Escribe Adolfo Santos
El 28 de septiembre de 1864 nacía en Londres la Asociación Internacional de Trabajadores, también conocida como Primera Internacional. Marx y Engels la encabezaron jugando un importante papel en esa breve pero fundamental experiencia. A 160 años de ese primer paso, la construcción de una dirección revolucionaria continúa siendo una tarea pendiente.
La necesidad de construir una dirección internacional revolucionaria, se fue convirtiendo en una tarea imperiosa en momentos que una pujante industria daba lugar al surgimiento de un poderoso movimiento obrero generando un fuerte antagonismo de clases. De 1830 a 1848 se produjeron intensas revueltas del movimiento obrero en Europa. En 1833, los textiles de Lyon, en Francia, protagonizaron importantes huelgas. En esa misma década, el movimiento “cartista”1 en Inglaterra luchó por incorporar a la clase trabajadora en la política impulsando masivas manifestaciones por derechos sindicales y políticos. Entre 1830 e inicios de los ´40 se comenzaron a organizar los primeros sindicatos obreros como los trade union2. Fue en esos movimientos que el proletariado comenzó a adquirir un sentido de solidaridad de clase y la necesidad de unificar sus luchas contra el capitalismo.
Al calor de estas experiencias, en 1845 se organizó la Sociedad de Demócratas Fraternales en Londres, que reunía refugiados políticos de toda Europa. En 1847 exiliados alemanes junto a dirigentes italianos, ingleses y franceses, formaron la Liga de los Comunistas que le encargó a Marx y a Engels la redacción de un documento programático. El resultado sería la redacción del Manifiesto Comunista aparecido en los primeros meses de 1848. Al influjo de ese ascenso y esas elaboraciones, se generó una oleada revolucionaria que sacudió Francia, Alemania y Austria, pero el movimiento fue derrotado y se inició un período reaccionario. Marx y Engels fueron expulsados de Alemania y partieron al exilio.
El proletariado recupera las energías
Las derrotas de las revoluciones de 1848 fueron un duro golpe para el movimiento obrero. Muchos trabajadores debieron emigrar para evitar la represión por sus actividades políticas y sindicales y se dirigían a Inglaterra, uno de los centros de atracción por su desarrollo industrial junto al cual se habían fortalecido las organizaciones sindicales. A finales de la década de 1850, una serie de hechos iban a cambiar la situación internacional. La crisis económica de 1857 agravó las condiciones de vida de la clase trabajadora provocando fuertes luchas. Por otra parte, la Guerra Civil en Estados Unidos, a partir de 1861, significó el fin de la importación del algodón producido en los estados del sur afectando la industria textil europea, fundamentalmente la inglesa. Estos procesos tuvieron consecuencias económicas y políticas en Francia e Inglaterra, los países más industrializados de Europa. Debilitaron el gobierno de Napoleón III y lo obligaron a hacer concesiones económicas y políticas que ayudaron a recuperar las energías del proletariado.
A partir de la mitad del siglo XIX, la burguesía había consolidado sus intereses industriales y financieros y asumió el poder político barriendo a las viejas aristocracias y en 1863, la Proclamación de Emancipación en medio de la guerra civil, sentenciaba el fin del esclavismo en los Estados Unidos. El resultado de esos cambios fue que, en los años de 1860, tanto en Europa como en América, todos los hombres y mujeres trabajaban a cambio de un salario. Esta nueva realidad, generó un sentido de solidaridad internacional entre trabajadores y la necesidad de concertar una lucha unificada por sus derechos. En 1863 se fortalecieron los vínculos internacionalistas entre los dirigentes obreros cuando se unieron en repudio a la feroz represión a la insurrección de los obreros polacos por la dictadura de los zares rusos.
