Apr 29, 2024 Last Updated 1:19 AM, Apr 28, 2024

Izquierda Socialista

Escribe Mercedes Trimarchi diputada de Provincia de Buenos Aires y referente de Isadora

Son dos misóginos, homofóbicos, reaccionarios y represores que gobiernan para las multinacionales y el capital financiero. Defienden cada uno de los ataques del Estado de Israel contra el pueblo Palestino, y son enemigos de las mujeres, lesbianas, gays, trans y demas sectores oprimidos en sus países y el mundo entero. Son de los principales enemigos de la juventud.

Trump desarrolló como parte de su campaña xenófoba la política de intentar expulsar 800.000 jóvenes migrantes, mientras que también separó a miles de niñxs de sus padres y madres en la frontera con México. Su discurso envalentonó al movimiento "Alt Right", promoviendo una mezcla de nacionalismo blanco y reaccionario, en un marco en que han crecido los crímenes de odio contra las comunidades negras y judías entre otras. Además, impulsó una reforma fiscal que aumentó la carga al pueblo trabajador y les bajó impuestos a los ricos y multinacionales. A nivel internacional buscó apuntalar el intervencionismo yanqui en todo el planeta.

Bolsonaro, por su parte, basó su campaña en amenazas de todo tipo contra los sin tierra, los pueblos originarios, las identidades disidentes y las mujeres. La otra cara de la moneda de una política que busca quitarles derechos históricos a lxs trabajadorxs, como con la búsqueda de una reforma jubilatoria. Su discurso está inundado del dogma religioso, su gobierno dice las mujeres nacieron para "ser madres y el hogar", y ahora llegó al colmo de querer terminar con el financiamiento estatal a las carreras de Filosofía y Sociología por estar para él impregnadas de la "ideología de género". Un dinosaurio completo.

Las mujeres fueron las primeras en salirle al cruce a ambos masivamente. En Brasil con el "#EleNão que ganó las calles del país antes de la votación, y en EEUU al día de su asunción también cientos de miles de mujeres se plantaron en la masiva "woman's march". Es una tarea del momento derrotar en las calles estas versiones retrógradas de gobiernos para ricos, que muestran cómo los grandes capitales siempre que pueden, ponen a cargo de los Estados a representantes anti-derechos.

Es muy importante para los pueblos del mundo debilitar políticamente al mandamás del imperialismo. La juventud tiene que ser parte de las campañas mundiales y convocatorias contra estos gobiernos reaccionarios. El Frente de Izquierda, Izquierda Socialista, Isadora y la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores - Cuarta Internacional, estamos al servicio de esa pelea.


“Yo no creo que sea inevitable el triunfo del socialismo. Entonces lo indispensable es luchar, luchar con rabia para triunfar, eso es indispensable, porque podemos triunfar. No hay ningún Dios que haya fijado que no podemos hacerlo.” (Nahuel Moreno)

Escribe Nicolás Núñez, legislador electo CABA por Izquierda Socialista en el Frente de Izquierda

Rabia, porque hace a la forma en que encaramos nuestra militancia. ¿Porque de qué otra forma plantarse frente a quienes gobiernan un mundo cada vez más injusto, con más derechos pisoteados, y con cada vez menos futuro por delante? Uno no puede pararse ante el crecimiento del hambre, o ante el 50% de jóvenes debajo de la línea de pobreza que tiene la Argentina, y tratar esos hechos solo como números. La rabia, la bronca, empujan nuestra voluntad de dar vuelta todo lo que conocemos de este mundo capitalista en decadencia. Pero no solo tenemos el enojo y la voluntad, también sabemos que existe la posibilidad de ganar.

Es por eso que junto con la palabra, rabia, nos interesó recuperar la cita con que encabezamos esta explicación. Se trata de una forma coloquial, simple, con la que el fundador de nuestra corriente dentro del trotskismo, Nahuel Moreno, sintetizaba su (nuestra) toma de posición ante un debate que llevaba un siglo de duración. Veamos

1. Marx y Lenin


Con la muerte de Marx en 1883 se dispararon múltiples interpretaciones de su obra. Hubo un arduo trabajo del pensamiento burgués para adornar la figura de Marx como alguien interesante, pero quitándole el contenido revolucionario a su legado. Parte de ese esfuerzo, fue plantearlo como un lúcido intérprete del capitalismo, pero reduciéndolo a un analista económico, lo que iba de la mano de pintarlo como alguien que pensaba que era el propio desarrollo tecnológico y productivo que impulsaba el capitalismo lo que, inevitablemente, algún día del futuro incierto, generaría las condiciones para una sociedad socialista. Lamentablemente eso también tuvo eco entre los “socialistas”: los partidos socialdemocratas de principios del siglo XX y los mencheviques rusos se abrazaron a esa misma idea de que no había que impulsar la pelea por el poder político, sino que había
que esperar al día que las “condiciones realmente maduras” toquen las trompetas, con la misma paciencia que los cristianos esperan el retorno de Jesús ante el apocalipsis.

