Jul 16, 2024 Last Updated 9:12 PM, Jul 15, 2024

El 29 de mayo de 1969 cambió la historia del país. En medio de una huelga general, obreros y estudiantes se movilizaron y derrotaron a la policía tomando el control del centro de la ciudad de Córdoba. La dictadura de Onganía quedó herida de muerte.

Escribe Diego Martínez

En el marco de un contexto mundial signado por las movilizaciones contra la intervención militar estadounidense en Vietnam y las grandes luchas obreras y estudiantiles ocurridas en países como Italia, Japón y México, tras el Mayo francés que puso en jaque al gobierno de De Gaulle en Francia, hacia 1968 comenzaba a producirse un cambio en la situación política argentina.

El contexto nacional

Desde 1966 gobernaba el dictador Onganía. La represión y la miseria comenzaron a generar un creciente malestar en los sectores obreros y populares. El estudiantado del interior empezó a luchar y fue duramente reprimido. El movimiento obrero comenzaba a recuperarse después de años de estancamiento. Durante 1968 se dieron tres luchas obreras importantes: la de los petroleros de YPF en Ensenada, la de los gráficos de Fabril Financiera en Barracas y la de Citroën, también en la ciudad de Buenos Aires. Fueron tres luchas largas y con mucha fuerza en la base. Fueron derrotadas, pero el ascenso no se interrumpió y se trasladó a las provincias.

En marzo de 1969 hubo conflictos estudiantiles en Tucumán y Rosario. Las luchas obreras las encabezaron los metalúrgicos, Luz y Fuerza,Smata, estatales y docentes.

A mediados de mayo se movilizaron los estudiantes correntinos en contra de la privatización del comedor universitario y fueron duramente reprimidos. Juan José Cabral, de 22 años, que cursaba Medicina, fue asesinado por la policía. Esto generó una inmediata movilización en Rosario que dio origen al Rosariazo. El 16 de mayo los estudiantes comenzaron a movilizarse y enfrentar en las calles a la policía hasta derrotarla. El 21 de mayo se sumaron sectores del movimiento obrero día en que fue asesinado el joven metalúrgico Luis Blanco.

El Cordobazo

En este contexto de ebullición, la CGT se vio obligada a convocar un paro de 24 horas para el 30 de mayo. En Córdoba la CGT regional decidió adelantar el paro para el 29, transformando la acción en una huelga de 36 horas. Tal era la bronca que había entre los trabajadores que la medida tuvo una adhesión del 98% y para el mediodía se movilizaron al centro de la ciudad junto con los estudiantes. En un área de aproximadamente 150 manzanas se enfrentaron con la policía. Se levantaron barricadas, los vecinos colaboraron con los manifestantes reprimidos se fueron sumando a la protesta. La policía mató al obrero del Smata Máximo Mena y el estudiante Daniel Castellanos. Pese a esto los manifestantes pasaron a controlar cada vez más esquinas de la ciudad de Córdoba y la policía se tuvo que retirar. Hasta las 17 los puntos neurálgicos estuvieron controlados por obreros y estudiantes, quienes protagonizaron una insurrección espontánea detonada por el odio a la dictadura militar. Después ingresó el ejército en el centro de la ciudad pero el movimiento ya se había replegado hacia los barrios. El gobierno de Onganía nunca se pudo recuperar de aquel golpe.

Las lecciones que nos dejó

El Cordobazo marcó un antes y un después en la lucha de clases que produjo un sostenido ascenso que fortaleció a los sectores antiburocráticos y clasistas del movimiento obrero. Esto se prolongó hasta 1976, cuando el golpe genocida de Videla vino a derrotar a los trabajadores. Después de que fracasara el Gran Acuerdo Nacional (GAN) pergeñado entre radicales y peronistas y comandado por Perón en su retorno al poder en 1973, con el objetivo de contener las luchas obreras.

