Escribe Adolfo Santos
La Primera Internacional tuvo una existencia efímera, desde 1864 hasta 1878. Un corto tiempo de arduos debates y de gran elaboración política. Fue fundamental en la conquista de derechos laborales y políticos para los trabajadores y estimuló la organización sindical en muchos países, así como la elevación del nivel político del movimiento sindical. Apoyó las huelgas que se extendieron de un país a otro después de la crisis económica de 1866, llamó a los trabajadores a apoyar, por su propio interés, a sus camaradas extranjeros.
En 1871 apoyó decididamente la Comuna de París, la primera, aunque breve experiencia de un gobierno de los trabajadores. Y fue la derrota de la misma lo que aceleró el fin de la Primera Internacional. En 1872 se realizó el último congreso, atravesado por la represión a la Comuna y la encarnizada lucha política con los anarquistas seguidores de Bakunin. Dadas las difíciles condiciones que se atravesaban en Europa, se resolvió trasladar el Consejo General a Nueva York y en 1878 se disolvió formalmente.
Dejó un legado importante: probar que la unidad internacional de las y los trabajadores, además de necesaria, era posible y fue fructífera. Desde la Unidad Internacional de las Trabajadoras y los Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI), después del fracaso y la burocratización de la II y III Internacional, estamos al servicio de la reconstrucción de la IV Internacional fundada por León Trotsky e impulsamos la continuidad de la lucha revolucionaria iniciada hace 160 años por la Asociación Internacional de los Trabajadores y todo su legado.
“El internacionalismo proletario surgió en respuesta a un problema objetivo, no es algo inventado por Marx en su escritorio. El Manifiesto Comunista, publicado en 1848, es un documento de obreros emigrantes, las ligas obreras europeas, que se encontraban sumergidas en un proceso de ebullición revolucionaria. eran alemanes, franceses, belgas,ingleses, italianos…
En 1864 surge la Primera Internacional, fundada por dirigentes sindicales de distintos países, quienes llaman a Marx a colaborar. En Inglaterra había muchos obreros inmigrantes, entre ellos alemanes,quienes recibían salarios muy bajos. Esto le creaba problemas a los obreros ingleses, que se quedaban sin trabajo debido a esa mano de obra barata. En Francia existían problemas similares.Los dirigentes obreros de esos países se reunieron, descubrieron que tenían problemas comunes que requerían una organización internacional. Es decir, el problema en Inglaterra no se resolvería con el enfrentamiento entre obreros ingleses y alemanes sino con la unidad de ambos proletariados y los de todo el mundo contra el enemigo de clase común”. *
* Conversaciones con Nahuel Moreno, Capítulo III: El partido mundial.
Escribe Federico Novo Foti
El 20 de septiembre de 1984, la Conadep presentó al entonces presidente Raúl Alfonsín (UCR) su informe relativo a la desaparición de personas bajo la dictadura. Publicado como libro con el título “Nunca Más”, fue uno de los primeros logros de la lucha por Memoria, Verdad y Justicia, ya que reconoció la existencia del “terrorismo de Estado” y aportó pruebas en el juicio a las Juntas Militares. Hoy el gobierno negacionista de Milei busca salvar a los genocidas, pero la lucha continúa.
La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) fue creada por el presidente Raúl Alfonsín (UCR) el 15 de diciembre de 1983. Respondía así al reclamo del movimiento popular y las organizaciones de derechos humanos, especialmente las Madres de Plaza de Mayo, que en 1977 habían comenzado sus rondas en busca de sus hijos. El decreto de constitución de la comisión establecía que su objetivo sería “esclarecer los hechos relacionados con la desaparición de personas ocurridos en el país”.1 Fue presidida por el escritor Ernesto Sábato.
El 20 de septiembre de 1984, la “Comisión Sábato” presentó su informe final al presidente, cuya síntesis sería publicada en forma de libro bajo el título “Nunca Más”.2 El informe aportó pruebas utilizadas en el juicio a las Juntas Militares, realizado en 1985. Expuso el “terrorismo de Estado”, la existencia de un plan sistemático perpetrado por la dictadura para perseguir, torturar, asesinar y desaparecer a activistas y disidentes políticos. Sin embargo, la tarea de la Conadep y los alcances de su informe fueron limitados por la política de impunidad del gobierno de Alfonsín.