A esa interpretación también la acompañó otra que enunciaba que irremediablemente la crisis del capitalismo iba a decantar mecánicamente en el triunfo del socialismo. Ambas negaban la importancia de la disputa política, y entendían la historia como mera consecuencia de los movimientos de la economía.

Esta revisión a dos voces de la obra de Marx pasaba por alto necesariamente dos elementos fundamentales: la perspectiva militante y la lucha de clases. Marx no se dedicaba a escribir encerrado en su casa ni a profetizar desde un pupitre. Fue un brillante estudioso, sí, pero sobretodo un fundador y constructor de la herramienta que consideraba indispensable: la internacional y el partido revolucionario de la clase trabajadora para luchar en el presente, y no en un futuro en abstracto, por el socialismo. Marx entendió que es la lucha de clases la que define los ritmos de la historia en que estamos inmersos. Esa lucha se da dentro de un cuadrilátero delimitado por
condicionamientos históricos económicos y sociales, pero es -justamente- una lucha, y en una lucha se gana o se pierde, pero se da pelea.

La Revolución Rusa (1917) dio un golpe letal a quienes les decían a los trabajadores que había que seguir aguantando al capitalismo, y demostró que ya había condiciones para que triunfe una revolución socialista. Con una organización firmemente organizada, el Partido Bolchevique construido por Lenin, un país atrasado lograba escaparse del infierno capitalista antes que cualquier país avanzado.

Pero no hubo solo triunfos, también hubo que interpretar catástrofes como la Primer Guerra Mundial que se llevó la vida de millones, y luego al nazismo. Ante estos hechos el marxismo revolucionario postuló que la historia no tenía un único pronóstico posible, no era inevitable el socialismo, la decadencia del capitalismo también podía terminar en otra cosa: en la barbarie.

2. Trotsky y Moreno

Tras la muerte de Lenin, el estalinismo fue un tremendo retroceso para la dirección revolucionaria de la clase trabajadora. Todas las corrientes que se alimentaron de él, desde el maoísmo hasta el “Socialismo del Siglo XXI” de Chávez, pasando por los consejos de Fidel Castro en las décadas del 70 y 80 en América Latina, fueron quienes se encargaron de reflotar la lectura reformista de Marx: “las condiciones para el socialismo no están dadas, hay que coexistir con el capitalismo y hacerlo avanzar, para que en el futuro sí haya condiciones de pelear por el socialismo”.

Mayoritariamente la izquierda mundial fue atrás de ese planteo, y así estamos hoy: con el capitalismo reimplantado en todos los países donde la burguesía había sido expropiada, y con un tendal de revoluciones abortadas, incompletas, traicionadas, en un mundo de miseria creciente. “Los que hacen revoluciones a medias no hacen más que cavarse una tumba”, decía uno de los graffitis del Mayo Francés. Algo que se demostró una y otra vez cierto.

La fundación de la Cuarta Internacional y de partidos revolucionarios por fuera de los PC (dirigidos por el estalinismo) fue lo que permitió que el legado militante y revolucionario de Marx pueda seguir teniendo un canal de organización. El responsable de esa tarea fue León Trotsky.

En el Programa de Transición, pilar de fundación de la Cuarta, señaló que el gran problema a resolver para sacar a la humanidad de su crisis era (es) la crisis de la dirección revolucionaria de la clase trabajadora. Se trata entonces, para decirlo simple, de un problema político, no económico.

Tras el asesinato de Trotsky por parte de una agente estalinista y hasta el presente, un sector del trotskismo padeció una gran desorientación política y dispersión, y en buena medida también, un impulso hacia rendirse ante las modas políticas del momento (el guerrillerismo, el zapatismo, el chavismo, etc.) y abandonar la estrategia marxista de construir organizaciones revolucionarias en la clase trabajadora.

Contra esa orientación Nahuel Moreno emergió en ese contexto como un gran constructor de partidos, y como un defensor no dogmático del legadodel marxismo, el leninismo y el trotskismo.

