Escribe Laura Marrone, dirigenta de Izquierda Socialista/FIT-Unidad
El 4 de noviembre de 1974 en un concurrido acto en el local central del PST se despidió a los tres compañeros, Juan Carlos Nievas, Rubén Boussas y César Robles. Se señaló que con Rubén y Juan Carlos habían querido golpear a la juventud del partido que era el futuro, la simiente socialista. Y con César, a su dirección. Pero que la lucha iba a continuar como ellos lo habían hecho durante su vida militante.
Rubén Boussas tenía 20 años. Estudiante del comercial Lasalle de Ramos, era gran activista y constructor de la juventud del partido. Recorría las escuelas de la zona difundiendo la prensa del partido y los boletines de la juventud. Había trabajado en una fábrica de ácido sulfúrico de la zona como tarea para construir el partido. De gran empuje militante tomaba todas las tareas. Un grupo de policías lo detuvo en su casa el 2 de noviembre para un operativo de rutina. Pero apareció asesinado. Al día siguiente sus compañeros de curso, donde era muy apreciado, pararon el turno reclamando por la investigación y castigo a sus asesinos.
Juan Carlos Nievas (26 años) era obrero de Nestlé de día y estudiante de noche en una escuela nocturna de Pompeya. Infatigable, era gran activista y organizador de la lucha en la fábrica y de la construcción del partido. En una toma poco tiempo antes de su asesinato se había enfrentado a la burocracia sindical que traicionaba los reclamos de los compañeros. El 2 de noviembre un grupo de policías se presentó a su domicilio para un control de rutina. Su cadáver apareció en un baldío cerca de la estación de Retiro pocas horas después.
Escribe Federico Novo Foti
Marchando desde las fábricas hacia la Plaza de Mayo, cientos de miles de trabajadores rechazaron la detención de Juan Domingo Perón. Fue la primera gran acción de la clase obrera a nivel nacional y también marcaría el inicio del peronismo, un movimiento patronal con fuerte apoyo entre los trabajadores. Hoy bajo el gobierno de Milei, se evidencia que el peronismo no es salida. Sigue planteada la tarea de construir una nueva dirección de la clase trabajadora.
Desde fines de 1943, el secretario de Trabajo y Previsión del gobierno militar encabezado por Edelmiro Farrell, el coronel Juan Domingo Perón, ganaría notoriedad por implementar una serie de medidas que comenzaron a dar respuesta a los reclamos de la clase trabajadora y mejoraron sus condiciones de vida. En mayo de 1944 se creó el fuero laboral, garantizando estabilidad para los representantes gremiales. En junio se logró el descanso dominical y la “garantía horaria”, que aseguraba el pago de sesenta horas quincenales como mínimo, fueran trabajadas o no, para los obreros de la carne. Dos millones de trabajadores accedieron a la jubilación. Se firmaron convenios colectivos de trabajo en muchas ramas productivas. Se creó el “estatuto del peón”, que establecía un salario, condiciones de alimentación y vivienda mínimas y otros derechos. Así Perón se ganó el apoyo del movimiento obrero, que comenzaba a obtener conquistas que aún se recuerdan y defienden.1
La avanzada yanqui y las divisiones patronales
Al final de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos redoblaron su ofensiva imperialista en Latinoamérica para someterla y convertirla en su semicolonia. En la Argentina, que había sido por décadas una semicolonia británica, con una oligarquía y una patronal atadas a Inglaterra por mil lazos, la ofensiva provocó una profunda división. Los partidos patronales, conservador y radical, se dividieron en dos alas, una pro inglesa y otra pro yanqui. Lo mismo sucedió en el Ejército.
Perón y la patronal ligada a Inglaterra se propusieron resistir la avanzada yanqui, apoyándose en el movimiento obrero. Para lograrlo fueron concediendo conquistas, valiéndose de una situación económica excepcional, siendo el país la quinta potencia comercial del mundo de entonces. Salía de la guerra como acreedor de Gran Bretaña y con una enorme acumulación de divisas, lograda gracias a los altos precios de los cereales y la carne.2 Pero mientras Perón se ganaba el apoyo del movimiento obrero, otros sectores patronales se volcaron a una creciente oposición al gobierno militar. En julio de 1945 arribó como nuevo embajador yanqui, Spruille Braden, que empezó a organizar a la oposición antiperonista y a alentar manifestaciones a las que se sumaron gran parte del partido radical, el Partido Socialista y el Partido Comunista, que tenía peso entre las y los trabajadores. En septiembre se realizó una marcha pidiendo la renuncia de Perón y un levantamiento militar en Córdoba. En octubre las tensiones llegaron a tal punto que Perón decidió renunciar. Pero antes, informó que dejaba a la firma de Farrell un decreto con aumentos y mejoras para los trabajadores, entre ellas el aguinaldo.
