Nov 23, 2024 Last Updated 12:40 PM, Nov 23, 2024

Escribe Francisco Moreira

En este segundo artículo repasamos los orígenes de la Cuarta Internacional y los debates que hubo en el movimiento desde la muerte de Trotsky. Rescatamos el rol de Nahuel Moreno, quien batalló contra el revisionismo oportunista y los grupos sectarios. Con su guía, Izquierda Socialista y la UIT-CI continuamos la lucha revolucionaria trotskista.   

Desde 1924, José Stalin y su grupo comenzaron a imponer en el Partido Comunista y la URSS un régimen burocrático despiadado, enarbolando la utopía reaccionaria de construir el “socialismo en su solo país”, alentando la coexistencia pacífica con el imperialismo y la conciliación con las burguesías. León Trotsky encabezó la oposición al viraje burocrático estalinista en defensa de la democracia obrera y el internacionalismo proletario. Pero fue derrotado y expulsado del partido y de la URSS.

La contrarrevolución estalinista en la URSS corrió pareja a los avances del fascismo y el nazismo en Europa. La conducción de Stalin fue responsable de las derrotas que sufrió el proletariado. La política de conciliación con la burguesía llevó a la derrota de la revolución china (1925/1927). Después de que el estalinismo avaló la política sectaria que permitió el ascenso de Hitler en 1933, Trotsky concluyó que la Tercera Internacional había muerto y se dio a la tarea de fundar una nueva organización mundial. En septiembre de 1938, en las afueras de París, se fundó la Cuarta Internacional, cuyo Programa de Transición, elaborado por Trotsky, afirmaba que la situación mundial se sintetizaba en la frase “la crisis de la humanidad es la crisis de su dirección revolucionaria”.

El asesinato de Trotsky y el vacío de dirección

La fundación de la Cuarta y la adopción del Programa de Transición fueron los aciertos más grandes de Trotsky. Gracias a ello, dio continuidad al único marxismo revolucionario existente, el trotskismo. Cumplía el objetivo de preparar un marco organizativo y programático ante la perspectiva de nuevos ascensos revolucionarios para superar la crisis de dirección y lograr la conquista del poder por la clase obrera. 

Pero el asesinato de Trotsky, el 21 de agosto de 1940, cortó abruptamente ese proceso. Para ese año ya no quedaba con vida ninguno de los dirigentes del viejo Partido Bolchevique, muchos de ellos asesinados en las purgas estalinistas. Con su crimen, Stalin buscó terminar con la única posibilidad de construir una dirección revolucionaria que se estaba organizando alrededor de la figura de Trotsky, quien sintetizaba las experiencias del marxismo revolucionario desde comienzos del siglo XX.

La muerte de Trotsky dividió la historia del movimiento trotskista. Su desaparición provocó un abrupto vacío de dirección en la Cuarta. A esta situación abonaron las terribles condiciones de las décadas del ’20 y el ’30, que no permitieron ganar a nuevos dirigentes forjados en las luchas obreras, y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, que profundizó la disgregación organizativa de la Cuarta pese a la heroica actividad de los trotskistas en la lucha contra el nazismo. 

La lucha contra el revisionismo oportunista y el sectarismo en el trotskismo

La derrota del nazismo y el gran ascenso revolucionario previstos por Trotsky sucedieron. Pero la Cuarta, proyectada para ser la dirección revolucionaria de las masas, prácticamente sin dirección política y desorganizada, atravesaría años de debilidad, crisis y disgregación.

El vacío de dirección en la Cuarta fue suplantado por una dirección oportunista, encabezada por el dirigente griego Michel Pablo y el belga Ernest Mandel. Desde el Tercer Congreso, en 1951, Pablo y Mandel impusieron el curso revisionista oportunista promoviendo la capitulación a las direcciones mayoritarias de las masas, los partidos comunistas burocráticos y reformistas y los movimientos nacionalistas burgueses.

Con la equivocada definición de que se iba a producir una tercera guerra mundial y que los partidos comunistas estalinistas se volverían revolucionarios, iniciaron un entrismo en ellos que duró cerca de veinte años en Europa. El dirigente trotskista argentino Nahuel Moreno combatió la política oportunista desde 1948. Denunció que ese entrismo implicaba renunciar a la tarea fundamental de construir partidos revolucionarios de la Cuarta Internacional. Pero Pablo y Mandel impusieron su política capituladora con métodos burocráticos, llevando a la ruptura de la Cuarta en 1952. Ese mismo año cometieron una de las más grandes traiciones. Tras la revolución en Bolivia, ordenaron a los trotskistas, contra toda la experiencia revolucionaria previa, apoyar al gobierno nacionalista burgués de Víctor Paz Estenssoro. En oposición, desde el partido argentino, Moreno impulsó combatir al gobierno y alentar la lucha por el poder de las organizaciones obreras y campesinas (las milicias y la Central Obrera Boliviana).