Alfonsín y la “teoría de los dos demonios”
La caída de la dictadura, tras la derrota en la Guerra de Malvinas, fue un colosal triunfo revolucionario de la movilización obrera y popular, que conquistó amplias libertades democráticas y abrió una nueva etapa en el país. El 16 de junio de 1982, el general Leopoldo Fortunato Galtieri debió renunciar, y durante cinco días no hubo gobierno. Luego, los militares, con el aval del PJ, la UCR y los partidos burgueses unidos en la Multipartidaria, decidieron que asumiera el general Reynaldo Bignone, tratando de desviar la movilización revolucionaria hacia el terreno de las elecciones, para sostener el sistema capitalista.3 En octubre de 1983 se realizaron las elecciones, en las que resultó ganador Alfonsín (UCR) con el 51,7% de los votos. Millones de trabajadores y otros sectores populares, incluyendo a muchos peronistas, le dieron su voto. Alfonsín captó los anhelos de libertad y progreso surgidos de la lucha contra la dictadura, usando consignas como: “con la democracia se come, se cura y se educa”.
La anulación de la “Ley de Autoamnistía”4, con la que los militares buscaban exculparse de sus delitos, y la creación de la Conadep fueron los primeros logros obtenidos por la lucha obrera y popular que derrotó a la dictadura. Sin embargo, Alfonsín no buscaba iniciar un verdadero proceso de verdad y justicia. Días antes de la creación de la comisión expresó por primera vez su “teoría de los dos demonios”, en la que afirmaba que durante la década de 1970 el país había estado atravesado por el terror, que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda.5
Así intentó equiparar los crímenes del terrorismo de Estado con el accionar de las organizaciones guerrilleras y ocultar que la dictadura tuvo por objetivo liquidar a toda una generación de activistas obreros y populares.
Bajo esta concepción, el gobierno impuso a la Conadep enormes limitaciones. La Comisión no incluyó en su composición a los organismos de derechos humanos. No tuvo atribuciones para citar a declarar ni juzgar a los militares. Tampoco para abrir los archivos de “inteligencia” de la dictadura. Por el contrario, Alfonsín promovió la reforma del Código de Justicia Militar para que los genocidas fueran juzgados en tribunales militares, con la idea de que no se enjuiciara al conjunto de las fuerzas armadas, sino sólo a quienes habían cometido “excesos”.6
Contra la política de impunidad del gobierno radical, el Movimiento al Socialismo (MAS), partido antecesor de Izquierda Socialista, reclamó la creación de una comisión bicameral, juicios por jurados populares (integrados por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, familiares, representantes de partidos políticos y organizaciones obreras víctimas de la dictadura) y planteó “que al ser el genocidio cometido por la dictadura un verdadero crimen de lesa humanidad, debe aplicarse el principio de reversión de la prueba” porque “son los que ejercieron funciones represivas los que tienen que probar su inocencia”.7
La lucha por memoria, verdad y justicia continúan
La continuidad de las luchas obreras y populares, y del movimiento de derechos humanos en especial, obligaron en 1985 al gobierno y a la burguesía a aceptar la realización de un juicio civil a las Juntas Militares, no en un tribunal militar. Un hecho para entonces inédito, desde los juicios de Nüremberg de 1945-1946 contra los jerarcas nazis. En el juicio fueron condenados a perpetua los generales Jorge Rafael Videla y Emilio Massera, un triunfo importante pero parcial de la lucha.
Los partidos patronales han intentado una y otra vez proteger a los genocidas, porque ir contra ellos es ir contra los intereses económicos y políticos de ajuste, sometimiento y entrega del país que sus gobiernos mantienen. En 1986 y 1987 Alfonsín impuso las “leyes de impunidad” (Obediencia Debida y Punto Final) que buscaron exculpar a los mandos medios y frenar los juicios. Carlos Menem (PJ) indultó a los militares. Bajo los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner (PJ) primó el doble discurso y, mientras descolgaban el cuadro de Videla, nombraban al genocida César Milani al frente de las Fuerzas Armadas y desaparecía Jorge Julio López. Mauricio Macri (PRO) intentó meter el 2x1 para liberar a los genocidas presos.
