El escándalo de la leche
Escribe Guido Poletti
Desde hace varias semanas se viene denunciando la ausencia en las góndolas de la única leche de segunda marca que figura en el listado de Precios cuidados. Se trata de La Armonía, producida por el Grupo Mastellone. Esta leche debería venderse a 30 pesos, pero es imposible encontrarla. En cambio, aparecen todas las variantes de La Serenísima (de la misma empresa) en valores arriba de 50 o 60 pesos. Y eso no es lo único: también se denunció que se está vendiendo un producto que figura como “alimento lácteo”, con precios más bajo, pero que tiene menos de la mitad del valor proteico que el yogur o la leche
En la desesperación ante la imposibilidad de comprar los lácteos indispensables para los niños, muchas personas recurren a este producto, sin saber que no están cubriendo las necesidades diarias y generando serios riesgos de subalimentación. También muchos pediatras han denunciado que, en los barrios populares, se está consumiendo leche en polvo, “estirándola” con agua, y por lo tanto reduciendo también su valor alimenticio.
Todo esto es consecuencia del absoluto descontrol generado por un sector, el lácteo, donde unas pocas empresas monopólicas hacen lo que quieren. Se apropian de toda la cadena, llevando a la quiebra a los pequeños tamberos, los que se les pagan monedas por el litro de ordeñe, que en muchos casos no cubren ni el costo. A posteriori utilizan la leche prioritariamente para los productos premium, como los quesos o las leches de más alta calidad, dejando “lo que sobra” para el consumo popular.
Se trata de un verdadero escándalo, legitimado por un Ministerio de Economía donde el encargado de todo esto es nada menos que Miguel Braun, a cuya familia pertenece La Anónima, una de las cadenas de hipermercados más importantes del país y con presencia preponderante en la Patagonia. Los monopolios lácteos, con La Serenísima a la cabeza y los hipermercados, son justamente quienes se reparten el negocio, que termina con precios astronómicos en las góndolas.
La leche es un alimento vital, en especial para los niños. Hay que terminar con todo esto. A los pequeños tambos hay que garantizarles un precio mínimo sostén que les permita cubrir sus costos, pagado por los monopolios del sector. Las grandes empresas lácteas deben garantizarle y entregar las cantidades necesarias para que no falte en ningún comedor escolar o popular y esté al alcance de todos en las casas. Hay que imponer un precio máximo y exigir que esté presente en los comercios. Y si las empresas lácteas o los supermercados no cumplen, o esconden la mercadería, proceder a sancionarlos con toda la fuerza, con multas, clausuras o expropiaciones.