Escribe Federico Novo Foti
En 1924 José Stalin exponía por primera vez su concepción del “socialismo en sólo país”. Fue la negación reaccionaria de la tradición socialista revolucionaria y de las enseñanzas de la revolución rusa al servicio de la consolidación de la burocracia estalinista. León Trotsky encabezó la lucha contra el estalinismo y sus falsificaciones del “socialismo”. Hoy la pelea contra los falsos “socialistas” continúa.
En octubre de 1917 triunfó en Rusia la primera revolución socialista de la historia. Los soviets (consejos) de obreros y campesinos, dirigidos por el partido bolchevique de Vladimir Lenin y León Trotsky que logró la mayoría de los delegados, tomaron el poder y, luego, expropiaron a la burguesía para poner, mediante la planificación estatal, la economía al servicio de las mayorías obreras y campesinas.
Para los bolcheviques la Revolución de Octubre no era más que un primer paso hacia el socialismo en el mundo. La superación del sistema capitalista imperialista mundial sólo podría resolverse en la lucha por el socialismo a escala mundial. Por ello, en noviembre de 1919, fundaron en Moscú la Tercera Internacional y partidos comunistas en todos los países del mundo.1
En particular, Lenin y Trotsky creían que la continuidad del gobierno obrero en un país atrasado como era Rusia estaba en gran medida atado al proceso revolucionario que sacudía por entonces a Europa. Las revoluciones obreras estallaron en Alemania, Italia, Hungría, Bulgaria y otros países europeos. Pero la traición de los partidos socialistas (la socialdemocracia) y la inmadurez de los nuevos partidos comunistas, permitieron que la contrarrevolución burguesa las derrotara. Desde 1918, el gobierno soviético enfrentó a la contrarrevolución imperialista en una feroz guerra civil. Pero en 1922, tras enormes sacrificios del pueblo soviético, el Ejército Rojo creado y conducido por Trotsky, derrotó a los ejércitos “blancos” (imperialistas). Así, la Unión Soviética sobrevivió, pero quedó aislada.
La consolidación del aparato burocrático estalinista
Tras la guerra civil comenzó un proceso de burocratización que fue liquidando la democracia obrera en los soviets y el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), alimentado por la muerte y el agotamiento de la vanguardia revolucionaria en el conflicto, la extrema pobreza, los sucesivos fracasos de la revolución en Europa y el consecuente aislamiento. Ese proceso de burocratización fue encabezado por José Stalin, quien manejaba el aparato administrativo del partido y los soviets.
Lenin, enfermo desde finales de 1921, dedicó sus últimos años a combatir a Stalin y el proceso de burocratización, coordinando esfuerzos con Trotsky. En enero de 1924 falleció, no sin antes dejar en su testamento la propuesta a la dirección del partido de desplazar a Stalin. Pero su opinión fue ocultada y desoída por la burocracia naciente.2
A pocos meses de la muerte de Lenin, Stalin impuso un viraje político reaccionario. En diciembre de 1924 publicó “Octubre y la teoría del camarada Trotsky sobre la revolución permanente”, donde expuso su concepción opuesta al marxismo y al leninismo del “socialismo en un solo país”. En nombre de la unidad obrero-campesina, llamó a los campesinos acomodados (kulaks) a enriquecerse, entre otras medidas.3 Stalin anunciaba que la revolución estaba concluida, las contradicciones de las clases (obrera y campesina) se atenuarían progresivamente y se avanzaría al socialismo “a paso de tortuga”, con la condición de preservar a la Unión Soviética de acontecimientos externos. En concreto se trataba de una política reaccionaria que tenía por objetivo la consolidación de la burocracia, constituyendo una base social conservadora, y persiguiendo cualquier atisbo de oposición, tildada de “trotskista”.
Trotsky encabezó la lucha contra el viraje reaccionario estalinista. Denunció, junto a viejos bolcheviques y un sector de la vanguardia obrera, el creciente control burocrático sobre el partido y el gobierno, y defendió el programa de impulso a la revolución socialista internacional (ver recuadro), de desarrollo de las medidas revolucionarias y la democracia obrera dentro de la Unión Soviética. En 1927, Trotsky fue expulsado del partido. En enero de 1928 debió exiliarse junto con su familia. Pero aun en aquellos difíciles años, siguió batallando contra la burocracia y el fraude del “socialismo en un sólo país”. Reafirmó el carácter internacional de la revolución y la construcción socialista, retomando la concepción marxista de superar el sistema capitalista mundial.4 Advirtió que la orientación de Stalin conducía a la liquidación de la Tercera Internacional y los partidos comunistas, condicionados a servir de sostén de la burocracia soviética mediante la coexistencia pacífica con el imperialismo y la conciliación con la burguesía.5 Según Trotsky, el destino de la Unión Soviética y sus trabajadores oprimidos por la burocracia tendría un carácter alternativo: se lograría la construcción de una nueva dirección revolucionaria que derrotara a Stalin y su aparato o sobrevendría la restauración capitalista.6
A comienzos de la década de 1930, Trotsky y un puñado de sus seguidores comenzaron la difícil tarea de construir una nueva dirección que, en combate con la burocracia, continuará la construcción de partidos revolucionarios. En 1938, fundaron la Cuarta Internacional ante la bancarrota de la Tercera Internacional.7 Pero en 1940, Stalin logró que uno de sus agentes asesinara a Trotsky, exiliado en México, profundizando la crisis de dirección revolucionaria.
