Oct 23, 2024 Last Updated 3:55 PM, Oct 22, 2024

El 29 de mayo de 1974, a media noche, quince matones armados irrumpieron a balazos en el local del PST de Pacheco y se llevaron a seis militantes. A tres de ellos –Oscar Dalmacio Meza, Mario Zidda y Antonio Moses– los asesinaron. Reproducimos aquí el discurso de Nahuel Moreno, al día siguiente, en el local central del PST de la calle 24 de Noviembre, en el barrio de Once, en el velatorio y acto de repudio a la Masacre de Pacheco.

“No queremos la unidad de acción para acompañar nuestro cortejo ¡La queremos para aplastar al fascismo!”

En nombre de la dirección de nuestro Partido quiero dar nuestro más sentido pésame a los familiares de los tres compañeros caídos en la lucha. Decirles también que estos tres compañeros seguirán viviendo no sólo en la memoria de nuestro Partido: continuarán viviendo en la memoria de su clase y de todos los compañeros luchadores anticapitalistas, antiimperialistas y revolucionarios del país. Ellos permanecerán al lado nuestro a pesar de haber desaparecido físicamente.

En segundo lugar, en nombre del Partido quiero señalar que estos tres compañeros fueron grandes, fueron inmensos y no lo decimos por la biografía personal de estos tres militantes. No se trata de adoptar una actitud hipócrita, al estilo de los panegíricos que trazan las necrológicas burguesas cuando muere alguno de sus personajes. Ellos eran jóvenes: no tenían una extraordinaria biografía, ni internacional ni de ningún tipo. Eran tres modestos militantes. Pero por eso eran mucho más grandes todavía. ¡Eran grandes porque era grande la lucha de ellos; eran grandes porque es grande nuestro Partido; eran grandes porque es grande su ideología!

Murieron por lo que eran: socialistas, revolucionarios, internacionalistas legítimos y por todo ello queremos reivindicarlos. También queremos reivindicarlos como luchadores de toda la izquierda en su conjunto, frente a un peligro que nos amenaza a todos: el fascismo y el golpe reaccionario. Esa parte de la personalidad de los compañeros que es patrimonio común, esa parte de la biografía de los compañeros los hermana -es nuestra opinión- más que a Trelew, a aquellos hechos tanto o más graves que los de Trelew: la famosa Operación Masacre de José León Suarez.

Y así como aquel ataque calificó a la Libertadora, éste de hoy está calificando a este gobierno neolibertador, el del general Perón.

En tercer lugar, compañeros, quiero agradecer en forma fraterna a todos los partidos y organizaciones que han aportado su solidaridad y especialmente a todos los partidos y

organizaciones que se hicieron presentes aquí con su movilización. En este gradecimiento sabemos distinguir con todo cuidado las tendencias socialistas, las de nuestros hermanos en el objetivo final y aquellas otras tendencias que no coinciden con nuestro objetivo final pero sin embargo, están unidas a nosotros contra el monstruo y el peligro fascistas. Con todo respeto les decimos que han dado un alto ejemplo de unidad de acción aquellas corrientes humanistas, democráticas o liberales que igual se hicieron presentes aquí para saludarnos y dejaron de lado las profundas diferencias ideológicas que podamos tener con ellas. Estos dos hechos nos deben llevar a la reflexión. Hay una vieja frase de un filósofo que dice: “Ni rían ni lloren: comprendan”. Hoy días los revolucionarios tenemos que decir: “No lloremos; comprendamos y luchemos”.

Este es el momento también de hacer una reflexión sobre la situación que presenta el país y de hacer un llamado en nombre del Comité Ejecutivo de nuestro Partido. Es evidente que hay una escalada fascista en el país. Escalada fascista que no es un simple brote histérico, porque no es la escalada fascista de un movimiento que está fuera del gobierno sino que se predica desde el mismo gobierno. Lo demuestra un elemento categórico apenas reflexionemos un poco. ¡Hasta ahora no se ha descubierto un solo atentado contra militantes de izquierda, ni la muerte de un obrero comunista, ni las torturas, ni la muerte de Montoneros ni de militantes de la JP, ni de nuestros muertos! ¡Jamás! Es una ineficiencia fantástica esa de la policía y de todos los servicios secretos del régimen para descubrir a los asesinos de militantes de izquierda. Sin embargo tienen una eficiencia sorprendente para descubrir, según dicen ellos, los atentados que hace la izquierda.

Esto tiene como significado para nosotros que desde el mismo gobierno se predica el fascismo; el propio gobierno alimenta esos sectores fascistas que preparan un golpe blanco. Hay un silencio cómplice del gobierno en todo esto.

