Nov 23, 2024 Last Updated 12:40 PM, Nov 23, 2024

Escribe Francisco Moreira

El 3 de octubre de 1990 se firmó el tratado de unificación que, tras la caída del Muro de Berlín un año antes, selló formalmente la reunificación alemana. El pueblo alemán derrotó a la dictadura del partido único en el sector oriental y acabó con la división del país. Sin embargo, los desastres del falso socialismo de la burocracia estalinista y la ausencia de una dirección revolucionaria dieron lugar a la restauración capitalista. Sigue pendiente la tarea de avanzar hacia un verdadero socialismo con democracia obrera.

En mayo de 1945 se produjo la rendición de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Hitler se suicidó cuando las tropas del ejército soviético tomaron Berlín, la capital de Alemania. Tras su triunfo, la burocracia de la URSS, encabezada por José Stalin, y los líderes imperialistas Winston Churchill (primer ministro inglés) y Franklin Roosevelt (presidente de los Estados Unidos) pactaron dividir el país. Así comenzaron a crear “esferas de influencia” para reconstruir el capitalismo y frenar los movimientos revolucionarios e independientes de los trabajadores y los pueblos del mundo. Además, se aseguraron de que el proletariado alemán, rico en tradición revolucionaria, tuviera más dificultades para volverse a levantar en el futuro.

La división de Alemania llevó a la creación, en la región occidental, más poblada e industrial, de la República Federal Alemana (RFA), con capital en Bonn. En la zona oriental, con menos población y menor desarrollo, se constituyó la República Democrática Alemana (RDA), con capital en Berlín, que quedó dividida. En 1961, la dictadura burocrática construyó el muro, símbolo de la división alemana y de la represión al pueblo alemán oriental.

En la RDA se instituyó un régimen parecido al de los gobiernos de Polonia, Hungría, Checoslovaquia y otras naciones de Europa Central, que los trotskistas llamamos “Estados obreros burocráticos”. Una dictadura del Partido Socialista Unificado, estalinista, un aparato burocrático y totalitario que respondía directamente a las órdenes de los jefes de Moscú y era protegido por las tropas rusas del Pacto de Varsovia. La población vivía bajo una constante represión, sin libertades y con una vida regimentada por el control burocrático. Con la eliminación de la burguesía y la planificación económica lograron mejoras, como pleno empleo y acceso masivo a actividades deportivas y culturales, aunque siempre modestas en relación con sus vecinos de la RFA, protegidos por el imperialismo yanqui.

Derrumbe estalinista y reunificación alemana

En la década de los ’80, las burocracias dominantes en los países donde se había expropiado a la burguesía profundizaron sus negociaciones con el imperialismo y la apertura hacia la penetración capitalista. La falta de libertades y la caída en los niveles de vida alentaron entre las masas un ascenso de las luchas. Se puso en marcha una rebelión antiburocrática y democrática. Comenzaron a darse los primeros triunfos de lo que León Trotsky denominó en los años ’30 “revolución política” contra el aparato burocrático. La revolución polaca fue una de las primeras, con el surgimiento del sindicato Solidaridad. Ya en 1989, en toda Europa Oriental, había movilizaciones. Las huelgas mineras sacudían a la URSS. Ese año, en junio, hubo una derrota importante en China, cuando la dictadura del Partido Comunista aplastó la revolución con la represión en la plaza Tiananmen. Pero esto no detuvo a las masas.