La lucha contra los falsos “socialistas” continúa
La burocracia estalinista usurpó el poder soviético y creó una “escuela de falsificaciones”. Condenó así al fracaso a las revoluciones y las oportunidades de nuevos triunfos socialistas, y allí donde a pesar de todo se triunfó, como en Europa central, impuso dictaduras a su imagen y semejanza. A partir de la década de 1970, iniciaron el proceso de restauración capitalista. Pero a partir de 1989 comenzaron a caer las dictaduras estalinistas en medio de enormes rebeliones y revoluciones. Sin embargo, aquellos triunfos tuvieron un alto costo, ya que la ausencia de direcciones revolucionarias de peso entre las masas no logró evitar el avance hacia la restauración. Publicistas del imperialismo y reformistas de todo pelaje anunciaron el “fracaso del socialismo”, cuando en realidad lo que había fracasado era el “socialismo en un sólo país”, la coexistencia pacífica y la conciliación con la burguesía.
Hoy, en pleno siglo XXI, el capitalismo decadente sigue condenando a millones en todo el mundo a vivir en la pobreza y la miseria, continúan las guerras y la amenaza de nuevas catástrofes ambientales. Pero los pueblos siguen protagonizando rebeliones y revoluciones, donde está planteada la pelea por conquistar gobiernos de trabajadores y el pueblo, en la perspectiva de lograr el triunfo del socialismo mundial. Porque no hay salida de fondo si no es terminando con el dominio capitalista imperialista en todos los países y el mundo. Para transitar ese camino, a pesar de la caída del aparato estalinista, el gran escollo siguen siendo los dirigentes reformistas y falsos “socialistas” que rechazan romper con la burguesía y reeditan falsas soluciones, como el “socialismo de mercado” o la “actualización del socialismo” con propiedad privada. Sigue planteada la tarea de construir una dirección socialista e internacionalista consecuente que retome el camino de la Revolución de Octubre y los primeros años del poder soviético.
1. Ver “El Socialista” N.º 577 (21/02/2024) Disponible en www.izquierdasocialista.org.ar
2. Ver L. Trotsky “Sobre el testamento de Lenin”. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2010.
3. Ver J. Stalin. “Obras”. Tomo VI (1924), Ediciones Lenguas Extranjeras, Moscú, 1953.
4. L. Trotsky. “La revolución permanente”. Prometeo, Buenos Aires, 2011.
5. La Tercera Internacional fue disuelta por Stalin en 1943, como parte de sus acuerdos con las potencias imperialistas en el final de la Segunda Guerra Mundial.
6. L.Trotsky. “La revolución traicionada”. El Yunque, Buenos Aires.
7. Ver “El Socialista” Op. Cit.
Trotsky y la revolución permanente
Stalin disfrazó el viraje reaccionario con la campaña contra “el trotskismo” y “la revolución permanente”. Al calor de la polémica contra el “socialismo en un solo país” y sacando conclusiones de las experiencias de la Revolución de Octubre y la derrota de la Revolución China (1925-27), Trotsky fue enriqueciendo su concepción sobre la revolución permanente, elaborada por primera vez en 1905, para transformarla en la teoría de la revolución socialista mundial. En 1929, escribió las tesis de la revolución permanente, donde afirmaba:
“9º. La conquista del poder por el proletariado no significa el coronamiento de la revolución sino simplemente su iniciación. La edificación socialista sólo se concibe sobre la base de la lucha de clases en el terreno nacional e internacional. En las condiciones de predominio decisivo del régimen capitalista en la palestra mundial, esta lucha tiene que conducir inevitablemente a explosiones de guerra interna, es decir, civil, y exterior, revolucionaria. En esto consiste el carácter permanente de la revolución socialista como tal, independientemente del hecho de que se trate de un país atrasado, que haya realizado ayer todavía su transformación democrática, o de un viejo país capitalista que haya pasado por una larga época de democracia y parlamentarismo.” [...]
“10º. El triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse ya con los límites del Estado nacional. […] La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta.” […]
“12º. La teoría del socialismo en un solo país, que ha surgido como consecuencia de la reacción contra el movimiento de Octubre, es la única teoría que se opone de un modo consecuente y definitivo a la de la revolución permanente. […] La división mundial del trabajo, la subordinación de la industria soviética a la técnica extranjera, la dependencia de las fuerzas productivas de los países avanzados de Europa respecto a las materias primas asiáticas, etc., hacen imposible la edificación de una sociedad socialista independiente en ningún país del mundo.” […]
“14º. […] La lucha de la oposición comunista de izquierda [los trotskistas] por una política justa y un régimen saludable en la Internacional Comunista está íntimamente ligada a la lucha por el programa marxista. La cuestión del programa es, a su vez, inseparable de la cuestión de las dos teorías opuestas: la de la revolución permanente y la del socialismo en un solo país.” […]
1. L. Trotsky. “La revolución permanente”. Op. Cit.