Más allá de la narración de los hechos históricos, lo importante es reflexionar acerca de las lecciones políticas que nos dejó el Cordobazo. El “mayo cordobés” nos demostró que cuando la clase obrera se organiza masivamente y se moviliza con decisión puede torcer el rumbo de la historia, pese a los intentos de frenar las luchas de las patronales, los partidos burgueses y la burocracia sindical.
Si el ascenso iniciado en el Cordobazo pudo ser frenado y no siguió avanzando hacia una revolución socialista fue porque la conducción de los trabajadores era mayoritariamente peronista, un movimiento político que vino a garantizar la “estabilidad” del país para los empresarios. De allí que la otra gran lección de este proceso sea la necesidad de progresar en la construcción de una dirección revolucionaria, política y sindical que encauce las luchas hacia un gobierno de los trabajadores.


Qué decía Nahuel Moreno

“ […] Lo que ha ocurrido en Rosario, y principalmente en Córdoba, tiene un nombre muy claro, ha sido una semiinsurrección […]Tanto en Rosario como en Córdoba hemos presenciado el encuentro de los obreros y estudiantes con las fuerzas represivas, como la derrota de estas. Uno de los principales brazos armados del régimen, la policía, fue puesta en retirada por las fuerzas populares.

[…] En Córdoba el ejército intervino violentamente, originando una situación semiinsurreccional, de lucha civil, aunque por falta de dirección no fue respondida en la misma forma por el movimiento obrero y estudiantil. Hubiera sido suficiente que los trabajadores se hubieran armado para responder al fuego del ejército para que la guerra civil y la insurrección hubieran sido un hecho […] Lo que faltó tanto en Córdoba como en Rosario fue un partido revolucionario que supiera organizar a las masas para la insurrección. Si ese partido hubiera existido, hubiéramos logrado armas para los obreros y estudiantes, así como hubiera sabido elaborar un plan insurreccional para golpear a las fuerzas de la reacción en sus puntos neurálgicos […]

Moreno,Nahuel, Después del Cordobazo, Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2013

Escribe Martín Fú

Se cumplen 45 años de la Masacre de Pacheco, un duro golpe contra la militancia del Partido Socialista de los Trabajadores (PST, antecesor de Izquierda Socialista) y la organización obrera y sindical de la zona norte del Gran Buenos Aires. El 29 de mayo de 1974 una patota mixta de la fascista Triple A y de la burocracia de la Unión Obrera Metalúrgica atacó a balazos el local que el PST tenía en la localidad de Pacheco. A medianoche, previo corte de luz en toda la manzana y luego de ametrallar el frente del local, un grupo identificado con camperas de cuero y brazaletes ingresó a los tiros, provocando destrozos y golpeando a culatazos a los presentes. Seis compañeros fueron secuestrados. Tres compañeras fueron liberadas a las pocas cuadras.

Oscar “Hijitus” Meza, de 26 años, era miembro de la comisión interna de los Astilleros Astarsa, en Tigre. En 1973 formó parte de la toma de la planta luego de la muerte de un obrero, consiguiendo reducir la jornada laboral de doce a siete horas. Antonio “Toni” Moses, de 24 años, era obrero metalúrgico de la autopartista Wobron, dirigida por la antiburocrática Lista Gris y Mario “Tano” Zidda , de 22 años, dirigente estudiantil de la Técnica Nº 1 de Tigre y obrero de la textil Abea. Sus cuerpos aparecieron acribillados a balazos en Pilar un día después de secuestrado.

La Masacre de Pacheco formó parte de un plan sistemático de la reacción fascista contra la vanguardia obrera de zona norte, en donde el PST tenía amplia influencia en una franja muy grande del movimiento obrero industrial. En la UOM el trabajo del la Lista Gris del PST se destacaba por dirigir o tener influencia en establecimientos industriales como Cormasa, Wobron, De Carlo, Corni, Otis y Texas Instruments, entre otros. El ataque al PST y a sus jóvenes dirigentes generó el repudio de los trabajadores de la zona, que llegaron a parar sus fabricas en algunos casos. Al velatorio de Meza, en la sede Bomberos de Tigre llegaron más de mil trabajadores de Astarsa, Corni y Cormasa para envolver el féretro con una bandera roja. En el local central del PST miles acompañaron desde la calle la despedida que dio Nahuel Moreno.

Julio Yessi, de la Juventud Peronista de la República Argentina (JPRA), hombre cercano a Perón, Jorge Conti, yerno de López Rega y subjefe de Prensa de la Casa de Gobierno hasta 1975, y Salvador Siciliano, matón de la Triple A, fueron parte del operativo y, gracias al testimonio de las compañeras sobrevivientes, fueron juzgados y condenados.

