A 50 años del asesinato de Martin Luther King: La lucha contra el racismo en los Estados Unidos
Escribe Mariana Morena
El 4 de abril de 1968 fue asesinado Martin Luther King, uno de los grandes líderes del movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos. Reconociendo su pelea inclaudicable contra el racismo, no dejamos de señalar los límites de su política pacifista y seguimos solidarizándonos con las demandas de los negros como parte inseparable de las luchas obreras y populares contra el sistema capitalista imperialista y su opresión.
La población afroamericana es descendiente de los negros traídos del África como esclavos a las colonias inglesas. Su trabajo fue decisivo para el desarrollo capitalista después de la independencia de Inglaterra en 1776, y pese a la abolición de la esclavitud, su larga lucha contra la explotación capitalista y la opresión racial no figura en la historia oficial. Esa rebelión silenciada tuvo un ascenso impresionante en la década de 1960. Entre 1957 y 1968, el joven pastor bautista Martin Luther King se pronunció por la desobediencia civil para luchar por los derechos civiles de los negros y apostó a acciones organizadas, directas y en las calles, con fuerte impacto en la sociedad. Encabezó una lucha con contenido religioso, impulsada desde las iglesias y opuesta a la radicalización del Poder Negro, liderado por Malcom X y el Partido Pantera Negra, que impulsaron la resistencia armada para enfrentar la brutalidad policial y a los racistas blancos y programas sociales dirigidos a la comunidad afroamericana.
Cuando Luther King fue baleado por un racista blanco en Memphis (Tennessee), se encontraba apoyando la huelga que llevaban adelante los recolectores de basura negros por mejores salarios y condiciones de trabajo. Se les pagaba u$s 1,70 por hora, pero no los percibían cuando el trabajo se suspendía por razones climáticas, en tanto que sí se les abonaba a los blancos. Tal era el nivel de discriminación racial en el sur de Estados Unidos hace solo medio siglo. Su asesinato provocó una ola de protestas en sesenta ciudades y medio centenar de muertos, de los cuales 35 eran negros. Más de 300.000 personas asistieron a su funeral.
La imparable lucha por los derechos civiles
Una de las primeras intervenciones de Luther King fue en la ciudad de Montgomery (Alabama). El 1° de diciembre de 1955, una mujer afroamericana, Rosa Parks, fue arrestada por violar las leyes segregacionistas al no ceder su asiento a un hombre blanco en un autobús. Luther King y otros líderes del movimiento organizaron un boicot de autobuses para protestar, que duró más de un año y fue apoyado por unos 40.000 negros. Organizaron un sistema de viajes compartidos y llegaban a caminar hasta 30 kilómetros por día para llegar al trabajo, además de soportar las agresiones terroristas de los racistas blancos, con atentados con bombas incendiarias contra iglesias y viviendas, entre ellas la del propio Luther King, que además fue arrestado. La campaña finalizó a fines de 1956 cuando la Corte Suprema declaró ilegal la segregación racial en autobuses, restaurantes, hoteles, escuelas, baños, fuentes de agua y otros lugares públicos.
En 1963, Luther King promovió una serie de manifestaciones no violentas en la ciudad de Birmingham, donde las leyes locales garantizaban la mayor segregación del país en todos los aspectos de la vida. La ciudad no tenía policías ni bomberos ni empleados bancarios negros, en las tiendas había cajas de cobro reservadas para blancos, el desempleo entre los afroamericanos era dos veces y medio más elevado, y se intensificaban los apremios policiales y los atentados racistas del Ku Klux Klan. Miles de estudiantes, incluyendo niños, participaron de marchas, sentadas en restaurantes y bibliotecas, y “arrodillamientos” en iglesias reservadas a los blancos. Las protestas fueron brutalmente reprimidas por la policía con chorros de agua, perros y arrestos masivos, los comercios dejaron de funcionar, hubo atentados con explosivos y la ciudad estuvo al borde del colapso. Finalmente, los lugares públicos fueron abiertos a los negros.
Meses después, en agosto de 1963, Luther King intervino en la masiva marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad, exigiendo justicia e igualdad para los afroamericanos. Allí pronunció su famoso discurso “I have a dream” (“Yo tengo un sueño”) sobre un país libre del odio racial frente a más de 250 mil personas, negras y blancas, reflejando el ascenso imparable del movimiento en todo el país.
Los límites de la integración “pacífica” y la igualdad legal
Las movilizaciones y protestas del movimiento lograron importantes reivindicaciones contra la discriminación racial, plasmadas con la promulgación de la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derecho de Voto de 1965. Un reducido número de negros comenzó a beneficiarse del ascenso social promovido por el gobierno, el Partido Demócrata y las iglesias del movimiento. Algunos afroamericanos comenzaron a ser electos en las legislaturas locales y en el Congreso.
Estos logros llevaron a la declinación de las movilizaciones, mientras se mantuvieron el racismo y la desigualdad social para la mayor parte de la población afroamericana, que siguió siendo pobre. Es que el capitalismo yanqui recrea la desigualdad y el racismo para su dominación de clase. Los casos de Colin Powell y Condolezza Rice, primeros secretarios de Estado afroamericanos durante la presidencia de Bush, y del mismo Barack Obama, primer presidente negro de la historia de los Estados Unidos, demuestran que los logros democráticos que permitieron el acceso a puestos de poder de dirigentes de origen afroamericano de los dos grandes partidos burgueses, se hacen a costa de mantener la más brutal opresión sobre la gran mayoría negra, perteneciente a la clase trabajadora y a los sectores populares, que tiene más jóvenes en la cárcel que en las universidades.
Hoy, a 50 años, la rebelión afroamericana continúa en los barrios segregados donde enfrenta el racismo y la brutalidad policial que siguen cobrándose la vida de jóvenes negros y pobres. Movimientos como Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) dan cuenta de su organización y resistencia. La opresión racial, vergüenza de origen del capitalismo imperialista yanqui, solo tendrá solución definitiva con su propia destrucción.