Decía Nahuel Moreno: “Un año antes de fundarse la Primera Internacional, en Inglaterra había muchos obreros inmigrantes. Fueron obreros franceses de visita a Inglaterra, se vieron con los sindicatos ingleses y empezaron a establecer relaciones alrededor de un problema importante, que eran los obreros emigrantes de Europa a Inglaterra. Empezó como una relación de este tipo y llegó a la fundación de la Primera Internacional” […] “La Primera Internacional entonces es el resultado de un proceso objetivo, es el nacimiento del proletariado mundial, en este caso europeo. Es la primera organización de las organizaciones obreras nacionales que existían. Se formó en base a dirigentes sindicales y políticos, no sólo políticos.”3
Se funda la Primera Internacional
En el mes de septiembre de 1864, una comisión de trabajadores franceses viajó a Londres respondiendo a una convocatoria de los trade union. El día 28 se realizó el encuentro en el St. Martin’s Hall en Londres. Allí se decidió crear un comité que delineara los estatutos para una organización internacional obrera. Comenzaba a dar sus primeros pasos la Asociación Internacional de los Trabajadores que pasaría a la historia como la Primera Internacional. Estaban presentes dirigentes “cartistas”, seguidores del socialista utópico Robert Owen, sindicalistas ingleses, anarquistas, socialistas franceses y republicanos italianos. Engels fue elegido como secretario de ese encuentro y Karl Marx que había participado como un simple invitado, al ser designado para elaborar el documento final, acabó como una de las figuras centrales de la organización.
El 27 de octubre de 1864, luego de un largo debate, fue aprobado el célebre Discurso Inaugural, presentado al Consejo General por Carlos Marx. Entre sus partes sobresalientes decía: “Los señores de la tierra y los señores del capital usarán siempre sus privilegios políticos para la defensa y perpetuación de sus monopolios económicos. […] Conquistar el poder político se tornó por tanto el gran deber de las clases trabajadoras […] Un elemento para el éxito de esa tarea ellas poseen, son la mayoría, pero la mayoría solo tiene peso si está unida y organizada y conducida por el conocimiento.”
Tanto los estatutos como el programa fueron cimientos fundamentales del socialismo científico, tanto en sus ejes políticos como en su carácter unitario, para responder a los distintos sectores sindicales y políticos que confluyen en la tarea de construir la internacional. En ellos se destacan el internacionalismo, la independencia de clase, la conquista del poder político por parte de los trabajadores y la necesidad de organizar un partido distinto y opuesto a los de las clases poseedoras. Fue un paso decisivo para la emancipación de las y los trabajadores. El discurso elaborado por Marx, concluyó con el inmortal grito de batalla del Manifiesto Comunista: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”.
1. Cartismo: fue una corriente del movimiento obrero que existió entre 1838 y 1848. Defendía las aspiraciones de los trabajadores ingleses a incorporarse a la política y a conquistar reformas democráticas como el sufragio universal.
2. Trade Unions. Es la denominación inglesa de los sindicatos.
3.“¿Por qué Cuarta Internacional?”, Colección Inéditos de Nahuel Moreno. Intervenciones en el Primer Congreso Mundial de la LIT-1985.
Escribe Adolfo Santos
La Primera Internacional tuvo una existencia efímera, desde 1864 hasta 1878. Un corto tiempo de arduos debates y de gran elaboración política. Fue fundamental en la conquista de derechos laborales y políticos para los trabajadores y estimuló la organización sindical en muchos países, así como la elevación del nivel político del movimiento sindical. Apoyó las huelgas que se extendieron de un país a otro después de la crisis económica de 1866, llamó a los trabajadores a apoyar, por su propio interés, a sus camaradas extranjeros.
En 1871 apoyó decididamente la Comuna de París, la primera, aunque breve experiencia de un gobierno de los trabajadores. Y fue la derrota de la misma lo que aceleró el fin de la Primera Internacional. En 1872 se realizó el último congreso, atravesado por la represión a la Comuna y la encarnizada lucha política con los anarquistas seguidores de Bakunin. Dadas las difíciles condiciones que se atravesaban en Europa, se resolvió trasladar el Consejo General a Nueva York y en 1878 se disolvió formalmente.
Dejó un legado importante: probar que la unidad internacional de las y los trabajadores, además de necesaria, era posible y fue fructífera. Desde la Unidad Internacional de las Trabajadoras y los Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI), después del fracaso y la burocratización de la II y III Internacional, estamos al servicio de la reconstrucción de la IV Internacional fundada por León Trotsky e impulsamos la continuidad de la lucha revolucionaria iniciada hace 160 años por la Asociación Internacional de los Trabajadores y todo su legado.