A comienzos de octubre de 1989, la RDA realizó los festejos por los cuarenta años de su fundación. Pero ya para esos días el régimen dictatorial estaba en total crisis, con un país semiparalizado en lo económico, sacudido por el éxodo creciente de su población a Hungría y Checoslovaquia y las movilizaciones populares. La visita de Mijaíl Gorbachov, jefe de Estado de la URSS, fue utilizada por las masas para expresar sus anhelos de cambio. El gobierno intentó calmar el descontento con algunos cambios. Destituyeron al viejo dictador Erich Honecker e impusieron a Egon Krenz. En noviembre, como parte de los cambios prometidos, Krenz anunció que se darían permisos para visitar Berlín Occidental. Sin que nadie lo hubiera previsto o planificado, los alemanes orientales comenzaron a trasladarse en coche y a pie para visitar el otro lado sin restricciones. Frente al Muro de Berlín se abrazaban parientes y desconocidos. Pronto aparecieron los primeros picos y martillos y, bajo la mirada desconcertada de los soldados orientales, comenzó la demolición del hormigón. El pueblo alemán ponía en marcha no solo el fin de la dictadura estalinista sino, también, la reunificación alemana.

Un triunfo con un alto costo

Según los grandes medios de comunicación, los artífices de la reunificación alemana fueron el presidente yanqui, Ronald Reagan, y el papa Juan Pablo II, ayudados por Gorbachov. Pero no fue así. Los gobiernos capitalistas temían que una Alemania reunificada quebrara los frágiles equilibrios imperialistas. Por su parte, la burocracia estalinista aún pretendía retener el poder y encauzar la restauración capitalista bajo su propio dominio. Ambos le temían al ascenso revolucionario de las masas.

La caída del Muro fue una victoria del pueblo alemán y del mundo porque concretó y simbolizó el fin de las dictaduras burocráticas de los partidos comunistas. Fue una revolución política triunfante. Pero al mismo tiempo tuvo grandes limitaciones y contradicciones. Debido a la ausencia de una alternativa socialista revolucionaria que encabezara la movilización de las masas, no se enfrentó ni derrotó la restauración capitalista en marcha. Por el contrario, la confusión llevó a las masas a ilusionarse con el capitalismo. Se fortaleció la campaña ideológica de todos los reformistas y de los ideólogos capitalistas contra la expropiación y contra la propiedad estatal de las principales empresas de producción y servicios, que son la base económica y social de un auténtico socialismo.

El canciller demócrata cristiano Helmut Kohl fue uno de los líderes que más rápido comprendió la situación. La reunificación era un hecho que no tenía retorno. Entonces, asumió la conducción del proceso. Con millones de marcos, realizó concesiones económicas a la población oriental para estabilizar la situación del país y desmontar la movilización. El 3 de octubre de 1990, tras la firma del tratado de unificación, encabezó los festejos. El pueblo alemán pagaría después el alto costo de que se avanzara hacia una reunificación, pero bajo el capitalismo.

A partir de entonces, el conjunto de los trabajadores alemanes continuó haciendo su experiencia con el capitalismo y sus gobiernos, que nunca pudo ni podrá ofrecerles el progreso que anhelaban quienes tiraron el Muro de Berlín y propiciaron la reunificación. La relativa estabilidad lograda en Alemania como potencia imperialista, continuada por los gobiernos de Ángela Merkel, fue lograda a costa de brutales planes de ajuste a los trabajadores y los sectores populares. Hoy, ante la doble crisis de la pandemia y la economía, los trabajadores vuelven a pagarla con reducciones salariales y aumento del desempleo. Por eso sigue aún vigente la gran tarea de conquistar gobiernos de trabajadores, expropiar a la burguesía y avanzar hacia un verdadero socialismo con democracia obrera.