3. Ningún dios

Con Moreno afirmamos que en ningún lado está dicho que lxs trabajadorxs no puedan gobernar la sociedad. Porque en ningún lado está ya definido que el capitalismo es inmortal. Más bien, nada lo es. Su continuidad, es la continuidad del hambre, de la explotación, de las guerras, de la destrucción de la naturaleza, en fin, es una amenaza para cualquier tipo de futuro para el mundo entero.

La humanidad ya cuenta con el desarrollo productivo que garantice que nadie muera de hambre; cuenta con la tecnología para repartir las horas de trabajo y trabajar menos y poder dedicar nuestras vidas a lo que realmente queramos; cuenta con la capacidad de garantizar el techo, el acceso al agua, la salud y la educación al conjunto de la población mundial. Si eso no pasa es porque hay un puñado de megamillonarios, que tejen los hilos de la economía y la política mundial con sus empresas multinacionales, imponiendo cada vez mayores dolores a las mayorías empobrecidas. Eso explica que las 26 personas más ricas junten en un año la misma cantidad de riquezas que las 3.800.000.000 más pobres. Hay que terminar con todo esto.

En nuestro país, partimos de organizarnos para enfrentar las políticas de Macri y los gobernadores, pero en el contexto de que la realidad excede a nombres propios o a tal o cual gobierno. Nuestra lucha es contra todo un régimen social ordenado en torno a los intereses capitalistas.

Nuestra invitación es a que te sumes a dar esa pelea. Porque nuestra potencialidad de triunfo, no se deriva de la crisis del capitalismo, que ya a esta altura es crónica, casi permanente, y cada vez peor. Sino que se deriva de la fuerza que tenga nuestra herramienta política, y si somos lo suficientemente inteligentes, si tenemos la política correcta, para derrotar a los partidos capitalistas.

Somos parte, Izquierda Socialista y la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores - Cuarta Internacional, de una corriente que se forjó y aprendió junto a Moreno y toda una camada de militantes que viene sosteniendo décadas de lucha en condiciones de todo tipo, como lo hizo el heroico Partido Socialista de los Trabajadores (PST) sosteniendo la militancia en la clandestinidad contra la dictadura genocida de Videla y compañía.

Se trata de una militancia que ha pasado por situaciones de avance y retroceso, pero incluso en los momentos más difíciles, se sostuvo con la triple certeza de que es posible organizarse para derribar al sistema capitalista; de que la clase trabajadora da batalla contra los intentos de semiesclavización que impulsan los gobiernos; y de que en este mundo en el que priman la opresión y la explotación, no hay mejor manera de atravesar la vida que hermanadxs con compañerxs que peleen codo a codo y con rabia por una sociedad donde realmente reinen la igualdad y la libertad: una sociedad socialista.

No existe dios que haya definido que no podamos triunfar.


NAHUEL MORENO
(1924-1987)
Fue uno de los principales dirigentes del trotskismo latinoamericano, y fundador de la corriente de la que somos parte en Izquierda Socialista. Sus trabajos teóricos podés encontrarlos en los libros que editamos y también en www.nahuelmoreno.org

 

Editorial

Sigue aumentando el número de contagiados por el coronavirus. No es ninguna sorpresa, todos los especialistas ya habían anticipado que el pico se espera para principios de junio. Sin embargo, es justamente en este momento cuando vemos una gran flexibilización en la Capital y el conurbano bonaerense. Negocios abiertos, fábricas que retoman la producción, más gente transitando por las calles (casi como en días normales) y un incremento cada vez mayor en la cantidad de pasajeros en el transporte público, sobre todo en los que van y vienen del Gran Buenos Aires. Ante el evidente riesgo de un descontrol y el aumento de casos en barrios populares y asentamientos precarios, los gobiernos de Larreta, en la Ciudad, y de Kicillof, en la provincia, se echan la culpa mutuamente. Sin embargo, la verdad es que ambos son responsables, junto con el gobierno nacional. Larreta y Kicillof han flexibilizado miles de actividades ante la presión patronal y en ambos distritos hay millones que viven hacinados sin las más mínimas condiciones de higiene. Los que se contagian, enferman y mueren son los más pobres. Como muestra de la responsabilidad compartida, tenemos la tragedia del fallecimiento por coronavirus de Ramona Medina, vocera de la Garganta Poderosa, en el barrio Padre Mugica (ex Villa 31), que hace apenas unos días denunciaba y reclamaba desesperadamente por la falta de agua en el barrio. Durante semanas, tanto Larreta como el gobierno nacional, responsable de la empresa estatal Aysa, presidida por Malena Galmarini, se la pasaron tirándose la pelota acerca de a quién le correspondía la responsabilidad, hablando de “un caño maestro” que, casualmente, aunque era el mismo, nunca afectó a la zona acomodada de Retiro y Recoleta, mientras el agua no volvía a la villa y crecían los contagios.

