El 29 de mayo de 1969 cambió la historia del país. En medio de una huelga general, obreros y estudiantes se movilizaron y derrotaron a la policía tomando el control del centro de la ciudad de Córdoba. La dictadura de Onganía quedó herida de muerte.
(Basado en artículo escrito por Diego Martínez para El Socialista N° 425)
En el marco de un contexto mundial signado por las movilizaciones contra la intervención militar estadounidense en Vietnam y las grandes luchas obreras y estudiantiles ocurridas en países como Italia, Japón y México, tras el Mayo francés que puso en jaque al gobierno de De Gaulle en Francia, hacia 1968 comenzaba a producirse un cambio en la situación política argentina.
El contexto nacional
Desde 1966 gobernaba el dictador Onganía. La represión y la miseria comenzaron a generar un creciente malestar en los sectores obreros y populares. El estudiantado del interior empezó a luchar y fue duramente reprimido. El movimiento obrero comenzaba a recuperarse después de años de estancamiento. Durante 1968 se dieron tres luchas obreras importantes: la de los petroleros de YPF en Ensenada, la de los gráficos de Fabril Financiera en Barracas y la de Citroën, también en la ciudad de Buenos Aires. Fueron tres luchas largas y con mucha fuerza en la base. Fueron derrotadas, pero el ascenso no se interrumpió y se trasladó a las provincias.
En marzo de 1969 hubo conflictos estudiantiles en Tucumán y Rosario. Las luchas obreras las encabezaron los metalúrgicos, Luz y Fuerza,Smata, estatales y docentes.
A mediados de mayo se movilizaron los estudiantes correntinos en contra de la privatización del comedor universitario y fueron duramente reprimidos. Juan José Cabral, de 22 años, que cursaba Medicina, fue asesinado por la policía. Esto generó una inmediata movilización en Rosario que dio origen al Rosariazo. El 16 de mayo los estudiantes comenzaron a movilizarse y enfrentar en las calles a la policía hasta derrotarla. El 21 de mayo se sumaron sectores del movimiento obrero día en que fue asesinado el joven metalúrgico Luis Blanco.
El Cordobazo
En este contexto de ebullición, la CGT se vio obligada a convocar un paro de 24 horas para el 30 de mayo. En Córdoba la CGT regional decidió adelantar el paro para el 29, transformando la acción en una huelga de 36 horas. Tal era la bronca que había entre los trabajadores que la medida tuvo una adhesión del 98% y para el mediodía se movilizaron al centro de la ciudad junto con los estudiantes. En un área de aproximadamente 150 manzanas se enfrentaron con la policía. Se levantaron barricadas, los vecinos colaboraron con los manifestantes reprimidos se fueron sumando a la protesta. La policía mató al obrero del Smata Máximo Mena y el estudiante Daniel Castellanos. Pese a esto los manifestantes pasaron a controlar cada vez más esquinas de la ciudad de Córdoba y la policía se tuvo que retirar. Hasta las 17 los puntos neurálgicos estuvieron controlados por obreros y estudiantes, quienes protagonizaron una insurrección espontánea detonada por el odio a la dictadura militar. Después ingresó el ejército en el centro de la ciudad pero el movimiento ya se había replegado hacia los barrios. El gobierno de Onganía nunca se pudo recuperar de aquel golpe.
Las lecciones que nos dejó
El Cordobazo marcó un antes y un después en la lucha de clases que produjo un sostenido ascenso que fortaleció a los sectores antiburocráticos y clasistas del movimiento obrero. Esto se prolongó hasta 1976, cuando el golpe genocida de Videla vino a derrotar a los trabajadores. Después de que fracasara el Gran Acuerdo Nacional (GAN) pergeñado entre radicales y peronistas y comandado por Perón en su retorno al poder en 1973, con el objetivo de contener las luchas obreras.
Más allá de la narración de los hechos históricos, lo importante es reflexionar acerca de las lecciones políticas que nos dejó el Cordobazo. El “mayo cordobés” nos demostró que cuando la clase obrera se organiza masivamente y se moviliza con decisión puede torcer el rumbo de la historia, pese a los intentos de frenar las luchas de las patronales, los partidos burgueses y la burocracia sindical.