Frente a este peligro, frente a esta escalada que viene de largo tiempo atrás, hoy estamos acá gritando por la unidad de acción. A nuestro Partido le preocupa profundamente si esta unidad de acción es para acompañar los cortejos al cementerio o va a ser la unidad de acción en la calle para derrotar y aplastar a la bestia fascista. No queremos la unidad de acción para acompañar nuestro cortejo. ¡La queremos para aplastar al fascismo y para hacer el desfile de la victoria!

Nosotros consideramos indispensable esa unidad de acción frente a los enemigos fascistas. Pero no la queremos para dentro de diez o veinte años. Es verdad que el fascismo de Mussolini dominó durante veinte años y que el de Hitler se alargó durante diez; es verdad también que tuvo que ir a liberarlos el ejército de un país socialista. ¡Pero nosotros queremos impedir que el fascismo llegue y queremos impedirlo ahora! ¡No queremos celebrar su caída después de veinte años de terror y retroceso!

Es así, compañeros, como se puede sacar la experiencia. Las bandas fascistas han actuado

hasta el momento y van a seguir actuando. No han hecho distingos entre la JP, el PC o el PST. Su objetivo es tratar de quebrar a todas las organizaciones. Ha llegado el momento de que saquemos una conclusión muy importante que nos viene de Chile, que nos viene de la experiencia mundial.

¡Al fascismo no se lo derrota por la vía de las elecciones! ¡Al fascismo no se lo derrota por la vía de los frentes! Ahí está la experiencia de Allende en Chile; ese gran frente de tipo electoral que cayó como si fuera agua entre las manos al primer impacto del fascismo. Al fascismo tampoco se lo discute. No es una tendencia política o intelectual. ¡Al fascismo, compañeros, se lo destruye en la calle, con los mismos métodos que ellos utilizan!

Si queremos honrar a los muertos del PC, si queremos honrar a los muertos de la JP y a nuestros muertos, tenemos también nosotros que sacar nuestra reflexión. Aprendamos del fascismo en Chile, ¡aprendamos que antes de que nos maten ellos tenemos que pararlos nosotros!

Por eso la dirección de nuestro Partido, como resolución de su Comité Ejecutivo, invita a todas las tendencias aquí presentes y a las que no lo están, para el próximo miércoles a las 19, en nuestro local, empecemos a constituir las brigadas o piquetes antifascistas, obrero y populares, que serán la herramienta con la cual abatamos definitivamente a las bandas fascistas en nuestro país.

Escribe Federico Novo Foti
 
El Congreso fundacional de la Internacional Socialista (Segunda Internacional), reunido en París en julio de 1889, entre sus resoluciones definió organizar una manifestación internacional en la que trabajadores y trabajadoras exigieran a los gobiernos de sus países reducir a ocho horas la jornada de trabajo y otros reclamos. La fecha señalada para realizar el “paro universal”, sería el 1º de Mayo de 1890. La elección de la fecha buscaba reivindicar la huelga del 1° de mayo de 1886 en la que habían parado cinco mil fábricas y se habían movilizado cientos de miles de trabajadoras y trabajadores estadounidenses, logrando conquistar la reducción de la jornada laboral. Sería también un homenaje a los “mártires de Chicago”, obreros anarquistas y socialistas ejecutados en noviembre de 1887, como parte de la violenta reacción de las patronales y el gobierno yanqui contra aquella heroica huelga.

En nuestro país, aquel 1° de Mayo de 1890 se reunieron tres mil trabajadores y trabajadoras en el Prado Español (barrio de Recoleta). Los oradores socialistas y anarquistas, en su mayoría inmigrantes, tomaron la palabra y reivindicaron el reclamo por la jornada laboral de ocho horas, la prohibición del trabajo infantil y la suspensión del trabajo a destajo. Las oradoras también reclamaron igual salario por el mismo trabajo para las trabajadoras. Por esos años la clase obrera argentina estaba dando sus primeros pasos de lucha y organización, atravesada por la crisis y terribles condiciones de trabajo. A la formación de sindicatos, le había seguido la creación de organizaciones anarquistas y socialistas, periódicos obreros y bibliotecas. Pero la respuesta de los gobiernos patronales no se hizo esperar. En 1902, el presidente Julio A. Roca promulgó la “Ley de Residencia”, que autorizaba a expulsar del país a todo “agitador”. Las huelgas y movilizaciones continuaron siendo ferozmente reprimidas. El 1° de Mayo de 1909, el Jefe de Policía, Ramón Falcón, desató la represión contra el acto anarquista en Plaza Lorea (hoy parte de Plaza Congreso), donde fueron asesinados once obreros y ochenta resultaron heridos. Las centrales obreras declararon la “huelga general” para exigir la renuncia del Jefe de Policía. Pero el gobierno declaró el estado de sitio. El movimiento huelguístico terminaría en pocos días sin haber logrado la renuncia de Falcón. Pero unos meses después, el 14 de noviembre, el joven obrero anarquista, Simón Radowitzky, haría justicia por mano propia, arrojando una bomba al carruaje de Falcón, quien moriría en el acto. Radowitzky fue apresado y condenado a cadena perpetua (sería indultado en 1929).