Al cumplirse 45 años de la Masacre de Pacheco, como militantes revolucionarios recordamos con dolor a quienes nos precedieron en el camino de la lucha y nos declaramos orgullosos continuadores de izar las mismas banderas que levantó el PST durante los años de plomo de la Triple A y luego con la dictadura. ¡Antonio, Mario y Oscar presentes!

 
 

 

 

“Articular históricamente el pasado no significa conocerlo como verdaderamente ha sido, sino adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro”. Walter Benjamin,

Escribe Ezequiel Peressini, Legislador de Córdoba por Izquierda Socialista en el Frente de Izquierda.

Necesitamos recuperar el “Cordobazo”. Necesitamos estudiarlo, pero no para rendir el parcial de alguna materia. Tampoco para aparentar ser eruditos de la historia de nuestra clase. Necesitamos adentrarnos en sus hechos, pero no para pensar que podemos hoy abarcar la totalidad de los momentos que lo componen y describirlos como si fuese un inventario. No solo sería imposible, también carecería de sentido.

Lo que necesitamos recuperar del Cordobazo son sus enseñanzas centrales. Qué de ese momento cualitativo en la historia de la unión de la clase trabajadora y el movimiento estudiantil nos resulta hoy útil para enfrentar nuestros desafíos y peligros actuales. Por eso, tampoco tenemos que recuperarlo para hacer una historia mitológica sin señalar sus limitaciones. Eso no sería aprender: no nos fortalecería ante nuestros enemigos.

Paso, paso, paso, se viene el Cordobazo

Ubiquémonos en 1969. O sea, el año siguiente al 1968 del Mayo Francés, de las grandes movilizaciones en México, de la resistencia civil contra la invasión yanqui a Vietnam. Es 1969 el último año de la primera década impregnada por el faro de la primera revolución socialista triunfante en la región, Cuba; y en escasos meses posteriores al asesinato del héroe y mártir de la revolución latinoamericana: el Che Guevara.

En nuestro país habían empezado a crecer las luchas obreras y estudiantiles contra la dictadura de Onganía. Primero en Buenos Aires y luego en el interior del país. En marzo de 1969 hubo disturbios estudiantiles en Tucumán y Rosario.

A mediados de mayo, la policía reprimió una movilización estudiantil en Corrientes, donde fue asesinado el joven Juan José Cabral. En Rosario el repudio fue multitudinario, y cayó otro estudiante, Adolfo Bello. Tres días después, vino el ensayo general del Cordobazo. Así describió Nahuel Moreno al Rosariazo en un escrito de la época: “Durante varios días el estudiantado jaquea al gobierno y se moviliza contra él, desde el viernes 16 hasta el miércoles 21 de mayo […] Recién ese día el movimiento estudiantil logra arrastrar a sectores del movimiento obrero y transforma su movilización en una semiinsurrección al enfrentar y derrotar a la policía con el apoyo masivo de la población, y la intervención de elementos de vanguardia y juveniles del movimiento obrero.” En esa jornada asesinaron al joven obrero metalúrgico Luis Norberto Blanco.

El 27 de mayo, las dos “CGT” (el vandorismo, de Azopardo; y el ongarismo, de la “CGT de los Argentinos”) convocaron a paro general en todo el país para el viernes 30 de mayo. En Córdoba, donde la situación ya venía muy caldeada, la CGT regional convocó a paro activo de 36 horas, desde el mediodía del jueves 29 de mayo.

Córdoba era la segunda ciudad del país por población y peso industrial. Se combinaban un movimiento obrero joven, altamente calificado, en el sector automotor y metalúrgico, con una burocracia relativamente más débil; un estudiantado de tradición combativa, concentrado en pensiones y casas estudiantiles en el Barrio Clínicas, que se venía movilizando en solidaridad con los tucumanos, correntinos y rosarinos; el creciente malestar popular por los bajos salarios y la represión; y sectores importantes de la patronal cada vez más descontentos con el régimen militar.