Hoy, la búsqueda de impunidad ha pegado un salto bajo el gobierno ultraderechista de Javier Milei y su vice, Victoria Villarruel, defensora de genocidas. Quieren restaurar la “teoría de los dos demonios”, niegan el genocidio y el terrorismo de Estado. La visita de diputados a genocidas presos y el acto en el Senado por “las víctimas del terrorismo” expuso su plan para liberarlos (ver nota en página 4). En el marco del plan motosierra también quieren reforzar el aparato represivo, con el protocolo antipiquetes y la restauración de la siniestra Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE).
Pero, en abierta oposición, el pueblo trabajador nunca perdonó a los genocidas, y cada 24 de Marzo ha sido una multitudinaria demostración en reclamo de Memoria, Verdad y Justicia. Gracias a ello se anularon en 2003 las leyes de impunidad, se logró que los militares volvieran al banquillo de los acusados por el robo de bebés, y la reapertura de causas de lesa humanidad. Desde Izquierda Socialista/ FIT Unidad seguimos exigiendo cárcel común, perpetua y efectiva para todos los genocidas y sus cómplices. Sostenemos la importancia de la inversión de la carga de la prueba para delitos de lesa humanidad.
Decimos: ¡Son 30.000! No fue una guerra, fue un genocidio. Reclamamos la apertura de los archivos de la dictadura y la restitución de la identidad de los bebés apropiados. Mientras damos todas esas peleas, también nos abocamos a la tarea de construir una alternativa política que termine con el modelo de hambre, saqueo y entrega capitalista que apuntaló la dictadura y aún perdura, gestando y fortaleciendo un partido socialista y revolucionario que luche consecuentemente por castigar a los genocidas y por una salida de fondo: conquistar un gobierno de las y los trabajadores y el pueblo, por el socialismo.
1. Decreto del PEN 187/1983 Disponible en www.argentina.gob.ar
2. “Nunca Más. Informe de la Comisión Nacional…”. Editorial Eudeba, Buenos Aires, 1984.
3. Ver Miguel Sorans. “Debates en la izquierda revolucionaria. PTS e IS: dos visiones opuestas desde la caída de la dictadura…”. Disponible en www.izquierdasocialista.org.ar
4. Ver “El Socialista” Nº 568 (13/09/2023). Disponible en www.izquierdasocialista.org.ar
5. www.archivorta.com.ar
6. Ley 23.049/1984
7. “Semanario Socialista” Nº 80 (20/09/1984).
Escriben José “Pepe” Rusconi, Stella Vanara y Haydee Puhl
En los días 4 y 5 de septiembre de 1975 fueron secuestrados, torturados y fusilados por bandas fascistas que actuaban al amparo del gobierno peronista, ocho militantes del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de La Plata, partido antecesor de Izquierda Socialista. Este hecho es recordado como la “Masacre de La Plata”. Hoy seguimos exigiendo justicia por nuestros compañeros y compañeras asesinadas del PST y, ante la campaña negacionista del gobierno de Milei y su intento de beneficiar a los genocidas presos decimos: ¡Son 30.000! No fue una guerra, fue genocidio.
Desde mediados de la década de 1960 comenzó a nivel mundial un gran ascenso de las luchas obreras y populares. En Estados Unidos hubo grandes manifestaciones contra la guerra de Vietnam, las cuales fueron uno de los factores clave para la derrota del ejército más poderoso del mundo. En Francia se dio una enorme lucha obrera y estudiantil llamada “Mayo Francés”. Estos y muchos otros hechos de la lucha de clases marcaron aquella etapa en la que nuestro país no estuvo ajeno.
Desde 1966, gobernaba nuestro país la dictadura del general Juan Carlos Onganía. Pero en 1969 se dio una serie de levantamientos obreros y populares conocido como los “azos”, cuyo punto máximo fue la insurrección del “Cordobazo” del 29 de mayo de 1969. Fracasado en su intento de frenar las luchas, Onganía fue reemplazado por el general Roberto Levingston, quien luego fue sucedido por el general Alejandro Agustín Lanusse, hombre más hábil de la casta militar. Se propuso detener el ascenso en acuerdo con las patronales, la UCR y el PJ, todos auspiciados por el imperialismo, promoviendo el Gran Acuerdo Nacional (GAN). Se trataba de intentaron descomprimir la situación abriendo un proceso electoral y permitiendo la participación del PJ, proscripto desde el golpe de 1955.