 En las décadas de 1920 y 1930 el avance de direcciones reformistas en el movimiento obrero, primero los sindicalistas y socialdemócratas (PS), y luego los estalinistas (PC), fueron transformando el Primero de Mayo de una jornada obrera, internacionalista y socialista en un día “democrático”, de apoyo a los gobiernos o sectores patronales “progresistas”. En 1947, Juan D. Perón en el gobierno oficializó la “Fiesta del Trabajo y la Lealtad”. Así el peronismo buscó transformar la histórica jornada de lucha independiente de la clase trabajadora y sus organizaciones en una fiesta oficial de gobierno y su partido. Con apelaciones a la “paz social”, Perón inculcaba en la clase obrera su política de conciliación entre patrones y trabajadores. Pero el sueño utópico del peronismo de unirse a los patrones para vivir mejor fracasó.

Cada año el capitalismo imperialista demuestra que sólo puede ofrecer más explotación, opresión y pobreza para la clase trabajadora y los pueblos del mundo. El fracaso de los gobiernos de centroizquierda que promueven la conciliación de clases permitió el avance de la ultraderecha. En nuestro país, el ultraderechista Milei logró llegar al gobierno tras el fracaso del gobierno peronista de Alberto y el de Macri. Este Primero de Mayo desde Izquierda Socialista/FIT Unidad llamamos a movilizar en todo el país contra el Plan Motosierra de Milei y el FMI, por un plan alternativo obrero y popular y, retomando la tradición internacionalista y socialista, llamamos a luchar por un gobierno de trabajadores y trabajadoras y por el socialismo mundial.


Escribe Mercedes Petit, dirigenta de Izquierda Socialista/FIT Unidad 1
 
En la actualidad en muchos países hay, más grandes o más chicos, partidos y grupos trotskistas. Incluso dirigentes e intelectuales como el ruso Boris Kagarlitski, perseguido por Putin, o el francés Eric Toussaint, luchador contra el pago de las deudas externas, reivindican a León Trotsky. Sin embargo, no existe una Cuarta Internacional. Es una tarea pendiente.

La Cuarta fue fundada en 1938 por León Trotsky, en condiciones de extrema debilidad ante el poderío del aparato burocrático, reformista y represivo que, con Stalin, dominaba en la ex URSS y la Tercera Internacional. En octubre de 1917 Trotsky encabezó junto con Lenin, el triunfo revolucionario y socialista del Partido Bolchevique y los soviets en Rusia. Desde 1924, luego de la muerte de Lenin, Trotsky continuó la lucha de ambos contra el ascenso de la burocracia. Pero ganó Stalin, quien persiguió a toda oposición y en particular a Trotsky, hasta que logró su asesinato en México en 1940. Sin su conducción, la debilidad, divergencias y crisis en la Cuarta Internacional fueron creciendo.

Nahuel Moreno llamaba “movimiento trotskista” a este amplio espectro de organizaciones y dirigentes que desde 1951 iniciaron la división y dispersión, que llevan ya casi ochenta años. Dentro de él, Moreno construyó una corriente que fue adquiriendo una marcada personalidad propia, en lo político-programático, metodológico, organizativo e incluso moral2, y que después de su muerte en 1987 ha tenido continuidad.
 
El “morenismo”

 ¿Cómo sintetizar en trazos gruesos al trotskismo morenista? Podríamos comenzar diciendo que nuestro fundador y maestro tuvo el gran mérito y la constancia de combatir (aun con errores y limitaciones que él mismo señalaba) a los dos grandes males que hasta ahora han impedido la construcción y fortalecimiento de la Cuarta Internacional: el oportunismo y el sectarismo. Con ese marco político Moreno fue impulsando la ligazón con el movimiento obrero y de masas y el internacionalismo que lo distinguían, para construir los partidos revolucionarios.

