Jul 28, 2024 Last Updated 5:30 PM, Jul 27, 2024

Izquierda Socialista

El endeudamiento de nuestro país ya supera largamente los 400.000 millones de dólares. De ellos, 150.000 millones tienen vencimientos inmediatos en los próximos tres años. Al mismo tiempo, toda nuestra economía está atada a las decisiones del FMI, que nos exige un feroz plan de ajuste. No hay otra salida que romper con el Fondo y suspender inmediatamente
los pagos de deuda.

Escribe José Castillo

No es un problema nuevo. La deuda externa se ha transformado desde hace décadas en el mayor flagelo que sufre el pueblo argentino. Toda nuestra riqueza, el trabajo de varias generaciones, se ha ido por los agujeros de ese barril sin fondo. Fue generada fraudulentamente durante la dictadura genocida y después pagada por todos los gobiernos que la sucedieron. Varias veces, con Menem primero y con los Kirchner después, nos quisieron vender que “ya no era más un problema” o que “nos habíamos desendeudado”. Pero era falso. La deuda externa, cual un fantasma, siempre vuelve.

Ahora debemos un PBI entero (el equivalente a toda la riqueza que produce el país en un año). El último salto grande se dio durante el actual gobierno de Cambiemos. El mismo que, cuando ya los acreedores no quisieron seguir prestándonos y comenzaron a exigir la “devolución”, recurrió al FMI, que nos dio otros 57.000 millones de dólares con el único objetivo de garantizar el pago de vencimientos anteriores a cambio de que se lleve adelante un brutal ajuste (y de aumentar en ese monto más aún el endeudamiento).

Hoy, con la economía absolutamente hundida, con una inflación que no cesa de comerse el poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones, con una desocupación creciente y con millones cayendo en la marginación y la miseria, todo producto de esas políticas de ajuste, surge cada vez más acuciantemente la pregunta de cuál es la salida a todo esto.

La bronca absoluta al gobierno de Macri hace que muchos trabajadores, jóvenes, vecinos de los barrios populares, miren con expectativas a lo que se presenta como la oposición mayoritaria, encarnada en las distintas variantes del peronismo. Y dentro de ellas, muchos ponen sus esperanzas en el kirchnerismo, hoy encarnado en la fórmula Alberto Fernández- Cristina Fernández de Kirchner.

¿Qué dicen todos estos candidatos y partidos con respecto al problema más importante que hoy enfrenta la economía argentina?
Todos, absolutamente todos, acuerdan en continuar bajo la tutela del acuerdo del FMI. Y también unánimemente se cansan de decir que garantizarán como sea los pagos de deuda externa. En eso coinciden Macri, Alberto Fernández, Massa, Lavagna, Pichetto y Urtubey. A partir de ahí abren un abanico de demagogia, alegando que igual se puede implementar una política “progresista”, “de redistribución de la riqueza” o “nacional y popular”. Alberto Fernández ha llegado al extremo de decir, cuando se le preguntó cómo haría para llevarla adelante si a la vez se cumple con el Fondo y con los acreedores, que “hay que recurrir a la creatividad”. Otras veces se argumenta que bastaría con “renegociar” con el FMI y que a partir de ahí se nos abrirían todas las facilidades.

Desde la izquierda somos clarísimos y advertimos al pueblo trabajador: todo esto es mentira. Si se continúa con el acuerdo con el FMI y se sigue pagando la deuda externa no hay absolutamente ninguna oportunidad de hacer la más mínima política de reactivación, o tomar medida alguna a favor de los trabajadores. Iremos de crisis en crisis, que cada vez serán mayores, y nos hundiremos cada vez más rápido. Y el Fondo nos exigirá cada vez más ajuste.

Por eso insistimos en aquello que la izquierda ha quedado proclamando sola. Ya es cuestión de vida o muerte: hay que romper con el FMI y suspender inmediatamente los pagos de deuda externa. Esas son las medidas elementales para comenzar un programa de emergencia obrero y popular. Que debemos complementar con otras, como nacionalizar la banca y el comercio exterior, o reestatizar las privatizadas. A partir de allí contaremos con los recursos para efectivamente garantizarle a todos los trabajadores un salario mínimo igual a la canasta familiar (hoy calculada por la junta interna de ATE Indec en 40.000 pesos), el 82% móvil para los jubilados, más plata para la educación y la salud pública, planes de viviendas para resolver el flagelo del desempleo y a la vez terminar con el déficit habitacional (se necesitan construir cinco millones de viviendas). En suma, poner los miles de millones de dólares que hoy se van a manos de los pulpos acreedores al servicio de resolver las más urgentes necesidades populares.

