Apr 01, 2025 Last Updated 6:40 PM, Mar 31, 2025

Escribe Francisco Moreira

El 22 de marzo de 1975, frente a un enorme operativo represivo y la detención de los dirigentes de la UOM de Villa Constitución, comenzó la respuesta obrera y barrial. La huelga sacudió al país y, luego de dos meses, fue derrotada. Su ejemplo y enseñanzas siguen presentes.
 
Desde comienzos de 1974, el país estaba sacudido por el accionar de las bandas fascistas alentadas por el gobierno peronista y numerosos conflictos de trabajadores que enfrentaban a las patronales, al gobierno y a la burocracia de la CGT. En la seccional Villa Constitución (provincia de Santa Fe) de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), la antiburocrática Lista Marrón, encabezada por Alberto Piccinini, había expulsado a la patota de Lorenzo Miguel de la conducción local.1 En noviembre de ese año, con el argumento que le daba el accionar de las organizaciones guerrilleras, Isabel Perón impuso el Estado de Sitio.

Para desbaratar un supuesto “complot subversivo”, el jueves 20 de marzo de 1975 el gobierno montó un enorme operativo represivo con la Policía Federal, Gendarmería, Prefectura y las  policías provinciales en Villa Constitución, Zárate, Ledesma y otros puntos del país. En Villa Constitución se calcula que desplegó unos 4.000 efectivos que avanzaron sobre los barrios y la zona de las fábricas Acindar, Marathon y Metcon. Allanaron centenares de casas, clausuraron el local de la UOM y detuvieron a su conducción, a delegados y paritarios.
La población quedó conmocionada. A medida que corría la noticia en las fábricas se organizaron asambleas y se instaló la huelga de brazos caídos exigiendo la libertad de los detenidos.2
 
Dos meses de intensa lucha

Las bases reaccionaron vigorosamente con asambleas en los distintos turnos de las tres principales empresas, otras fábricas menores que se sumaron y la organización del Comité de Lucha. Se dispuso que sus integrantes no abandonaran las fábricas para evitar nuevas detenciones. Desde los barrios también empezó la organización solidaria. Fueron convocados los comerciantes y vecinos. El domingo 23 de marzo, un comando guerrillero asesinó en Rosario al subcomisario Telémaco Ojeda, destacado en Villa, al margen de la voluntad y decisión de los trabajadores.

El miércoles 26 de marzo, luego de una conferencia de prensa del Comité de Lucha, el gobierno intimó a los obreros a desalojar las plantas. Pero el conflicto continuó durante dos meses de heroica lucha, haciéndose fuerte en los barrios, donde se organizaron las compañeras de los trabajadores, con la colaboración de los comerciantes y se juntó plata para el fondo de huelga. La solidaridad se extendió a todo el país a medida que se fueron sumando comisiones internas antiburocráticas, centros de estudiantes y partidos de izquierda. Incluso, partidos patronales como la Unión Cívica Radical (UCR), el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), los demócratas progresistas y el Partido Intransigente (PI) hicieron declaraciones a favor de los huelguistas. Silvestre Begnis, gobernador de Santa Fe, recibió al Comité de Lucha.

Desde un primer momento, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), liderado por Nahuel Moreno, que ya tenía numerosos militantes presos, locales atacados por bombas y también asesinados por las bandas fascistas, como las Tres A, se volcó con todas sus fuerzas a impulsar la solidaridad con la huelga, en Villa, Rosario y todo el país. Dos de sus militantes, Oscar “Pacho” Juárez y “Pepe” Kalauz, trabajadores de Metcom, fueron elegidos por la asamblea para integrar el Comité de Lucha. El PST no solo se jugó al apoyo del conflicto, con su método unitario y respetuoso de las y los dirigentes que lo encabezaban. También mantuvo y siguió haciendo conocer fraternal y públicamente sus diferencias y críticas a la conducción de la Lista Marrón de Piccinini, vacilante ante la propuesta de la coordinación nacional y, durante el conflicto, ante el accionar descolgado de la guerrilla.