El 17 de Octubre y su significado
La renuncia de Perón provocó manifestaciones y enfrentamientos en el centro de la ciudad de Buenos Aires con heridos y detenidos. La polarización iba en aumento y el 12 de octubre Perón fue detenido y embarcado a la isla Martín García por orden de Farrell. Los sindicatos más importantes exigieron su inmediata libertad. La conducción de la CGT convocó a una huelga general para el 18 de octubre. Pero el 16, Cipriano Reyes, dirigente del gremio de la carne, movilizó a los obreros desde los frigoríficos de Berisso y desencadenó la movilización que el 17 de octubre llegó a Plaza de Mayo.3 La acción del movimiento obrero dividió a las fuerzas armadas, que se empezaron a volcar en favor de Perón. Por la noche, Perón fue liberado y, junto a Farrell, salieron al balcón de la Casa Rosada para anunciar que se adelantarían las elecciones nacionales. En febrero de 1946, Perón ganó las elecciones con casi 1,5 millones de votos.
Nuestra corriente, fundada por Nahuel Moreno en 1943, comenzaba a dar sus primeros pasos cuando se produjeron estos hechos. Al calor de los acontecimientos fuimos redondeando una definición del peronismo de aquellos años como un movimiento burgués nacionalista por sus fuertes roces con el imperialismo yanqui y que supo ganar gran apoyo de los trabajadores. Esta definición nos permitió denunciar y rechazar la ofensiva yanqui, oligárquica y clerical que culminó en el golpe militar de 1955 y también mantener una clara independencia política y organizativa, y una posición crítica respecto del peronismo y sus gobiernos. Pero, a la vez, nos llevó a mantenernos íntimamente ligados a los trabajadores peronistas desde las fábricas, las comisiones internas y los sindicatos para apoyar e impulsar sus luchas.4
El peronismo no es salida
El 17 de Octubre de 1945 fue la primera vez en la historia de nuestro país que la clase obrera protagonizó un hecho político de alcance nacional. Pero contradictoriamente lo hizo en apoyo de un militar y dirigente de un sector de la patronal, en ese entonces enfrentada al imperialismo yanqui. Perón aprovecharía los acontecimientos para formar el movimiento peronista. Desde sus orígenes, el peronismo inculcó la falsa idea de la conciliación de clases, la confianza de los obreros en los patrones. En 1947, siendo presidente, Perón dijo ante el Congreso: “no combatimos al capital, sino que le facilitamos todos los medios necesarios para su adaptación y desenvolvimiento”. Rechazó también la organización independiente del movimiento obrero, sometiéndolo al aparato del Estado e imponiendo la burocracia sindical peronista, disolviendo el naciente Partido Laborista y encarcelando a Cipriano Reyes. Con los años, el peronismo abandonó también el enfrentamiento con el imperialismo.
Para muchos peronistas, el 17 de Octubre es una oportunidad para evocar las banderas de la “justicia social, independencia económica y soberanía política” que enarboló el peronismo en sus orígenes. Pero la realidad del peronismo actual es muy distinta. El peronismo está dividido y deja correr el ajuste de Milei y el FMI. Cristina Kirchner, Axel Kicillof y Ricardo Quintela se pelean por el control del aparato peronista y las candidaturas para el próximo año, pero ninguno impulsa un programa alternativo. Guillermo Moreno elogió a Victoria Villarruel y Juan Grabois salió a culpar a la docencia por la crisis educativa. Diputados peronistas avalaron las Ley Bases y apoyaron los vetos de la Ley Jubilatoria y de Financiamiento Universitario. Por su parte, la CGT y las CTA continúan la tregua y no llaman a un nuevo paro nacional para enfrentar el Plan Motosierra. El peronismo no es salida. En cambio hay otro modelo, el que proponemos desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda, que es un modelo anticapitalista y socialista con un plan económico obrero y popular de emergencia para que la plata vaya a combatir los males sociales y no para los grandes empresarios, multinacionales, bancos y el FMI.