Escribe Federico Novo Foti

El pasado viernes 18 de septiembre se cumplieron 14 años de la segunda desaparición de Jorge Julio López, quien había sido un testigo clave en la acusación que llevó a la cárcel al genocida y director de Investigaciones de la Policía Bonaerense durante la última dictadura militar, Miguel Osvaldo Etchecolatz. López había recibido amenazas por parte de Etchecolatz, incluso durante el juicio. Sin embargo, el entonces gobierno de Néstor Kirchner no le dio ninguna protección y, luego de su desaparición, no promovió ninguna investigación seria. En estos 14 años pasaron varios gobiernos, pero continuó la impunidad porque la causa por su segunda desaparición nunca avanzó. Por eso el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia realizó una concentración en Plaza de Mayo para seguir exigiendo justicia por López y denunciar la impunidad que se mantiene con los gobiernos de Alberto Fernández y Axel Kicillof, que no promueven el avance de la causa. Por su parte, la Multisectorial de La Plata, Berisso y Ensenada realizó una importante movilización incorporando al reclamo por López las denuncias contra la represión actual del gobierno, en el marco de la crisis del coronavirus y la crisis económica, por los más de cien casos de gatillo fácil sucedidos en cuarentena, la represión a los trabajadores del frigorífico Penta, la persecución a manteros y trabajadores ambulantes migrantes, como la comunidad senegalesa de La Plata, o las amenazas de desalojo en las tomas de tierras. La lucha por justicia por López, el juicio y castigo a los responsables de su segunda desaparición y por el desmantelamiento de las fuerzas represivas continúa.  

Los días 4 y 5 de septiembre de 1975, ocho compañeros del PST de La Plata, partido antecesor de Izquierda Socialista, fueron secuestrados y asesinados por bandas fascistas que actuaban al amparo del gobierno peronista de Isabel Perón. Fue la antesala del golpe de 1976. José Rusconi, quien por entonces era militante de la Juventud Socialista del PST, recuerda los hechos, continúa exigiendo justicia y reivindica su ejemplo revolucionario.

Escribe José “Pepe” Rusconi

Cuando en septiembre de 1974 el compañero Roberto “Laucha” Loscertales me propuso apoyar el conflicto de una fábrica en el barrio de Villa Elisa me dio la posibilidad, como activista universitario, de hacer mi primera experiencia de lucha junto al movimiento obrero. Así, me sumé al Partido Socialista de los Trabajadores (PST). En ese momento era imposible imaginarme qué le pasaría a Laucha tan solo un año después.

El 5 de septiembre de 1975, en horas de la mañana, estábamos en el centro platense junto con otra compañera, Patricia Claverie. Regresábamos de una actividad militante. Ambos pertenecíamos a la Juventud Socialista del PST y éramos estudiantes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Yo, además, era trabajador del Banco Nación. Caminábamos y charlábamos tranquilos. Patricia me acompañó hasta la entrada de mi trabajo y siguió rumbo a nuestro local partidario. No sabíamos nada de lo que había sucedido la noche anterior.

Esa noche, cinco compañeros y compañeras se habían dirigido hasta la planta de Petroquímica Sudamericana (hoy Mafissa) en Olmos, para brindar apoyo a sus trabajadores. En Petroquímica se venía desarrollando un conflicto gremial muy importante y nuestro partido, que apoyaba esa huelga como lo hacía en todos los conflictos, había organizado una colecta en la universidad para el fondo de lucha de los trabajadores. Las compañeras y compañeros que se habían dirigido a la fábrica para llevar lo recaudado eran Roberto “Laucha” Loscertales, que había sido dirigente estudiantil en la Facultad de Ingeniería y trabajador del Astillero Río Santiago; Adriana Zaldúa, referente estudiantil de Arquitectura y trabajadora del Ministerio de Obras Públicas (MOP); Hugo Frigerio, trabajador y delegado gremial, también del MOP; Ana María Guzner Lorenzo, trabajadora delegada no docente despedida de la UNLP por la “Misión Ivanissevich”, y Lidia Agostini, joven odontóloga integrante del frente de profesionales del partido. Pero nunca llegaron, porque fueron interceptados en el camino y secuestrados.

Yo aún estaba trabajando cuando me llegaron las primeras noticias sobre el hecho. Al terminar la jornada me dirigí rápidamente hacia nuestro local. Creo que fui el último en ingresar, porque detrás mío se cerraron las puertas para que nadie entrara ni saliera. Un rato antes había sucedido un segundo hecho. Cuatro compañeros habían salido del local para volantear en el Ministerio de Obras Públicas, donde se iba a realizar una asamblea por lo sucedido la noche anterior. Pero tampoco llegaron. A la vuelta del local, tres de ellos fueron obligados a ingresar a dos autos por personas armadas. Una cuarta compañera, que se había retrasado, pudo ver la situación volviendo rápidamente al local para dar aviso. Estos compañeros eran Oscar Lucatti, trabajador del MOP; Carlos “Dicky” Povedano, trabajador de una repartición pública llamada Previsión Social, y Patricia Claverie, estudiante de la Facultad de Ciencias Naturales, con la que habíamos compartido actividades unas horas antes.

