Escribe Federico Novo Foti
Nahuel Moreno fue el más consecuente dirigente trotskista de la segunda mitad del siglo XX. Continuador del legado de León Trotsky, batalló contra oportunistas y sectarios, defendiendo la importancia de construir partidos revolucionarios y la Cuarta Internacional en la lucha por conquistar gobiernos de las y los trabajadores y el socialismo mundial. Sus aportes siguen siendo una guía para los socialistas revolucionarios en el siglo XXI.
El 25 de enero de 1987 falleció a la edad de sesenta y dos años Nahuel Moreno. Su nombre no es conocido por el gran público, pero su trayectoria militante y su obra deberían ser una referencia ineludible para los socialistas revolucionarios de hoy.1 En 1942, a la temprana edad de diecinueve años, un trabajador marítimo lo ganó para el trotskismo en la ciudad de Buenos Aires. En 1948, participó del Segundo Congreso de la Cuarta Internacional en París, abrazando desde entonces la causa del internacionalismo obrero y por la revolución socialista mundial.
Moreno promovió la integración del trotskismo con la clase trabajadora y peleó por construir la Internacional y sus secciones nacionales mediante la intervención unitaria en las luchas y en los procesos de organización protagonizados por las y los trabajadores y las masas populares. Lo hizo entablando fuertes polémicas en los años ‘50 y ‘60 con los dirigentes trotskistas que caían en el oportunismo de capitular y embellecer a las direcciones de esos procesos. Pero también debatiendo con dureza contra los sectarios que ignoraron las revoluciones de la posguerra con el argumento de que tenían direcciones traidoras.
Debates en la Cuarta Internacional
La Cuarta Internacional había sido fundada por el líder revolucionario ruso León Trotsky y un puñado de sus seguidores en 1938. Su “Programa de Transición”, planteó la necesidad de construir una nueva dirección revolucionaria para retomar la lucha por el socialismo con democracia obrera en todo el mundo, combatiendo a las direcciones traidoras, comenzando por el aparato burocrático de los partidos comunistas conducido por José Stalin, quien se había apoderado del gobierno de la URSS y abandonando el marxismo revolucionario por la falsa teoría del “socialismo en un sólo país”.2
Pero el fin de la Segunda Guerra Mundial vio cómo el estalinismo emergía con enorme prestigio. Aquella autoridad fue utilizada por el estalinismo para promover la reconstrucción capitalista en los países de Europa occidental, como parte de sus pactos (Yalta y Potsdam) con las potencias imperialistas. En contraste, el trotskismo iniciaba el periodo debilitado, con una dirección joven y sin gran experiencia en el movimiento obrero y de masas. León Trotsky había sido asesinado en 1940 por un agente estalinista en México y la mayor parte de los dirigentes que lo habían acompañado habían perecido bajo la bota del nazismo y el estalinismo.
La falta de una dirección revolucionaria probada permitió que desde el Tercer Congreso de la Cuarta Internacional, en septiembre de 1951, Michel Raptis (Pablo) y su discípulo Ernest Mandel fueran imponiendo una orientación oportunista de capitulación a los partidos comunistas y a los nacionalismos burgueses de Latinoamérica, Asia y África, que promovían la conciliación de clases. Apoyaron, por ejemplo, al régimen burocrático de Tito en Yugoslavia, al nacionalista burgués Víctor Paz Estenssoro, traicionando la revolución boliviana de 1952, al peronismo en Argentina, al nacionalista argelino Ahmed Ben Bella y al castrismo en Cuba, llevando a la Cuarta a un proceso de ruptura y disgregación. Moreno tuvo el mérito de enfrentar estas capitulaciones y alertar que dicha orientación llevaba a renunciar a la tarea de construir partidos revolucionarios y a ir abandonando la lucha por gobiernos de las y los trabajadores y el socialismo mundial.