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Escribe José Castillo

Muchos economistas, tanto del gobierno como de la oposición peronista, atacan nuestra posición por “utópica”. Sostienen que no se puede dejar de pagar la deuda externa. Que si lo hacemos nos sobrevendrían todos los males, algunos llegan a decir que “nos invadirían” o que “nos bloquearían”.

No es cierto. La Argentina tiene recursos, produce alimentos, tiene gas, petróleo, produce acero y aluminio. Nuestro problema no es “que no entran capitales”, sino todo lo que se va por el barril sin fondo de la deuda. Por supuesto que suspender los pagos no será una medida fácil, y que deberemos complementar con otras, como proponerle al conjunto de los países latinoamericanos conformar un club de deudores para encarar de conjunto los eventuales chantajes que pueda hacernos el imperialismo.

Pero no estamos planteando algo que no haya sucedido otras veces en la historia. Los economistas Kenneth Rogoff y Carmen Reinhardt, de la Universidad de Harvard, han contabilizado doscientos casos de cesaciones de pago de deuda de los Estados desde 1800 a la fecha. Pero no necesitamos irnos tan lejos: en diciembre de 2001, presionado por las enormes movilizaciones populares del argentinazo, el entonces presidente Rodríguez Saá llegó a proclamarlo en su discurso de asunción en el Congreso. Si bien fue una suspensión de pagos parcial, e incluso a los pocos años (en 2005) Néstor Kirchner volvió a pagarla, ello bastó para que la economía saliera de la crisis en que estaba sometida y creciera, con superávit fiscal durante varios años. Como ejemplo de lo que se pudo hacer, en marzo de 2002 se otorgaron dos millones de planes sociales a los desocupados, utilizando los fondos que de otra manera se hubieran destinado a los acreedores externos.

Entonces somos tajantes. La respuesta de qué pasa si no pagamos es clara: lograríamos reactivar la economía, podríamos subir los salarios, terminar con el desempleo y darnos un plan de desarrollo. Son muchas más las ventajas que los riesgos. En cambio, si seguimos pagando, nuestro destino de miseria y marginación está cantado.

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Escribe Guido Poletti

Las reservas del Banco Central de la República Argentina se redujeron en 1.449 millones de dólares el 23 de mayo pasado. El motivo fue el pago de una cuota de la deuda con el Club de París. Se trata de los montos reconocidos y negociados por el gobierno de Cristina Kirchner en 2014, cuando el entonces ministro de Economía Axel Kicillof le reconoció a este holding de países 10.000 millones de dólares de una deuda vieja, que venía de la época de la dictadura.

Hace pocas semanas también se habían abonado 1.700 millones de dólares en concepto de Bonar 2014, otro “regalito” que nos había dejado el kirchnerismo. En síntesis, pagamos casi 3.200 millones de dólares en apenas dos semanas. La conclusión: no nos habíamos desendeudado nada. Era puro discurso.

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Escribe José Castillo

Toda la oposición peronista (tanto desde la fórmula Fernández-Fernández, como de las distintas candidaturas de Alternativa Federal) habla de la necesidad de renegociar el acuerdo con el FMI. Siempre aparece como la “solución” ante el hecho indiscutido de que no hay ninguna posibilidad de redistribución de la riqueza o siquiera de reactivación si sigue vigente el actual acuerdo con el Fondo.

El problema es entender en qué consiste en concreto la tan citada “renegociación”. Si tomamos los planteos kirchneristas se escuchan expresiones del tipo “hay que sentarse a discutir con el FMI ´con firmeza´”, aunque se aclara que se descarta la opción de romper el acuerdo con dicho organismo. Parecería que se tratara simplemente de una cuestión de actitud o personalidad de los negociadores.

