La salida es la reestatización de las privatizadas
Lo que se está haciendo en nuestro país con el gas es un auténtico saqueo. A los pulpos transnacionales se los “estimula” con subsidios y otros incentivos. La excusa es que así invertirán y producirán más. Es una mentira total. En 2017 la producción de gas retrocedió 0,9%. Este año creció 3,5%, pero como producto exclusivo del supernegociado que se está haciendo con Vaca Muerta.
Hoy el 36% de la producción total viene de estos yacimientos llamados “no convencionales”, donde se extrae a costa de producir un desastre ambiental. Pero eso no es todo. A las empresas que operan allí se les garantiza un precio de 7,5 dólares el millón de BTU (medida que se usa para el gas). Un escándalo, ya que en los Estados Unidos, en un yacimiento similar como el de Eagle Ford, se paga 3 dólares el millón de BTU.
En el resto de los yacimientos (los llamados “convencionales”) las empresas reciben 5,98 dólares el millón de BTU, cuando el costo de extracción (reconocido por YPF en sus declaraciones certificadas ante la SEC, organismo de control de las Bolsas de Valores yanquis) es de apenas 1,9 dólares.
Todo un escándalo. Pagamos el gas infinitamente más caro que otros países, teniendo un costo de extracción en promedio más barato. Un regalo para las transnacionales que vienen a dejarnos sin este vital elemento, hacer sus negocios y luego, cuando ya “no les rinda más” retirarse dejando un tendal en las regiones cercanas a cada yacimiento.
La Argentina es un país gasífero. Podríamos tranquilamente autoabastecernos y proveer ese servicio en forma accesible para toda la población. Y sin embargo vemos cómo las tarifas se acercan a lo inaccesible, mientras millones de argentinos no acceden al gas en red simplemente por la inexistencia de infraestructura. Son justamente los más pobres y necesitados, que dependen del gas en garrafa (más caro que el gas natural) o tienen que recurrir a la leña o al kerosene para calefaccionarse y cocinar.
El gas, igual que el petróleo, es un recurso fundamental y no renovable. Su uso requiere planificación y búsqueda de nuevas reservas. Para hacerlo llegar a toda la población hay que construir gasoductos y luego redes locales. La lógica no puede ser la de la ganancia, sino la de las necesidades y el derecho de todos al acceso al servicio.
Gas del Estado fue una de las empresas gasíferas más importantes del mundo. Junto con YPF fundaron pueblos, contribuyeron al desarrollo de regiones enteras y generaron centenares de miles de puestos de trabajo. Por eso, entre otras cosas, fueron desguazadas.
La única salida frente a los tarifazos, el saqueo del patrimonio de los recursos no renovables, la falta de inversiones y la baja calidad de los servicios pasa por la reestatización del conjunto del negocio gasífero petrolero. Creando una gran empresa integrada, como era Gas del Estado, que concentre la búsqueda de nuevas reservas, la extracción, el transporte y la distribución hasta los domicilios. Todo gestionado por los trabajadores de las distintas empresas en que hoy está dividido el negocio, junto con las organizaciones de usuarios. Así podremos garantizar que el gas deje de ser un negocio y se transforme en el insumo accesible y barato que necesita el pueblo trabajador.
J.C.