Si el ascenso iniciado en el Cordobazo pudo ser frenado y no siguió avanzando hacia una revolución socialista fue porque la conducción de los trabajadores era mayoritariamente peronista, un movimiento político que vino a garantizar la “estabilidad” del país para los empresarios. De allí que la otra gran lección de este proceso sea la necesidad de progresar en la construcción de una dirección revolucionaria, política y sindical que encauce las luchas hacia un gobierno de los trabajadores.
“ […] Lo que ha ocurrido en Rosario, y principalmente en Córdoba, tiene un nombre muy claro, ha sido una semiinsurrección […]Tanto en Rosario como en Córdoba hemos presenciado el encuentro de los obreros y estudiantes con las fuerzas represivas, como la derrota de estas. Uno de los principales brazos armados del régimen, la policía, fue puesta en retirada por las fuerzas populares.
[…] En Córdoba el ejército intervino violentamente, originando una situación semiinsurreccional, de lucha civil, aunque por falta de dirección no fue respondida en la misma forma por el movimiento obrero y estudiantil. Hubiera sido suficiente que los trabajadores se hubieran armado para responder al fuego del ejército para que la guerra civil y la insurrección hubieran sido un hecho […] Lo que faltó tanto en Córdoba como en Rosario fue un partido revolucionario que supiera organizar a las masas para la insurrección. Si ese partido hubiera existido, hubiéramos logrado armas para los obreros y estudiantes, así como hubiera sabido elaborar un plan insurreccional para golpear a las fuerzas de la reacción en sus puntos neurálgicos […]
Moreno,Nahuel, Después del Cordobazo, Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2013
Escribe Federico Novo Foti
El 29 de mayo se cumple el cincuenta aniversario de uno de los crímenes políticos más importantes perpetrados bajo el último gobierno de Perón. Un ataque fascista contra el local del PST y el asesinato de tres de sus militantes, organizado por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), integrada por miembros de las fuerzas de seguridad y la burocracia sindical peronista, quienes buscaban realizar un nuevo ataque artero contra el ascenso del movimiento obrero.
En la noche del miércoles 29 de mayo de 1974, cerca de quince matones armados tirotearon el frente del local del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) -partido antecesor de Izquierda Socialista- ubicado en la localidad de General Pacheco, en el norte del Gran Buenos Aires. Entre golpes, gritos e insultos, tres compañeras y tres compañeros que se encontraban reunidos en el local fueron lanzados al suelo y pateados. Luego de robar, romper e incendiar lo que encontraron, los obligaron a salir y subir a los autos que tenían afuera. Las tres compañeras, después de seguir recibiendo golpes y amenazas, fueron dejadas en la vereda a varias cuadras. Los compañeros fueron metidos en los baúles de los coches y en la mañana del 30 de mayo sus cuerpos acribillados aparecieron en Pilar.
Los compañeros asesinados eran Oscar Dalmacio “Hijitus” Meza, quien venía encabezando la lucha en la metalúrgica Astarsa y en otras fábricas de la zona Norte, y había impulsado la lista de oposición a la burocracia de la UOM de Vicente López; Mario “el Tano” Zidda, quien había sido en 1972 uno de los dirigentes de la lucha de los colegios industriales, cuando estudiaba en la Escuela Nacional de Educación Técnica Nº 1 de Tigre; y Antonio “Tony” Moses, quien había ingresando a la metalúrgica Wobron. (ver recuadro) La “Masacre de Pacheco”, el asesinato de los tres militantes del PST, representó un salto en los ataques hasta entonces perpetrados por bandas fascistas bajo el gobierno de Juan Domingo Perón y tuvo una enorme repercusión nacional. Fue el primer ataque a un partido político reconocido legalmente. La Triple A fue una respuesta desesperada ante el ascenso obrero y popular que acorralaba al “pacto social” de Perón, las patronales y la burocracia sindical, con el apoyo del imperialismo. El PST llamó a la unidad de acción anti fascista para enfrentar los ataques.
La responsabilidad del gobierno peronista
El 12 de octubre de 1973 Perón había asumido por tercera vez la presidencia. El “golpe” contra su predecesor, Héctor J. Cámpora, y su asunción buscaron terminar con el ascenso obrero y popular revolucionario iniciado en 1969 con el “Cordobazo”. Con el acuerdo de los militares, representados por el general Alejandro Lanusse, el radicalismo, encabezado por Ricardo Balbín, y el imperialismo, Perón se propuso desmontar el ascenso y seguir aplicando el “pacto social” de ajuste contra los trabajadores. Pero las luchas no cesaron.
