Por qué construimos un partido revolucionario
Muchas veces los activistas con los que compartimos luchas en juntas internas, cuerpos de delegados, agrupaciones sindicales o estudiantiles nos plantean que no están convencidos de la necesidad de construir un partido revolucionario o que, incluso, en algunos casos, lo consideran contraproducente. Queremos responder a esos planteamientos.
Escribe Pablo Almeida
La primera duda que a veces se nos señala es sobre si de verdad es necesario construir un partido cuando ya hay espacios u organismos de lucha, con nuestras agrupaciones, internas y cuerpos de delegados o centros de estudiantes combativos recuperados de manos de la burocracia sindical o estudiantil. A eso contestamos que si bien es cierto que la lucha reivindicativa cotidiana es fundamental y le dedicamos grandes esfuerzos, no podemos evitar la disputa en el terreno político. ¿Por qué? Porque los empresarios tienen sus partidos con los cuales nos gobiernan desde hace décadas en Argentina, como el peronismo y el radicalismo o ahora el PRO, manteniendo la estructura capitalista y los intereses de las grandes patronales. Los trabajadores debemos tener nuestro partido para pelear por lo opuesto.
La respuesta a esos compañeros está íntimamente ligada al debate sobre qué tipo de cambios necesitamos en nuestra sociedad para poder terminar con las penurias de las mayorías populares. Por más conquistas que se arranquen con peleas reivindicativas (desde ya muy importantes), si no se avanza en cambios de fondo no lograremos resolver los problemas estructurales del pueblo trabajador. Sin imponer un gobierno obrero y popular, ante la crisis capitalista los gobiernos patronales seguirán arrasando nuestras conquistas mediante sus planes de ajuste. Un ejemplo lo demuestra: luego del logro a comienzos del siglo XX de la jornada laboral de 8 horas, lo que prima hoy entre los trabajadores son las jornadas su- perexplotadoras y la necesidad de tener varios trabajos, sumando más de 8 horas de trabajo diario para poder sobrevivir. Por eso quienes luchamos todos los días en fábricas, barrios o universidades, también debemos ser parte de una organización que se proponga terminar con el capitalismo y gobernar al país. Y para eso necesitamos estar organizados políticamente.
Para terminar con los males que nos aquejan tenemos que lograr un gobierno de los trabajadores que siente las bases de una sociedad sin explotados ni oprimidos. O sea, una sociedad donde el fruto del trabajo de millones no sea parasitado por un puñado de patrones y banqueros. Esta lucha por un gobierno de trabajadores y el socialismo nos enfrenta con partidos e instituciones que responden a los intereses de los patrones.
Necesitamos un partido que trabaje para desterrar la creencia profundamente arraigada de que “si le va bien al patrón nos va bien a todos”. Más allá de las luchas puntuales en las que cada activista participa en su sector, ser parte de un partido revolucionario nos permite impulsar un programa político para superar estructuralmente el capitalismo y empezar a construir una sociedad socialista al servicio de los intereses obreros y populares. En función de ese programa, se elaboran las consignas que impulsan la movilización cotidiana para en ese marco lograr que el movimiento de masas concluya que no se puede confiar en partidos patronales, que solo la clase trabajadora junto al resto de los sectores populares con su organización revolucionaria lograrán los cambios de raíz para que las riquezas estén al servicio de las mayorías populares y no de una minoría privilegiada.
¿Qué tipo de partido?
Una de las críticas que se les hace a algunos partidos de izquierda (viendo lo que ocurrió con el stalinismo y el partido único en la ex URSS) es que terminan ejerciendo el verticalismo y cercenando la participación del conjunto de la militancia. Coincidimos en la crítica a la falta de democracia interna de muchas organizaciones de izquierda, por eso peleamos por construir otro tipo de organización.
El antídoto a esta desviación, que ensucia la política a los ojos de muchos activistas, es la construcción de un partido con un método que combine el mayor debate interno para precisar la mejor política a aplicar, y la disciplina que se necesita en la acción para combatir a los enemigos de clase. Este tipo de funcionamiento lo llamamos centralismo democrático y, junto con la elaboración de un programa de transformación socialista, constituye una condición necesaria para poder avanzar en la construcción de una organización partidaria revolucionaria.
Otra crítica que hacen muchos compañeros es que algunos partidos fomentan la división entre los que luchan y que espantan a los activistas que no opinan como ellos. Lamentablemente el sectarismo y el oportunismo son males extendidos desde hace décadas dentro de la izquierda. Nuestro partido puede dar muestras hoy y a lo largo de la historia de nuestra corriente de lo contrario.
Desde Izquierda Socialista tenemos como una de nuestras preocupaciones fundamentales impulsar, apoyar y unir las luchas para que triunfen. La construcción de amplias listas unitarias, combativas y antiburocráticas en los gremios y los centros de estudiantes es nuestra práctica corriente. Hemos sido parte de todos los intentos de coordinación o reagrupamiento de los sectores del sindicalismo combativo. Y hemos dado muestras en forma permanente de que peleamos por la unidad también en el terreno político y electoral detrás de un claro programa de independencia política de los trabajadores hemos sido los primeros impulsores del FIT y lo defendemos a diario de cualquier intento divisionista.
Como toda construcción, es un proceso vivo en el cual aprendiendo de nuestros aciertos y errores, aspiramos a superarnos constantemente. Desde Izquierda Socialista llamamos a todos aquellos con los que compartimos a diario una trinchera de lucha a sumarse a la apasionante tarea de construir un partido revolucionario de la clase trabajadora.