Desde las 10 de la mañana de ese jueves, comenzó el paro activo. Miles y miles de obreros abandonaban las fábricas (ausentismo del 98 por ciento) y se dirigían al centro. Los manifestantes, a los que se iban sumando cada vez más estudiantes, se fueron encolumnando y, en un área de aproximadamente 150 manzanas, comenzaron a correr a la policía. Al medio día los enfrentamientos eran generalizados. Aumentaba la cantidad de fogatas para alejar los gases y se levantaban barricadas con el apoyo del vecindario. La Guardia de Infantería utilizó armas de fuego y cayeron el obrero de SMATA Máximo Mena y luego el estudiante Castellanos.
Pero la acción de la policía se fue atomizando y se tuvo que replegar. La zona céntrica de la ciudad quedó en manos de los manifestantes. Este triunfo marcó el pico más alto de la movilización. La falta de dirección y de objetivos claros hizo que, al desaparecer el enemigo visible (la policía), aun cuando por la fuerza de la movilización se han convertido en amos de la ciudad, los manifestantes comenzaron a replegarse a los barrios.

La entrada de las tropas al centro se produce recién a las 17 horas. El Ejército sí tenía una dirección y objetivos claros y rápidamente recuperó el dominio
del centro. Los manifestantes se replegaron a los barrios. Surgieron consignas hacia la tropa, como “Soldados, hermanos, no tiren”. Comenzaron a organizarse comisiones obrero-estudiantiles, pero sin llegar a formar una dirección de conjunto, que no existió en momento alguno.

Al medio día el gobierno declaró que “todo es obra de minorías extremistas”. A los numerosos presos del día anterior se le suman el secretario general del SMATA, Elpidio Torres, y Agustín Tosco, de Luz y Fuerza. Según la revista cordobesa Jerónimo, hubo 6 muertos, 51 heridos y 300 arrestados. Fueron seriamente dañados entre 15 y 20 grandes establecimientos comerciales y quemados unos 60 automóviles.

Consecuencias

El Cordobazo marcó el inicio de un nuevo ascenso en la lucha de clases, que fue creciendo hasta mediados de los setenta, cuando el golpe genocida derrotó a los trabajadores. Para fines del 69’, luego de dos fuertes medidas de protesta nacionales, todos los presos habían sido
liberados. Comenzó a desarrollarse una fuerte corriente clasista y antiburocrática en el movimiento obrero, cuya máxima expresión fueron los sindicatos combativos de la FIAT, el Sitrac y el Sitram. En noviembre de 1970, con el “Viborazo”, otra insurrección obrera, el debilitado Onganía
fue sucedido por Levingston, y luego por Lanusse.  Este finalmente se decidió a apelar de manera directa al General Perón, exiliado en Madrid. Entre los militares y los dirigentes radicales y peronistas se forjó el Gran Acuerdo Nacional, con el cual el viejo líder retornó al país con el objetivo de lograr canalizar y frenar el ascenso obrero y popular. Perón vino a terminar con los “azos” que parió el Cordobazo. 

Entonces, ¿qué recuperar del Cordobazo en mayo del 2019?

Pensar hoy el Cordobazo es en primer lugar preocuparse por entender cómo distintos fenómenos en distintos lugares del mundo se retroalimentan, y que “la clase obrera es una y sin fronteras”, no solo como un dicho, sino como parte de un todo que va aprendiendo y tomando valor para enfrentar a los gobiernos capitalistas.

Pensar hoy el Cordobazo es tomar noción de la potencia que tiene la unidad de la clase trabajadora junto al movimiento estudiantil. A la dictadura de Onganía no la tiraron los burócratas que decían que “había que esperar” y que “no daba para salir a luchar”, como hoy dicen dirigentes peronistas y kirchneristas. La historia, la historia que avanza en un sentido progresivo, la escriben los pueblos con su fuerza en las calles, no quienes se quedan guardados.

Eso también vale para pensar cuando en la actualidad hay luchas y el kirchnerismo nos dice que no salgamos porque Bullrich nos va a reprimir, como cuando nos movilizábamos por la aparición de Santiago Maldonado o cuando se aprobaba el presupuesto en el Congreso Nacional, o leyes en la legislatura como la de la UNICABA, y las burocracias metían miedo diciendo que no había que pelearla. El Cordobazo muestra cómo la masividad, la organización y la decisión de la clase trabajadora cuando se lo propone puede barrer lo que sea.