En los primeros meses de 1974, las bandas fascistas comenzaron a actuar con creciente violencia contra activistas sindicales, estudiantiles y populares. Fueron blanco de sus ataques los locales y militantes de la Juventud Peronista (JP), ligada a los Montoneros, y la izquierda. Las bandas fascistas se nutrían de las patotas de la burocracia sindical y del aparato represivo, sectores de la policía y las fuerzas armadas, en actividad o dados de baja por delincuentes o corruptos.
En la madrugada del 7 de mayo fue acribillado Inocencio “Indio” Fernández, delegado de la fundición Cormasa y primer militante del PST asesinado por las bandas fascistas. El 11 de mayo fue asesinado el padre Carlos Mugica. A pocos días, el 13 de mayo, en una reunión con importantes miembros de la burocracia sindical, Perón declaró: “Dentro de las organizaciones, como caballos de Troya de dichas organizaciones han surgido ahora las que se llaman ‘de base’, como si la organización sindical no fuera la organización de base más grande que existe. […] Son intentos de disociación y anarquía. Ceder es muy peligroso… cada dirigente debe esforzarse en mantener la homogeneidad de su organización, despachando por las colaterales o por las fuerzas centrípetas a todos esos que intentan, al servicio de cualquier causa […] destruir la organización”.1 Así Perón dio “vía libre” a la actuación de patotas armadas contra el activismo gremial. Por entonces, en panfletos y pintadas donde se adjudicaban los atentados perpetrados contra locales sindicales y partidarios comenzó a aparecer la leyenda Triple A, banda fascista organizada desde el Ministerio de Bienestar Social por el siniestro ministro José López Rega.
La repercusión nacional
La Masacre de Pacheco provocó un inmediato rechazo en amplios sectores del movimiento obrero y gran parte del arco político. La repercusión fue tal que la prensa nacional también se hizo eco del asesinato de los tres militantes del PST, apareciendo en las tapas de Clarín, Crónica y Noticias. El PST calificó el triple asesinato como el crimen político más importante hasta entonces perpetrado bajo el gobierno peronista, junto con la masacre de Ezeiza. Denunció que las bandas fascistas operaban selectivamente en sus objetivos y que eran toleradas y alimentadas por el propio gobierno.2
En los lugares de trabajo y actividad gremial y política de los tres compañeros asesinados, la reacción no se hizo esperar. En Astarsa se paralizó la fábrica el día del entierro de Hijitus. La patronal tuvo que hacer llegar su adhesión y hasta Gregorio Minguito, el burócrata de la UOM de Vicente López, rodeado de guardaespaldas, debió pasar por allí. En Wobron se paralizó la fábrica, a medida que las secciones fueron recibiendo la noticia del asesinato de Tony, contra la indicación de los delegados de la burocracia. En colegios y facultades hubo todo tipo de actividades de repudio y solidaridad. El ENET Nº 1 de Tigre paró el jueves y el viernes por el “Tano”. La noche del jueves 30, cuando se realizaba un acto en la Facultad de Derecho, se sumaron los obreros gráficos que realizaban otro acto por la libertad de prensa con el dirigente de Luz y Fuerza de Córdoba, Agustín Tosco. Con estudiantes de otras Facultades se reunieron más de 3.000 personas. Entre otros, hablaron Miguel Sorans por la Juventud Socialista de Avanzada (JSA) del PST, la dirigente peronista Alicia Eguren de Cooke, pareja del fallecido John William Cooke, y cerró el acto Tosco.
El velatorio, realizado en el local central del PST, ubicado en la calle 24 de Noviembre, en el barrio de Once, se convirtió en un gran acto político en defensa de los derechos de los trabajadores y las libertades democráticas, contra las bandas fascistas. Bajo un pasacalles colocado frente al local que decía “Aquí velamos a los compañeros socialistas”, desfilaron dirigentes gremiales políticos y sociales, con sus delegaciones. Sindicatos, como Smata-Córdoba, la Fotia, la lista Marrón de los metalúrgicos de Villa Constitución, Raimundo Ongaro de la Federación Gráfica, Di Pascuale del Sindicato de Farmacia, comisiones internas y cuerpos de delegados de todos los rincones del país hicieron llegar su repudio. En medio de un desfile permanente de gente en el velorio, se presentó Juan Carlos Dante Gullo, junto a otros dirigentes de la JP regionales (quienes aclararon que no concurrirán al acto del día siguiente por las diferencias políticas que manteníamos). Se pronunciaron la Unión Cívica Radical, el Partido Intransigente, el Partido Comunista, PCR, Política Obrera, entre otros.
