al sometimiento al imperialismo y a su pueblo a la miseria y la ignorancia. Son, sin dudas, dos mentes altísimas, entre un mar de políticos patronales, empresarios y militares “brutos” como pocos (bárbaros, dirían Sarmiento y Borges). Las limitaciones y prejuicios ideológicos de Borges y el ambiente cultural del que se rodeó (Victoria Ocampo, Bioy Casares) le impidieron siquiera sospechar el enorme potencial de la clase trabajadora que surgió a lo largo del siglo XX.

Borges fue, sin lugar a dudas, un gran escritor. Quizás el mejor. Invitamos a leerlo sin anteojeras ideológicas, aunque, por supuesto, tampoco inocentemente. Fuimos adversarios políticos de Borges. Enemigos de clase. Pero, con respecto a su obra, nunca cabe mejor la expresión de que, para nosotros los marxistas, el arte se juzga estéticamente y es una experiencia individual. Como la ciencia, “no está sometido a la votación de ningún Comité Central”. No existe “arte oficial del partido”. Ni mucho menos, como creó horrorosamente Stalin, “arte burgués o arte proletario”. Toda la libertad para crear y también para gozar, en este caso, de alguien que revolucionó nuestras letras. Para elegir libremente, incluso, si nos gusta o no.


Borges, Sábato y el Padre Castellani aceptan almorzar  con el dictador Videla.Borges y la política

Borges era de derecha. Conservador y reaccionario. Fue parte, para vergüenza de la literatura argentina, de esa delegación que el 19 de mayo de 1976 compartió un almuerzo con Videla, en la que también estuvieron Ernesto Sábato y otros escritores. “Le agradecí personalmente el golpe del 24 de marzo que salvó al país de la ignominia”, declaró a la salida cuando lo entrevistaron.

Profundamente antiperonista, casi prototipo del “gorila”, se define a sí mismo de la siguiente manera: “Mis convicciones en materia política son harto conocidas; me he afiliado al Partido Conservador, lo cual es una forma de escepticismo, y nadie me ha tildado de comunista, de nacionalista, de antisemita, de partidario de Hormiga Negra o de Rosas. Creo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos.” (Prólogo a “El informe de Brodie”, 1969).

Pero los posicionamientos políticos de Borges fueron mucho más complejos a lo largo de su vida. El mismo relata en su Autobiografía (1970) que, estando en España en 1920, se sintió fascinado por la revolución bolchevique y hasta escribió versos en su honor, reunidos en un libro titulado “Los salmos rojos” o los “ritmos rojos” (Borges aduce no recordar el título exacto). Cuenta que destruyó ese libro la víspera de su partida de España.

Luego, ya en la Argentina de los años veinte, estuvo cerca del nacionalismo yrigoyenista y su impronta “popular”. Así en Fundación Mítica de Buenos Aires (1923) escribe “el corralón seguro ya opinaba Yrigoyen”. Más tarde será conservador, como sus amigos de la revista Sur, furiosamente antiperonista, director de la Biblioteca Nacional designado por la Revolución Libertadora (permaneciendo en el cargo los 18 años de proscripción del peronismo, hasta 1973). Más cerca en el tiempo, Borges apoyó el golpe de 1976. Pero también hay que decir que en agosto de 1980 firmó una solicitada que reclamaba por los desaparecidos.

Todas esas “contradicciones” no quitan lo central: Borges fue políticamente un reaccionario. Eso no es excusa para no leerlo y, mucho menos, para no disfrutarlo.

J.C.

Opina el lector

Nombre 
Mensaje 
Localidad 
Teléfono 
email