También es importante tomar noción de la dinámica que le aportan a la clase trabajadora sus elementos más jóvenes, si eso era así en los 60’, ni que hablar hoy con los enormes procesos de precarización laboral que se desarrollaron en las últimas décadas y que afectan sobre todo a quienes afrontan sus primeros empleos.

En nuestro país volvieron a darse estallidos violentos y de ruptura política como el Cordobazo, otros “azos”, hasta el Argentinazo del 2001, y más recientemente vimos la rebelión popular de diciembre de 2017 contra la Reforma Jubilatoria de Cambiemos. Porque la clase trabajadora y el pueblo acumulan bronca cuando el ajuste avanza, y eso tarde o temprano siempre estalla. Frente a la enorme crisis económicasocial a las que nos encaminaron Macri, el peronismo y el FMI, tenemos que tomar noción de la enorme limitación que representa la ausencia de una clara dirección sindical y política independiente de los partidos patronales y que pelee por transformaciones de fondo.

Los ritmos de los estallidos, de los “azos”, su frecuencia, no dependen de un partido. Lo que sí está en nuestras manos es preocuparnos por llegar a esas situaciones con cada vez más fuertes herramientas políticas, para poder triunfar. Es en esa perspectiva que impulsamos, por un lado, el Plenario del Sindicalismo Combativo con referentes como el “Pollo” Sobrero (Ferroviarios), Jorge Adaro (ADEMYS), Angélica Lagunas (ATEN), Alejandro Crespo (SUTNA), y por otro, una alternativa política socialista y de la clase trabajadora: el Frente de Izquierda y nuestro partido Izquierda Socialista.

A 50 años, pensemos el Cordobazo de cara a nuevos “azos”, y preparemos las condiciones para que un próximo “azo” conquiste un gobierno de la clase trabajadora y el pueblo.

Escribe Mariana Morena

Ni jornada de fiesta ni día de franco. Fue establecido por la Segunda Internacional al calor de las luchas obreras por la jornada de ocho horas, en memoria de los mártires de la huelga general del 1° de mayo de 1886 en Chicago. Así lo seguimos honrando.

A mediados del siglo XIX, junto con el desarrollo industrial en Europa y Norteamérica, se generalizaron las protestas obreras por la reducción de la jornada laboral. Miles de obreros iban al paro con la consigna “8 horas de trabajo, 8 horas de ocio y 8 horas de descanso”, pese a ser reprimidos con golpes, balazos y prisión. En Estados Unidos, donde los inmigrantes europeos crearon las primeras organizaciones de trabajadores difundiendo las ideas anarquistas y socialistas, los obreros se volcaron a la huelga el 1° de mayo de 1886 para conseguir las ocho horas -ya establecida por la ley pero incumplida por la patronal-. Unos 350.000 trabajadores organizados paralizaron la producción del país. Fue una conquista histórica.

Los mártires de Chicago

En Chicago, la agitación de anarquistas y socialistas por medio de sus periódicos, oradores y activistas ganaba a miles para la huelga, mientras crecía el odio de la patronal. Las fábricas contrataban rompehuelgas y el diario Chicago Tribune publicaba: “El plomo es la mejor alimentación de los huelguistas”. Hubo dos mil obreros despedidos por negarse a abandonar sus sindicatos.

El 1º de mayo la policía intervino para dispersar a unos 500.000 huelguistas. La movilización continuó en los días siguientes, con choques entre obreros despedidos y rompehuelgas. El 4 de mayo, la policía disparó a quemarropa en un masivo mitin en la plaza Haymarket. Una bomba estalló matando seis oficiales, pero la brutal respuesta policial provocó 38 muertos y más de cien heridos. Se declaró el estado de sitio, con centenares de detenidos, golpeados y torturados, y miles fueron despedidos. La prensa burguesa pidió la horca para “los criminales de Haymarket”. Un grupo de 31 trabajadores y sindicalistas fueron enjuiciados en un proceso plagado de irregularidades, donde no se probó la culpabilidad de los ocho condenados: cinco a la muerte en la horca (Engel, Fischer, Parsons, Spies y Lingg), dos a cadena perpetua (Fielden y Schwab) y uno a 15 años de trabajos forzados (Neebe). Fueron ahorcados el 11 de noviembre de 1887.