Al fascismo no se lo discute, se lo destruye
El sábado se realizó un acto unitario y el entierro de los compañeros con cerca de cinco mil personas. Hubo más de veinte oradores. Entre los centrales estuvieron Juan Carlos Coral y Nahuel Moreno, por la dirección del PST, y el diputado nacional Rodolfo Ortega Peña, por el Bloque del Peronismo de Base. También hablaron Marcelo Stubrin, por la Juventud Radical, Julio Magri, por Política Obrera, así como Miguel Sorans, de la Juventud Socialista de Avanzada (JSA), Arturo Apaza, dirigente de Del Carlo y de la combativa lista Gris de la UOM de zona Norte (desaparecido en 1976) y Jorge Ávila, de la Comisión interna de Propulsora, los tres del PST.
En el acto, Nahuel Moreno, en nombre de la dirección del PST, llamó a la unidad de acción antifascista. (ver recuadro) “Hoy estamos acá gritando por la unidad de acción. [...] No queremos la unidad de acción para acompañar a nuestro cortejo. ¡La queremos para aplastar al fascismo y hacer el desfile de la victoria! [...] Al fascismo tampoco se lo discute. No es una tendencia política o intelectual. ¡Al fascismo, compañeros, se lo destruye en la calle, con los mismos métodos que ellos utilizan!”.3
Lamentablemente, aquel llamado a coordinar la acción antifacsista no fue atendido por las organizaciones presentes, salvo honrosas excepciones, como la de Ortega Peña y el Peronismo de Base. Pese a la continuidad de los ataques fascistas, aquel acto terminó siendo el último de su tipo hasta el golpe de 1976.
Hoy, a 50 años de la Masacre de Pacheco, recordamos a nuestros compañeros asesinados con las palabras que pronunció Moreno en aquel acto: “¡Eran grandes porque era grande la lucha de ellos, eran grandes porque es grande nuestro partido; eran grandes porque era grande su ideología! Murieron por lo que eran: socialistas, revolucionarios, internacionalistas legítimos y por todo ello queremos reivindicarlos.”4 Izquierda Socialista y la UIT-CI nos declaramos orgullosos continuadores de su lucha socialista y revolucionaria. Por eso decimos: ¡Tony, Tano e Hijitus! ¡Hasta el Socialismo, siempre!
1. Ver en Ricardo de Titto. “Historia del PST”. Tomo 2. Ediciones CEHuS, Buenos Aires, 2018
2. Ver “Avanzada Socialista” Nº 106, 4/6/1974. Disponible en www.nahuelmoreno.org
3. Nahuel Moreno. “Discurso por la Masacre de Pacheco” (1974) Ediciones CEHuS, Buenos Aires, 2018. Disponible en www.nahuelmoreno.org
4. Idem
Oscar Dalmacio Meza
En el partido lo conocíamos como Hijitus. Había venido de Corrientes en 1970 e inmediatamente ingresó en los astilleros Astarsa, en Tigre. En poco tiempo conquistó el reconocimiento de sus compañeros y fue elegido delegado de la sección Calderería. Lo habían reelegido poco antes de su asesinato por su actuación durante la toma del astillero el año anterior. Las deficientes condiciones de trabajo habían provocado la muerte de un compañero y Meza organizó la lucha contra la voluntad de la burocracia de la UOM que se oponía a la ocupación. Se impuso la toma y se logró un gran triunfo con la formación de una Comisión de Seguridad con participación obrera y la reincorporación de activistas despedidos anteriormente. En ese año de 1974, integró la lista de oposición en la seccional Vicente López de la UOM. Su actividad sindical estaba impregnada de un profundo sentido político y en poco tiempo, con 27 años, se había convertido en un jóven cuadro del Partido Socialista de los Trabajadores.