Las bandas fascistas durante el gobierno peronista

Nos quedamos encerrados en el local toda la noche como medida de seguridad. Solo ingresó un grupo de compañeros y familiares de las víctimas que habían estado haciendo infructuosas gestiones para localizar a los secuestrados. Por la madrugada llegaron las noticias. Supimos que habían sido secuestrados por un grupo fascista que actuaba en la ciudad. Era la época de las bandas de extrema derecha, como la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), la Concentración Nacionalista Universitaria (CNU) y otras, que habían comenzado a actuar al amparo del gobierno de Perón, primero, y tras su fallecimiento, de su sucesora, Isabel Martínez de Perón, organizadas por el ministro de Bienestar Social José López Rega.

La patronal y el imperialismo no habían tenido éxito con su proyecto de traer a Perón al país en 1973 para intentar cerrar el inmenso ascenso obrero y popular abierto con el Cordobazo en 1969. El Pacto Social que había propuesto Perón para contener las luchas, congelando salarios y suspendiendo las negociaciones colectivas de trabajo, había fracasado. Los trabajadores siguieron reclamando ante la creciente inflación. En junio de 1975, la movilización obrera conocida como Rodrigazo hizo caer a Celestino Rodrigo, ministro de Economía, y al mismo López Rega, frustrando así el plan de ajuste. El gobierno peronista alentó la acción de las bandas fascistas y la represión a los activistas obreros y populares. La burguesía ya comenzaba a preparar el golpe de Estado.

Una militancia al servicio de construir el partido revolucionario y por el socialismo

Los cuerpos de los compañeros aparecieron en La Balandra (Berisso), acribillados y mutilados. El partido organizó el velatorio, donde estuvieron los restos de casi todos ellos. Al lugar se acercaron delegaciones de obreros de diferentes fábricas y comisiones internas de la región, conmocionadas por la masacre. Algunas de ellas expresaban que habían recibido la solidaridad de nuestros compañeros y del partido en sus luchas.

El PST estaba fuertemente inserto en el movimiento obrero y sus luchas. Tenía un enorme reconocimiento de los luchadores y el resto de la izquierda. Esto le valió el ensañamiento de las bandas fascistas y obligó a tomar medidas de seguridad. En mayo de 1974 ya habíamos recibido un golpe en la masacre de Pacheco. En aquel momento, Nahuel Moreno, dirigente de nuestra corriente, había llamado a la unidad de acción antifascista y a organizar la autodefensa obrera. Pero la mayoría de las organizaciones políticas lo desoyeron. Posteriormente, el golpe de Estado siguió ensañándose con el PST, que tuvo más de cien compañeros y compañeras asesinados y detenidos desaparecidos.  

Hoy el recuerdo de los compañeros y las compañeras asesinados en la Masacre de La Plata es un homenaje en su memoria. Pero también es un reconocimiento a aquellos que entregaron sus vidas en la pelea por construir un partido revolucionario que aspira al gobierno de los trabajadores y las trabajadoras para terminar con la sociedad capitalista y construir, sobre sus ruinas, el socialismo. Izquierda Socialista, orgulloso continuador del glorioso PST, sigue exigiendo verdad y justicia para nuestros compañeros y compañeras asesinados en la Masacre de La Plata. Seguimos levantando, como lo hicimos desde un primer momento, los puños bien en alto y decimos ¡compañeras y compañeros asesinados y detenidos desaparecidos del glorioso PST, hasta el socialismo siempre!

