Acuerdos con el Fondo: La historia se repite
Escribe Juan Carlos Giordano, Diputado electo Izquierda Socialista / FIT
La decisión del gobierno de Macri de volver a pedir prestado al FMI nos hace revivir los peores momentos de nuestro país. Comencemos recordando qué es el Fondo Monetario Internacional. Se trata de uno de los tres organismos financieros internacionales (junto con el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio -OMC-) que garantizan el orden económico del capitalismo imperialista. Si bien el FMI tiene un equipo técnico que toma las directivas (hoy comandado por Christine Lagarde), responde en última instancia a las órdenes de los gobiernos de las potencias imperialistas, fundamentalmente los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, que tienen la mayoría absoluta para la toma de decisiones.
La tarea del FMI es prestar, aumentando la deuda externa de los países deudores, a cambio de que éstos se comprometan a implementar planes de ajuste diseñados por los propios economistas del organismo. Cuando se acude al FMI se está cediendo totalmente la soberanía: la política económica argentina pasa a ser decidida por este organismo, que exigirá recortar gastos en salarios, políticas sociales, salud, educación y vivienda, y así garantizarse la devolución de los montos prestados.
Nuestro país tiene una larga y triste historia de sometimiento al FMI. Desde su creación, al final de la Segunda Guerra Mundial, y durante los diez años siguientes, el gobierno del primer peronismo se negó a ingresar en este organismo. La afiliación de la Argentina al Fondo, y la solicitud del primer préstamo, lo haría la dictadura de la “revolución fusiladora” en 1956. Desde entonces, nuestro país pidió infinidad de préstamos y tuvo que someterse a otros tantos planes de ajuste exigidos por el organismo.
A partir del crecimiento astronómico de la deuda externa generada por la dictadura genocida de 1976, el FMI se transformó en el “gendarme” que diseñó y custodió que se cumplieran las políticas de hambre para pagarle a los acreedores internacionales. A la vez, miles de millones de dólares salían para cumplir con esa deuda con el propio organismo. La última vez fue cuando el gobierno de Néstor Kirchner pagó de contado 10.000 millones de dólares al FMI diciendo que nos íbamos a liberar.
Nunca “nos liberamos” del FMI, ni “nos desendeudamos” como demagógicamente decía el kirchnerismo. Así como pagamos de contado casi 200.000 millones de dólares en concepto de deuda externa en esos doce años, siempre seguimos siendo miembros de ese organismo explotador pagando las cuotas correspondientes. Por eso a Macri le resulta tan fácil directamente recurrir a los préstamos que éste tiene “a disposición de los países miembros”. ¿Qué pedirá el FMI a cambio? Simple: un mayor ajuste. Podemos descifrarlo leyendo las “recomendaciones” que hizo el Fondo cuando vino a monitorear la economía argentina el año pasado (en lo que se llamó “Informe de revisión del artículo IV”): bajar las jubilaciones, subir la edad jubilatoria, despedir empleados públicos y avanzar con la reforma laboral.
La historia se repite, como viene pasando en las últimas décadas. La deuda externa crece como una bola de nieve. Cada vez hay que pagar más de intereses y dependemos siempre de que “nos sigan prestando”, para así refinanciar esa estafa de manera indefinida. Periódicamente, la rueda se rompe, y nos quedamos sin financiamiento. Ahí es cuando aparece el FMI de la mano de los gobiernos de turno, para cubrir con sus préstamos la diferencia a cambio de nuevos y feroces planes de ajuste. Como marca la experiencia histórica argentina, al final no evita que se vaya a una crisis total, como sucedió en la hiperinflación de 1989 o el corralito de 2001.
No hay futuro para los trabajadores por este camino. La solución es exactamente la inversa de lo que han hecho los gobiernos capitalistas. Primero, romper con el FMI y todos los organismos financieros internacionales. Segundo, dejar de pagar la deuda poniendo todos esos recursos al servicio de atacar los graves problemas sociales dando pasos en lograr la segunda independencia para sacar al país de la postración por seguir siendo semicolonia del imperialismo.