Lo que no se dice es que el propio FMI ya ha fijado los términos en que habilitaría la renegociación. Se trataría, en palabras de la propia Christine Lagarde, de pasar del actual stand by (un préstamo que exige devoluciones en el corto plazo) a otro llamado “de facilidades extendidas”. Este último permite devolver el préstamo anterior en un período más largo (se habla de un corrimiento de los vencimientos a cinco años), a cambio de un mayor ajuste y, sobre todo, la realización de “reformas estructurales”. Estas consisten principalmente en la reforma laboral (léase la destrucción de todos los convenios colectivos y la implementación de la más absoluta flexibilización laboral) y en la reforma jubilatoria (que, arrancando de aumentar la edad jubilatoria, pasa por liquidar los regímenes especiales como el docente, no reajustar los haberes jubilatorios por inflación, privatizar y liquidar el Fondo de Garantía de Sustentabilidad para terminar en una privatización del sistema), También se habla de la exigencia de la privatización de las pocas empresas públicas que de una u otra manera aún existen, en particular los bancos Nación, Provincia de Buenos Aires y Ciudad y la empresa de mayoría accionaria estatal YPF.

Lo enseña la larga historia de renegociaciones de acuerdos de la Argentina con el FMI. Y también la experiencia mundial, incluso la más reciente, tal el caso de Grecia. No hay ninguna posibilidad de renegociación “progresista” con el Fondo. La opción es de hierro: o seguir sometido a ese organismo y ajustar cada vez más, o romper con el FMI para así recuperar nuestra soberanía y poder poner en marcha un programa alternativo al servicio de las necesidades populares.

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Escribe Guido Poletti

Se trata del economista de cabecera de Alberto Fernández. De todos aquellos que hoy integran el núcleo central cercano a la fórmula Fernández-Fernández, Nielsen es el que tiene más llegada a “los mercados” (léase pulpos especuladores y establishment económico local e internacional). Según muchos, ya “suena” como el futuro ministro de Economía de un gobierno de los Fernández. Por eso sus declaraciones no pasan desapercibidas. En una extensa entrevista publicada en Ámbito Financiero el pasado 23 de mayo, Guillermo Nielsen se pronunció, al igual que todos los economistas cercanos al peronismo kirchnerista, por continuar el acuerdo con el Fondo y cumplir con los pagos de deuda.

Sin embargo, el sinceramiento de Nielsen fue mucho más allá y eso es lo que queremos destacar. Dijo, sin pelos en la lengua, que “tenemos FMI para ocho años más. Se van a tener que negociar los vencimientos y lograr facilidades extendidas”. Más claro, agua. Guillermo Nielsen nos aclara que, en el mejor de los casos, habrá dos gobiernos enteros sometidos a los planes de ajuste del Fondo. Esa es la “propuesta alternativa al macrismo”.

Nielsen no se detiene allí. Afirma luego que “un error fue no haber bajado el gasto público y creer que había que aumentarlo aún más y financiarlo con deuda”. Lo traducimos: corre al gobierno de Macri “por derecha”, diciendo que el ajuste tendría que haber sido aún más fuerte. Es obvio que no se trata solo de un debate de intelectuales acerca de lo que ya pasó. Guillermo Nielsen le está hablando al establishment y vendiéndose como el hombre que, desde un eventual gobierno kirchnerista, sí estará capacitado para hacer un ajuste más feroz, tal como reclaman los pulpos especuladores, para así garantizarse cobrar los vencimientos de deuda.

Tal como lo expresó la diputada nacional de Izquierda Socialista/FIT Mónica Schlotthauer, rechazamos los llamados a resignarnos a ocho años más de ajuste del Fondo: “Ocho años de FMI significan ocho años no solo de más ajuste, sino también de más saqueo, más dependencia, y que avancen la reforma laboral y jubilatoria. Los dichos de Nielsen confirman el rumbo de la fórmula Fernández-Fernández, mientras ellos nos proponen ocho años de FMI, el Frente de Izquierda responde que hay que romper con ese organismo y poner la plata en trabajo, salud, educación, ciencia y vivienda, y no para los chupasangre usureros extranjeros”.

Nuestra diputada no se quedó solo en el repudio a las declaraciones del economista de Alberto y Cristina. Presentó también un proyecto de ley planteando la ruptura con el FMI y el no pago de la deuda externa.

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