¿Un Papa “progresista”?
El 5 de noviembre el Papa Francisco se reunió en el Vaticano con 170 organizaciones de 65 países, en lo que se llamó el “Tercer Encuentro Mundial de Movimientos Populares”. Un lugar importante ocupó la numerosa delegación argentina, en la que se destacaban el Movimiento Evita, la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y Barrios de Pie.
Estos eventos hacen aparecer al Papa como alguien que alienta a los movimientos sociales, jugando un supuesto rol “progresivo”. Pero es una visión equivocada. Se trata de exactamente de lo opuesto: el Papa se muestra rodeado de organizaciones populares justamente para frenar, “vía el diálogo y la reflexión colectiva”, cualquier tipo de enfrentamiento contra los planes de ajuste que existen en el mundo. Ello es particularmente claro en el particular rol que juega Francisco con respecto a la política argentina. De hecho los delegados de las organizaciones argentinas presentes (Barrios de Pie, Movimiento Evita) insistieron que el evento “no es contra Macri ni ningún gobierno en particular”.
En el caso de la política argentina, el Papa juega un doble rol, teniendo incluso sus “punteros políticos”, dentro del peronismo (Juan Grabois, de la CTEP) y fuera de él (Gustavo Vera, de la Fundación La Alameda). Por un lado apunta a ayudar a la estabilidad del gobierno ajustador de Macri: resultó muy claro cuando la CGT anunció que levantaba su “paro sin fecha” a pedido de la iglesia. La convocatoria a la Mesa de Diálogo reunida a pedido de la jerarquía católica, en la que también participa el gobierno y los empresarios, fue la excusa de la burocracia cegetista para negarse a toda medida de fuerza.
Pero también el Papa Francisco participa y es parte de un recambioen la propia interna peronista, que se prepara ante la eventual crisis del gobierno de Macri. Esto no es nuevo. El entonces jesuita Jorge Bergoglio tiene lazos históricos de pertenencia peronista, ya que fue miembro de Guardia de Hierro, agrupamiento de la derecha de ese partido en la década del ́70, fuertemente enfrentado a los sectores juveniles de la izquierda peronista de entonces.
El Papa jugó directamente en la virtual creación de una “coordinadora” de movimientos sociales (los mismos que fueron al Encuentro del Vaticano) que ya habían debutado en la marcha del 7 de agosto de San Cayetano a Plaza de Mayo. La movilización de la CGT junto con estas organizaciones el pasado viernes (que analizamos en esta misma página) es un segundo capítulo de este armado. Por un lado sirvió para lavarle la cara al rol desmovilizador de la burocracia cegetista. Por otro, para seguir teniendo la iniciativa -hacia adentro y afuera del peronismo- con estos movimientos sociales que “dialogan” con el gobierno de Macri.
Nuestra reflexión final es que, efectivamente, la Iglesia Católica tuvo que cambiar ante su desprestigio por la corrupción, los casos de pedofilia y su viejo alineamiento “sin mediaciones” con los más poderosos. Pero fue el clásico “cambiar para que todo siga igual”. Con una nueva imagen, con una estética remozada y un discurso más popular, Francisco representa a la vieja iglesia de siempre, la institución milenaria que sigue jugando su rol de garantizar la estabilidad de los de arriba.
J.C.