1. Ernesto González. “Ascenso y caída del peronismo”. Editorial Antídoto, Buenos Aires, 1986.
2. Idem.
3. Ver Mercedes Petit “La fundación del Partido Laborista” en “El Socialista” Nº 14 (9/11/2005)
4. Ernesto González. “El trotskismo obrero e internacionalista”. Tomo 1. Editorial Antídoto, Buenos Aires, 1995.
El peronismo de las conquistas no vuelve
Hace décadas que el peronismo se terminó de consolidar como un sostén fundamental de las patronales y del saqueo imperialista. Por eso no es salida para las y los trabajadores y sectores populares. Sin embargo, una y otra vez, sus dirigentes invocan el retorno al “peronismo de las conquistas”. Así lo hicieron en 2019, cuando Alberto Fernández y Cristina Kirchner prometieron “la heladera llena” y “elegir a los jubilados antes que al FMI”. Hicieron todo lo contrario y le allanaron el triunfo al ultraderechista Javier Milei. Hoy, el peronismo en crisis deja correr el ajuste y pide aguantar hasta las próximas elecciones. Sólo la izquierda sigue defendiendo en cada lucha las históricas conquistas obreras y populares. Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad plantean que no hay que esperar a las elecciones, que hay que luchar ahora contra el plan motosierra y represivo de Milei y el FMI. Hay que dejar de pagar la deuda, nacionalizar la banca y el comercio exterior y reestatizar las privatizadas. La experiencia de décadas realizada con los sucesivos gobiernos patronales, incluidos los peronistas, plantea el desafío de luchar por un verdadero gobierno de trabajadores y el socialismo para dar una solución definitiva a los urgentes problemas sociales.
Escribe Federico Novo Foti
El 10 de octubre de 1954, las tropas del Viet Minh (Liga para la Independencia de Vietnam) entraron en la ciudad de Hanoi. El pueblo había liberado Vietnam del Norte y se avanzaba hacia la expropiación de la burguesía y terratenientes. Luego, derrotaron la dominación estadounidense en el sur. La restauración capitalista desde la década de 1980 expuso el problema de la dirección.
Desde mediados del siglo XIX el imperialismo francés comenzó a dominar la península de Indochina, en el sudeste asiático. Para 1880 tenía el dominio de Cochinchina, Annam y Tonkin (actual Vietnam) y otras zonas de la península. Desde entonces, multinacionales francesas saquearon las minas de carbón, estaño y zinc de la región. Siendo territorios fértiles e irrigados por numerosos ríos, como el Rojo (norte) y el Mekong (sur), los franceses se aseguraron la explotación casi exclusiva de sus cultivos tropicales: arroz, algodón, caña de azúcar, tabaco, té y café. A comienzos del siglo XX, crearon plantaciones de heveas, plantas de las que se obtiene el caucho para la fabricación de neumáticos.
Cerca de treinta millones de habitantes (80% campesinos pobres) conformaban la población local. Dicha cifra contrastaba con los cuarenta mil franceses (funcionarios, militares, comerciantes, colonos, empleados de plantaciones y de bancos) que ejercían el control económico, político y cultural, bajo la autoridad de dos gobernadores (uno en la ciudad de Hanoi -norte- y otro en Saigón -sur-) nombrados en París. Pero desde el inicio de la ocupación francesa existieron fuertes movimientos nacionalistas, tanto en el norte como en el sur. En la década de 1920 se fundó y se hizo fuerte el Partido Comunista, que desde 1933 tuvo un importante ala trotskista. Los estalinistas dominaban el norte y centro del país y los trotskistas tenían una considerable influencia en la zona industrial del sur, en Saigón.1 El fundador del trotskismo vietnamita, Ta Thu Thau, era una figura reconocida. Había sido encarcelado en 1937 por el ministro de Colonias, por la publicación de un artículo “sedicioso”. En 1939, la lista encabezada por Ta Thu Thau ganó las elecciones con el 80% de los votos para el Consejo Colonial de 1939. La sección trotskista en Vietnam llegó a tener cerca de cinco mil miembros.