“El internacionalismo proletario surgió en respuesta a un problema objetivo, no es algo inventado por Marx en su escritorio. El Manifiesto Comunista, publicado en 1848, es un documento de obreros emigrantes, las ligas obreras europeas, que se encontraban sumergidas en un proceso de ebullición revolucionaria. eran alemanes, franceses, belgas,ingleses, italianos…
En 1864 surge la Primera Internacional, fundada por dirigentes sindicales de distintos países, quienes llaman a Marx a colaborar. En Inglaterra había muchos obreros inmigrantes, entre ellos alemanes,quienes recibían salarios muy bajos. Esto le creaba problemas a los obreros ingleses, que se quedaban sin trabajo debido a esa mano de obra barata. En Francia existían problemas similares.Los dirigentes obreros de esos países se reunieron, descubrieron que tenían problemas comunes que requerían una organización internacional. Es decir, el problema en Inglaterra no se resolvería con el enfrentamiento entre obreros ingleses y alemanes sino con la unidad de ambos proletariados y los de todo el mundo contra el enemigo de clase común”. *
* Conversaciones con Nahuel Moreno, Capítulo III: El partido mundial.
Escribe Federico Novo Foti
El 20 de septiembre de 1984, la Conadep presentó al entonces presidente Raúl Alfonsín (UCR) su informe relativo a la desaparición de personas bajo la dictadura. Publicado como libro con el título “Nunca Más”, fue uno de los primeros logros de la lucha por Memoria, Verdad y Justicia, ya que reconoció la existencia del “terrorismo de Estado” y aportó pruebas en el juicio a las Juntas Militares. Hoy el gobierno negacionista de Milei busca salvar a los genocidas, pero la lucha continúa.
La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) fue creada por el presidente Raúl Alfonsín (UCR) el 15 de diciembre de 1983. Respondía así al reclamo del movimiento popular y las organizaciones de derechos humanos, especialmente las Madres de Plaza de Mayo, que en 1977 habían comenzado sus rondas en busca de sus hijos. El decreto de constitución de la comisión establecía que su objetivo sería “esclarecer los hechos relacionados con la desaparición de personas ocurridos en el país”.1 Fue presidida por el escritor Ernesto Sábato.
El 20 de septiembre de 1984, la “Comisión Sábato” presentó su informe final al presidente, cuya síntesis sería publicada en forma de libro bajo el título “Nunca Más”.2 El informe aportó pruebas utilizadas en el juicio a las Juntas Militares, realizado en 1985. Expuso el “terrorismo de Estado”, la existencia de un plan sistemático perpetrado por la dictadura para perseguir, torturar, asesinar y desaparecer a activistas y disidentes políticos. Sin embargo, la tarea de la Conadep y los alcances de su informe fueron limitados por la política de impunidad del gobierno de Alfonsín.
Alfonsín y la “teoría de los dos demonios”
La caída de la dictadura, tras la derrota en la Guerra de Malvinas, fue un colosal triunfo revolucionario de la movilización obrera y popular, que conquistó amplias libertades democráticas y abrió una nueva etapa en el país. El 16 de junio de 1982, el general Leopoldo Fortunato Galtieri debió renunciar, y durante cinco días no hubo gobierno. Luego, los militares, con el aval del PJ, la UCR y los partidos burgueses unidos en la Multipartidaria, decidieron que asumiera el general Reynaldo Bignone, tratando de desviar la movilización revolucionaria hacia el terreno de las elecciones, para sostener el sistema capitalista.3 En octubre de 1983 se realizaron las elecciones, en las que resultó ganador Alfonsín (UCR) con el 51,7% de los votos. Millones de trabajadores y otros sectores populares, incluyendo a muchos peronistas, le dieron su voto. Alfonsín captó los anhelos de libertad y progreso surgidos de la lucha contra la dictadura, usando consignas como: “con la democracia se come, se cura y se educa”.
La anulación de la “Ley de Autoamnistía”4, con la que los militares buscaban exculparse de sus delitos, y la creación de la Conadep fueron los primeros logros obtenidos por la lucha obrera y popular que derrotó a la dictadura. Sin embargo, Alfonsín no buscaba iniciar un verdadero proceso de verdad y justicia. Días antes de la creación de la comisión expresó por primera vez su “teoría de los dos demonios”, en la que afirmaba que durante la década de 1970 el país había estado atravesado por el terror, que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda.5
Así intentó equiparar los crímenes del terrorismo de Estado con el accionar de las organizaciones guerrilleras y ocultar que la dictadura tuvo por objetivo liquidar a toda una generación de activistas obreros y populares.