Los días 4 y 5 de septiembre de 1975, ocho compañeros del PST de La Plata, partido antecesor de Izquierda Socialista, fueron secuestrados y asesinados por bandas fascistas, que actuaban al amparo del gobierno peronista de Isabel Perón. Fue la antesala del golpe de 1976. José Rusconi, quien por entonces era militante de la Juventud Socialista del PST, recuerda los hechos, continúa exigiendo justicia y reivindica su ejemplo revolucionario.

 

Escribe José “Pepe” Rusconi

 

Cuando en el mes de septiembre de 1974, el compañero Roberto “Laucha” Loscertales me propuso apoyar el conflicto de una fábrica en el barrio de Villa Elisa, me dio la posibilidad, como activista universitario, de hacer mi primera experiencia de lucha junto al movimiento obrero. Así me sumé al Partido Socialista de los Trabajadores (PST). En ese momento era imposible imaginarme qué le pasaría a “Laucha” tan sólo un año  después.

El 5 de septiembre de 1975, en horas de la mañana, estábamos en el centro platense junto a otra compañera, Patricia Claverie. Regresábamos de una actividad militante. Ambos pertenecíamos a la Juventud Socialista del PST y éramos estudiantes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Yo, a su vez, era trabajador del Banco Nación. Caminábamos y charlábamos tranquilos. Patricia me acompañó hasta la entrada de mi trabajo y siguió rumbo a nuestro local partidario. No sabíamos nada de lo que había sucedido la noche anterior.

Esa noche, cinco compañeros y compañeras se habían dirigido hasta la planta de Petroquímica Sudamericana en Olmos (hoy Mafissa), para brindar apoyo a sus trabajadores. En Petroquímica se venía desarrollando un conflicto gremial muy importante y nuestro partido, que apoyaba esa huelga como lo hacía con todo conflicto, había organizado una colecta en la universidad para el fondo de lucha de los trabajadores. Los compañeros y compañeras que se habían dirigido a la fábrica para llevar lo recaudado eran  Roberto “Laucha” Loscertales, que había sido dirigente estudiantil en la Facultad de Ingeniería y trabajador del Astillero Río Santiago; Adriana Zaldúa, referente estudiantil de Arquitectura y trabajadora del Ministerio de Obras Públicas (MOP); Hugo Frigerio, trabajador y delegado gremial también del MOP; Ana María Guzner Lorenzo, trabajadora delegada no docente despedida de la UNLP por la “Misión Ivanissevich”; y Lidia Agostini, joven odontóloga integrante del frente de profesionales del partido. Pero nunca llegaron, porque fueron interceptados en el camino y secuestrados.

Al día siguiente, yo aún estaba trabajando cuando me llegaron las primeras noticias sobre el hecho. Al terminar la jornada, me dirigí rápidamente hacia nuestro local. Creo que fui el último en ingresar porque detrás mío se cerraron las puertas para que nadie entrara ni saliera. Un rato antes había sucedido un segundo hecho. Cuatro compañeros habían salido del local para volantear en el Ministerio de Obras Públicas, donde se iba a realizar una asamblea por lo sucedido la noche anterior. Pero tampoco llegaron al ministerio. A la vuelta del local, tres de ellos fueron obligados a ingresar a dos autos por personas armadas. Una  cuarta compañera, que se había retrasado, pudo ver la situación volviendo rápidamente al local para dar aviso. Estos compañeros eran Oscar Lucatti, trabajador del MOP; Carlos “Dicky” Povedano, trabajador de una repartición pública llamada Previsión Social; y la misma Patricia Claverie, estudiante de la Facultad de Ciencias Naturales, con la que habíamos compartido la actividad unas horas antes.

 

Las bandas fascitas durante el gobierno peronista

 

Nos quedamos encerrados en el local toda la noche como medida de seguridad. Solo ingresó un grupo de compañeros y familiares de las víctimas que habían estado haciendo infructuosamente gestiones para localizar a los secuestrados. Por la madrugada llegaron las noticias. Supimos que habían sido secuestrados por un grupo fascista que actuaba en la ciudad. Era la época de las bandas de extrema derecha, como la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), la Concentración Nacionalista Universitaria (CNU) y otras, que habían comenzado a actuar al amparo del gobierno de Perón primero y, tras su fallecimiento, de su sucesora Isabel Martínez de Perón, organizadas desde el ministerio de Bienestar Social de José López Rega.