La liberación del Vietnam del Norte
En septiembre de 1940, Japón inició la ocupación de Indochina, tras la derrota de Francia a manos del ejército nazi en la Segunda Guerra Mundial. Pero su dominio fue cuestionado por importantes levantamientos, ocurridos alternativamente entre octubre de 1940 y enero de 1941, en Tonkín, Conchinchina y Annam. En mayo de 1941 se constituyó el Viet Minh: la Liga para la Independencia de Vietnam, encabezada por el líder estalinista Ho Chi Minh. Estaba integrada por dos partidos nacionalistas, que abarcaban a la pequeño burguesía y el ala izquierda de la burguesía liberal, los dos partidos comunistas (el estalinista y el trotskista), organizaciones de mujeres, campesinos, obreros, soldados y jóvenes.2
En agosto de 1945 se rindió Japón, tras la caída del fascismo y el nazismo, culminando la Segunda Guerra Mundial en favor de las potencias aliadas y la URSS. La capitulación japonesa avivó un fuerte ascenso de masas en Indochina y el surgimiento de organizaciones populares que tomaron en sus manos los gobiernos locales. El Viet Minh quedó entonces como el único gobierno central, con sede en Hanoi. Pero los acuerdos del líder totalitario de la URSS, José Stalin, con las potencias imperialistas en las reuniones de Yalta y Potsdam permitieron que los imperialistas franceses reinstalaran su dominio colonial.
Ho Chi Minh negoció con el gobierno francés para que reconociera al nuevo gobierno pero fracasó, a pesar de acordar el abandono del reclamo por la independencia. El imperialismo francés, decidido a restablecer el orden colonial, reinició la ocupación militar de Indochina en el sur. Los trotskistas combatieron junto al Viet Minh, comandando algunas de sus unidades militares, pero a medida que la represión francesa los fue obligando a replegarse hacia el norte, se fueron debilitando y los estalinistas los persiguieron implacablemente, acusándolos de “secuaces de los fascistas”. En septiembre de 1945, los estalinistas asesinaron a Ta Thu Thau.
Desde noviembre de 1946 Francia acentuó su ofensiva sobre el norte. En poco tiempo, dominó las ciudades y poblados más importantes. Obligadas a abandonar Hanoi, las fuerzas del Viet Minh se agruparon en las regiones montañosas y aldeas rurales, desde donde llevaron adelante una intensa guerra de guerrillas. La conducción estalinista se esforzó por mantener su alianza con la débil burguesía nacional, pero la continuidad de la ocupación y la guerra encarnizada la obligaron a lanzar la reforma agraria en 1953. Esto provocó que el campesinado se volcara masivamente a la guerra de liberación nacional y la defensa de la reforma agraria.
En 1954 se dio la decisiva batalla de Dien Bien Phu, una zona selvática y montañosa de difícil acceso. Los mandos franceses suponían que el general Vo Nguyen Giap del Viet Minh no podría trasladar y mantener allí armamento pesado. Pero el 13 de marzo comenzó la batalla cuando, para sorpresa de los franceses, se inició un masivo ataque de artillería. Al final de la primera noche, 9 mil bombas habían caído sobre las posiciones francesas. En una de las más sorprendentes operaciones de logística jamás conocidas, la artillería había sido trasladada pieza por pieza a través de la selva en bicicletas o trasladada a pie.3 El 7 de mayo de 1954 las fuerzas francesas cayeron derrotadas en Dien Bien Phu. El 9 de octubre, los ocupantes huyeron de Hanoi hacia el sur.
El triunfo y el problema de la dirección
El 10 de octubre de 1954, las tropas del Viet Minh ingresaron a Hanoi. Fueron festejadas por más de 200 mil residentes que los recibieron con banderas y flores. Habían derrotado al imperialismo francés. La Conferencia de Ginebra reconoció parcialmente esa victoria, partiendo Indochina: aceptó la independencia de Vietnam del Norte, estableció un gobierno títere del imperialismo francés y yanqui de Ngo Dinh Diem en Vietnam del Sur, y prometió que en 1956 se realizarían elecciones generales para unificar al país. Pero en 1955, Diem dio un golpe de estado para mantenerse en el poder, sostenido por Estados Unidos. Sin embargo, la resistencia del pueblo vietnamita continuó. La solidaridad mundial creció, especialmente en Estados Unidos con masivas movilizaciones. En 1975, tras años de enormes sacrificios, derrotaron al imperialismo estadounidense.4
La combatividad de los campesinos y luchadores vietnamitas, junto a la solidaridad mundial, logró vencer al imperialismo. Pese al heroico triunfo, quedó planteado con toda agudeza el problema de la dirección. Tras la expropiación de la burguesía y terratenientes, Ho Chi Minh creó en Vietnam del Norte lo que los trotskistas llamamos un estado obrero burocrático. Impuso un régimen totalitario de partido único a imagen y semejanza de los regímenes de la URSS y China, que continuó tras la reunificación de Vietnam en 1975. Y, cuando la burocracia china inició el curso restauracionista, la burocracia vietnamita la acompañó abriendo las puertas al retorno del capitalismo. Hoy, en pleno siglo XXI, continúan las luchas contra el capitalismo imperialista en crisis. Los pueblos de Irak y Afganistán volvieron a demostrar que se puede vencer al imperialismo. Pero aún queda pendiente la tarea de construir una nueva dirección socialista revolucionaria que lleve a la conquista de gobiernos de trabajadores y trabajadoras y la lucha por el socialismo mundial. A esa tarea nos abocamos desde Izquierda Socialista y la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI).