“Una huelga que hizo época”

 Decía en su tapa el periódico del PST, Avanzada Socialista, en la edición del 24 de mayo de 1975, informando sobre la culminación de “la principal lucha librada bajo el actual gobierno”.3 El sábado 17 de abril se había realizado una asamblea con más de 2.500 trabajadores, que habían decidido mantener la huelga por tres días más, cuando estaba por cumplir los dos meses, para “seguirla adentro” si no se lograban abrir negociaciones. Durante el fin de semana hubo reuniones en los barrios para organizar la vuelta a las fábricas, pero entre la patronal y la represión impidieron el lunes una asamblea general.

Se volvió al trabajo sin lograr liberar a los dirigentes presos, se produjeron más detenciones. Entre ellos, los dirigentes del Comité de Lucha que eran del PST y varios dirigentes nacionales que estaban impulsando la solidaridad en la zona. La patronal avanzó con más de 500 despidos en esos días. El miércoles 30 de abril fue secuestrado y asesinado Rodolfo Mancini, joven obrero de Metcon.

Si la huelga fue derrotada a pesar de su fortaleza se debió a la férrea unidad del gobierno peronista, la patronal metalúrgica y la burocracia de Lorenzo Miguel. El PST destacó la necesidad de “superar el aislamiento” de la lucha mediante la coordinación. Pero, al mismo tiempo, señaló que “a medida que corrían los sesenta días de la lucha cada vez desaparecían más de las casas de los huelguistas las fotos de Perón, que antes eran el orgullo de casi todos los compañeros”.4

Los resultados adversos de la lucha de Villa no impidieron que muy poco después nuevos contingentes de trabajadores salieran a la lucha en todo el país, protagonizando el Rodrigazo, la primera huelga general contra un gobierno peronista, dando lugar a la caída del siniestro ministro de Bienestar Social de Isabel Perón, el “brujo” López Rega.


1. Ver Ricardo de Titto. Historia del PST. Tomo 2. CEHuS, Buenos Aires, 2018.
2. Ver periódicos Avanzada Socialista de Nº 140 a 147. Disponible en www.nahuelmoreno.org
3. Ver Avanzada Socialista de Nº 147, 24/05/1975. Disponible en www.nahuelmoreno.org
4. Ver Ricardo de Titto. Historia del PST. Tomo 3. CEHuS, Buenos Aires, 2024.

Escribe Francisco Moreira

El 2 de abril se cumple un nuevo aniversario del intento de recuperar las Islas Malvinas de manos del imperialismo inglés. Un episodio de la historia argentina que comenzó como una maniobra desesperada de la dictadura genocida, pero que rápidamente se transformó en un movimiento popular antiimperialista y culminó con la movilización que derrocó a los militares tras la infame rendición del 14 de junio de 1982.

Luego de seis años de brutal represión y entrega al imperialismo y a los grandes empresarios, el 30 de marzo de 1982 la CGT había protagonizado una gran movilización, que fue ferozmente reprimida, evidenciando el creciente descontento popular.

Tras la caída de la dictadura, los sucesivos gobiernos intentaron borrar de la memoria colectiva la inmensa movilización antiimperialista que se generó, la gigantesca solidaridad latinoamericana y, sobre todo, la lucha heroica de los soldados. Sin embargo, la traición de la dictadura quedó marcada a fuego en la consigna popular que recorrió la movilización de repudio al general Leopoldo Galtieri el mismo día de la rendición, que terminó provocando su renuncia: “Los pibes murieron, los jefes los vendieron”. La razón de fondo es que los genocidas prefirieron capitular antes que enfrentar el riesgo de ser desbordados por la movilización popular. Por eso mantuvieron sus métodos represivos y la corrupción hasta el final. Incluso en las islas, los soldados sufrieron torturas y malos tratos por parte de la oficialidad. Un personaje abyecto como Alfredo Astiz se rindió sin disparar un solo tiro.
La “desmalvinización” está íntimamente ligada a los gobiernos patronales que se arrodillan ante los dictados del FMI y el imperialismo. Hoy, el gobierno ultraderechista de Javier Milei -quien expresó su admiración por Margaret Thatcher, primera ministra de Inglaterra durante la guerra- sostiene un brutal plan de entrega, saqueo y dependencia frente a Trump y el imperialismo.