Así fue que en marzo de 1973, el peronismo ganó las elecciones con la fórmula Héctor “el tío” Cámpora y Vicente Solano Lima. Pero tampoco pudo controlar al movimiento obrero y popular, que continuó su lucha contra el ajuste y por mejores condiciones de vida. Finalmente, presionado por Juan Domingo Perón, Cámpora debió renunciar. Las nuevas elecciones, realizadas en septiembre del mismo año, dieron como ganadora a la fórmula integrada por Juan Perón y su esposa, María Estela Martínez de Perón (“Isabelita”). Pero ni Perón, con su autoridad histórica ante el movimiento obrero y popular, pudo frenar las luchas.
Ya a finales de 1973, habían comenzado a actuar las primeras bandas fascistas integradas por la patota de la burocracia sindical y grupos parapoliciales, organizados desde el Ministerio de Bienestar Social de José López Rega. Entre ellas, se destacaban la Alianza Anticomunista Argentina (la Triple A), la Concentración Nacionalista Universitaria (CNU) y el Comando de Organización (CdeO). Tras la muerte de Perón, en julio de 1974, Isabelita asumió e intentó aplicar un ajuste económico brutal, elaborado por su ministro de Economía, Celestino Rodrigo, que pulverizaba los salarios. Esto generó una enorme reacción obrera que se llamó el “Rodrigazo”, en junio de 1975, que terminó con el “Plan Rodrigo” y dejó tambaleante al gobierno. En ese contexto se dio la “Masacre de La Plata”.
La masacre de La Plata
En esa época en la ciudad de La Plata se dieron importantes luchas como la de los obreros de Petroquímica Sudamericana (Mafissa), Propulsora Siderúrgica (Siderar), Astillero Río Santiago y muchas otras fábricas. También en reparticiones estatales, bancos y de trabajadores y estudiantes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), que fueron un ejemplo de organización y combatividad. En ellas, las y los militantes del PST ocuparon un importante, impulsando la organización y la solidaridad obrero-estudiantil y popular, con la perspectiva de luchar por una Argentina y un mundo socialista.
La noche de 4 de septiembre de 1975, un grupo de jóvenes militantes del PST se dirigía hacia la fábrica Petroquímica Sudamericana para llevar dinero de una colecta en apoyo a su fondo de huelga, pero nunca llegaron. Los interceptaron y secuestraron. Fueron terriblemente torturados y luego fusilados. Tiraron sus cuerpos en La Balandra, una playa de la vecina localidad de Berisso. Elles eran, Roberto “Laucha” Loscertales, que había sido dirigente estudiantil en la Facultad de Ingeniería, trabajador del Astillero Río Santiago y dirigente del equipo de trabajadores de Propulsora; Adriana Zaldúa, referente estudiantil de Arquitectura y trabajadora del Ministerio de Obras Públicas (MOP); Hugo Frigerio, delegado gremial del MOP; Ana María Guzner Lorenzo, delegada no docente de la UNLP; y Lidia Agostini, joven odontóloga, integrante del frente de profesionales.
Alarmados por su desaparición, pero aún sin conocimiento de lo sucedido, se convocó a una asamblea en el MOP, que resultó multitudinaria. Otros tres militantes del PST salieron del local del PST de La Plata rumbo a ese lugar, llevando volantes denunciando los hechos. Pero tampoco pudieron llegar a su destino, siendo interceptados y secuestrados a plena luz del día a la vuelta del local, ubicado en el centro de la ciudad. Sus cuerpos también aparecieron mutilados y acribillados horas después. Ellos eran, Oscar Lucatti, trabajador del MOP; Carlos “Diki” Povedano, trabajador de Previsión Social; y Patricia Claverie, estudiante de Ciencias Naturales.