La patronal y el imperialismo no habían tenido éxito con su proyecto de traer a Perón al país en 1973 para intentar cerrar el inmenso ascenso obrero y popular abierto con el “Cordobazo” en 1969. El “Pacto Social”, que había propuesto Perón para contener las luchas, congelando salarios y suspendiendo las negociaciones colectivas de trabajo, había fracasado. Los trabajadores seguieron reclamando ante la creciente inflación. En junio de 1975, la movilización obrera conocida como “Rodrigazo” hizo caer a Celestino Rodrigo, ministro de economía y al mismo López Rega, monje negro del gobierno, frustrando así el plan de ajuste. El gobierno peronista alentó la acción de las bandas fascistas y la represión a los activistas obreros y populares. La burguesía comenzaría a preparar el golpe de estado.

 

Una militancia al servicio de construir el partido revolucionario y por el socialismo

 

Los cuerpos de los compañeros aparecieron en La Balandra (Berisso), acribillados y mutilados. El partido organizó el velatorio, donde estuvieron los restos de casi todos ellos. Al lugar se acercaron delegaciones de obreros de diferentes fábricas y comisiones internas de la región, conmocionadas por la masacre. Algunas de las delegaciones expresaban que habían recibido la solidaridad de nuestros compañeros y del partido en sus luchas.

El PST estaba fuertemente inserto en el movimiento obrero y sus luchas. Tenía un enorme reconocimiento de los luchadores y el resto de la izquierda. Esto le valió el ensañamiento de las bandas fascistas y obligó a tomar medidas de seguridad. En mayo de 1974 ya habíamos recibido el golpe de la masacre de Pacheco. En aquel momento, Nahuel Moreno, dirigente de nuestra corriente, había llamado a la unidad de acción antifascista y a organizar la autodefensa obrera. Pero la mayoría de las organizaciones políticas desoyeron este llamado. El golpe de estado siguió ensañado con el PST, que tuvo más de cien compañeros y compañeras asesinados y detenidos desaparecidos.  

Hoy el recuerdo de los compañeros y compañeras asesinados en la Masacre de La Plata es un homenaje en su memoria. Pero también es un reconocimiento a aquellos que entregaron sus vidas en la pelea por construir un partido revolucionario que aspire al gobierno de los trabajadores y trabajadoras para terminar con la sociedad capitalista  y construir, sobre sus ruinas, el socialismo. Izquierda Socialista, orgulloso continuador  del glorioso PST, sigue exigiendo verdad y justicia para nuestros compañeros y compañeras asesinados en la masacre de La Plata. Seguimos levantando, como lo hicimos desde un primer momento, los puños bien en alto y decimos: ¡compañeras y compañeros asesinados y detenidos desaparecidos del glorioso PST! ¡Hasta el socialismo, siempre!

Escribe: Silvia Santos, Dirigente UIT-CI

Este texto que hoy compartimos, se apoya en las elaboraciones de Nahuel Moreno, dirigente del trotskismo latinoamericano y mundial, contenidas en el libro “China de la Revolución a la restauración capitalista” (junto a otros autores) y en polémicas con la dirección de la IV Internacional, SU.(1)

La mayoría de las y los jóvenes luchadoras y luchadores que se acercan a la militancia revolucionaria poco conocen del fenómeno de la revolución cultural china, un hecho ocurrido hace 54 años. Las imágenes más simbólicas que guardamos de aquel proceso, son los miles o millones de jóvenes manifestando con el “libro rojo de Mao” en sus manos, que contenía las citas y discursos del líder.