Una jornada de lucha obrera, socialista e internacionalista

En homenaje a los mártires de Chicago, el Congreso Obrero y Socialista celebrado en París en 1889 (que dio origen a la II Internacional), fijó el 1° de mayo del año siguiente como jornada de lucha en todo el mundo para conquistar las 8 horas, proponiendo mantenerla hasta que todas las demandas de los trabajadores sean satisfechas. Estados Unidos y Canadá no lo celebran, e instituyeron un “día del trabajo” (labor day) en septiembre para evitar la radicalización del movimiento obrero.

Contra todo intento de vaciarlo de significado, el 1° de Mayo los socialistas revolucionarios honramos a los mártires de Chicago y reivindicamos las luchas en curso, en la perspectiva de lograr gobiernos de trabajadores que liquiden la esclavitud capitalista.

El 1° de Mayo en la Argentina

En nuestro país, unos tres mil trabajadores se reunieron en el Prado Español en aquella primera jornada reivindicatoria del 1° de mayo de 1890. En su mayoría eran inmigrantes sometidos a condiciones inhumanas de explotación, que daban los primeros pasos del movimiento obrero en la Argentina. A principios de 1900 el Estado se ensañó particularmente con las jornadas del 1° de mayo convocadas por la FORA (Federación Obrera Regiónal Argentina, de tendencia anarquista).

La represión más feroz se dio en la jornada del 1º de mayo de 1909, en la que estaban convocados dos actos. El de los anarquistas en Plaza Lorea (hoy parte de Plaza Congreso) fue atacada por orden del jefe de policía coronel Ramón Falcón, resultando 8 obreros muertos y 40 heridos. Miles de obreros anarquistas que huían por Avenida de Mayo terminaron engrosando la columna de los socialistas al confluir en la 9 de Julio. Sin que el ejército se atreviera a reprimir, una multitud avanzó en absoluto silencio hasta el sitio de la convocatoria del acto socialista en Paseo Colón (atrás de Casa de Gobierno). Allí fue aclamada la propuesta de declarar la huelga general por tiempo indefinido como desagravio a la clase obrera, al mismo tiempo que se exigía la renuncia del jefe de policía y el castigo a todos los represores.

Unos 200.000 obreros cumplieron una semana de huelga general, con alta adhesión en todo el país, sin trenes, tranvías ni comercios abiertos, y con la Capital Federal militarizada. Finalmente, el Partido Socialista negoció con el gobierno levantar la huelga a cambio de la libertad de los presos y la reapertura de locales, pero sin exigir la renuncia de Falcón. Seis meses después, el 14 de noviembre, el joven obrero anarquista Simón Radowitzky hizo justicia por mano propia, asesinando a Falcón en un atentado. Esa misma noche se desató otra brutal represión bajo el estado de sitio, con cientos de detenidos, torturados y deportados por la “ley de residencia”. Bandas policiales atacaron las imprentas de los locales socialistas y anarquistas. Radowitzky fue apresado y condenado a perpetua en el penal de Ushuaia (fue indultado en 1929). A 110 años de la masacre de Plaza Lorea, seguimos reivindicando a sus mártires, levantando con orgullo la bandera internacional de la clase obrera.

El 1° de abril de 1939 el fascista general Francisco Franco comunicó el final de la guerra. La derrota republicana fue la antesala de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de una dictadura que duró casi cuatro décadas. La lucha por justicia y por acabar con la herencia franquista aún continúa.

Escribe Federico Novo Foti

“En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”, fue el último parte de guerra emitido por Franco. Pero la derrota ya se preveía: el 26 de enero había caído Barcelona y el 28 de marzo Madrid. 460.000 refugiados huían desesperados colapsando los caminos hacia Francia. Pero el suplicio del pueblo español recién comenzaba. Hubo 500.000 ejecutados en juicios sumarios y 115.000 víctimas de desaparición forzada. El régimen de Franco impuso represión y oscurantismo hasta su muerte, en 1975.