El asesinato de los ocho militantes del PST, a manos de una banda fascista que actuaba al amparo del gobierno peronista de Isabelita y del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Victorio Calabró, dirigente burócrata de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), tuvo como objetivo golpear al movimiento obrero y popular de la región y, en particular, al PST y su política socialista revolucionaria.
Seguimos luchando por justicia y por el socialismo
Tras la caída de la dictadura, desde 1983, los distintos gobiernos patronales han intentado imponer un manto de impunidad para las bandas fascistas que actuaron bajo los gobiernos de Perón e Isabel y para los militares genocidas y sus cómplices. Así, Raúl Alfonsín (UCR) impuso las leyes de “Punto Final” y “Obediencia Debida”, Carlos Menem (PJ) los indultos y los Kirchner nombraron al genocida César Milani como jefe de las Fuerzas Armadas y Macri intentó imponer el 2x1 para liberar a los genocidas.
Hoy el gobierno liberfacho de Javier Milei y Victoria Villarruel intenta restaurar la “teoría de los dos demonios”, continúa la campaña negacionista del terrorismo de estado y del genocidio con el falso argumento de que los militares condujeron “una guerra contra el terrorismo”. Intentan restaurar ante la sociedad a las repudiadas Fuerzas Armadas con actos como el del 9 de Julio, hacen visitas a los genocidas presos o realizan actos de homenaje a genocidas militares y civiles a quienes llaman “víctimas del terrorismo”. Toda su política de impunidad está al servicio de fortalecer el aparato represivo, para poder aplicar el Plan Motosierra de ajuste, saqueo y entrega capitalista.
Pero la lucha obrera y popular que derrotó a la dictadura, también continúa hoy con el masivo movimiento por los derechos humanos, que sigue creciendo. A los liberfachos y a quienes quieren les decimos: ¡Son 30.000! No fue una guerra, fue genocidio. Seguimos exigiendo la apertura de los archivos de la dictadura, restitución de la identidad a las niñas y niños apropiados y que se juzgue como delitos de lesa humanidad aquellas producidos por las bandas fascistas antes del golpe de 1976.
A 49 años de la masacre de La Plata, desde Izquierda Socialista, repudiamos todo intento negacionista y seguimos exigiendo justicia por nuestros compañeros y compañeras asesinados y detenidos-desaparecidos del PST. Hoy más que nunca reivindicamos con orgullo al glorioso PST y su lucha socialista revolucionaria levantando los puños bien en alto y diciendo: ¡compañeras y compañeros asesinados y detenidos-desaparecidos del PST, hasta el socialismo siempre!
Escribe Federico Novo Foti
En la Segunda Guerra Mundial, en poco más de dos meses, desde el 1º de agosto de 1944, cincuenta mil combatientes de la resistencia polaca se enfrentaron al sanguinario ejército nazi y tomaron la capital, Varsovia. Fueron derrotados ante la descarada pasividad y la traición de José Stalin y los aliados anglo-yanquis. Tras la caída del régimen nazi, la heroica lucha polaca quedó silenciada por la burocracia estalinista.
El 1° septiembre de 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial, cuando los ejércitos alemanes invadieron Polonia. Días antes, los ministros de Asuntos Exteriores de Adolf Hitler y José Stalin habían celebrado un infame pacto de no agresión entre la Alemania nazi y la Unión Soviética (URSS), que incluía la partición y el reparto de Polonia entre ambos países. El 8 de septiembre, las tropas alemanas alcanzaron Varsovia, la capital polaca. El 17 de septiembre, la región oriental fue invadida por la URSS.
Polonia fue uno de los países más castigados por la barbarie nazi, en particular su numerosa población judía. Allí gobernó el carnicero Hans Frank, quien instaló la sede del “gobierno central” en Cracovia, la segunda ciudad polaca en importancia. Frank fue un entusiasta impulsor de la “Solución Final”, es decir, de los campos de exterminio y el genocidio del pueblo judío. Fueron igualmente víctimas del nazismo los gitanos, eslavos, comunistas, homosexuales y todo opositor a la contrarrevolución nazi y su “modelo ario”.