El dirigente belga Ernest Mandel fue el más importante y conocido trotskista que cayó en el oportunismo. Refiriéndose a él y otros parecidos, Moreno decía: “juran por el Programa de Transición y hacen lo contrario”. Luego de la segunda guerra mundial, con el objetivo correcto de ligar a la Cuarta Internacional al movimiento obrero y de masas, los oportunistas cayeron en el error (para no decir crimen) de embellecer a las direcciones mayoritarias de entonces. Atribuyeron virtudes revolucionarias a los partidos comunistas burocráticos y stalinistas, que dominaban la ex URSS y el este europeo, al mariscal Tito en Yugoeslavia, y luego en China a Mao y a Castro en Cuba. También a los movimientos nacionalistas burgueses en auge por entonces. Como el FLN en Argelia con Ben Bella, el MNR de Paz Estenssoro en Bolivia (donde los seguidores de Mandel traicionaron una revolución obrera en 1952), e incluso al peronismo argentino. Así, abandonaban la tarea imprescindible de construir los partidos revolucionarios en cada país.3 Con esa orientación política la Cuarta Internacional quedó sentenciada a muerte.

En un sentido opuesto, pero con muchos puntos comunes con el oportunismo, otros cayeron en el sectarismo, es decir, en no reconocer grandes logros de las luchas y revoluciones aun cuando estuvieran encabezadas por direcciones traidoras. Se instaló en este sector el rechazo a la unidad de acción y la participación en las luchas de masas, cayendo en el divisionismo y la autoproclamación. Uno de los primeros y mayores errores fue ignorar el colosal triunfo democrático que significó en 1945 la derrota del nazismo y el fascismo, que habían dado lugar a la segunda guerra mundial. En Inglaterra un importante dirigente, Tony Cliff, redefinió a la URSS como un “capitalismo de estado”, rechazando aquel primer logro de la expropiación de la burguesía de la revolución socialista de 1917. En el caso de Cuba, con su enfoque erróneo los sectarios no reivindicaron el triunfo de la revolución socialista logrado a partir de la expropiación de la burguesía desde 1960/61. Este avance se produjo, como lo definió Moreno, a pesar del carácter inicial del castrismo como movimiento democrático popular, alentado por sectores burgueses anti Batista y del propio imperialismo yanqui. Moreno reivindicó el carácter socialista de Cuba y su defensa incondicional, sin renunciar nunca a la crítica a la dirección del Partido Comunista cubano, a Fidel Castro y al castrismo. De igual modo sus críticas al foco guerrillero alentado por el Che Guevara no le impidieron reconocerlo como un revolucionario enorme más allá de sus errores.4

Seguimos su lucha

Desde 1987, la dirección sin Moreno cayó en errores y desviaciones que dieron lugar al estallido de su corriente. Quienes desde hace años impulsamos la UIT-CI y sus secciones en distintos países reivindicamos plenamente sus enseñanzas, así como asumimos la autocrítica por los errores cometidos.5

En nuestra política y nuestra intervención cotidiana, sea en las luchas obreras, de las mujeres y disidencias, de les jóvenes o ambientales, las campañas electorales, y los distintos enfrentamientos que ellas implican contra las direcciones políticas y sindicales enemigas, buscamos evitar tanto el sectarismo como el oportunismo. Las luchas se fortalecen con la unidad de acción de las distintas fuerzas, y así la impulsamos, contra todo divisionismo y autoproclamación. Y al mismo tiempo, planteamos nuestro programa, política y métodos, para disputar la conducción de esas luchas y construir nuestros partidos y la UIT-CI, y avanzar en el mandato de Trotsky y Moreno: superar la crisis de dirección con la reconstrucción de una Cuarta Internacional que encabece la revolución socialista triunfante en cada país y todo el mundo.
 
Notas
1.Ver notas en El Socialista Nº 579 y Nº 580
2.Desgraciadamente, en las filas del trotskismo se infiltró tempranamente el método del estalinismo de lanzar calumnias morales para destruir a un adversario político e impedir el debate. Moreno lo combatió sistemáticamente.
3.Ver, entre muchos otros textos, El partido y la revolución (Polémica con Ernest Mandel), El Socialista, Bs. As., 2013, y también en nahuelmoreno.org 
4. Ver “Dos métodos frente a la revolución latinoamericana” (1964), en nahuelmoreno.org y en Polémica con el Che Guevara, Cehus, Bs. As., 2017. En particular también “Guevara, héroe y mártir de la revolución permanente” (1967), ídem.
5. Ver el texto de 1997 “Balance del MAS (1987-92)” en nahuelmoreno.org, “otros autores”.