Por eso, hoy más que nunca, la lucha antiimperialista sigue vigente. Seguimos diciendo: ¡Fuera ingleses de Malvinas! ¡Fuera yanquis de América Latina! Esta pelea está estrechamente unida a la lucha por romper con el FMI, dejar de pagar la ilegal y fraudulenta deuda externa y avanzar en la expropiación de las multinacionales y bancos imperialistas. Son puntos fundamentales para romper los lazos económicos y políticos que nos someten al imperialismo.

En este nuevo aniversario, desde estas páginas rendimos homenaje a los héroes de Malvinas, a los 649 caídos en la lucha contra el invasor imperialista, quienes, junto a las y los 30.000 detenidos desaparecidos, deben ser considerados héroes y mártires de la lucha por la liberación nacional y social, y por nuestra Segunda y definitiva Independencia.

Escribe Federico Novo Foti
 
A fines de febrero de 1965 caía asesinado Malcolm X, uno de los más destacados líderes de la rebelión afroamericana de la década del ‘60 en Estados Unidos. Su figura aún genera controversia, pero es un símbolo innegable de la lucha contra el racismo y el capitalismo. Hoy, bajo el gobierno de Donald Trump, la opresión racista capitalista continúa.

Malcolm Little nació el 19 de mayo de 1925 en Omaha, estado de Nebraska, en Estados Unidos. Fue el séptimo de diez hermanos, hijo de Louise y el pastor bautista Earl Little, seguidores del nacionalista afroamericano Marcus Garvey, quien preconizaba el “orgullo negro” y consideraba que los afrodescendientes nunca lograrían la libertad e independencia en Estados Unidos, por lo que promovía “el retorno a África”. El movimiento de Garvey era una de las reacciones (equivocada, por cierto) a la opresión y explotación capitalista que aún en pleno siglo XX se sufría sin importar la emancipación legal conquistada en 1863. Aún eran sometidos por leyes de segregación en los barrios, escuelas, cafeterías, transporte público y otros, que mantenían la discriminación racial bajo la doctrina “separados pero iguales”.1

 En aquellos años de la “gran depresión” económica capitalista, el activismo del reverendo Little pronto le traería grandes peligros. Su familia debió mudarse de ciudad en varias ocasiones por las amenazas racistas del Ku Klux Klan (KKK) y la Legión Negra, bandas armadas ultranacionalistas que sostenían la supremacía blanca a fuerza de linchamientos. En 1929, incendiaron hasta los cimientos la casa de la familia Little en Lansing, estado de Michigan. En 1931 fue asesinado Earl y, pocos años después, Louise fue internada en un hospital psiquiátrico.

 En ese clima de pobreza, racismo y abandono creció y se fue extraviando Malcolm. No es de extrañar que a sus 21 años fuera encarcelado en la prisión estatal de Charlestown, después de haber sido camarero ferroviario y en clubes nocturnos de jazz de Boston y Nueva York, donde incursionó en el mundo delictivo. En aquellos años forjaría la idea de “no tener compasión por una sociedad que primero aplasta a los hombres y luego los castiga por no ser capaces de soportar la prueba”.2  
 
La rebelión de los afroamericanos

Fue durante los siete años que pasó encarcelado en distintas prisiones estatales que conoció y adhirió a la Nación del Islam, una organización religiosa musulmana cuyo líder, Elijah Muhammad, predicaba “la religión natural del hombre negro”. Aquella organización atraía cada día a una mayor cantidad de adeptos, difundiendo entre la población afroamericana que sus sufrimientos provenían del “demonio blanco”. Como consecuencia, sostenían el separatismo negro, rechazando cualquier posibilidad de integración “al mundo blanco”.