El mayor levantamiento antinazi de la Segunda Guerra Mundial
La batalla en la ciudad soviética de Stalingrado, en febrero de 1943, marcó un punto de inflexión en la guerra.1 Desde entonces las tropas de Hitler comenzaron su retroceso. El avance del Ejército Rojo en 1944 fue arrollador. En abril de 1943, alentados por la derrota de los nazis en Stalingrado, los judíos sobrevivientes del gueto de Varsovia protagonizaron un heroico levantamiento que fue ahogado en sangre.2
En junio de 1944, el Ejército Rojo alcanzó el río Vístula, que atraviesa Polonia, ocupando la región oriental del país. Entre tanto, se producía el desembarco aliado en Normandía, en la costa noroccidental francesa del Canal de la Mancha.3 Desde entonces, los ejércitos alemanes se verían acosados desde el frente occidental, el sur y, especialmente, en el frente oriental.
La resistencia polaca había comenzado en 1939, a pesar de las enormes dificultades que ocasionó la ocupación y partición del país. Se estima que, entre 1941 y junio de 1944, el clandestino Armia Krajowa (“Ejército del Interior”- AK) participó en el descarrilamiento de 700 trenes, la voladura de 40 puentes, 25.000 acciones de sabotaje, 5.700 atentados contra las fuerzas de ocupación y, desde 1943, organizó una guerra de guerrillas en la que hubo más de 170 combates contra las fuerzas de ocupación.
Pero en agosto de 1944 se inició el mayor levantamiento antinazi de la guerra. Alentados por el debilitamiento del ejército nazi, unos 50.000 combatientes del Armija Krajowa se lanzaron heroicamente a la lucha por recuperar Varsovia, la ciudad capital. Con armamento liviano, enfrentaron a un número equivalente de tropas alemanas, armadas con tanques, artillería pesada y aviones de combate. Los nazis esperaban aplastarlos en sólo cinco días, pero la batalla duró 62 días de encarnizada guerrilla urbana. Se peleó casa por casa y se utilizaron los túneles de alcantarillado y las cloacas para trasladarse y como refugios. Debido a la escasez de municiones, los combatientes debieron afinar la puntería bajo el lema: “una bala, un alemán”.
Los cruentos combates dejaron veinte mil soldados muertos en cada bando. La población de la ciudad, que antes de la guerra se contaba en 1,3 millones de personas, fue completamente diezmada. Los SS (Schutzstaffel), responsables de la política de exterminio nazi, masacraron a unos 50.000 ciudadanos, otros doscientos mil perecieron bajo los bombardeos y medio millón fueron deportados a los campos de exterminio. Finalizados los combates, el 2 de octubre, por orden de Hitler la ciudad fue desalojada y arrasada hasta sus cimientos a modo de represalia.
La traición de José Stalin
Los planes de la campaña soviética, la “Operación Bragatión”, señalaban que el mariscal Constantin Rokossovski debía tomar Varsovia el 2 de agosto. Aquel día, desde el otro lado del Vístula, Rokossovski contempló la ciudad en llamas, tras haberse iniciado el levantamiento de Varsovia. Junto con el general Gueorgui Zhukov, enviaron una propuesta a Stalin para tomar la ciudad y seguir el avance hacia Alemania. Sin embargo, tras su intercambio, el Ejército Rojo se quedó del otro lado del río, a escasos 20 km de los combates, permitiendo que los nazis aplastaran la insurrección.4 Recién avanzaría sobre Varsovia en enero de 1945.