 



 
De muestra bastan dos botones

Un ejemplo central de su trayectoria y enseñanzas fue la tenaz pelea de Moreno por construir partido ( el primero fue el GOM en 1944) con una política independiente y de clase en el seno de los trabajadores argentinos, que se volcaron masivamente por entonces al apoyo al movimiento burgués peronista. El trotskismo morenista se fue forjando con su participación unitaria en las luchas obreras y populares, pero sin cederle a la falsa ilusión de confiar en patrones y en dirigentes traidores, sino combatiéndola siempre y reivindicando la independencia de clase en todos los terrenos.
Como segundo ejemplo, se puede recordar la experiencia de participar en la lucha armada contra la dictadura en Nicaragua en 1979 con la Brigada Simón Bolívar.1 Desde 1978/79 comenzaron a masificarse la movilización anti Somoza y también el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN, que había sido un pequeño foco guerrillero desde más de una década atrás). Moreno, sin renunciar por eso a sus diferencias y críticas a la conducción reformista y de conciliación de clases del FSLN y al guerrillerismo, impulsó desde su exilio en Bogotá la Brigada Simón Bolívar. En ella participaron dirigentes y militantes “morenistas” y luchadores que se sumaron. La brigada participó en las batallas del frente sur, donde dieron la vida tres de sus miembros y encabezó la toma del puerto de Bluefields sobre la costa atlántica. Desgraciadamente, previo a la victoria de la lucha antisomocista el movimiento trotskista en general había ignorado aquel proceso. Y luego de julio de 1979 mayoritariamente se extendió, encabezado por Ernest Mandel, la completa capitulación al sandinismo, que de la mano de Fidel Castro formó un gobierno de unidad con la burguesía.  Así, en la política y en la acción, entendía Moreno la necesaria unidad de acción en los distintos procesos, acompañada por la pelea permanente por combatir a las conducciones reformistas y traidoras de todo tipo, enfrentándolas día a día para construir los partidos trotskistas y avanzar así en la pelea imprescindible por superar la crisis de dirección de la clase obrera y las masas populares.


1. Ver “Perspectivas y política después del triunfo revolucionario en Nicaragua” (1979) en nahuelmoreno.org, publicado también en La brigada Simón Bolívar, El Socialista, Bs. As., 2009.
 
 


Escribe Federico Novo Foti

El 25 de abril de 1974 se produjo la gran revolución encabezada por el llamado Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) formado por jóvenes oficiales, con amplio apoyo de los suboficiales y soldados, popular y obrero, conocida como la “revolución de los claveles”.
 
La revolución derrocó una dictadura fascista que había gobernado Portugal durante cuarenta y ocho años, instalada por el golpe militar de 28 de mayo de 1928, encabezado desde 1932 por Antonio de Oliveira Salazar, quien permaneció en el poder hasta 1968, hasta que fue reemplazado por Marcelo Caetano, como continuador del régimen dictatorial.

La chispa que encendió el fuego de la revolución provino de la crisis en las propias filas de las fuerzas armadas. Sectores de la oficialidad y las tropas portuguesas sufrían el desgaste de la ocupación colonial en África. La resistencia de los pueblos oprimidos había dado lugar a una guerra colonial que ya se prolongaba por más de una década en Mozambique, Guinea-Bissau, Angola y Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe y que no tenía solución militar.

La rebelión de las tropas en Lisboa el 25 de abril hizo que entrasen en escena las masas populares, saludando la caída de la dictadura. Ese mismo día, las y los trabajadores, la juventud y los sectores populares antidictatoriales se volcaron a los cuarteles a saludar a los militares rebeldes y a entregarles claveles, ignorando los avisos para quedarse en casa.

Se inició una revolución obrera y socialista

Así la “revolución de los claveles” se transformó en una revolución anticapitalista, obrera y socialista. Se dio inicio a un proceso revolucionario de movilización y organización que fue contra todas las viejas instituciones represoras y contra la misma burguesía portuguesa.

Los comités de fábrica se multiplicaron y también en la base de las fuerzas armadas surgieron comités. La revolución colonial en África, que fue parte del proceso, siguió desarrollándose, y la mayoría de las colonias africanas se independizaron del yugo imperialista.

El 1° de Mayo en Lisboa se hizo una gran movilización de cerca de un millón de personas gritando “muerte al fascismo” y “muerte a los PIDES”, que era la policía política del régimen. El MFA y los partidos obreros reformistas, el Partido Comunista de Portugal (PCP) y el Partido Socialista (PS), se incorporaron a un gobierno burgués de “unidad nacional” encabezado por el general Antonio de Spínola y con la participación de partidos de derecha democrática. En el MFA coexistían los spinolistas con sectores más radicalizados de la oficialidad joven. El MFA representaba a la pequeña burguesía radicalizada y tenía un programa democrático que no rompía con el capitalismo. Mientras, en los cuarteles los soldados y suboficiales se rebelaron frente a sus superiores. La clase trabajadora reclamaba por sus derechos con huelgas y tomas de empresas. La revolución estaba en curso.