Este movimiento, que llamó la atención de la vanguardia mundial tuvo más de una interpretación. Para algunos, fue una genuina manifestación de una nueva democracia surgida desde abajo. Para otros, por el contrario, expresaba una lucha feroz entre dos sectores de la burocracia. Nuestra corriente, encabezada por Nahuel Moreno, entendió que se trataba de una lucha inter burocrática. Uno de esos sectores, liderado por Mao Tsé Tung y Lin Piao apoyándose en la movilización de la juventud y en los trabajadores, encabezó lo que fue conocido como la Revolución Cultural.

La revolución china

El 1° de octubre de 1949, el Ejército Rojo entra a Pekín, derrotando al Kuomintang, partido de los terratenientes, la burguesía y los campesinos ricos, que contaba con el apoyo del imperialismo. Derrotado Chiang Kai-shek, sanguinario dictador y dirigente del Kuomintang, luego de una prolongada guerra de guerrillas, tomó el poder el Partido Comunista chino, dirigido por Mao que, a la cabeza del Ejército de Liberación Nacional, protagonizó una multitudinaria revolución agraria, teniendo como eje al campesinado.

El hecho de que ese gran proceso revolucionario haya sido protagonizado por el campesinado y por tanto con la ausencia de la democracia obrera, le imprimió al maoísmo un carácter burocrático. Sin embargo, a pesar de las limitaciones, una combinación entre el proceso objetivo interno y de la situación internacional generada en la pos guerra, empujó a la expropiación de la burguesía, a pesar de que esa tarea no hacia parte del programa del PC Chino.(1,1)

Para Mao, la revolución que estaba colocada en China era esencialmente anti feudal y antiimperialista, dirigida por un “bloque de cuatro clases”: proletariado, campesinos, pequeño burguesía urbana y burguesía nacional. A pesar de las diferencias con el estalinismo, el maoísmo, igual que la burocracia de la URSS, defendía alianzas con la burguesía nacional y el socialismo en un solo país. Es decir que el arrollador proceso de revolución agraria que llevaban adelante millones de campesinos, en un país que contaba por entonces con 700 millones de habitantes, debía detenerse en la tarea democrática de derribar la dictadura del Kuomintang.

Pero por más que Mao intentase mantener la revolución dentro del marco democrático, la lógica de la revolución agraria con millones de campesinos ocupando tierras, dio origen a un gobierno obrero y campesino.  En ese sentido, Moreno señalaba la importancia del marco internacional. Nos recuerda que mientras la contrarrevolución estalinista se dio en los años de retroceso de las masas y triunfos contra revolucionarios, de 1923 a 1943, la revolución china se dio en la época que siguió a la segunda guerra mundial, acompañando el proceso de luchas anticoloniales triunfantes y de revoluciones que como la yugoeslava o la cubana, se dieron en forma independiente del aparato contra revolucionario de Moscú.

La revolución cultural

Es sólo en este marco que podremos comprender el significado de la revolución cultural. Fue una expresión del enfrentamiento que estalló entre las masas de jóvenes y trabajadores contra los aparatos burocráticos generando una crisis en el régimen, con cuestionamientos a la dirección. En ese escenario se abrió una lucha interburocrática. Para llevar adelante su pelea, Mao se apoya en la movilización de los jóvenes y alega que hay elementos capitalistas infiltrados en el gobierno. Con esa acusación, insiste en que los revisionistas debían ser derrotados a través de la lucha de clases.

La Juventud respondió al llamado de Mao formando grupos de la Guardia Roja en todo el país. El movimiento se extendió al ejército, a los trabajadores urbanos y al propio liderazgo del Partido Comunista. Ese proceso abrió una serie de luchas entre facciones, generalizadas en todos los ámbitos de la vida. En la cúpula, condujo a una purga masiva de altos funcionarios, en particular Liu Shaoqi y Deng Xiaoping. Durante el mismo período, el culto a la personalidad de Mao creció en proporciones gigantescas.

