Libre comercio Mercosur-Unión Europea: Un acuerdo al servicio del imperialismo y las multinacionales
El gobierno de Macri festeja haber firmado un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. Pero nada beneficioso saldrá de allí para los trabajadores y los pueblos. Se trata, simplemente, de una mayor “licencia para saquear” a la medida de las transnacionales y los pulpos imperialistas.
Escribe José Castillo, Candidato a diputado nacional CABA
En la cumbre del G20 en Japón el presidente Macri anunció que se había llegado a un acuerdo para firmar el largamente postergado tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. Se trata de una negociación que había comenzado en 1995, plena época menemista y que fue continuada por todos los gobiernos posteriores (De la Rúa, Duhalde y los doce años kirchneristas).
Empecemos por el principio: ningún acuerdo de libre comercio entre un conjunto de países imperialistas (como es la Unión Europea) y otros semicoloniales puede ser “para beneficio de ambas partes”. Acá hay un ganador clarísimo: el capitalismo imperialista y, para ser más exacto, las transnacionales europeas con nombre y apellido, que tendrán a su disposición el Mercosur para imponer sus condiciones. No solamente fundirán a la industria local por la mayor competitividad de sus productos. También fijarán nuevas reglas de juego, por ejemplo, obligarán a que se respeten “sus” denominaciones de origen. Por citar un ejemplo, la muzzarella que nosotros comemos ya no podrá llamarse más así, ya que ese nombre está registrado en Italia, lo mismo pasará con otros tipos de quesos con el vino, etcétera.
Se calcula que, cuando se produzca la entrada en vigencia del acuerdo, más de 800.000 puestos de trabajo industriales estarán en peligro. El pacto es tan asimétrico que hasta el propio ministro de Producción y Trabajo reconoce que “hay sectores que si no se reconvierten desaparecerán”. ¡Terrible y cínico planteo! ¿Qué quiere decir “desaparecerán”? Porque los patrones de esos sectores se limitarán a cerrar sus plantas y poner su fortuna en la bicicleta financiera, o directamente la fugarán al exterior, pero para sus trabajadores significa la miseria y la marginación. Muchos economistas y voceros del establishment aprovechan para reforzar el planteo de que “para competir con los europeos habrá que bajar el costo laboral” y vuelven con la exigencia de avanzar con la reforma laboral.
Los defensores locales del acuerdo argumentan que “se nos abrirá un inmenso mercado” para vender productos primarios, en particular soja, trigo, leche y carne. Seamos claros, a quienes se les abre un inmenso negocio es a los monopolios agroexportadores que tienen copadas las exportaciones argentinas: Dreyfuss, Cargill, Nidera o Cofco. O a algunos pocos sectores industriales que pueden acceder a los negocios europeos, como Techint o las propias transnacionales automotrices.
El kirchnerismo, haciendo gala una vez más del doble discurso, sale a criticar el acuerdo. ¡Son unos caraduras! La propia Cristina Fernández de Kirchner fue una ferviente defensora de que se avanzara con ese acuerdo cuando era presidenta.
El gobierno de Cambiemos nos chantajea diciendo que los que nos oponemos al acuerdo estaríamos por “aislarnos”. Falso. A lo que nos negamos es a esa apertura al mundo donde nos colocamos en el plano inclinado de ser cada vez más una semicolonia y de que nuestros recursos sufran cada vez un mayor saqueo. De reforzar una lógica que es la misma que nos somete al FMI y a los pagos infinitos de deuda externa.
Nos oponemos a “integraciones” o “acuerdos de libre comercio” hechos a la medida del imperialismo y sus multinacionales. Ahí tenemos como ejemplo al propio Mercosur, que ya cumplió 28 años. ¿Qué trabajador argentino, brasileño, uruguayo o paraguayo salió beneficiado? Solo fueron ganancias para las transnacionales automotrices o, a lo sumo, para los monopolios agroexportadores.
Nuestra propuesta de integración es exactamente opuesta: comienza por romper con el FMI, los tribunales imperialistas del Ciadi que solo dan fallos en nuestra contra (como fueron recientemente los casos de Aerolíneas e YPF) y dejar de pagar la deuda externa a los buitres especuladores. Recuperar nuestros recursos, como el gas, el petróleo y la minería, reestatizando esas empresas. Nacionalizar la banca y el comercio exterior. En definitiva, conquistar una segunda y definitiva independencia.
Ahí sí comerciaríamos soberanamente con todo el mundo y nos integraríamos con el resto de Latinoamérica. Llamaríamos a conformar un frente de países deudores para romper de conjunto con las instituciones del orden capitalista imperialista. Así, todos juntos, seríamos poderosos, con nuestra capacidad de producir alimentos para diez veces nuestra población, con el gas y el petróleo nuestro, unido al boliviano, al ecuatoriano y al venezolano, con la industria pesada brasileña, con el cobre chileno, con un material estratégico como el litio, que compartimos con Chile y Bolivia. Todos esos recursos puestos al servicio de resolver las más urgentes necesidades de nuestros pueblos y de un plan de desarrollo.