 



Las masas derrotan un golpe contrarrevolucionario

En septiembre de 1974, Spínola cayó por la resistencia de las masas y fue reemplazado por otro general, Costa Gomes, que intentó aplacar a los sectores más de izquierda del MFA.

El 11 de marzo de 1975, Spínola intentó un golpe contrarrevolucionario, que fracasó por la movilización obrera y popular.  La derrota del golpe abrió una nueva etapa de la revolución. El proceso se radicaliza. Se logró, por ejemplo, la expropiación y nacionalización de los bancos y de una parte de los grandes grupos empresarios.

Miles de burgueses huyen del país, crecen las ocupaciones de fábricas, casas, tierras y se profundiza la crisis del ejército. Y se generalizan los comités de empresa, de inquilinos y de soldados. Lo que mostraba claramente ​​el carácter obrero y socialista de la revolución. El gran déficit era la ausencia de una dirección socialista revolucionaria. Los trotskistas, entre ellos partidarios de Nahuel Moreno, actuaban en el proceso, pero eran aún una minoría.

El poder dual y la falta de una dirección revolucionaria

Se ratificó un gobierno directo del MFA-PCP-PS como un gobierno de conciliación de clase de doble discurso. El MFA, por ejemplo, proclamó el inicio de “la primera etapa hacia el socialismo”,
“Durante toda esta etapa de unidad del bloque pequeño burgués MFA-PCP-PS, el programa e ideología común fue el democrático-burgués. El objetivo era lograr un sistema parlamentario, comenzando por la Asamblea Constituyente, que canalizara el ascenso revolucionario hacia el callejón sin salida de la democracia burguesa”, alertaba Nahuel Moreno en su texto de 1975, “Revolución y contrarrevolución en Portugal” (ver texto página 45 en nahuelmoreno.org)

En dicho texto Moreno hacía una analogía con la revolución rusa de 1917 y señalaba el peligro de la falta de un partido revolucionario de tipo bolchevique que condujera a las masas al socialismo en la revolución portuguesa. Moreno y los trotskistas de su corriente planteaban el desarrollo de la movilización y del poder dual bajo la consigna de “Por un Congreso Nacional de las Comisiones obreras y de soldados que derrote al gobierno del MFA y tome el poder”.

El fin de la dictadura y la conquista de amplias libertades democráticas fueron enormes conquistas, que siguen siendo valoradas cincuenta años después. Pero el rol de las direcciones reformistas del PCP, encabezado por su dirigente histórico Alvaro Cunhal que fue parte de los gobiernos como ministro sin cartera hasta 1976, junto al MFA y el Partido Socialista de Mario Soares, impidieron que se avanzara al socialismo, cuando había condiciones.

Se impuso la sumisión a la Comunidad Económica Europea (CEE) y, posteriormente, a la Unión Europea. Conquistas de la revolución, como la nacionalización de los bancos, el control obrero sobre muchas empresas y los organismos de poder dual, fueron desmantelándose paulatinamente.

A cincuenta años de la “revolución de los claveles” el Movimiento Alternativa Socialista (MAS), sección portuguesa de la UIT-CI, retoma las banderas de abril de ´74, luchando contra los gobiernos patronales de hoy, por una nueva revolución que debe ser socialista y construyendo una alternativa política revolucionaria que la encabece hacia el triunfo.

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Habla un soldado trotskista

Reproducimos partes de un largo reportaje a un soldado trotskista, reproducido de la Revista de América, N° 4, órgano de la corriente morenista, de junio de 1975.

“Después del 11 de marzo los soldados realizaron una asamblea general. Echaron no sólo al comandante y segundo jefe, sino también a todos los oficiales spinolistas hasta el grado de sargento. También echaron a un cabo primero, aunque era primo del general. Galvao de Melo. Los camaradas comprendieron la necesidad de seguir adelante y tomar el cuartel. La asamblea general resolvió crear varios comités. […] Con la purga (dice más adelante) fue quebrada la jerarquía militar, ya que los jefes expulsados fueron reemplazados por oficiales subalternos”.

En Coímbra, “las bases habían echado a dos oficiales asignados al cuartel por el Conselho da Revolucao” […] “en la Marina, donde la conciencia política de la base es más elevada, existe un comité de marineros que discute las órdenes emanadas de los oficiales, pudiendo aceptarlas o rechazarlas”.