1. Mercedes Petit. “Apuntes para una historia del trotskismo”. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2005.
2. Nahuel Moreno. “Las revoluciones china e indochina”. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2015. Disponible en www.nahuelmoreno.org
3. Ver la película “Dien Bien Phu” (1992) de Pierre Schoendoerffe.
4. “Los yanquis derrotados en Vietnam” en “El Socialista” Nº 458 (6/5/2020)
Escribe Federico Novo Foti
En 1968, el dirigente trotskista Nahuel Moreno publicó su trabajo “Las revoluciones china e indochina”. Allí planteó que “los obreros y campesinos indochinos han demostrado con las armas en la mano que al imperialismo se lo puede enfrentar y derrotar”. Tras la consolidación del estado obrero burocrático en Vietnam del Norte, planteó la importancia de luchar por la “democracia obrera” y la extensión internacional de la revolución, entendiendo que “los triunfos en países coloniales son, en última instancia, triunfos tácticos de la Revolución Mundial. [...] Mientras no se logre ese triunfo la Revolución Colonial estará siempre en peligro, no habrá sosiego para ella, ya que la lucha de clases internacional se seguirá intensificando”.1 Lamentablemente, la restauración capitalista impulsada por las burocracias china y vietnamita así lo demostraron.
1. Nahuel Moreno. “Las revoluciones china e indochina”. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2015. Disponible en www.nahuelmoreno.org
Escribe Adolfo Santos
El 28 de septiembre de 1864 nacía en Londres la Asociación Internacional de Trabajadores, también conocida como Primera Internacional. Marx y Engels la encabezaron jugando un importante papel en esa breve pero fundamental experiencia. A 160 años de ese primer paso, la construcción de una dirección revolucionaria continúa siendo una tarea pendiente.
La necesidad de construir una dirección internacional revolucionaria, se fue convirtiendo en una tarea imperiosa en momentos que una pujante industria daba lugar al surgimiento de un poderoso movimiento obrero generando un fuerte antagonismo de clases. De 1830 a 1848 se produjeron intensas revueltas del movimiento obrero en Europa. En 1833, los textiles de Lyon, en Francia, protagonizaron importantes huelgas. En esa misma década, el movimiento “cartista”1 en Inglaterra luchó por incorporar a la clase trabajadora en la política impulsando masivas manifestaciones por derechos sindicales y políticos. Entre 1830 e inicios de los ´40 se comenzaron a organizar los primeros sindicatos obreros como los trade union2. Fue en esos movimientos que el proletariado comenzó a adquirir un sentido de solidaridad de clase y la necesidad de unificar sus luchas contra el capitalismo.
Al calor de estas experiencias, en 1845 se organizó la Sociedad de Demócratas Fraternales en Londres, que reunía refugiados políticos de toda Europa. En 1847 exiliados alemanes junto a dirigentes italianos, ingleses y franceses, formaron la Liga de los Comunistas que le encargó a Marx y a Engels la redacción de un documento programático. El resultado sería la redacción del Manifiesto Comunista aparecido en los primeros meses de 1848. Al influjo de ese ascenso y esas elaboraciones, se generó una oleada revolucionaria que sacudió Francia, Alemania y Austria, pero el movimiento fue derrotado y se inició un período reaccionario. Marx y Engels fueron expulsados de Alemania y partieron al exilio.