Bajo esta concepción, el gobierno impuso a la Conadep enormes limitaciones. La Comisión no incluyó en su composición a los organismos de derechos humanos. No tuvo atribuciones para citar a declarar ni juzgar a los militares. Tampoco para abrir los archivos de “inteligencia” de la dictadura. Por el contrario, Alfonsín promovió la reforma del Código de Justicia Militar para que los genocidas fueran juzgados en tribunales militares, con la idea de que no se enjuiciara al conjunto de las fuerzas armadas, sino sólo a quienes habían cometido “excesos”.6
Contra la política de impunidad del gobierno radical, el Movimiento al Socialismo (MAS), partido antecesor de Izquierda Socialista, reclamó la creación de una comisión bicameral, juicios por jurados populares (integrados por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, familiares, representantes de partidos políticos y organizaciones obreras víctimas de la dictadura) y planteó “que al ser el genocidio cometido por la dictadura un verdadero crimen de lesa humanidad, debe aplicarse el principio de reversión de la prueba” porque “son los que ejercieron funciones represivas los que tienen que probar su inocencia”.7
La lucha por memoria, verdad y justicia continúan
La continuidad de las luchas obreras y populares, y del movimiento de derechos humanos en especial, obligaron en 1985 al gobierno y a la burguesía a aceptar la realización de un juicio civil a las Juntas Militares, no en un tribunal militar. Un hecho para entonces inédito, desde los juicios de Nüremberg de 1945-1946 contra los jerarcas nazis. En el juicio fueron condenados a perpetua los generales Jorge Rafael Videla y Emilio Massera, un triunfo importante pero parcial de la lucha.
Los partidos patronales han intentado una y otra vez proteger a los genocidas, porque ir contra ellos es ir contra los intereses económicos y políticos de ajuste, sometimiento y entrega del país que sus gobiernos mantienen. En 1986 y 1987 Alfonsín impuso las “leyes de impunidad” (Obediencia Debida y Punto Final) que buscaron exculpar a los mandos medios y frenar los juicios. Carlos Menem (PJ) indultó a los militares. Bajo los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner (PJ) primó el doble discurso y, mientras descolgaban el cuadro de Videla, nombraban al genocida César Milani al frente de las Fuerzas Armadas y desaparecía Jorge Julio López. Mauricio Macri (PRO) intentó meter el 2x1 para liberar a los genocidas presos.
Hoy, la búsqueda de impunidad ha pegado un salto bajo el gobierno ultraderechista de Javier Milei y su vice, Victoria Villarruel, defensora de genocidas. Quieren restaurar la “teoría de los dos demonios”, niegan el genocidio y el terrorismo de Estado. La visita de diputados a genocidas presos y el acto en el Senado por “las víctimas del terrorismo” expuso su plan para liberarlos (ver nota en página 4). En el marco del plan motosierra también quieren reforzar el aparato represivo, con el protocolo antipiquetes y la restauración de la siniestra Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE).
Pero, en abierta oposición, el pueblo trabajador nunca perdonó a los genocidas, y cada 24 de Marzo ha sido una multitudinaria demostración en reclamo de Memoria, Verdad y Justicia. Gracias a ello se anularon en 2003 las leyes de impunidad, se logró que los militares volvieran al banquillo de los acusados por el robo de bebés, y la reapertura de causas de lesa humanidad. Desde Izquierda Socialista/ FIT Unidad seguimos exigiendo cárcel común, perpetua y efectiva para todos los genocidas y sus cómplices. Sostenemos la importancia de la inversión de la carga de la prueba para delitos de lesa humanidad.
Decimos: ¡Son 30.000! No fue una guerra, fue un genocidio. Reclamamos la apertura de los archivos de la dictadura y la restitución de la identidad de los bebés apropiados. Mientras damos todas esas peleas, también nos abocamos a la tarea de construir una alternativa política que termine con el modelo de hambre, saqueo y entrega capitalista que apuntaló la dictadura y aún perdura, gestando y fortaleciendo un partido socialista y revolucionario que luche consecuentemente por castigar a los genocidas y por una salida de fondo: conquistar un gobierno de las y los trabajadores y el pueblo, por el socialismo.
1. Decreto del PEN 187/1983 Disponible en www.argentina.gob.ar
2. “Nunca Más. Informe de la Comisión Nacional…”. Editorial Eudeba, Buenos Aires, 1984.