En 1959 se produjo la revolución cubana que derrocó al dictador Fulgencio Batista. En 1960/61 avanzó con las expropiaciones, rompió con el imperialismo y declaró el primer estado socialista de Latinoamérica. Moreno reivindicó el carácter socialista de Cuba y su defensa incondicional en debate con los sectarios como Pierre Lambert (luego apoyado por Jorge Altamira), quienes no reivindicaron el triunfo revolucionario y seguían caracterizando a Cuba como capitalista. Sin embargo, nunca renunció a criticar a la dirección del Partido Comunista cubano, a Fidel Castro y al castrismo. Este avance revolucionario se había producido, como lo definió Moreno, a pesar del carácter inicial del castrismo como movimiento democrático popular, alentado por sectores burgueses anti Batista y del propio imperialismo yanqui. De igual modo, polemizó con el foco guerrillero alentado por Ernesto “Che” Guevara, sin dejar de reconocerlo como un gran revolucionario.3
En el movimiento trotskista también surgió otra tendencia equivocada, el “nacional trotskismo”, que menosprecia la importancia de la construcción internacional. Frente a ellos, Moreno decía que “no puede haber ni siquiera elaboración nacional correcta si no hay organización internacional”4 y que la construcción de partidos revolucionarios se desarrollará combinando las luchas de cada país con el acompañamiento de los principales procesos revolucionarios regionales y mundiales.
Seguimos la lucha por la reconstrucción de la Cuarta y el socialismo
En pleno siglo XXI el capitalismo decadente sigue condenando a millones en todo el mundo a vivir en la pobreza y la miseria, continúan las guerras y la amenaza de nuevas catástrofes ambientales. Pero las masas siguen peleando y protagonizando rebeliones y revoluciones, como la heroica resistencia del pueblo palestino o la tenaz lucha del pueblo sirio.
Pasaron treinta y ocho años de la muerte de Moreno y los hechos corroboraron sus aciertos políticos y sus valiosos aportes al socialismo revolucionario. Hoy los debates no son exactamente los mismos, porque desde 1989 comenzaron a caer las dictaduras estalinistas. Sin embargo, las falsas soluciones reformistas y de conciliación de clase y los dirigentes traidores se han ido reciclando y llevan otros nombres, como “socialismo del siglo XXI” o “socialismo de mercado”, condenando a las masas a nuevas frustraciones y al avance de la ultraderecha de los Trump o Milei.
Lamentablemente, también perviven variantes oportunistas en las filas del trotskismo, como el PSOL de Brasil que se integró al gobierno patronal del PT, y sectarios, como PTS de Argentina, que siguen negando la existencia de revoluciones y la importancia de la unidad de acción para fortalecer las luchas.
Desde Izquierda Socialista y la UIT-CI somos orgullosos continuadores del legado de Nahuel Moreno y redoblamos nuestros esfuerzos para unir a los revolucionarios en la perspectiva de reconstruir la Cuarta Internacional. Porque sigue siendo una necesidad urgente construir una dirección revolucionaria que intervenga en cada lucha para disputar la dirección y pelear por conquistar gobiernos de las y los trabajadores y el socialismo mundial.
1. Ver documental de Mariano Manso (director). (2017) Nahuel Moreno: una vida, infinitas luchas. [video online] y Carmen Carrasco y Hernán Félix Cuello. Esbozo Biográfico. CEHuS, Buenos Aires, 2016. Disponible en www.nahuelmoreno.org
2. L. Trotsky. Programa de Transición. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2007 y ver F. Novo Foti “Hace cien años Stalin imponía ‘el socialismo en un sólo país’” en El Socialista N.º 595, 27/11/2024. Disponible en www.izquierdasocialista.org.ar
3. Nahuel Moreno. Polémica con el Che Guevara. Editorial CEHuS, Buenos Aires, 2017 y Martín Mangiantini. El trotskismo y el debate de la lucha armada. El Topo Blindado, Buenos Aires, 2014. Disponibles en www.nahuelmoreno.org
4. Nahuel Moreno. Informes e intervenciones. I Congreso de la LIT-CI. II Congreso del MAS. Ediciones Crux, Buenos Aires, 1991. Disponible en www.nahuelmoreno.org
Escribe Federico Novo Foti
La corriente orientada por Nahuel Moreno se fue forjando en la intervención unitaria en las luchas obreras y populares, pero combatiendo a las conducciones patronales y dirigentes traidores. Un ejemplo de ello fue la participación en la lucha armada contra la dictadura de Anastacio Somoza en Nicaragua en 1979. Moreno, sin renunciar a sus críticas a la conducción reformista y de conciliación de clases del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y al guerrillerismo, impulsó desde su exilio en Bogotá la Brigada Simón Bolívar (BSB)5. En ella participaron dirigentes y militantes “morenistas” y luchadores que se sumaron. La brigada participó en las batallas del frente sur, donde dieron la vida tres de sus miembros y encabezó la toma del puerto de Bluefields sobre la costa atlántica. Lamentablemente, tras la victoria revolucionaria se extendió en el trotskismo, encabezado por Ernest Mandel, la capitulación al sandinismo, que formó un gobierno de unidad con la burguesía, mientras la BSB era expulsada como parte de sus medidas para disciplinar a las masas. La traición a la revolución nicaragüense y la actual dictadura capitalista del ex comandante sandinista Daniel Ortega ponen en valor la pelea de Moreno y la necesidad imprescindible de superar la crisis de dirección de la clase obrera y las masas en la lucha por conquistar verdaderos gobiernos de trabajadores con democracia obrera y el socialismo.