En 1952, Malcolm salió de prisión convertido en un fervoroso predicador de los “musulmanes negros” y, como símbolo de su nueva identidad, adoptó por apellido una “x”, para denunciar que los afrodescendientes desconocían el nombre de sus antepasados, borrado por los esclavistas.
En 1955 estalló la rebelión de la comunidad afroamericana de Montgomery, capital del estado sureño de Alabama, cuando Rosa Parks, una costurera negra de 43 años, se sentó en el sector “blanco” de un ómnibus y fue detenida en nombre de la ley de segregación de la ciudad. El hecho puso en marcha un masivo movimiento que rápidamente se extendió a todo el país. Las autoridades locales y federales tomaron represalias, procesando y encarcelando a muchos de los líderes. Los segregacionistas recurrieron a la violencia, pero no pudieron detener el movimiento de protesta, que en los años siguientes creció con masivas reuniones parroquiales y llamados a la lucha y el sacrificio por la libertad e igualdad.

Desde Montgomery emergió la figura de Martin Luther King, un ministro de la iglesia bautista de 27 años, destacado orador que alentó el movimiento de integración y resistencia pacífica contra el racismo.3 Fue él, junto a otros líderes del movimiento por los derechos civiles, quien convocó en agosto de 1963 a la histórica marcha sobre Washington para protestar contra la falta de respuestas a la discriminación racial. Más de 250.000 personas escucharon con gran emoción el célebre discurso de King que comenzó diciendo: “Yo tengo un sueño”.4 El presidente J. F. Kennedy no vio con malos ojos la iniciativa, apostando a que serviría para canalizar el creciente anti racismo por vías institucionales.  

Pero mientras el Congreso y la Corte Suprema otorgaban algunas concesiones, la represión del gobierno y los feroces ataques y asesinatos perpetrados por bandas segregacionistas arreciaba. Las revueltas y disturbios se sucedieron en Los Ángeles, Chicago y Cleveland. Así el pacifismo y la no violencia fueron cediendo lugar a posiciones que reclamaban una lucha más dura y la organización para la autodefensa. Fue Malcolm X, orador carismático, quien mejor expresó aquellas ideas: “no la llamo violencia cuando es en defensa propia, la llamo inteligencia”.5

Un hecho convirtió a Malcolm X en un líder de talla nacional. En abril de 1957, Johnson Hinton, un miembro de la iglesia de Harlem donde Malcolm era ministro, fue golpeado salvajemente y detenido por la policía cuando intervino para evitar que apalearan a otro hombre afroamericano. Malcolm se presentó en la comisaría y exigió asistencia médica, mientras cientos de sus seguidores esperaban fuera en formación disciplinada. Tras los policías consentir el reclamo, Malcolm disolvió la manifestación con un leve gesto de su mano. La noticia corrió como reguero de pólvora. El gobierno, temeroso de las repercusiones que podía tener entre la comunidad afroamericana, no tardó en tildarlo de “extremista” y de “incitar a los negros a la revolución”.
 
Evolución y asesinato de Malcolm X

 Entre 1959 y 1963, Malcolm fue a Egipto, Sudán y Ghana. Los viajes provocaron una fuerte impresión en él, cuyo activismo político fue relegando a su prédica religiosa. Esto lo llevó a chocar con los líderes de la Nación del Islam y finalmente a romper en marzo de 1964, cuando descubrió los abusos cometidos por Muhammad contra mujeres de la organización. Ese año, además de fundar la Mezquita Musulmana, creó la Organización de Unidad Afroamericana, un espacio que reflejaba su progresivo alejamiento del separatismo negro y su cercanía a sectores no religiosos de la lucha anti racista, incluidos estudiantes, sindicalistas, activistas comunistas y socialistas.

