20 de agosto de 1996: Muere Carlos Jáuregui
Fundador y primer presidente de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina), organizó la primer marcha del Orgullo Gay-Lésbico en nuestro país en 1992. Los derechos conquistados por la comunidad LGTTBIQ 1 en los últimos tiempos, no fueron concesiones graciosas de ningún gobierno, sino el resultado de duras luchas como las que encabezó Jáuregui
Escribe: José Castillo
Carlos Jáuregui como tantos jóvenes de comienzos de los 80, tenía confianza en la “primavera democrática”. Pero pronto se desilusionaría. Una violenta razzia en la disco Contramano en Marzo de 1984 dio como respuesta una convocatoria en el mismo local. Ahí, Carlos Jáuregui y un reducido grupo de activistas fundaron la CHA (Comunidad Homosexual Argentina). Un mes después, en un gesto militante muy atrevido para la época, Jáuregui aparece en la tapa de Siete Días (una de las revistas de mayor tirada de entonces) abrazado a su pareja.
Asqueado de la homofobia de peronistas y radicales, Carlos busca influir con los temas de la diversidad sexual en los partidos de izquierda. Desde la CHA intenta abrir diálogo con diversas expresiones, encontrando escaso eco. Sólo el viejo Mas (antecesor de Izquierda Socialista), que había creado una agrupación denominada Alternativa Socialista por la Liberación Sexual, le abre las puertas. Si bien nunca termina integrándose al partido, Carlos Jáuregui se hará de amigos, participará de actividades y dará en 1985 conferencias en el partido.
En 1987 abandona la presidencia de la CHA. Carlos buscaba un activismo más radicalizado. Así, en 1991 funda, junto a otros compañeros, Gays por los Derechos Civiles. Su centro va a ser promover la movilización y las exigencias a los gobiernos. En junio de 1992, con apenas 250 personas, la mayoría con sus caras cubiertas con máscaras para no ser identificados, Carlos Jáuregui encabeza la primera marcha del Orgullo Gay-Lésbico en la Argentina. En 1994, redacta el primer proyecto de Unión Civil, que años después daría lugar a la ley de Matrimonio Igualitario. Ese mismo año querelló al Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Quarracino, que había dicho que “los homosexuales deben ser encerrados en un ghetto”. En 1996, ya enfermo, peleará para que la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires prohibiera la discriminación por orientación sexual.
En los años posteriores a su muerte el movimiento, ya conocido como LGTTBIQ, se fortalecerá en nuevas luchas.
Se potencia con el Argentinazo de diciembre de 2001. Las marchas del Orgullo crecen: pasan a ser de decenas de miles primero, y de cientos de miles después. Ese gigantesco movimiento será el que logrará en 2010 hacer aprobar la ley del Matrimonio Igualitario, contra la Iglesia y la voluntad de los propios partidos patronales (el bloque del Frente Para la Victoria vota dividido casi por mitades) y la Ley Identidad de Género en 2012.
Carlos Jáuregui, cuando abandonó la CHA, fue también el primero en percibir los dos peligros que acechaban al movimiento. El primero, quedarse con las igualdades formales. Hoy Argentina tiene la legislación más avanzada del continente sobre la temática; pero la discriminación no ha desaparecido, y se da con un estricto corte de clase. Mientras crecen el negocio de los boliches y el “turismo gay”, las chicas travestis siguen en las calles sobreviviendo en estado de prostitución, jóvenes gays y lesbianas de barrios populares son discriminados en los boliches, trabajadores LGTTBIQ son echados de sus trabajos por su condición sexual y se siguen sucediendo los crímenes por odio a la diversidad sexual. El segundo peligro era el de la “institucionalización”. Esto fue lo que sucedió con la mayoría de la dirigencia LGTTBIQ, que terminó totalmente cooptada por el gobierno kirchnerista.
Estamos convencidos que Carlos Jáuregui hubiera luchado contra eso. A Jáuregui no le asustaba quedar en minoría. Pero peleaba por hacer de masas a su movimiento. Por eso ahí estaría, junto a Lohana Berkins, a Diana Sacayán, a Nadia Echazú y a tantos y tantas otras que siguieron luchando hasta el final por los más marginados y explotados de la comunidad LGTTBIQ, a la vez que acompañaban todas las luchas obreras y populares.