5. Ver La Brigada Simón Bolívar. Los combatientes. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2009.
Escribe Miguel Lamas, dirigente de la UIT-CI
Entre 1940 y 1945, alrededor de 1.1 millones de personas murieron en Auschwitz-Birkenau, el mayor campo de exterminio de la historia de la humanidad. Las cámaras de gas y los hornos crematorios llegaron a matar hasta 5.000 por día. La mayoría eran judíos, pero también había militantes de izquierda, prostitutas, homosexuales, prisioneros de guerra de otros países, y demás.
Este campo de concentración estaba en Polonia, ocupada por la Alemania nazi en esos años de la Segunda Guerra Mundial. Los prisioneros eran trasladados en vagones para el transporte de ganado en los que viajaban hacinadas hasta ochenta personas, desde Italia, Francia, Hungría, el Báltico, Alemania y Polonia. Finalmente, el 27 de enero de 1945, el Ejército Soviético liberó Auschwitz.
Al cumplirse ochenta años, se hará un acto para repudiar una vez más este genocidio. Benjamín Netanyahu, el primer ministro de Israel, ha sido invitado a participar, ya que además es judío de familia polaca. Posiblemente no pueda o no quiera ir porque es responsable de un nuevo genocidio hoy en Gaza. Incluso, la Corte Penal Internacional -con sede en La Haya- tiene órdenes de arresto contra él. Polonia, al ser miembro de la Corte, estaría legalmente obligada a detenerlo. Aunque su gobierno aclaró que no lo haría. Lo relevante es que, por primera vez, se ha puesto en cuestión la participación de Israel en este evento.
Escriben Amelio Del Fabro, Federico Novo Foti y José “Pepe” Rusconi
La noche del 13 de enero de 1976, cuando el accionar de las bandas fascistas amparadas por el gobierno de Isabel Perón preparaban el ambiente para el golpe militar, fue secuestrado en Ensenada Carlos Scafide, trabajador de Propulsora Siderúrgica (hoy Siderar/Techint) y militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST).
Todos lo llamábamos "Carlitos", era un querido compañero y reconocido activista de esa fábrica y vecino muy querido de Ensenada.
Formaba parte de ASIMRA, el gremio de los supervisores metalúrgicos. Eso no impedía que tuviera un total compromiso con la lucha de los compañeros afiliados a la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) que enfrentaban a la dirección burocrática del sindicato encabezada por Rubén “Negro" Diéguez, un burócrata entregador de sus compañeros y aliado de las patronales metalúrgicas que termina muriendo en un accidente de tránsito en 1984 cuando estaba enfrentando a la heroica oposición Naranja que hizo temblar las paredes de este sindicato con un masivo apoyo de las bases aunque no llegó a ser conducción.
Cuando lo asesinaron, el PST ya venía de sufrir varios golpes, como la Masacre de Pacheco (29 de Mayo 1974) y la Masacre de La Plata (4 y 5 de Septiembre 1975), convirtiéndose Carlitos en el decimosexto asesinado del partido bajo los gobiernos de Perón e Isabel.