El contacto con los movimientos de liberación nacional africanos, tras un nuevo viaje en 1964, lo llevaron a adoptar un enfoque más internacionalista y solidario con las luchas anti imperialistas de Vietnam, Congo, Palestina y a apoyar a la revolución cubana. En 1964 e inicios de 1965, participó del Militant Labor Forum, evento auspiciado por el Socialist Workers Party (SWP) en Nueva York. Rechazó tanto al Partido Republicano como al Demócrata, sosteniendo un posición cada vez más anti capitalista: “no se puede tener capitalismo sin racismo […] y si encuentra alguna persona que asegura no dar cabida al racismo en sus lineamientos, generalmente se trata de un socialista”.6

 El 21 de febrero de 1965, cuando realizaba un discurso en el Audubon Ballroom de Manhattan, cayó muerto por las balas que dispararon tres hombres que se encontraban entre el público. Por el hecho fueron detenidos tres miembros de la Nación del Islam, pero aún hoy existen dudas sobre su autoría. Su muerte truncó la evolución hacia posiciones anticapitalistas y socialistas. Sin embargo, a pesar de sus limitaciones religiosas y sectarias, fue un consecuente luchador contra la opresión racista que aún hoy, bajo el gobierno de Donald Trump sufren las comunidades afrodescendientes en Estados Unidos.

1. Howard Zinn. La otra historia de Estados Unidos. Siglo XXI, México, 2010.
2. Malcolm X. Una autobiografía contada por Alex Haley. Capitán Swing, Madrid, 2015.
3. Ver El Socialista Nº 241, 27/03/2013
4, Disponible en www.youtube.com
5. Malcolm X. “Discurso ante trabajadores del cuerpo de paz” (12/12/1964). Disponible en www.malcolmxfiles.com  
6. Malcolm X. “Discurso del 29 de mayo de 1964” (29/05/1964). Disponible en www.malcolmxfiles.com

Escribe Francisco Moreira

El 5 de febrero de 1975, la presidenta María Estela Martínez de Perón, “Isabel”, firmó el decreto Nº 261/75, que establecía la ejecución de “las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán”1. La medida represiva supuso la movilización de la Quinta Brigada de Infantería del Ejército, bajo el mando del general Acdel Vilas (y desde diciembre del ‘75 del general Antonio Bussi) a las autoridades constitucionales y la policía provincial. El decreto fue presentado con la excusa de terminar con el accionar de la guerrilla en Tucumán. El Partido Socialista de los Trabajadores (PST), antecesor de Izquierda Socialista, denunció que implicaba “un avance de las Fuerzas Armadas que, abandonando su papel pasivo en la retaguardia, comienzan a asumir un papel” directo en la represión del activismo obrero, juvenil y popular. 2

El “Operativo Independencia” marcó el inicio del plan sistemático de desaparición de personas y fue el primero de los llamados “decretos de aniquilamiento” que constituyeron un antecedente del golpe de Estado de marzo de 1976, en cuya legalidad se ampararon los militares para justificar sus crímenes y el terrorismo de Estado.

El peronismo no logró frenar el ascenso

El “Cordobazo”, la semi insurrección de mayo de 1969, había herido de muerte a la dictadura de Juan Carlos Onganía, dando inicio a una nueva etapa en el país, marcada por el ascenso revolucionario obrero y popular. Los militares, el radical Ricardo Balbín y el propio Juan Domingo Perón, exiliado desde el golpe de 1955, intentaron canalizar y frenar el ascenso forjando el “Gran Acuerdo Nacional” (GAN) con el que acordaron convocar a elecciones y el fin de la proscripción al Partido Justicialista. Sin embargo, no lograron encauzar la situación. Ni siquiera el retorno de Perón, el 20 de junio de 1973, y el inicio de su tercera presidencia, en octubre de ese año, pudieron hacerlo.

