Otro parazo contra el ajuste
Un comienzo de semana que mostró dos realidades distintas, diametralmente opuestas. Por un lado el presidente Macri, su esposa, el ministro Dujovne y otros miembros de su comitiva paseándose por Nueva York. Se sentían jugando de locales. Tanto que Macri se animó a lanzar su candidatura a la reelección. También pudo saludar a Trump y recibir un galardón por parte del Consejo de las Américas por sus “extraordinarios logros y liderazgo transformador”. A la vez participó de una cena de gala con la titular del FMI Christine Lagarde y hasta se animó a dar unos pasos de baile. Todo a la espera, por supuesto, de cerrar el nuevo acuerdo con el Fondo, para el que el gobierno argentino ofrendó un nuevo y mayor superajuste, representado por el presupuesto presentado la semana pasada en el Congreso.
Claro que, ni aun rodeado de todos los que lo adulan y aplauden, pudo esconder la realidad de ser un gobierno extremadamente débil y en crisis. La visita “soñada” para ganar más confianza de los pulpos de Wall Street se empañó cuando recibió la noticia de la renuncia del presidente del Banco Central Luis Caputo. Hasta los medios más cercanos al gobierno tuvieron que reconocer que “se trató de un desplante con pésimo timing” (Clarín, edición web). O dicho en otras palabras, una puñalada por la espalda, de quien, hasta hace apenas unos días, se lo vendía como el “Messi de las finanzas”. El gobierno no pudo esconder su crisis interna. Caputo se va por sus roces con Dujovne y su propio desgaste ante las exigencias del FMI de que deje de gastar reservas para contener el dólar, ya que ese dinero debe dedicarse exclusivamente a cumplir con los pagos de deuda externa. El plan de dar una imagen “tranquilizadora” ante los mercados fracasó con esta renuncia y el éxito del paro general.
Es que, mientras tanto, a 10.000 kilómetros de distancia, millones de trabajadores repudiaban a Macri en un contundente y total paro general. Se trató de un auténtico pronunciamiento de la clase trabajadora contra el brutal ajuste de Macri y el FMI. Tanto el paro y marcha de las CTA del lunes 24 como el paro del martes 25 fueron expresiones masivas de la bronca acumulada y de las ganas de salir a pelear que se vienen manifestando en innumerables luchas parciales (docentes, Astillero Río Santiago, Télam, estatales y tantas otras), y que si no se unificaron antes en una medida como la de esta semana fue por la tregua de la burocracia de la CGT o por los planteos de que “hay que esperar a 2019” de los dirigentes del peronismo kirchnerista.
Es que esos dirigentes sindicales pertenecen a las distintas vertientes en que se encuentra dividido el principal partido patronal de oposición: el peronismo. El ajuste de Macri y el FMI, como todas las medidas antipopulares que se vienen dando desde el ascenso del gobierno de Cambiemos, no hubieran sido posibles sin la complicidad del peronismo en todas sus vertientes. Sean los gobernadores, que “cumplieron” ajustando en sus propias provincias, o los distintos bloques de diputados y senadores, que siempre maniobraron para terminar garantizándole al gobierno de Macri que pudiera sacar las leyes que necesitaba. Esto está nuevamente por suceder con el proyecto de presupuesto 2019, que contiene lo sustancial del superajuste exigido por el FMI.
Cada vez son más los que dicen que esto no va más. Que se dan cuenta de que si pasa este ajuste se profundizarán la miseria y el hambre, los salarios y jubilaciones y el desempleo. Que la educación y la salud pública se destruirán más aún. Y se preguntan cuál es la salida. Frente a este interrogante respondemos con claridad: la única alternativa es que gobiernen los trabajadores y la izquierda. Porque somos los únicos que sostenemos que hay que poner en marcha un programa de emergencia diametralmente opuesto al del ajuste, que comience por romper con el FMI, dejar de pagar inmediatamente la deuda externa, nacionalizar la banca y el comercio exterior para terminar con la especulación financiera, reestatizar las privatizadas, recuperar el petróleo y el gas, y así poner todos esos recursos al servicio de aumentar los salarios, resolver el drama del desempleo, construir viviendas populares y priorizar la salud y la educación públicas.
El parazo y la gigantesca movilización mostraron la fortaleza que se puede lograr cuando la clase trabajadora sale a pelear unida. Porque somos mucho más poderosos que los flashes que nos muestran con Macri en Nueva York. Quedó demostrado que podemos pelearle al ajuste de Macri, el FMI y los gobernadores. Claro que para eso es fundamental que el paro de esta semana no quede como un hecho aislado. Es necesario darle continuidad, con otra medida de fuerza, ahora de 48 horas y con una movilización unificada de la CGT y las CTA a Plaza de Mayo y en todas las plazas del país. Que sea, a la vez, el primer paso de un auténtico plan de lucha.