1. LGTTBIQ: con este nombre se buscó cubrir el arco más amplio posible de identidades: lesbianas, gays, travestis, transexuales, bisexuales, intersexuales y queers (esto último remite a todas las otras expresiones de diversidad sexual).
Los antecedentes en nuestro país: El Frente de Liberación Homosexual
En 1969 surge Nuestro Mundo, el primer grupo de lucha por la diversidad sexual en la Argentina. Es liderado por Héctor Anabitarte, ex miembro del PC, expulsado por homosexual. En los años siguientes surgirán otros pequeños núcleos, todos fuertemente influenciados por el Mayo Francés, la Revolución Cubana y el Cordobazo. Pero la relación de todos ellos con los partidos de izquierda es muy problemática: no sólo el PC es cerradamente homofóbico; también lo serán los maoístas, guerrilleros -guevaristas y peronistas- y hasta algunos trotskistas. Así, Política Obrera, antecesor del Partido Obrero, expulsa por homosexual al poeta e intelectual Néstor Perlongher.
Será justamente Perlongher, junto a Anabitarte, Juan José Sebreli, Manuel Puig y otros, quienes, unificando los grupos preexistentes, crearán en 1972 el Frente de Liberación Homosexual. Al comienzo son atraídos por la izquierda peronista. Pero rápidamente se decepcionarán. La propia JP los correrá al grito de “No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de Evita y montoneros”.
Aislados, perseguidos por la Triple A y rechazados por todos, sólo son apoyados por el PST (Partido Socialista de los Trabajadores, antecesor de Izquierda Socialista), que incluso les cede una sala en su local central para que funcionen. En 1974, el PST y el FLH realizarán una campaña en común por la derogación del decreto de Isabel Perón que prohibía la difusión de métodos anticonceptivos.
El FLH se disolverá con el golpe de estado de 1976. En la lista de desaparecidos figuran miembros que militaron en el PST y en el FLH. Carlos Jáuregui siempre reconoció este antecedente y lo recordó en cada charla sobre la historia del movimiento.
De la antidiscriminación leninista a la homofobia stalinista: La posición de la izquierda ante la diversidad sexual
La lucha contra la discriminación hacia la comunidad LGTTBIQ está en los orígenes de la tradición revolucionaria obrera y socialista. August Bebel, líder de la socialdemocracia alemana, fue el primer diputado que planteó en el Parlamento alemán que la homosexualidad no debía considerarse un delito. En la Rusia bolchevique, en diciembre de 1917, el gobierno de los soviets derogó todas las leyes que condenaban los actos homosexuales. El Instituto Moscovita de Higiene Social publicó un folleto que afirmaba: “la actual legislación sexual de la Unión Soviética es obra de la Revolución de Octubre. Esta revolución es importante no solamente como fenómeno político que garantiza el gobierno de la clase trabajadora, sino también porque las revoluciones que emanan de esta clase llegan a todos los sectores de la vida... Declara la absoluta no interferencia del Estado y de la sociedad en los asuntos sexuales...Con respecto a la homosexualidad, sodomía y otras distintas formas de gratificación sexual- que las legislaciones europeas califican de ofensa a la moral pública- la legislación soviética las considera exactamente igual que cualquier otra forma de relación ”.
Sin embargo con la imposición de la feroz dictadura burocrática de Stalin se revirtió todo este proceso. Al mismo tiempo que se retrocedía en los derechos de las mujeres (volviendo a prohibir el aborto), comenzaron las persecuciones masivas de gays y lesbianas. En marzo de 1934 fue promulgada una ley que condenaba con ocho años de cárcel los actos homosexuales, donde se afirmaba que “la homosexualidad es un producto de la decadencia del sector burgués de la sociedad”. Durante las décadas siguientes, esta será la posición oficial de los partidos comunistas.
Lamentablemente, la cúpula de la revolución cubana, también asumió esta postura. Se calificaba a los homosexuales como “alienados, decadentes y contrarrevolucionarios”, enviándolos a trabajar al campo en unidades militares para su “reeducación”. Recién en el siglo XXI, estas posiciones serán modificadas.
Sólo algunas corrientes trotskistas respetaron la plena libertad de sus militantes en su elección sexual, en particular las ligadas en su momento al SWP de Estados Unidos, a la LCR francesa y al PST argentino (orientado por Nahuel Moreno, y antecesor de Izquierda Socialista). También denunciaron la homofobia y promovieron y participaron en la luchas por la diversidad sexual.