La revolución española

La década de 1930 en el Estado Español había comenzado con un fuerte ascenso revolucionario. El odio de las masas superexplotadas de obreros y campesinos se fue transformando en lucha. En 1931 tuvo que abdicar el rey Alfonso XIII, cayó la monarquía y se estableció la Segunda República.
Con avances y retrocesos el ascenso revolucionario se mantuvo y se fue profundizando durante los años siguientes. En febrero de 1936 triunfó en las elecciones el Frente Popular: una coalición de partidos burgueses republicanos, socialistas (socialdemócratas reformistas), comunistas (estalinistas) y el POUM (marxistas críticos de la burocracia de la URSS). El gobierno del Frente Popular intentó vanamente conciliar los intereses contrapuestos de las masas obreras y campesinas con la burguesía y la oligarquía terrateniente. Pero el enfrentamiento se fue agudizando con oleadas de huelgas y ocupaciones de tierras.
La derecha fascista y monárquica conspiró con el sector fascista (falangista) de las fuerzas armadas encabezado por Franco y el 18 de julio de 1936 declararon el golpe de Estado. El gobierno republicano se paralizó, pero las masas no. En Madrid abortaron el golpe. La población trabajadora se armó de inmediato para la defensa de la ciudad. En Cataluña y Asturias también se formaron milicias. Gracias a la iniciativa de obreros y campesinos fue aplastada la sublevación en la mayor parte del territorio español. Al armamento generalizado se empezó a sumar la ocupación de tierras, el desalojo de los curas de las iglesias y el control de los trabajadores sobre distintos aspectos de la vida social. El gobierno, mientras tanto, pretendía combatir al fascismo sin cuestionar la sagrada propiedad privada.

¿Por qué ganó Franco?

El triunfo de Franco se explica por la traición del Frente Popular. La suerte de la revolución se jugó dentro del campo republicano porque esas direcciones fueron las que aplastaron a los trabajadores y campesinos que estaban liquidando a los fascistas. El Partido Comunista fue cumpliendo un papel cada vez más importante usando el prestigio de la URSS y el envío a cuentagotas de armas. Su hombre, Juan Negrín, encabezó el gobierno desde 1937. La GPU (policía secreta de Stalin) persiguió y asesinó a los revolucionarios.
En la actualidad, frente a los gobiernos burgueses surgidos desde la transición de 1975, sigue planteada la lucha de los trabajadores y el pueblo por acabar con la herencia franquista, ligando la pelea por justicia por los asesinados y desaparecidos a las huelgas y movilizaciones contra el ajuste y la opresión nacional.

Nahuel Moreno y la lucha contra el fascismo



El dirigente trotskista argentino en su trabajo “Revoluciones del siglo XX” abordó el debate sobre cómo enfrentar a la contrarrevolución burguesa imperialista y tomó el ejemplo de la Guerra Civil Española: “La aparición del fascismo, primero como partido o movimiento y después, cuando triunfa, como un régimen político contrarrevolucionario, le plantea al marxismo dos graves problemas políticos que se pueden sintetizar en uno solo: ¿cómo enfrentar al fascismo como partido cuando lucha por llegar al poder, y como régimen cuando ya llegó a él? […] La Guerra Civil Española fue la máxima expresión de esa lucha para impedir el triunfo franquista, aunque las direcciones de las masas no la encararon con un criterio marxista revolucionario. Esas direcciones (los burgueses republicanos, con el Partido Socialista y el estalinista) quisieron circunscribir la lucha solo al enfrentamiento entre el régimen democrático burgués y el fascista. Y eso dentro de los cánones de la burguesía, respetando la propiedad privada y apoyándose en la policía y el ejército burgueses. Los marxistas revolucionarios, en cambio, planteábamos que era indispensable derrotar al fascismo a través de la unidad de todos los que estuvieran dispuestos a pelear contra él. Pero, al mismo tiempo, por la movilización del movimiento obrero y de masas, liquidar a los terratenientes y a la burguesía, poniendo bajo control de los trabajadores al aparato productivo, cambiando el carácter de clase del Estado. Esta sería la única forma de lograr una adhesión cada día mayor de los obreros y campesinos a la lucha contra el franquismo. Decíamos, en síntesis, que había que transformar la lucha en defensa del régimen burgués democrático en una lucha permanente por el socialismo.

 

 

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