La capitulación de Pablo y Mandel volvió a repetirse ante la conducción nacionalista pequeñoburguesa castrista, que encabezó la revolución cubana desde finales de la década del ’50. Como reacción, surgió un ala sectaria, encabezada por Gerry Healy y Pierre Lambert, que negaban el carácter obrero del Estado cubano. Oponiéndose a ambos sectores, Moreno fue definiendo el carácter obrero del Estado cubano y ratificó el carácter burocrático y oportunista de la dirección castrista, la necesidad de una revolución política y de construir partidos trotskistas como única alternativa de dirección internacionalista y revolucionaria.   

En los años ’80, el Secretariado Unificado, encabezado por Mandel, apoyó al gobierno de conciliación de clases de Daniel Ortega y Violeta Chamorro, surgido tras la revolución sandinista de 1979. Rompiendo con los principios revolucionarios, avaló la represión a los trotskistas orientados por Moreno, que dirigían la brigada de combatientes Simón Bolívar. El mandelismo abandonó las definiciones centrales del trotskismo de construir partidos revolucionarios, que fue reemplazada por construir “partidos anticapitalistas amplios” y la necesidad del gobierno de trabajadores. En las últimas décadas, sus partidarios apoyaron a los gobiernos burgueses del PT en Brasil, siendo parte de su gabinete de ministros; el de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, y el gobierno de Syriza en Grecia.

Continuamos la lucha revolucionaria de Trotsky

Izquierda Socialista y la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional continuamos la lucha revolucionaria de Trotsky bajo el hilo conductor que nos legó nuestro máximo dirigente y maestro, Nahuel Moreno, en la pelea por mantener los principios y la política trotskistas. Seguimos levantando la independencia de clase, la necesidad del partido revolucionario con centralismo democrático y por construir una organización revolucionaria internacional que pelee por gobiernos de trabajadores en cada país y el socialismo con democracia obrera en todo el mundo.

En el siglo XXI, la clase obrera y las masas no dejaron de protagonizar heroicas luchas, rebeliones y revoluciones. Ejemplo de ello son la rebelión antirracista en los Estados Unidos contra Trump, la rebelión popular en Líbano, o las movilizaciones multitudinarias en Bielorrusia. Pero al igual que en tiempos de Trotsky y Moreno, sigue planteada la necesidad de superar la crisis de dirección revolucionaria que seguimos dando, combatiendo la autoproclamación y el sectarismo, que fueron la respuesta equivocada al oportunismo, y llamando a “unir a los revolucionarios” en la tarea de reconstruir la Cuarta Internacional. 

 

 

 

 

El lunes 17 de agosto, la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional realizó, en simultáneo para varios países y traducido en cuatro idiomas, un homenaje a León Trotsky en el 80° aniversario de su asesinato. El homenaje promovió un repaso por su vida, sus enseñanzas y la vigencia de sus planteos revolucionarios. Miguel Ángel Hernández, del PSL de Venezuela, reivindicó su rol dirigente en la Revolución Rusa junto a Lenin, ante las falsificaciones estalinistas. Atakan Ciftci, del IDP de Turquía, resaltó su lucha contra la burocracia estalinista y la importancia de la fundación de la Cuarta Internacional. Josep Lluís Alcázar, de LI del Estado español, explicó el significado político de la persecución a los trotskistas y del asesinato de Trotsky por parte del estalinismo que, en su rol contrarrevolucionario, buscó cortar la continuidad revolucionaria. Leda Victoria, del MAS de México, relató la actividad revolucionaria de Trotsky en su exilio en ese país, quien aún, bajo las difíciles condiciones que vivía, siguió fiel a sus concepciones revolucionarias y su optimismo respecto de la clase trabajadora. Finalmente, Juan Carlos Giordano, de Izquierda Socialista de la Argentina, relató las peleas que dio el dirigente argentino Nahuel Moreno en la defensa de los principios y la política trotskista frente al revisionismo oportunista que hegemonizó la dirección del movimiento trotskista de posguerra, encabezado por los dirigentes Michel Pablo y Ernest Mandel, y a los grupos sectarios que surgieron como respuesta equivocada a ellos. Destacó que la UIT-CI impulsa la continuidad de los planteos revolucionarios de Trotsky y, al calor de las luchas en todo el mundo, donde surgen nuevas luchadoras y luchadores, postula una alternativa política de trabajadores y trabajadoras que pelee contra los aparatos contrarrevolucionarios que desvían las luchas y las llevan a la derrota, llamando a unir a los revolucionarios en la tarea por reconstruir la Cuarta Internacional.