3. Ver Miguel Sorans. “Debates en la izquierda revolucionaria. PTS e IS: dos visiones opuestas desde la caída de la dictadura…”. Disponible en www.izquierdasocialista.org.ar
4. Ver “El Socialista” Nº 568 (13/09/2023). Disponible en www.izquierdasocialista.org.ar
5. www.archivorta.com.ar
6. Ley 23.049/1984
7. “Semanario Socialista” Nº 80 (20/09/1984).
Escriben José “Pepe” Rusconi, Stella Vanara y Haydee Puhl
En los días 4 y 5 de septiembre de 1975 fueron secuestrados, torturados y fusilados por bandas fascistas que actuaban al amparo del gobierno peronista, ocho militantes del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de La Plata, partido antecesor de Izquierda Socialista. Este hecho es recordado como la “Masacre de La Plata”. Hoy seguimos exigiendo justicia por nuestros compañeros y compañeras asesinadas del PST y, ante la campaña negacionista del gobierno de Milei y su intento de beneficiar a los genocidas presos decimos: ¡Son 30.000! No fue una guerra, fue genocidio.
Desde mediados de la década de 1960 comenzó a nivel mundial un gran ascenso de las luchas obreras y populares. En Estados Unidos hubo grandes manifestaciones contra la guerra de Vietnam, las cuales fueron uno de los factores clave para la derrota del ejército más poderoso del mundo. En Francia se dio una enorme lucha obrera y estudiantil llamada “Mayo Francés”. Estos y muchos otros hechos de la lucha de clases marcaron aquella etapa en la que nuestro país no estuvo ajeno.
Desde 1966, gobernaba nuestro país la dictadura del general Juan Carlos Onganía. Pero en 1969 se dio una serie de levantamientos obreros y populares conocido como los “azos”, cuyo punto máximo fue la insurrección del “Cordobazo” del 29 de mayo de 1969. Fracasado en su intento de frenar las luchas, Onganía fue reemplazado por el general Roberto Levingston, quien luego fue sucedido por el general Alejandro Agustín Lanusse, hombre más hábil de la casta militar. Se propuso detener el ascenso en acuerdo con las patronales, la UCR y el PJ, todos auspiciados por el imperialismo, promoviendo el Gran Acuerdo Nacional (GAN). Se trataba de intentaron descomprimir la situación abriendo un proceso electoral y permitiendo la participación del PJ, proscripto desde el golpe de 1955.
Así fue que en marzo de 1973, el peronismo ganó las elecciones con la fórmula Héctor “el tío” Cámpora y Vicente Solano Lima. Pero tampoco pudo controlar al movimiento obrero y popular, que continuó su lucha contra el ajuste y por mejores condiciones de vida. Finalmente, presionado por Juan Domingo Perón, Cámpora debió renunciar. Las nuevas elecciones, realizadas en septiembre del mismo año, dieron como ganadora a la fórmula integrada por Juan Perón y su esposa, María Estela Martínez de Perón (“Isabelita”). Pero ni Perón, con su autoridad histórica ante el movimiento obrero y popular, pudo frenar las luchas.
Ya a finales de 1973, habían comenzado a actuar las primeras bandas fascistas integradas por la patota de la burocracia sindical y grupos parapoliciales, organizados desde el Ministerio de Bienestar Social de José López Rega. Entre ellas, se destacaban la Alianza Anticomunista Argentina (la Triple A), la Concentración Nacionalista Universitaria (CNU) y el Comando de Organización (CdeO). Tras la muerte de Perón, en julio de 1974, Isabelita asumió e intentó aplicar un ajuste económico brutal, elaborado por su ministro de Economía, Celestino Rodrigo, que pulverizaba los salarios. Esto generó una enorme reacción obrera que se llamó el “Rodrigazo”, en junio de 1975, que terminó con el “Plan Rodrigo” y dejó tambaleante al gobierno. En ese contexto se dio la “Masacre de La Plata”.
La masacre de La Plata
En esa época en la ciudad de La Plata se dieron importantes luchas como la de los obreros de Petroquímica Sudamericana (Mafissa), Propulsora Siderúrgica (Siderar), Astillero Río Santiago y muchas otras fábricas. También en reparticiones estatales, bancos y de trabajadores y estudiantes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), que fueron un ejemplo de organización y combatividad. En ellas, las y los militantes del PST ocuparon un importante, impulsando la organización y la solidaridad obrero-estudiantil y popular, con la perspectiva de luchar por una Argentina y un mundo socialista.