Miembros de la CNU (Concentración Nacionalista Universitaria) y la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), organizaciones parapoliciales, que tenían vínculos estrechos con el Estado peronista y con la burocracia sindical peronista, que se identificaron como personal del Ejército, secuestraron de la casa de su madre a Carlitos. También secuestraron a Salvador “Pampa” Delaturi, otro obrero y reconocido activista de Propulsora, dejando sus cadáveres acribillados a balazos y dinamitados como estilaban para que fuese un mensaje terrorífico a todo el activismo. El 16 de Enero de 1976 fue secuestrado por una patota vinculada a la Marina el trabajador y delegado de Astillero Río Santiago Mario Peláez.
La respuesta fue inmediata. Los trabajadores de Propulsora exigieron justicia. Resolvieron en asamblea parar todos los turnos, desde el miércoles 14 por la mañana hasta el sábado siguiente por la tarde. En Astilleros resolvieron paros progresivos hasta el viernes. Hubo trabajadores de otras fábricas que se solidarizaron con las medidas de fuerza como Petroquímica Sudamericana de Olmos y Metalúrgica OFA de Villa Elisa. La Coordinadora de Gremios en Lucha llamó a un paro para el siguiente martes, al que se sumó una línea de micros y varios comercios de Ensenada. Se realizó un acto cuando enterraron a los compañeros, al cual asistieron 600 trabajadores de Propulsora (aproximadamente la mitad del personal de la fábrica) y por la movilización de los trabajadores se logró la liberación de Mario Peláez que estuvo detenido y torturado varios días en el Batallón de Infantería de Marina nº 3.
José “el Petiso” Páez, histórico dirigente de Fiat del Sitrac Sitram y del “Cordobazo” habló en el acto en nombre de la dirección nacional del PST. Señaló que “la única posibilidad que tenemos los trabajadores de frenar estos ataques es nuestra movilización y nuestra organización para la defensa, en cada fábrica, en cada barrio, en cada lugar de trabajo; denunciando la tolerancia del gobierno y exigiendo la investigación y el castigo del salvaje crimen”.
A 49 años del asesinato de Carlitos Scafide, desde Izquierda Socialista en el FIT Unidad, seguimos exigiendo juicio y castigo a los responsables de su muerte. Cuando lo asesinaron sólo tenía 29 años, pero su vida y militancia son un ejemplo para las nuevas y viejas generaciones de militantes revolucionarios que día a día dedican sus vidas en defensa de la clase obrera y en la lucha por un gobierno de trabajadores y el socialismo.
Carlos Scafide, compañeros asesinados y detenidos-desaparecidos del PST, ¡Presentes! ¡Hasta el socialismo, siempre!
Escribe Diego Martínez
La corrupción, la impunidad y la búsqueda inescrupulosa de ganancia se llevó la vida de 194 personas la fatídica noche del 30 de diciembre de 2004.
La movilización logró la destitución de Aníbal Ibarra, entonces jefe de gobierno de CABA, aunque nunca fue condenado judicialmente por los hechos. Omar Chabán, empresario responsable del evento, murió en la cárcel.
Aquella noche de diciembre quedará grabada para siempre en la retina de millones. Mientras tocaba Callejeros en el boliche República de Cromañón, una bengala impactó sobre una media sombra que nunca debió estar en el techo. Entonces, estalló el horror. Encerrados en una trampa mortal sin salida, casi doscientos pibes y pibas murieron víctimas de la asfixia. El 40% perdió la vida intentando socorrer a otros.
La morgue y los colapsados hospitales aledaños, fueron testigos del peregrinar de miles de padres, en su mayoría de origen trabajador, que hacían lo imposible por identificar el paradero de sus hijos e hijas.
“Ni una bengala ni el rocanrol. A nuestros pibes los mató la corrupción”
La respuesta inmediata de Anibal Ibarra, aliado del entonces presidente Néstor Kirchner, fue intentar deslindarse de los hechos.