El proletariado recupera las energías
Las derrotas de las revoluciones de 1848 fueron un duro golpe para el movimiento obrero. Muchos trabajadores debieron emigrar para evitar la represión por sus actividades políticas y sindicales y se dirigían a Inglaterra, uno de los centros de atracción por su desarrollo industrial junto al cual se habían fortalecido las organizaciones sindicales. A finales de la década de 1850, una serie de hechos iban a cambiar la situación internacional. La crisis económica de 1857 agravó las condiciones de vida de la clase trabajadora provocando fuertes luchas. Por otra parte, la Guerra Civil en Estados Unidos, a partir de 1861, significó el fin de la importación del algodón producido en los estados del sur afectando la industria textil europea, fundamentalmente la inglesa. Estos procesos tuvieron consecuencias económicas y políticas en Francia e Inglaterra, los países más industrializados de Europa. Debilitaron el gobierno de Napoleón III y lo obligaron a hacer concesiones económicas y políticas que ayudaron a recuperar las energías del proletariado.
A partir de la mitad del siglo XIX, la burguesía había consolidado sus intereses industriales y financieros y asumió el poder político barriendo a las viejas aristocracias y en 1863, la Proclamación de Emancipación en medio de la guerra civil, sentenciaba el fin del esclavismo en los Estados Unidos. El resultado de esos cambios fue que, en los años de 1860, tanto en Europa como en América, todos los hombres y mujeres trabajaban a cambio de un salario. Esta nueva realidad, generó un sentido de solidaridad internacional entre trabajadores y la necesidad de concertar una lucha unificada por sus derechos. En 1863 se fortalecieron los vínculos internacionalistas entre los dirigentes obreros cuando se unieron en repudio a la feroz represión a la insurrección de los obreros polacos por la dictadura de los zares rusos.
Decía Nahuel Moreno: “Un año antes de fundarse la Primera Internacional, en Inglaterra había muchos obreros inmigrantes. Fueron obreros franceses de visita a Inglaterra, se vieron con los sindicatos ingleses y empezaron a establecer relaciones alrededor de un problema importante, que eran los obreros emigrantes de Europa a Inglaterra. Empezó como una relación de este tipo y llegó a la fundación de la Primera Internacional” […] “La Primera Internacional entonces es el resultado de un proceso objetivo, es el nacimiento del proletariado mundial, en este caso europeo. Es la primera organización de las organizaciones obreras nacionales que existían. Se formó en base a dirigentes sindicales y políticos, no sólo políticos.”3
Se funda la Primera Internacional
En el mes de septiembre de 1864, una comisión de trabajadores franceses viajó a Londres respondiendo a una convocatoria de los trade union. El día 28 se realizó el encuentro en el St. Martin’s Hall en Londres. Allí se decidió crear un comité que delineara los estatutos para una organización internacional obrera. Comenzaba a dar sus primeros pasos la Asociación Internacional de los Trabajadores que pasaría a la historia como la Primera Internacional. Estaban presentes dirigentes “cartistas”, seguidores del socialista utópico Robert Owen, sindicalistas ingleses, anarquistas, socialistas franceses y republicanos italianos. Engels fue elegido como secretario de ese encuentro y Karl Marx que había participado como un simple invitado, al ser designado para elaborar el documento final, acabó como una de las figuras centrales de la organización.
El 27 de octubre de 1864, luego de un largo debate, fue aprobado el célebre Discurso Inaugural, presentado al Consejo General por Carlos Marx. Entre sus partes sobresalientes decía: “Los señores de la tierra y los señores del capital usarán siempre sus privilegios políticos para la defensa y perpetuación de sus monopolios económicos. […] Conquistar el poder político se tornó por tanto el gran deber de las clases trabajadoras […] Un elemento para el éxito de esa tarea ellas poseen, son la mayoría, pero la mayoría solo tiene peso si está unida y organizada y conducida por el conocimiento.”
Tanto los estatutos como el programa fueron cimientos fundamentales del socialismo científico, tanto en sus ejes políticos como en su carácter unitario, para responder a los distintos sectores sindicales y políticos que confluyen en la tarea de construir la internacional. En ellos se destacan el internacionalismo, la independencia de clase, la conquista del poder político por parte de los trabajadores y la necesidad de organizar un partido distinto y opuesto a los de las clases poseedoras. Fue un paso decisivo para la emancipación de las y los trabajadores. El discurso elaborado por Marx, concluyó con el inmortal grito de batalla del Manifiesto Comunista: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”.
1. Cartismo: fue una corriente del movimiento obrero que existió entre 1838 y 1848. Defendía las aspiraciones de los trabajadores ingleses a incorporarse a la política y a conquistar reformas democráticas como el sufragio universal.
2. Trade Unions. Es la denominación inglesa de los sindicatos.
3.“¿Por qué Cuarta Internacional?”, Colección Inéditos de Nahuel Moreno. Intervenciones en el Primer Congreso Mundial de la LIT-1985.