Mario Zidda
Había nacido en Italia y a los cuatro años llegó a nuestro país. Por eso le decíamos el Tano. Tenía apenas 22 años. Se incorporó a la lucha en 1972 en las movilizaciones de los colegios industriales siendo alumno de la Escuela Nacional de Educación Técnica Nº 1, de Tigre. Se incorporó a la Juventud Socialista de Avanzada, a la que le dedicó sus mejores energías. Era un cuadro de la juventud y un militante del Partido. Los compañeros que compartieron sus años de militancia recuerdan su gran abnegación. El Tano defendía sus ideas y el Partido con ímpetu. Justamente, intentaba defender el amenazado local partidario de Pacheco cuando cayó asesinado por las balas fascistas.
Antonio Moses
Todo en Tony transcurrió con gran intensidad. Recién salido de la colimba, donde sirvió en la escuela de paracaidismo, ingresó a la Universidad. Inmediatamente se convirtió en activista y dirigente de la lucha contra el ingreso de la Facultad de Ciencias Exactas. Allí conoce al Partido. Se destaca por dos razones, una humana, Tony se hacía querer fácilmente, era el animador de cada lugar en que participaba. Otra política, por la responsabilidad con que asumía las tareas partidarias que se le adjudicaban. Militó en años en que nuestro partido, el PST, comenzaba a utilizar los resquicios legales después de la dictadura de Lanusse. Esas actividades imponían defender los nuevos locales abiertos y defender nuestros compañeros en las manifestaciones, Tony fue uno de los compañeros que asumió esa tarea. Pero él quería más e ingresó en la metalúrgica Wobrón en el momento en que las bandas fascistas comenzaron a atacar nuestros locales y asesinaron al Indio Fernández. Combinaba su jornada en la fábrica con la tarea de proteger el local de Pacheco, de donde fue secuestrado y posteriormente asesinado. Toda la fábrica paró pasando por encima de la burocracia. El partido perdía un jóven cuadro que en sus pocos años de militancia se había mostrado inquebrantable.
El 29 de mayo de 1974, a media noche, quince matones armados irrumpieron a balazos en el local del PST de Pacheco y se llevaron a seis militantes. A tres de ellos –Oscar Dalmacio Meza, Mario Zidda y Antonio Moses– los asesinaron. Reproducimos aquí el discurso de Nahuel Moreno, al día siguiente, en el local central del PST de la calle 24 de Noviembre, en el barrio de Once, en el velatorio y acto de repudio a la Masacre de Pacheco.
“No queremos la unidad de acción para acompañar nuestro cortejo ¡La queremos para aplastar al fascismo!”
En nombre de la dirección de nuestro Partido quiero dar nuestro más sentido pésame a los familiares de los tres compañeros caídos en la lucha. Decirles también que estos tres compañeros seguirán viviendo no sólo en la memoria de nuestro Partido: continuarán viviendo en la memoria de su clase y de todos los compañeros luchadores anticapitalistas, antiimperialistas y revolucionarios del país. Ellos permanecerán al lado nuestro a pesar de haber desaparecido físicamente.
En segundo lugar, en nombre del Partido quiero señalar que estos tres compañeros fueron grandes, fueron inmensos y no lo decimos por la biografía personal de estos tres militantes. No se trata de adoptar una actitud hipócrita, al estilo de los panegíricos que trazan las necrológicas burguesas cuando muere alguno de sus personajes. Ellos eran jóvenes: no tenían una extraordinaria biografía, ni internacional ni de ningún tipo. Eran tres modestos militantes. Pero por eso eran mucho más grandes todavía. ¡Eran grandes porque era grande la lucha de ellos; eran grandes porque es grande nuestro Partido; eran grandes porque es grande su ideología!
Murieron por lo que eran: socialistas, revolucionarios, internacionalistas legítimos y por todo ello queremos reivindicarlos. También queremos reivindicarlos como luchadores de toda la izquierda en su conjunto, frente a un peligro que nos amenaza a todos: el fascismo y el golpe reaccionario. Esa parte de la personalidad de los compañeros que es patrimonio común, esa parte de la biografía de los compañeros los hermana -es nuestra opinión- más que a Trelew, a aquellos hechos tanto o más graves que los de Trelew: la famosa Operación Masacre de José León Suarez.
Y así como aquel ataque calificó a la Libertadora, éste de hoy está calificando a este gobierno neolibertador, el del general Perón.
