La tregua de la CGT y la pelea por nuevos dirigentes
La traición de la burocracia sindical fue el principal apoyo al gobierno de Macri para la aplicación del ajuste contra el pueblo trabajador. A pesar de ello hubo importantes luchas y avances en el desarrollo de una alternativa de dirección sindical combativa y democrática.
Escribe Simón Abreu
La burocracia cegetista le dio una tregua de hecho al gobierno desde el comienzo del año. Dejó pasar el paro nacional de ATE y la marcha del 24 de febrero, avalando los dichos del gobierno de que se trataba de echar “ñoquis”. La presión de las bases, cuando los despidos continuaban y la inflación comenzaba a comerse los salarios, los obligó a realizar una importante movilización el 29 de abril. La convocatoria fue masiva. Pero desde el vamos se vio la clara intención de no darle continuidad, diciendo que se trataba de un acto “contra nadie”. Buscaba impulsar una ley del Frente Renovador supuestamente “contra los despidos” pero que no detenía ninguna cesantía sino que sólo aumentaba las indemnizaciones. Igualmente, Macri la terminó vetando. La CGT, que había amenazado con parar si eso sucedía, se llamó repentinamente a silencio. Su excusa fue que antes de tomar cualquier medida había que “unificar” la CGT y que eso se haría recién en agosto. Así “ganó tiempo” hasta el segundo semestre.
En agosto finalmente se produjo la unificación, de la que surgió el triunvirato de burócratas que la conduce actualmente. Pero ese Congreso se negó a determinar medida alguna. La excusa del flamante triunvirato fue que “había que esperar” la convocatoria del Comité Central Confederal de septiembre. Cuando finalmente se produjo, a la burocracia se le habían acabado todas las excusas: todas las negociaciones salariales ya estaban perdiendo frente a la inflación, la economía no se reactivaba y continuaban los despidos, fundamentalmente en el sector privado. La “salida” que encontraron fue convocar a un insólito “paro general sin fecha”. Finalmente en octubre lo levantaron, a pedido de la Iglesia, a cambio de un “diálogo” caricaturesco con el gobierno y canjeando una no reapertura de paritarias por un bono insuficiente.
La bronca y la presión de las bases también se reflejaron en las dos CTA, que sí convocaron movilizaciones, aunque se negaron sistemáticamente a promover la unidad de los conflictos y la implementación de un plan de lucha. Entre las movilizaciones convocadas estuvieron la del 2 de junio, la Marcha Federal del 2 de septiembre y la más pequeña del 2 de noviembre. En los gremios donde influyen, se vio el rol desmovilizador de las CTA: la dirección de la Ctera no se colocó a la cabeza de las luchas de los docentes en las provincias para coordinarlas sino que permitió su aislamiento. Lo mismo sucedió con ATE que nunca se jugó a unificar los conflictos estatales que cruzaron a ATE, Judiciales y la Cicop.
El año estuvo cruzado por muchas luchas, aisladas y dejadas a su suerte por las distintas centrales. Desde las grandes peleas de estatales contra los despidos, las auténticas rebeliones contra el ajuste realizado por los gobernadores provinciales, hasta las luchas docentes y las peleas que en la segunda mitad del año llevan adelante, inclusive hoy, los trabajadores bancarios. Por cierto hubo desigualdades en el desarrollo de las luchas, sobre todo en el movimiento obrero industrial, donde se dieron un número importante de despidos. Pero mayoritariamente la clase trabajadora salió a enfrentar el ajuste.
Luchas y sindicalismo combativo
El sindicalismo combativo fue protagonista y se fortaleció a lo largo del año. Se nutrió, estando presente y siendo protagonista en todas las peleas que se sucedieron: desde la rebelión de Tierra del Fuego, hasta las peleas contra los despidos en ATE, donde marcó protagonismo a través de ATE-Mecon y Ministerio de Trabajo, pasando por la pelea que dieron los Sutebas combativos, la rebelión docente en Santiago del Estero y los docentes y estatales de Santa Cruz.
Hubo un déficit en no lograr aún una cordinación permanente del sindicalismo combativo. En marzo se frustró esa posibilidad con el encuentro convocado en Racing que, lamentablemente no se pudo realizar por desavenencias entre las corrientes a último momento.
El sindicalismo combativo también tuvo que enfrentar una nueva oleada de criminalización de la protesta. Comenzó en Tierra del Fuego, donde la gobernadora kirchnerista Bertone avanzó con el desafuero e intento de detención de los dirigentes del conflicto. El punto más alto se dio a mediados de año, cuando se trató de utilizar un fallo de la Corte Suprema para descabezar a los dirigentes de la combativa Seccional Buenos Aires Oeste de la Unión Ferroviaria. Un contundente paro obligó al gobierno a dar marcha atrás y terminó fortaleciendo a los compañeros de la Bordó, que terminaron el año triunfando con una gran elección. Los avances también se dieron en docentes (como registramos en otras notas de este periódico) con los triunfos en Aten Neuquén, y la reelección en Ademys, Adosac Pico Truncado, Amsafe Rosario, Autoconvocados de Formosa y avances de las listas opositoras combativas en muchas provincias, como en Córdoba. Un punto muy importante fue el triunfo de los compañeros del Sutna, ganando el sindicato y luego ratificando con las elecciones de delegados en Fate y Pirelli. También se dio una gran victoria del cuerpo de delegados de la línea 60. Además de todo esto, el sindicalismo combativo tuvo presencia con columnas independientes en las convocatorias citadas por la CGT y la CTA que describimos más arriba y tuvo su punto más alto con la marcha propia llevada adelante el martes 9 de agosto.
El año que viene presentará nuevos retos para el sindicalismo combativo que subrayarán la necesidad de su coordinación y acción conjunta, para seguir avanzando en la postulación de una nueva dirección para el movimiento obrero y la superación del lastre que significa la burocracia sindical.