 

Este viernes 21 de agosto, a las 18.30, el FIT-Unidad realizará una charla-debate en homenaje a León Trotsky en el 80 aniversario de su asesinato.

Participarán:

Mercedes Petit de Izquierda Socialista UIT-CI

Christian Castillo de PTS FT

Rafael Santos de PO 

Alejandro Bodart del MST LIS

Además de otros invitados.

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Escribe Francisco Moreira

El 21 de agosto de 1940 León Trotsky fue asesinado por un agente estalinista. Trotsky fue uno de los principales dirigentes revolucionarios del siglo XX. Junto con Lenin, encabezó la primera revolución socialista triunfante de la historia. Con su asesinato, Stalin intentó cortar el hilo rojo de la continuidad histórica de la lucha obrera revolucionaria. En este primer artículo repasamos su intachable trayectoria revolucionaria, tantas veces falsificada, y la vigencia de su legado.

El 26 de octubre de 1879, en una aldea cerca de Odesa (Ucrania, que era parte del imperio de los zares de Rusia), nació León Davidovich Bronstein, más conocido como Trotsky. Siendo muy joven se hizo marxista. El régimen zarista rápidamente le impuso encarcelaciones y la deportación a Siberia. Se unió formalmente al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso durante su fuga de Siberia, sumándose a la organización orientada por Iskra, la publicación que dirigía Lenin. En su exilio en Europa, Trotsky continuó forjando su actividad y espíritu revolucionarios.

Dirigente en la revolución de 1905 e internacionalista consecuente

En marzo de 1905 retornó a Rusia con el inicio de la revolución. Las huelgas obreras y las revueltas en el campo se extendieron durante todo el año. En junio, marineros del acorazado “Potemkin” se amotinaron, rechazando continuar la guerra iniciada con Japón. En octubre estalló la huelga general y nacieron los soviets (consejos) de obreros, embriones de gobierno revolucionario. Trotsky fue el máximo dirigente del soviet de San Petersburgo, en la capital del imperio.

En su balance de la revolución de 1905 plasmó por primera vez su “teoría de la revolución permanente”. Afirmaba que la única clase capaz de encabezar la revolución democrática burguesa y transformar las condiciones de vida en el campo era la de los obreros de las ciudades, acaudillando al campesinado pobre, no la burguesía. No hubo dos etapas en la revolución de la atrasada Rusia zarista. Los trabajadores, al tomar el poder, introdujeron desde el comienzo la lucha por sus demandas contra la patronal, transformando esa revolución en socialista y dando impulso a la revolución internacional.

Durante su segundo exilio, Trotsky fue parte también de la minoría internacionalista que, junto con Lenin, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, rechazó la traición de la Segunda Internacional cuando apoyó la guerra interimperialista en 1914. Trotsky observaba que la guerra nacía de las entrañas del capitalismo imperialista decadente y pronosticaba que “los años venideros presenciarán la era de la revolución social”.

Su rol en la revolución de octubre y en el gobierno de los soviets

En febrero de 1917 volvió a estallar la revolución en Rusia. La revolución derrumbó al régimen zarista y asumió el gobierno una coalición de la burguesía liberal y partidos reformistas. Pero, a su lado, resurgían los soviets desafiando su poder.

Trotsky logró retornar a Rusia en mayo, fue incorporado en la conducción del soviet de Petrogrado (ex San Petersburgo) e ingresó al Partido Bolchevique de Lenin. La revolución permitió una rápida confluencia entre ambos dirigentes. Lenin había logrado que el partido no diera su apoyo al gobierno provisional burgués y asumiera la pelea por un gobierno obrero, apoyado en los campesinos, lo que sería el preludio de la revolución socialista internacional. Los bolcheviques, con Lenin y Trotsky, fueron ganando cada vez más peso y lograron la mayoría en los soviets, siendo los únicos que defendían consecuentemente los intereses de obreros, campesinos y soldados, en los soviets y en las luchas. Finalmente, Trotsky fue designado responsable del Comité Militar Revolucionario del soviet que organizó la toma del poder el 24 de octubre. Se consumó así la primera revolución obrera socialista triunfante de la historia.

