Hace sesenta años: La gran huelga metalúrgica de 1956
En septiembre de 1955 la llamada “Revolución Libertadora” derrocó a Perón. Desde ese mismo momento y a pesar de la confusión política, la resistencia obrera fue creciendo. En noviembre de 1956 un gran conflicto en el gremio más poderoso, la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) sacudió el país durante más de cuarenta días. En ella el grupo trotskista liderado por Nahuel Moreno jugó un papel de primera línea.
Escribe Tito Mainer
Para abrir las puertas a la penetración yanqui, la “Libertadora” descargó una sistemática ofensiva contra el movimiento obrero y sus conquistas, y como primer paso intervino los sindicatos y la CGT, designando militares al frente. Pero cuando pretendió avanzar también sobre las comisiones internas y los cuerpos de delegados, se encontró con una resistencia masiva que por un lado se manifestó en miles de “caños” (bombas caseras) que explotaban a diario y por otro, en el surgimiento de una amplia camada de activistas.
Mientras el Partido Socialista alentaba a los interventores militares y a los sindicalistas llamados “libres” y el Partido Comunista se centraba en denunciar a la burocracia sindical peronista, nuestro partido -que retomó por un tiempo el nombre de Partido Obrero Revolucionario (POR)- planteó la necesidad de recuperar los sindicatos utilizando los resquicios legales para empezar una lucha política contra la dictadura gorila.
Al realizarse la convocatoria a las convenciones paritarias en la UOM comenzó un rico proceso que, desde abajo, promovió el surgimiento de una nueva camada de luchadores que se organizaron para defender sus conquistas gremiales: muchos de ellos desplazaron a los “libres”, agentes de la patronal y el gobierno. En los plenarios de la UOM de Avellaneda ganó peso la corriente trotskista y en otras secciones se destacaron nuevos peronistas combativos y sindicalistas independientes como Víctor Masmun de La Matanza. En Philips de Capital -la principal fábrica de la seccional- se eligió una nueva comisión interna en la que el POR tenía delegados y comenzó a sobresalir la figura de un dirigente peronista, Augusto Timoteo Vandor, conocido como “el Lobo”.
En las negociaciones del convenio la patronal no aflojaba. Entonces, el interventor de la UOM citó a un Congreso Nacional Extraordinario de delegados para el 15 de noviembre para tratar el convenio y designar una dirección provisoria del gremio. Entretanto, luego de haber sofocado en junio un levantamiento militar y tras fusilar a sus organizadores, como el general Juan José Valle, el gobierno atravesaba un momento crítico: había crecientes rumores sobre un golpe “nacionalista”. Además, varios gremios como la construcción, gráficos y navales estaban en lucha. El vandorismo, apostando al golpe, maniobró con provocaciones y logró que, una vez cerrado el Congreso, y en la calle, se votara la huelga. Nuestro partido, que venía alertando que no era oportuno salir al conflicto en forma aislada y sin preparación, ante los hechos se puso a la cabeza de la lucha.
Cuarenta días de una huelga heroica: el papel del activismo
El paro fue total. “Votada la huelga -recuerda Ernesto González-, el interventor de la CGT, apoyándose en la legislación peronista aún vigente, la declaró ilegal. Por nuestra parte, desde el primer día impulsamos que la sección Avellaneda –donde se concentraba el grueso de nuestra militancia− editara su boletín de huelga que informaba y orientaba: ‘Ningún carnero ha quebrado el frente antipatronal. En toda la seccional Avellaneda el movimiento se ha cumplido con todo éxito. [Ahora] es preciso garantizarlo [...] tomar medidas tanto para la organización interna del movimiento como desde el punto de vista de la organización de la solidaridad y movilización de todos los trabajadores para hacer del paro metalúrgico un auténtico problema nacional y un verdadero objetivo de toda la clase trabajadora del país’. Se planteaban, entonces, tres puntos: organizar piquetes que garantizaran el éxito del paro; la necesidad de que los responsables de cada establecimiento mantuvieran contacto permanente y diario con los encargados del movimiento en cada zona o barrio y la difusión del boletín de huelga que será diario”.
La patronal no cedía y había despidos. A fines de noviembre, eran más de cuatrocientos los obreros presos y siguieron las detenciones; además, entre el 23 y el 24 de noviembre fue abortado el intento de sublevación militar, lo que fortaleció al gobierno. La huelga se sostenía con la solidaridad en los barrios y la organización del activismo centralizado en un Comité de Huelga nacional que funcionaba de modo clandestino. Pero el 1o de diciembre el gobierno montó una “ratonera” –simulando abrir negociaciones− y apresó a parte de la dirección. El 8 de diciembre un laudo arbitral ofreció mantener las condiciones de trabajo del convenio firmado bajo Perón en 1954 y aumentos para todas las categorías. Se hacía cada vez más difícil mantener el paro. Junto con los centenares de despidos y detenidos, había seccionales del interior que defeccionaban; el vandorismo en Capital comenzaba a carnerear, al tiempo que en la conducción nacional de la huelga se fortalecía el ala clasista.
El 26 de diciembre, el Plenario Nacional Metalúrgico votó levantar la huelga en todo el país. Los delegados del POR votaron contra la autodisolución del Plenario Nacional y lo sostuvieron en Avellaneda, para garantizar la vuelta organizada al trabajo. El conflicto siguió allí donde había presos y despedidos, como Catita, Siam, Tamet y Carma.
La derrota metalúrgica no cortó el ascenso. La “resistencia” continuó hasta principios de 1959 incluyendo huelgas formidables como en bancarios y la carne. En ese proceso surgieron las “62 Organizaciones” y se recuperó la CGT. Y quedó esa experiencia de una gran batalla codirigida por un activismo clasista surgido democráticamente desde las bases obreras.
El balance de Nahuel Moreno
La influencia del trotskismo era grande, sobre todo en Avellaneda y en menor medida, en Capital. Esto se manifestó en que el POR logró la mayoría en el Comité de Huelga de cinco miembros, y que uno de los dos asesores regulares fuera el fundador de nuestro partido, Nahuel Moreno. En un reportaje realizado en Avanzada Socialista, 1 Moreno recordaba: “[La huelga fue] quizá el hecho más importante del período, con efectos positivos y negativos. Entre los primeros, levanta al movimiento obrero, enfrentando a la dictadura con una vanguardia capaz, dinámica y esclarecida, recupera los sindicatos y posteriormente la CGT. En lo negativo aborta el surgimiento de la más poderosa vanguardia que hubo en el país. [...] Sobre la derrota, con los activistas presos o despedidos, Vandor se hará fuerte.”