La noche de 4 de septiembre de 1975, un grupo de jóvenes militantes del PST se dirigía hacia la fábrica Petroquímica Sudamericana para llevar dinero de una colecta en apoyo a su fondo de huelga, pero nunca llegaron. Los interceptaron y secuestraron. Fueron terriblemente torturados y luego fusilados. Tiraron sus cuerpos en La Balandra, una playa de la vecina localidad de Berisso. Elles eran, Roberto “Laucha” Loscertales, que había sido dirigente estudiantil en la Facultad de Ingeniería, trabajador del Astillero Río Santiago y dirigente del equipo de trabajadores de Propulsora; Adriana Zaldúa, referente estudiantil de Arquitectura y trabajadora del Ministerio de Obras Públicas (MOP); Hugo Frigerio, delegado gremial del MOP; Ana María Guzner Lorenzo, delegada no docente de la UNLP; y Lidia Agostini, joven odontóloga, integrante del frente de profesionales.
Alarmados por su desaparición, pero aún sin conocimiento de lo sucedido, se convocó a una asamblea en el MOP, que resultó multitudinaria. Otros tres militantes del PST salieron del local del PST de La Plata rumbo a ese lugar, llevando volantes denunciando los hechos. Pero tampoco pudieron llegar a su destino, siendo interceptados y secuestrados a plena luz del día a la vuelta del local, ubicado en el centro de la ciudad. Sus cuerpos también aparecieron mutilados y acribillados horas después. Ellos eran, Oscar Lucatti, trabajador del MOP; Carlos “Diki” Povedano, trabajador de Previsión Social; y Patricia Claverie, estudiante de Ciencias Naturales.
El asesinato de los ocho militantes del PST, a manos de una banda fascista que actuaba al amparo del gobierno peronista de Isabelita y del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Victorio Calabró, dirigente burócrata de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), tuvo como objetivo golpear al movimiento obrero y popular de la región y, en particular, al PST y su política socialista revolucionaria.
Seguimos luchando por justicia y por el socialismo
Tras la caída de la dictadura, desde 1983, los distintos gobiernos patronales han intentado imponer un manto de impunidad para las bandas fascistas que actuaron bajo los gobiernos de Perón e Isabel y para los militares genocidas y sus cómplices. Así, Raúl Alfonsín (UCR) impuso las leyes de “Punto Final” y “Obediencia Debida”, Carlos Menem (PJ) los indultos y los Kirchner nombraron al genocida César Milani como jefe de las Fuerzas Armadas y Macri intentó imponer el 2x1 para liberar a los genocidas.
Hoy el gobierno liberfacho de Javier Milei y Victoria Villarruel intenta restaurar la “teoría de los dos demonios”, continúa la campaña negacionista del terrorismo de estado y del genocidio con el falso argumento de que los militares condujeron “una guerra contra el terrorismo”. Intentan restaurar ante la sociedad a las repudiadas Fuerzas Armadas con actos como el del 9 de Julio, hacen visitas a los genocidas presos o realizan actos de homenaje a genocidas militares y civiles a quienes llaman “víctimas del terrorismo”. Toda su política de impunidad está al servicio de fortalecer el aparato represivo, para poder aplicar el Plan Motosierra de ajuste, saqueo y entrega capitalista.
Pero la lucha obrera y popular que derrotó a la dictadura, también continúa hoy con el masivo movimiento por los derechos humanos, que sigue creciendo. A los liberfachos y a quienes quieren les decimos: ¡Son 30.000! No fue una guerra, fue genocidio. Seguimos exigiendo la apertura de los archivos de la dictadura, restitución de la identidad a las niñas y niños apropiados y que se juzgue como delitos de lesa humanidad aquellas producidos por las bandas fascistas antes del golpe de 1976.
A 49 años de la masacre de La Plata, desde Izquierda Socialista, repudiamos todo intento negacionista y seguimos exigiendo justicia por nuestros compañeros y compañeras asesinados y detenidos-desaparecidos del PST. Hoy más que nunca reivindicamos con orgullo al glorioso PST y su lucha socialista revolucionaria levantando los puños bien en alto y diciendo: ¡compañeras y compañeros asesinados y detenidos-desaparecidos del PST, hasta el socialismo siempre!