 


Escribe Mercedes Petit, dirigenta de Izquierda Socialista/FIT Unidad (1)

En la actualidad en muchos países hay, más grandes o más chicos, partidos y grupos trotskistas. Incluso dirigentes e intelectuales como el ruso Boris Kagarlitski, perseguido por Putin, o el francés Eric Toussaint, luchador contra el pago de las deudas externas, reivindican a León Trotsky. Sin embargo, no existe una Cuarta Internacional. Es una tarea pendiente.

La Cuarta fue fundada en 1938 por León Trotsky, en condiciones de extrema debilidad ante el poderío del aparato burocrático, reformista y represivo que, con Stalin, dominaba en la ex URSS y la Tercera Internacional. En octubre de 1917 Trotsky encabezó junto con Lenin, el triunfo revolucionario y socialista del Partido Bolchevique y los soviets en Rusia. Desde 1924, luego de la muerte de Lenin, Trotsky continuó la lucha de ambos contra el ascenso de la burocracia. Pero ganó Stalin, quien persiguió a toda oposición y en particular a Trotsky, hasta que logró su asesinato en México en 1940. Sin su conducción, la debilidad, divergencias y crisis en la Cuarta Internacional fueron creciendo.

Nahuel Moreno llamaba “movimiento trotskista” a este amplio espectro de organizaciones y dirigentes que desde 1951 iniciaron la división y dispersión, que llevan ya casi ochenta años. Dentro de él, Moreno construyó una corriente que fue adquiriendo una marcada personalidad propia, en lo político-programático, metodológico, organizativo e incluso moral (2), y que después de su muerte en 1987 ha tenido continuidad.

El “morenismo”

¿Cómo sintetizar en trazos gruesos al trotskismo morenista? Podríamos comenzar diciendo que nuestro fundador y maestro tuvo el gran mérito y la constancia de combatir (aun con errores y limitaciones que él mismo señalaba) a los dos grandes males que hasta ahora han impedido la construcción y fortalecimiento de la Cuarta Internacional: el oportunismo y el sectarismo. Con ese marco político Moreno fue impulsando la ligazón con el movimiento obrero y de masas y el internacionalismo que lo distinguían, para construir los partidos revolucionarios.

El dirigente belga Ernest Mandel fue el más importante y conocido trotskista que cayó en el oportunismo. Refiriéndose a él y otros parecidos, Moreno decía: “juran por el Programa de Transición y hacen lo contrario”. Luego de la segunda guerra mundial, con el objetivo correcto de ligar a la Cuarta Internacional al movimiento obrero y de masas, los oportunistas cayeron en el error (para no decir crimen) de embellecer a las direcciones mayoritarias de entonces. Atribuyeron virtudes revolucionarias a los partidos comunistas burocráticos y stalinistas, que dominaban la ex URSS y el este europeo, al mariscal Tito en Yugoeslavia, y luego en China a Mao y a Castro en Cuba. También a los movimientos nacionalistas burgueses en auge por entonces. Como el FLN en Argelia con Ben Bella, el MNR de Paz Estenssoro en Bolivia (donde los seguidores de Mandel traicionaron una revolución obrera en 1952), e incluso al peronismo argentino. Así, abandonaban la tarea imprescindible de construir los partidos revolucionarios en cada país. (3) Con esa orientación política la Cuarta Internacional quedó sentenciada a muerte.

En un sentido opuesto, pero con muchos puntos comunes con el oportunismo, otros cayeron en el sectarismo, es decir, en no reconocer grandes logros de las luchas y revoluciones aun cuando estuvieran encabezadas por direcciones traidoras. Se instaló en este sector el rechazo a la unidad de acción y la participación en las luchas de masas, cayendo en el divisionismo y la autoproclamación. Uno de los primeros y mayores errores fue ignorar el colosal triunfo democrático que significó en 1945 la derrota del nazismo y el fascismo, que habían dado lugar a la segunda guerra mundial. En Inglaterra un importante dirigente, Tony Cliff, redefinió a la URSS como un “capitalismo de estado”, rechazando aquel primer logro de la expropiación de la burguesía de la revolución socialista de 1917. En el caso de Cuba, con su enfoque erróneo los sectarios no reivindicaron el triunfo de la revolución socialista logrado a partir de la expropiación de la burguesía desde 1960/61. Este avance se produjo, como lo definió Moreno, a pesar del carácter inicial del castrismo como movimiento democrático popular, alentado por sectores burgueses anti Batista y del propio imperialismo yanqui. Moreno reivindicó el carácter socialista de Cuba y su defensa incondicional, sin renunciar nunca a la crítica a la dirección del Partido Comunista cubano, a Fidel Castro y al castrismo. De igual modo sus críticas al foco guerrillero alentado por el Che Guevara no le impidieron reconocerlo como un revolucionario enorme más allá de sus errores. (4)