Los nueve meses de gobierno de Perón estuvieron marcados por grandes turbulencias y un giro reaccionario (contrario a las expectativas de la base peronista que esperaba la “liberación nacional”), que tenía el real objetivo de sostener el “Pacto Social”, el plan de ajuste contra las y los trabajadores.

A comienzos de 1974 comenzaron a actuar las bandas de ultraderecha contra el activismo peronista y de izquierda, entre ellas la Triple A, organizada por el siniestro ministro de Bienestar Social, “el brujo” José López Rega. El PST, que era parte de la vanguardia, sufrió los asesinatos de Inocencio Fernández y la “Masacre de Pacheco”.3  En el acto del 1º de mayo, Perón echó a la JP/Montoneros de la plaza, los calificó de “estúpidos” e “imberbes” y pidió “rendir homenaje” a los burócratas sindicales, agradeciéndoles sostener el Pacto Social.

La muerte de Perón, el 1° de julio de 1974, y la asunción de su vicepresidenta Isabel, dejó al gobierno aún más debilitado y bajo la conducción efectiva de López Rega. El nuevo gobierno peronista se fue enfrentando al deterioro creciente de la situación económica, producto de la crisis mundial del petróleo del ‘74, pero continuó con la orientación reaccionaria iniciada por Perón.4 Con la excusa de prevenir la acción de la guerrilla, Isabel ordenó el “Operativo Independencia” por el que se desplegaron las fuerzas represivas al mando del coronel Mario Benjamín Menéndez en la ruta 38 en Tucumán y se utilizó “la escuelita” Diego Rojas de Famaillá como el primer centro clandestino de detención y tortura del país, por el que pasarían 3.000 activistas obreros, juveniles y populares, un antecedente directo del terrorismo de Estado y el genocidio de la dictadura.

Sin embargo, a pesar del creciente despliegue de las fuerzas represivas y del accionar de las bandas de ultraderecha, el gobierno seguía sin controlar la situación. En junio, el ministro de Economía Celestino Rodrigo anunció un plan de ajuste, que consistía en una devaluación superior al 100%, aumento de los servicios públicos y liberación de precios. Además, limitaba el incremento de los salarios a un máximo de 40%, a pesar de que muchos gremios ya habían negociado números superiores. Eso despertó la furia de los trabajadores. La propia burocracia sindical se vio obligada a reclamar “paritarias libres” y llamar a una huelga general de 48 horas para julio. Pero el 27 de junio se precipitaron los acontecimientos. El “Rodrigazo”, la primera huelga general contra un gobierno peronista, desestabilizó al gobierno. La presidenta se vio obligada a homologar todos los acuerdos salariales que se habían negociado, López Rega huyó del país y dos días después renunció Rodrigo.

El golpe se puso en marcha

El “Rodrigazo” marcó el comienzo del fin del gobierno peronista. En los meses subsiguientes el escenario continuó dominado por la acción de las bandas fascistas y el intento de aplicar nuevas medidas de ajuste. El PST sufrió nuevos golpes como la “Masacre de La Plata” y debió tomar medidas de semi-clandestinidad. 5

En ese contexto se dio el avance de un grupo de militares golpistas, que habían comenzado a actuar desde sus puestos dentro del aparato de gobierno. El peronismo y la burocracia sindical, al contrario de lo que planteaba el PST de organizar un nuevo “Rodrigazo” para derrotar el ajuste y defender las libertades democráticas 6, comenzaron a tender puentes con los sectores golpistas. Prueba de ello fueron los “decretos de aniquilamiento” firmados el 6 de octubre, entre otros, por los ministros Carlos Ruckauf, Antonio Cafiero, y el presidente del Senado, Ítalo Luder, ampliando a todo el país la represión militar. 7 A esto se sumó el radicalismo, que por boca de Balbín insistía en que lo principal era “aniquilar a la guerrilla fabril”, eufemismo con el que llamaba a liquidar a la nueva vanguardia obrera. Finalmente, el 24 de marzo de 1976 los militares dieron el golpe de Estado.
Se comenzaba a escribir una de las páginas más trágicas de nuestra historia, que dejaría un saldo de 30.000 detenidos-desaparecidos, millares de exiliados y una economía destruida al servicio de los intereses de las multinacionales y el imperialismo.