Comenzada en 1966, ya en enero de 1967 se había convertido en una movilización de masas en todo el país de tal magnitud que también comenzaba a involucrar sectores obreros urbanos. Fue entonces que Mao, viendo que el proceso se le podía escapar del control, en 1969 intenta dar por terminada la “Revolución Cultural” que le había permitido eliminar a sus enemigos y reafirmarse como líder de la Revolución. Sin embargo, el proceso se extendió hasta su muerte en setiembre de 1976. Con la muerte del líder, China tomó otro rumbo, se produjo el arresto de sus sucesores, conocida como la Banda de los Cuatro, entre los que estaba la mujer de Mao, Jiang Qing y la Revolución Cultural finalmente llegó a su fin.

A partir de ahí, comenzará un nuevo proceso donde los “reformistas”, dirigidos por el rehabilitado Deng Xiaoping comenzaron a desarmar el andamiaje sobre el que se había montado el maoísmo. En 1978 Deng se convierte en el nuevo líder a partir de lo cual comenzaría una fase de reformas y apertura económica. Una fase, que había sido iniciada por el propio Mao durante la visita de Richard Nixon a China en 1972. (2)



China, una dictadura capitalista

En el último trabajo escrito por Moreno sobre China en Correo Internacional N° 13, en 1985, reseña la derechización del régimen chino y el giro hacia la conciliación con el imperialismo yanqui iniciado por Mao en los años ’70. Con su sucesor Deng Xiaoping ese giro a la derecha se hará impetuoso y se producirá sin retorno la apertura al capitalismo.

En 2008, el trabajo de Miguel Sorans, (dirigente de la UIT-CI) retoma la evolución del proceso chino, camino hacia la restauración convirtiendo a China en una gran economía capitalista. Al revés que en Rusia, Alemania y el resto de los países de Europa del este, donde el movimiento de masas derribó a las dictaduras burocráticas, fue el aplastamiento de las movilizaciones de millones de jóvenes estudiantes y obreros, con la masacre de miles de jóvenes en mayo de 1989 en la Plaza Tiannamen, lo que explica que en China se hayan instalado 70 mil multinacionales, y se la consideró “la fábrica del mundo.”

El trabajo concluye con la caracterización del estado chino como capitalista y su régimen como una dictadura asentada en el Partido Comunista. Destaca también las innumerables luchas obreras y populares que se desenvuelven espontáneamente en todos los rincones de aquel inmenso país.

El futuro de China dependerá de la repercusión de la crisis económica mundial y de la actual pandemia del covid-19 en el país, y, fundamentalmente del desarrollo de la lucha de clases. Finalizamos este texto con un llamado a los revolucionarios del mundo, de apoyar las luchas de la clase obrera y la juventud China por sus reivindicaciones y a pronunciarnos por el fin de la dictadura capitalista china.


 

Notas.

(1 y 1,1)Los debates en la IV Internacional (SU) El triunfo de Mao y el avance hacia la expropiación de la burguesía al calor de la colosal revolución campesina abrió un debate en la IV Internacional. Deslumbrado por el éxito revolucionario, el sector expresado por Ernest Mandel y Livio Maitán sostuvo que “quienes encabezan revoluciones triunfantes son revolucionarios”. Minimizaba el carácter burocrático de la conducción de Mao y su política estalinista de unidad con la burguesía y de “socialismo en un solo país”. Capitulaba así ante el maoísmo, como capituló ante la dirección cubana y frente a cuanta dirección de procesos de lucha que poblaron el mundo.

(2)La relación China y Estados Unidos La primera visita de un presidente de Estados Unidos realizada por Richard Nixon en 1972 a la República Popular China, precedida por una visita secreta del Secretario de Estado Henry Kissinger, fue un hecho  importantísimo para normalizar las relaciones entre Estados Unidos y la República Popular China. Para comprender el significado, Nixon declaró: “Fue una semana que cambió el mundo”. Así, queda evidente que Mao fue parte de la burocracia que impulsó la restauración capitalista, y no como creen algunos sectores de la izquierda, que fue con Deng Xiaoping que se inicia el proceso restauracionista.

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