Los medios de comunicación intentaron responsabilizar a la banda y a la persona que encendió la bengala. Hablaban de “tragedia” y no de lo que fue: una verdadera masacre, cuya responsabilidad corresponde a Omar Chabán, Ibarra y demás funcionarios políticos.
En el lugar había tres mil personas cuando sólo estaba habilitado para mil. Una de las salidas de emergencia estaba bloqueada y no había evacuación independiente en el entrepiso. La última inspección databa del año 1997 y se había extendido la habilitación en base a coimas. La policía incumplió con el operativo de emergencia necesario.
Todos estos hechos implicaban directamente a Chabán, a la policía, a los funcionarios intervinientes y al propio Ibarra, quien tenía la responsabilidad de supervisar la gestión de los funcionarios.
Intentando salvarse, Ibarra y sus socios ofrecieron indemnizaciones a familiares a cambio de no presentar denuncias en su contra, recurrieron a amenazas y aprietes, y hasta sucedió la muerte dudosa de dos testigos claves de los hechos.
Los dirigentes políticos patronales de aquel entonces sostuvieron al jefe de gobierno. Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde, junto al propio Ibarra intentaron organizar un plebiscito trucho para relegitimar su gestión que fracasó rotundamente.
Con el aval de Mauricio Macri, ellos mismos pactaron el ingreso de Juanjo Álvarez, responsable directo del asesinato de Kosteki y Santillán en el 2002, al gobierno de la Ciudad, para abonar a la “gobernabilidad”.
“Ibarra, Chabán la tienen que pagar”
Nada de esto logró amedrentar la movilización popular. Desde un primer momento, los familiares se organizaron en asambleas en los barrios y en la plaza Once, en donde luego se levantó un santuario que recuerda a las víctimas de la masacre. Se hicieron movilizaciones semanales que luego se convirtieron en mensuales. Allí se reclamaba por justicia y cárcel para Ibarra y Chabán.
Fruto de la movilización, Chabán fue encarcelado y murió en prisión en 2014. Se logró un hecho histórico: la suspensión y el posterior juicio político y destitución de Ibarra en febrero de 2006.
El ex jefe de Gobierno señalaba al juicio político como un “golpe institucional de la derecha” orquestado por Macri. Néstor Kirchner lo había calificado de “disparate” unos meses antes. Días antes del veredicto, Kirchner se refirió al intendente como “ mi querido amigo Ibarra”.
Pese a esto, la movilización empujó a las y los diputados patronales que habían sostenido a Ibarra, incluidos algunos peronistas kirchneristas a votar en su contra.
Aunque fue destituido en sus funciones, nunca fue enjuiciado por la masacre. La justicia patronal garantizó su impunidad. Después de presentarse como candidato sin éxito su carrera política quedó en el ocaso. Se cumplió el pronóstico de nuestra querida Mariana Marquez, compañera de nuestro partido. Ibarra se convirtió en un “cadáver político”.
Argentina República de Cromañón
La movilización por la masacre de Cromañón expuso un entramado de corrupción e impunidad al servicio del lucro inescrupuloso, demostrando que para los empresarios, sus políticos y jueces adeptos la vida del pueblo trabajador no vale nada.
Lo mismo se volvió a demostrar con la masacre de Once, el “Cromañón ferroviario” tantas veces anunciado por los trabajadores de la Bordó ferroviaria que se llevó cincuenta y dos vidas bajo el gobierno de Cristina Kirchner en 2012. Algo similar se había demostrado con la tragedia de LAPA con Fernando De La Rúa y en la tragedia de Time Warp en 2016 bajo el gobierno de Macri. Los distintos gobiernos patronales, más allá de sus diferencias políticas, privilegian la ganancia patronal por sobre vida de las y los trabajadores y sectores populares.
Para evitar que estas horribles masacres vuelvan a ocurrir es necesario dar pelea contra los partidos patronales junto al Frente de Izquierda Unidad e Izquierda Socialista, luchando por un gobierno de los trabajadores en camino al socialismo para que de una vez por todas la vida del pueblo trabajador valga más que las ganancias capitalistas.
¡Los pibes y pibas de Cromañon presentes, ahora y siempre!