Tras la caída de la dictadura y gracias a la histórica lucha del movimiento por los derechos humanos, se logró llevar a juicio en la “Megacausa Operativo Independencia” a militares genocidas, logrando algunas condenas a prisión perpetua y otras condenas menores. El proceso legal continúa.Sin embargo, la mayoría de los responsables políticos y militares del “Operativo Independencia” continúan impunes. Tal es el caso de la propia Isabel Perón, del ex jefe del Ejército bajo el gobierno de Cristina Kirchner César Milani, y del padre de la actual vicepresidenta, Eduardo Villarruel. La lucha por justicia continúa.

1. Decreto Nº 261/75. Disponible en www.argentina.gob.ar  
2. Avanzada Socialista Nº 136, 20/02/1975.
3. El Socialista Nº 268, 21/05/2014 Disponible en www.izquierdasocialista.org.ar
4. Ricardo de Titto. “Historia del PST”. Tomo 2. CEHuS, Buenos Aires, 2018.
5. Idem.
6. Avanzada Socialista Nº 177, 30/12/1975.
7. Decretos 2770, 2771 y 2772/75. Disponibles en www.argentina.gob.ar

El pasado 4 de febrero se cumplieron 43 años de la desaparición forzada y posterior asesinato de Ana María Martínez, abnegada militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), corriente orientada por Nahuel Moreno, antecesora de Izquierda Socialista. Ana María, que al momento del brutal crimen tenía 32 años y estaba embarazada de tres meses, era obrera metalúrgica de la zona norte.

Un grupo de tareas la “levantó” de su domicilio en Villa de Mayo, mientras todo el procedimiento era digitado y monitoreado desde el Batallón 201 de Inteligencia con base en Campo de Mayo. Su cuerpo apareció una semana más tarde acribillado a balazos en un descampado cercano a Dique Luján, Tigre.

Ana María había dejado su Mar del Plata natal por la represión desencadenada por el terrorismo de Estado contra los luchadores en aquella ciudad, donde había trabajado como operaria en Havanna. Afincada en la zona norte del Gran Buenos Aires, trabajó en la metalúrgica Sylvania y en las autopartistas Dunit y DEA. Ana María es la imagen de una de esas mujeres militantes que lucharon y dieron hasta su vida por un ideal superador del sistema que nos oprime.

Por esa lucha, por desvendar la verdad y exigir justicia, en 2012 se constituyó la Comisión Familiares, Amigos y Compañeros de Ana María Martínez, por iniciativa de la entrañable Carmen Metrovich (cuñada de Ana María). Los esfuerzos de ese abnegado grupo, y el aporte de contundentes pruebas, consiguieron en diciembre de 2018 la condena a prisión perpetua de los principales responsables, dos altos mandos del Ejército: Jorge Norberto Apa, jefe del Destacamento 201 de Inteligencia, y Pascual Muñoz, jefe del Grupo 1 del Estado Mayor que tuviera asiento en Campo de Mayo.
Desde Izquierda Socialista recordamos a Ana María Martínez y seguimos exigiendo la apertura de todos los archivos desde 1974 a 1983 y cárcel común para todos los responsables y cómplices. ¡Compañera Ana María Martínez, presente!

Nuestro semanario. En el que te acercamos el reflejo de las luchas del movimiento obrero, las mujeres y la juventud, además un análisis de los principales hechos de la realidad nacional e internacional.

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