Seguimos su lucha

Desde 1987, la dirección sin Moreno cayó en errores y desviaciones que dieron lugar al estallido de su corriente. Quienes desde hace años impulsamos la UIT-CI y sus secciones en distintos países reivindicamos plenamente sus enseñanzas, así como asumimos la autocrítica por los errores cometidos. (5)

En nuestra política y nuestra intervención cotidiana, sea en las luchas obreras, de las mujeres y disidencias, de les jóvenes o ambientales, las campañas electorales, y los distintos enfrentamientos que ellas implican contra las direcciones políticas y sindicales enemigas, buscamos evitar tanto el sectarismo como el oportunismo. Las luchas se fortalecen con la unidad de acción de las distintas fuerzas, y así la impulsamos, contra todo divisionismo y autoproclamación. Y al mismo tiempo, planteamos nuestro programa, política y métodos, para disputar la conducción de esas luchas y construir nuestros partidos y la UIT-CI, y avanzar en el mandato de Trotsky y Moreno: superar la crisis de dirección con la reconstrucción de una Cuarta Internacional que encabece la revolución socialista triunfante en cada país y todo el mundo.


Notas
1.Ver notas en El Socialista Nº 579 y Nº 580
2.Desgraciadamente, en las filas del trotskismo se infiltró tempranamente el método del estalinismo de lanzar calumnias morales para destruir a un adversario político e impedir el debate. Moreno lo combatió sistemáticamente.
3.Ver, entre muchos otros textos, El partido y la revolución (Polémica con Ernest Mandel), El Socialista, Bs. As., 2013, y también en nahuelmoreno.org 
4. Ver “Dos métodos frente a la revolución latinoamericana” (1964), en nahuelmoreno.org y en Polémica con el Che Guevara, Cehus, Bs. As., 2017. En particular también “Guevara, héroe y mártir de la revolución permanente” (1967), ídem.
5. Ver el texto de 1997 “Balance del MAS (1987-92)” en nahuelmoreno.org, “otros autores”.

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De muestra bastan dos botones

Un ejemplo central de su trayectoria y enseñanzas fue la tenaz pelea de Moreno por construir partido (el primero fue el GOM en 1944) con una política independiente y de clase en el seno de los trabajadores argentinos, que se volcaron masivamente por entonces al apoyo al movimiento burgués peronista. El trotskismo morenista se fue forjando con su participación unitaria en las luchas obreras y populares, pero sin cederle a la falsa ilusión de confiar en patrones y en dirigentes traidores, sino combatiéndola siempre y reivindicando la independencia de clase en todos los terrenos.

Como segundo ejemplo, se puede recordar la experiencia de participar en la lucha armada contra la dictadura en Nicaragua en 1979 con la Brigada Simón Bolívar. (1) Desde 1978/79 comenzaron a masificarse la movilización anti Somoza y también el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN, que había sido un pequeño foco guerrillero desde más de una década atrás). Moreno, sin renunciar por eso a sus diferencias y críticas a la conducción reformista y de conciliación de clases del FSLN y al guerrillerismo, impulsó desde su exilio en Bogotá la Brigada Simón Bolívar. En ella participaron dirigentes y militantes “morenistas” y luchadores que se sumaron. La brigada participó en las batallas del frente sur, donde dieron la vida tres de sus miembros y encabezó la toma del puerto de Bluefields sobre la costa atlántica. Desgraciadamente, previo a la victoria de la lucha antisomocista el movimiento trotskista en general había ignorado aquel proceso. Y luego de julio de 1979 mayoritariamente se extendió, encabezado por Ernest Mandel, la completa capitulación al sandinismo, que de la mano de Fidel Castro formó un gobierno de unidad con la burguesía. Así, en la política y en la acción, entendía Moreno la necesaria unidad de acción en los distintos procesos, acompañada por la pelea permanente por combatir a las conducciones reformistas y traidoras de todo tipo, enfrentándolas día a día para construir los partidos trotskistas y avanzar así en la pelea imprescindible por superar la crisis de dirección de la clase obrera y las masas populares.

1. Ver “Perspectivas y política después del triunfo revolucionario en Nicaragua” (1979) en nahuelmoreno.org, publicado también en La brigada Simón Bolívar, El Socialista, Bs. As., 2009.

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