Con los soviets y el Partido Bolchevique en el poder, Trotsky fue designado comisario de Relaciones Exteriores, encargado de llevar adelante las delicadas negociaciones de paz con Alemania. Al estallar la guerra civil (1918-1921) fue designado comisario de Guerra, dándose a la tarea de crear y conducir al Ejército Rojo, que enfrentó y venció al Ejército Blanco, la coalición de ejércitos de la reacción burguesa rusa y países imperialistas.

Fundación de la Cuarta Internacional y su legado

Los bolcheviques apostaban al desarrollo de la revolución socialista internacional, comenzando por Europa, que estaba sacudida por una oleada revolucionaria. En marzo de 1919 fundaron la Tercera Internacional. Trotsky fue encargado de redactar su manifiesto, llamando a “la unión de todos los partidos verdaderamente revolucionarios del proletariado mundial para facilitar y apresurar la victoria comunista en el mundo entero”.  

Pero las revoluciones en Europa no lograron triunfar por el peso y las traiciones de la socialdemocracia y la inexperiencia de los nacientes partidos comunistas, quedando la URSS desangrada y aislada. Esta situación fue fatal para el régimen revolucionario leninista de democracia obrera e internacionalista. Se fue consolidando una burocracia en el partido y los soviets. Lenin y Trotsky combatieron la burocratización. Pero la muerte de Lenin, en 1924, aceleró el viraje encabezado por Stalin y la burocracia, quienes impusieron la conciliación con las burguesías y el imperialismo, rompiendo con todo verdadero internacionalismo.

Trotsky se opuso y fue blanco de los ataques y las falsificaciones estalinistas. Expulsado del partido y de la URSS, siguió denunciando la liquidación de la conducción revolucionaria y de la democracia obrera. Tras el ascenso del nazismo al poder, habilitado por la desastrosa política estalinista en Alemania, llamó a combatir a esa burocracia construyendo nuevos partidos revolucionarios y la Cuarta Internacional, que retomó la senda de los primeros años del régimen leninista y de la Tercera Internacional en sus cuatro primeros años.

En 1938, junto con un puñado de revolucionarios, fundó la Cuarta Internacional con el objetivo de unir férreamente a los revolucionarios alrededor de un programa, el Programa de Transición, que sintetizaba lo aprendido por el movimiento marxista desde la época de Marx y Engels y, especialmente, desde la revolución rusa. Una organización y un programa que ayudaran a intervenir a los revolucionarios con la perspectiva de tomar el poder, lograr nuevos gobiernos obreros y populares con democracia obrera y avanzar en la revolución socialista en todo el mundo. Con su asesinato en 1940, Stalin buscó eliminar la única posibilidad de dirección revolucionaria, sintetizada en la trayectoria y experiencia revolucionaria de Trotsky. Su desaparición significó un abrupto vacío de dirección.

La lucha de Trotsky y su intachable moral revolucionaria merecen ser difundidas. Su confianza en la clase obrera y su abnegación en la construcción del partido revolucionario tuvo sus continuadores. Nahuel Moreno, maestro y fundador de nuestra corriente, quien calificó la creación de la Cuarta como “el más grande acierto de Trotsky”, mantuvo bien en alto sus banderas, las mismas que rescatamos hoy desde Izquierda Socialista y nuestros partidos hermanos de la Unidad Internacional de Trabajadores y Trabajadoras - Cuarta Internacional (UIT-CI), quienes continuamos la pelea por unir a los revolucionarios y reconstruir la Cuarta Internacional.

Un repaso por su vida, sus enseñanzas y vigencia con Juan Carlos Giordano, diputado nacional electo por Izquierda Socialista FIT-Unidad - Argentina; Leda Victoria, dirigenta del Movimiento al Socialismo - México; Miguel Ángel Hernández, dirigente del PSL - Venezuela; Josep Lluis Alcázar, dirigente de Lucha Internacionalista - Estado Español y Atakan Ciftci, dirigente del IDP - Turquía.

Este lunes 17 de agosto a las 19, seguilo por Facebook Live (izquierdasocialistaarg) y YouTube (IzquierdaSocialistaArgentina) de Izquierda Socialista FIT-Unidad.

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