En tercer lugar, compañeros, quiero agradecer en forma fraterna a todos los partidos y organizaciones que han aportado su solidaridad y especialmente a todos los partidos y
organizaciones que se hicieron presentes aquí con su movilización. En este gradecimiento sabemos distinguir con todo cuidado las tendencias socialistas, las de nuestros hermanos en el objetivo final y aquellas otras tendencias que no coinciden con nuestro objetivo final pero sin embargo, están unidas a nosotros contra el monstruo y el peligro fascistas. Con todo respeto les decimos que han dado un alto ejemplo de unidad de acción aquellas corrientes humanistas, democráticas o liberales que igual se hicieron presentes aquí para saludarnos y dejaron de lado las profundas diferencias ideológicas que podamos tener con ellas. Estos dos hechos nos deben llevar a la reflexión. Hay una vieja frase de un filósofo que dice: “Ni rían ni lloren: comprendan”. Hoy días los revolucionarios tenemos que decir: “No lloremos; comprendamos y luchemos”.
Este es el momento también de hacer una reflexión sobre la situación que presenta el país y de hacer un llamado en nombre del Comité Ejecutivo de nuestro Partido. Es evidente que hay una escalada fascista en el país. Escalada fascista que no es un simple brote histérico, porque no es la escalada fascista de un movimiento que está fuera del gobierno sino que se predica desde el mismo gobierno. Lo demuestra un elemento categórico apenas reflexionemos un poco. ¡Hasta ahora no se ha descubierto un solo atentado contra militantes de izquierda, ni la muerte de un obrero comunista, ni las torturas, ni la muerte de Montoneros ni de militantes de la JP, ni de nuestros muertos! ¡Jamás! Es una ineficiencia fantástica esa de la policía y de todos los servicios secretos del régimen para descubrir a los asesinos de militantes de izquierda. Sin embargo tienen una eficiencia sorprendente para descubrir, según dicen ellos, los atentados que hace la izquierda.
Esto tiene como significado para nosotros que desde el mismo gobierno se predica el fascismo; el propio gobierno alimenta esos sectores fascistas que preparan un golpe blanco. Hay un silencio cómplice del gobierno en todo esto.
Frente a este peligro, frente a esta escalada que viene de largo tiempo atrás, hoy estamos acá gritando por la unidad de acción. A nuestro Partido le preocupa profundamente si esta unidad de acción es para acompañar los cortejos al cementerio o va a ser la unidad de acción en la calle para derrotar y aplastar a la bestia fascista. No queremos la unidad de acción para acompañar nuestro cortejo. ¡La queremos para aplastar al fascismo y para hacer el desfile de la victoria!
Nosotros consideramos indispensable esa unidad de acción frente a los enemigos fascistas. Pero no la queremos para dentro de diez o veinte años. Es verdad que el fascismo de Mussolini dominó durante veinte años y que el de Hitler se alargó durante diez; es verdad también que tuvo que ir a liberarlos el ejército de un país socialista. ¡Pero nosotros queremos impedir que el fascismo llegue y queremos impedirlo ahora! ¡No queremos celebrar su caída después de veinte años de terror y retroceso!
Es así, compañeros, como se puede sacar la experiencia. Las bandas fascistas han actuado
hasta el momento y van a seguir actuando. No han hecho distingos entre la JP, el PC o el PST. Su objetivo es tratar de quebrar a todas las organizaciones. Ha llegado el momento de que saquemos una conclusión muy importante que nos viene de Chile, que nos viene de la experiencia mundial.
¡Al fascismo no se lo derrota por la vía de las elecciones! ¡Al fascismo no se lo derrota por la vía de los frentes! Ahí está la experiencia de Allende en Chile; ese gran frente de tipo electoral que cayó como si fuera agua entre las manos al primer impacto del fascismo. Al fascismo tampoco se lo discute. No es una tendencia política o intelectual. ¡Al fascismo, compañeros, se lo destruye en la calle, con los mismos métodos que ellos utilizan!
Si queremos honrar a los muertos del PC, si queremos honrar a los muertos de la JP y a nuestros muertos, tenemos también nosotros que sacar nuestra reflexión. Aprendamos del fascismo en Chile, ¡aprendamos que antes de que nos maten ellos tenemos que pararlos nosotros!
Por eso la dirección de nuestro Partido, como resolución de su Comité Ejecutivo, invita a todas las tendencias aquí presentes y a las que no lo están, para el próximo miércoles a las 19, en nuestro local, empecemos a constituir las brigadas o piquetes antifascistas, obrero y populares, que serán la herramienta con la cual abatamos definitivamente a las bandas fascistas en nuestro país.
