Escribe Mariana Morena
El 21 de agosto de 1968 los tanques y tropas del ejército soviético ocuparon la ciudad de Praga junto con sus aliados del Pacto de Varsovia. Pese a la tenaz resistencia popular, realizaron una masacre y derrotaron al movimiento obrero y estudiantil que pugnaba por un socialismo con bienestar y libertades contra el totalitarismo estalinista.
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945, Stalin pactó con los imperialismos yanqui e inglés respetar la propiedad privada capitalista en las “zonas de influencia” ocupadas por el Ejército Rojo en Europa del Este. Pero la presión de las masas y el hecho de que la mayor parte de la burguesía había sido colaboracionista de los nazis y había huido, generó que se terminara expropiando los medios de producción en todos esos países.
En Checoslovaquia, el Partido Comunista llegó al poder en un frente popular en las elecciones de 1946 por el rol decisivo de sus activistas en la resistencia contra el nazismo. En 1948, en el marco de una huelga general en Praga, la presión de los sectores obreros y populares por mejoras económicas, combinada con la de la burocracia estalinista en defensa de sus propios intereses, llevó a la expulsión del gobierno de los representantes de la burguesía. Se decretó la propiedad estatal de las tierras, minas, fábricas, bancos y el comercio exterior, abriendo un período de mejoramiento de las condiciones de vida populares, pero bajo un régimen dictatorial de partido único subordinado al Kremlin. Fue el surgimiento de un Estado obrero burocrático, como en todas las “repúblicas populares” dominadas por el estalinismo.
El “socialismo con rostro humano”
Desde los años ´50, la burocracia estalinista checoslovaca implementó procesos judiciales y purgas que se cobraron unas 40.000 víctimas. Junto con la falta de libertades democráticas y el terror, se fue acentuando el deterioro del bienestar de la población a raíz de reformas cada vez más procapitalistas sobre la economía centralmente planificada (el producto nacional bruto pasó de 7% en 1961 a -0,1% en 1963).
En Praga se construyó el monumento a Stalin más grande de Europa. Su muerte en 1953 y el ascenso al poder de Kruschev en la URSS impulsaron un período llamado de “desestalinización”. La estatua fue demolida pero las cárceles siguieron atestadas de opositores. En junio de 1967, un grupo de escritores se manifestó por la independencia de la literatura de la doctrina del partido y por una real democracia obrera (entre ellos, Milan Kundera, autor de la novela La insoportable levedad del ser, que transcurre en los meses de la “primavera” que estaba por acontecer).
En octubre de 1967, una protesta estudiantil por problemas de suministro de luz y calefacción fue reprimida brutalmente. La burocracia se vio forzada a destituir al dictador Novotny y nombrar en su lugar a Alexandr Dubcek, un dirigente con más prestigio y tolerancia. En marzo del ’68 estalló una lucha interna dentro del partido, de la que el ala más “liberal” de la burocracia salió fortalecida por el escándalo de un ex ministro de Defensa que les vendió secretos militares a los yanquis. Para no perder el control, Dubcek encaró reformas democráticas por un “socialismo con rostro humano”, apostando a modificar los aspectos burocráticos y totalitarios del régimen.
Se abrió un período de debates y movilizaciones obreras y estudiantiles por mayor libertad que desbordaron totalmente a Dubcek. Era un espejo de lo que estaba sucediendo en Europa Occidental, inmersa en pleno Mayo Francés, y más a escala mundial, de las luchas emblemáticas representadas por el Che Guevara en Latinoamérica y la resistencia a la guerra de Vietnam. Jóvenes obreros y estudiantes ganaron las calles: fue la Primavera de Praga. Incluso, las movilizaciones se replicaron en otros países del este europeo, como Yugoslavia. La burocracia del Kremlin se conmovió, pero la represión a la revolución húngara del 1956 era el antecedente de que no permitirían rebeliones contra su dictadura.
La invasión
La URSS lanzó sobre Checoslovaquia medio millón de soldados y 5.000 tanques del Pacto de Varsovia invadieron el 21 de agosto. Desafiando los toques de queda, miles salieron a manifestarse, parándose frente a los tanques e incluso trepándose a ellos. Hubo enfrentamientos callejeros, actos de sabotaje y una huelga general el 23; incluso se dieron escenas de confraternización con los soldados. Pero finalmente primó la represión. Los tanques dispararon contra la multitud. Dubcek fue “invitado” a trasladarse a Rusia y volvió para darle cierta legalidad al gobierno títere que instaló Moscú una vez derrotada la resistencia.
La ocupación soviética de Checoslovaquia causó un centenar de muertos y una inmensa ola de emigración (un total de 300.000). En el primer aniversario de la invasión la persecución de manifestantes con perros pastores alemanes provocó que les gritaran “son como la Gestapo”. La represión de la Primavera de Praga fue ampliamente repudiada, incluso por varios partidos comunistas de Occidente. Fidel Castro, por el contrario, apoyó a los invasores. Nuestra corriente trotskista, encabezada por Nahuel Moreno, condenó la ocupación y fue acusada por eso de ser “agente del imperialismo”. Una falsa acusación que se nos hace cada vez que denunciamos a los regímenes totalitarios de izquierda. Pero seguimos insistiendo: estamos convencidos de que no habrá socialismo sin plena democracia obrera.
La revolución política
La Primavera de Praga fue un levantamiento contra la dictadura estalinista. Fue una de las primeras expresiones concretas de lo que Trotsky caracterizó en la década del ´30 como revolución política contra la burocracia. Hubo ensayos similares en los ´50, también derrotados, en Berlín Oriental, Polonia y Hungría, a los que se sumó Polonia en los ´70 y luego nuevamente en los ´80 con la lucha del sindicato Solidaridad.
En 1989 una ola generalizada de luchas sacudió todos los Estados obreros burocráticos y acabó con las dictaduras de los partidos comunistas gobernantes. La ausencia de alternativas revolucionarias y las ilusiones en el capitalismo hicieron que no se pudiera evitar la restauración capitalista y el imperialismo pudo recuperar el terreno perdido cuarenta años antes. La caída de las dictaduras estalinistas terminaría siendo una gran victoria popular, pero con las terribles contradicciones de la restauración capitalista, y sus consecuencias tanto materiales como en la conciencia de millones de trabajadores en el mundo.
En la misma Checoslovaquia, donde había acontecido la Primavera de Praga, el pueblo volvió a movilizarse contra la burocracia gobernante en 1989 y esta vez logró acabar con la dictadura estalinista en una revolución política triunfante. Por las razones que explicamos, hoy día hay dos pequeñas repúblicas capitalistas, Checa y Eslovaquia, semicolonias del imperialismo. Sigue planteada la lucha por un auténtico socialismo con democracia obrera como el que plantearon y comenzaron a desarrollar Lenin y Trotsky en la URSS en sus primeros años, y por el cual también se levantaron los obreros y estudiantes checoslovacos en la Primavera de Praga.