Isaac Deutscher, investigador y periodista socialista polaco, autor de la primera gran biografía de León Trotsky, también escribió Stalin. Biografía política en 1949. Allí, a pesar de justificar las purgas, la represión y otros crímenes de Stalin, calificó de “cínica” su postura ante el levantamiento polaco. Afirma que “la conducta de este [Stalin] fue sumamente extraña, por no decir más. Al principio no les dio crédito a los informes sobre el levantamiento y sospechó un engaño. Después prometió ayuda, pero no la dio. Todavía hasta entonces se hubiera podido darlE una interpretación benévola a su conducta. Era posible, e incluso muy probable, que Rokossovsky, rechazado por los alemanes, no estuviera en condiciones de acudir al rescate de Varsovia, y que Stalin, ocupado entonces en grandes ofensivas en el sector sur del frente, en los Cárpatos y Rumania, no pudiera alterar sus disposiciones estratégicas para auxiliar al levantamiento inesperado. Pero a continuación hizo algo que horrorizó a los países aliados. Se negó a permitir que aviones británicos, volando desde sus bases para abastecer de armas y vituallas a los insurgentes, aterrizara en aeródromos rusos tras las líneas de combate. De esa manera redujo a un mínimo la ayuda británica a los insurgentes. Entonces, los rusos aparecieron llevando ayuda a la ciudad en llamas, cuando ya era demasiado tarde”.5 La posición de los ejércitos aliados no fue menos exculpatoria. A medida que pasaban los días, la resistencia polaca concluyó en que no recibiría colaboración alguna desde el exterior, ni del Ejército Rojo ni de los Aliados. Es que ni el primer ministro británico, Winston Churchill, ni el presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, hicieron nada para evitar el martirio del heroico pueblo polaco, que enfrentó a la máquina de destrucción nazi. Con claridad meridiana, en su última trasmisión, antes de ser silenciada para siempre, la radio Blyskawica (“Rayo”) de los insurrectos dio el siguiente mensaje: “sepan los pueblos del mundo que todos los gobiernos son culpables”.6
1. Ver El Socialista Nº 554 (15/02/2023)
2. Ver El Socialista Nº 558 (12/04/2023)
3. Ver El Socialista Nº 269 (04/06/2014)
4. Ver Norman Davies. Varsovia 1944. La heroica lucha.... Editorial Planeta, Barcelona, 2005.
5. Isaac Deutscher. Stalin. Biografía política. Ediciones Vanguardia Obrera, Madrid, 1979.
6. Norman Davies. op. cit.
El estalinismo intentó ocultar el levantamiento
En el periodo final de la Segunda Guerra Mundial y tras la rendición nazi en mayo de 1945, los acuerdos de Yalta y Potsdam, en el que los gobiernos imperialistas y la burocracia estalinista hicieron su “reparto del mundo”, Polonia quedó bajo la órbita de la burocracia soviética. La dictadura de partido único estalinista, entonces, intentó condenar al olvido al heroico levantamiento de Varsovia.
Una de las pocas voces que en aquellos momentos reivindicaron a la resistencia polaca fue el periodista y escritor socialista inglés George Orwell. Este se había convertido en un fuerte crítico del totalitarismo estalinista tras su participación en la guerra civil española. En su columna “A mi manera” en la revista “Tribune”, denunció su conducta criminal ante el levantamiento en 1944 y ante la indiferencia de la prensa mundial escribió: “Ante todo, un aviso a los periodistas ingleses de izquierdas y a los intelectuales en general: recuerden que la deshonestidad y la cobardía siempre se pagan. No vayan a creerse que por años y años pueden estar haciendo de serviles propagandistas del régimen soviético o de otro cualquiera y después volver repentinamente a la honestidad intelectual”.1
En 1953 murió Stalin y comenzó a desarrollarse el descontento obrero y popular en Alemania Oriental, Polonia y Hungría (cuyo levantamiento fue aplastado en 1956) contra las dictaduras stalinistas. En Polonia comenzó cierta apertura. Esto permitió que el joven director de cine Andrzej Wajda pudiera filmar que en 1957 impactó en el monótono medio artístico polaco. Aquella película, la segunda de Wajda, se llamó “Kanal” (“La patrulla de la muerte”).2 Basada en la novela de un sobreviviente, divulgaba por primera vez la insurrección y la brutal represión nazi. Mostraba la experiencia de aquellos dos meses de combates y mostraba en forma angustiante el aislamiento de los combatientes, su lucha por sobrevivir y su situación sin salida. Pese a la censura, algunas de sus escenas remitían a la traición de la burocracia soviética. La posterior caída de la burocracia estalinista de la URSS y los países de Europa oriental, incluido Polonia, renovó los debates sobre el levantamiento de Varsovia y permitió el surgimiento de nuevas investigaciones históricas que han echado luz, entre otros aspectos, sobre el funesto rol de Stalin.
1. Ver George Orwell. “A mi manera y otros escritos”. Editado por Paul Anderson, Mayo, 2007.
2. Disponible en www.youtube.com