Escribe Federico Novo Foti
El Congreso fundacional de la Internacional Socialista (Segunda Internacional), reunido en París en julio de 1889, entre sus resoluciones definió organizar una manifestación internacional en la que trabajadores y trabajadoras exigieran a los gobiernos de sus países reducir a ocho horas la jornada de trabajo y otros reclamos. La fecha señalada para realizar el “paro universal”, sería el 1º de Mayo de 1890. La elección de la fecha buscaba reivindicar la huelga del 1° de mayo de 1886 en la que habían parado cinco mil fábricas y se habían movilizado cientos de miles de trabajadoras y trabajadores estadounidenses, logrando conquistar la reducción de la jornada laboral. Sería también un homenaje a los “mártires de Chicago”, obreros anarquistas y socialistas ejecutados en noviembre de 1887, como parte de la violenta reacción de las patronales y el gobierno yanqui contra aquella heroica huelga.
En nuestro país, aquel 1° de Mayo de 1890 se reunieron tres mil trabajadores y trabajadoras en el Prado Español (barrio de Recoleta). Los oradores socialistas y anarquistas, en su mayoría inmigrantes, tomaron la palabra y reivindicaron el reclamo por la jornada laboral de ocho horas, la prohibición del trabajo infantil y la suspensión del trabajo a destajo. Las oradoras también reclamaron igual salario por el mismo trabajo para las trabajadoras. Por esos años la clase obrera argentina estaba dando sus primeros pasos de lucha y organización, atravesada por la crisis y terribles condiciones de trabajo. A la formación de sindicatos, le había seguido la creación de organizaciones anarquistas y socialistas, periódicos obreros y bibliotecas. Pero la respuesta de los gobiernos patronales no se hizo esperar. En 1902, el presidente Julio A. Roca promulgó la “Ley de Residencia”, que autorizaba a expulsar del país a todo “agitador”. Las huelgas y movilizaciones continuaron siendo ferozmente reprimidas. El 1° de Mayo de 1909, el Jefe de Policía, Ramón Falcón, desató la represión contra el acto anarquista en Plaza Lorea (hoy parte de Plaza Congreso), donde fueron asesinados once obreros y ochenta resultaron heridos. Las centrales obreras declararon la “huelga general” para exigir la renuncia del Jefe de Policía. Pero el gobierno declaró el estado de sitio. El movimiento huelguístico terminaría en pocos días sin haber logrado la renuncia de Falcón. Pero unos meses después, el 14 de noviembre, el joven obrero anarquista, Simón Radowitzky, haría justicia por mano propia, arrojando una bomba al carruaje de Falcón, quien moriría en el acto. Radowitzky fue apresado y condenado a cadena perpetua (sería indultado en 1929).
En las décadas de 1920 y 1930 el avance de direcciones reformistas en el movimiento obrero, primero los sindicalistas y socialdemócratas (PS), y luego los estalinistas (PC), fueron transformando el Primero de Mayo de una jornada obrera, internacionalista y socialista en un día “democrático”, de apoyo a los gobiernos o sectores patronales “progresistas”. En 1947, Juan D. Perón en el gobierno oficializó la “Fiesta del Trabajo y la Lealtad”. Así el peronismo buscó transformar la histórica jornada de lucha independiente de la clase trabajadora y sus organizaciones en una fiesta oficial de gobierno y su partido. Con apelaciones a la “paz social”, Perón inculcaba en la clase obrera su política de conciliación entre patrones y trabajadores. Pero el sueño utópico del peronismo de unirse a los patrones para vivir mejor fracasó.
Cada año el capitalismo imperialista demuestra que sólo puede ofrecer más explotación, opresión y pobreza para la clase trabajadora y los pueblos del mundo. El fracaso de los gobiernos de centroizquierda que promueven la conciliación de clases permitió el avance de la ultraderecha. En nuestro país, el ultraderechista Milei logró llegar al gobierno tras el fracaso del gobierno peronista de Alberto y el de Macri. Este Primero de Mayo desde Izquierda Socialista/FIT Unidad llamamos a movilizar en todo el país contra el Plan Motosierra de Milei y el FMI, por un plan alternativo obrero y popular y, retomando la tradición internacionalista y socialista, llamamos a luchar por un gobierno de trabajadores y trabajadoras y por el socialismo mundial.