El gobierno de los Fernández sigue sacando decretos que ya se transforman en un doble discurso en sí mismos, se prohibieron las suspensiones y despidos, pero continúan, con el aval del propio Ministerio de Trabajo. Se congelaron los precios de 3.200 artículos y luego se prorrogó esa medida, pero basta ir a cualquier supermercado para ver que siguen subiendo. De hecho, la canasta familiar calculada por los trabajadores de ATE-Indec ya requiere 67.371,60 pesos y sigue en alza.  El gobierno publicó un informe del Banco Central donde se demuestra que de los 86.000 millones de dólares fugados durante la era Macri, el 1% de las empresas involucradas se llevaron 41.124 millones y, si lo medimos por personas, las diez más importantes fugaron 7.945 millones de dólares, revelando a las claras cómo un reducidísimo núcleo de millonarios y grandes empresas fueron los responsables. El propio Alberto Fernández había insistido hace pocos meses en denunciar que el total del endeudamiento se utilizó para la fuga de capitales. Sin embargo, y a pesar de estos datos contundentes, hoy se sigue con la renegociación de la deuda, con un gobierno que ya no solo reconoce y se jacta de que la propuesta enviada a los bonistas fue favorable para ellos, sino que se muestra dispuesto a “flexibilizarla” aún más, a pedido de los propios pulpos acreedores.

Al mismo tiempo, y a pesar de que el gobierno y el Frente de Todos vienen hablando hace más de un mes de implementar un impuesto a la riqueza, el proyecto parlamentario ni siquiera está redactado. Y encima los diputados del peronismo y de Cambiemos votan unidos el rechazo al tratamiento del único existente, del Frente de Izquierda Unidad.

Esta semana se dio a conocer el nuevo “aumento” por decreto a los jubilados. Un miserable 6,12 por ciento. Todos, absolutamente todos los jubilados, incluidos los de la mínima, cobrarán menos que lo que les hubiera correspondido si no se hubiera derogado en diciembre la movilidad jubilatoria. Ya ni siquiera se trata, como pasó en marzo pasado, que perdieron todos excepto los de la mínima. Ahora incluso aquellos que hoy cobran 15.891 pesos recibirán menos. Lo denunciamos en diciembre, en marzo lo sufrieron todos los que vieron cómo se achataba la pirámide (los de jubilaciones superiores a 20.000 pesos), pero ahora ya los ajustados son el ciento por ciento de los jubilados. Sin vueltas, su plata va para los usureros de la deuda externa.

En síntesis, los empresarios usan la pandemia para despedir y rebajar salarios, presionan para que se abra todo mientras crecen los contagios entre el pueblo trabajador. Porque lo que sigue funcionando a pleno es el pacto del gobierno con la UIA y la CGT. El “gran acuerdo” para bajar el 25% de los sueldos, dejar correr las suspensiones y los despidos, seguir pagando la deuda y cajonear, hasta hacerlo desaparecer, cualquier proyecto de impuesto a la riqueza o a las grandes empresas. Al mismo tiempo que las patronales se siguen llevando millonadas en concepto de subsidios, y hasta el extremo de que la propia diputada ultrakirchnerista Fernanda Vallejos reconoció públicamente que el gobierno está ayudando incluso a las más grandes empresas. Solo se le ocurrió pedir que le den algunas acciones al Estado. Desde el Frente de Izquierda Unidad denunciamos este pacto, al mismo tiempo que insistimos en exigir la conformación de un fondo de emergencia para atender las necesidades sanitarias y sociales de la pandemia, financiado con un impuesto a las grandes fortunas y ganancias empresarias y con la suspensión inmediata del pago de la deuda externa.

Es importante destacar que, en el marco de la cuarentena, siguen las luchas de los trabajadores. Los mineros de Andacollo continúan marchando kilómetros y cortando rutas. Siguen la pelea los obreros de Penta, los repartidores, los de Mondelez y las compañeras y compañeros de La Nirva, que han obtenido un triunfo parcial. En Fate se logró evitar el intento patronal de reducción salarial. Los trabajadores de la salud continúan  denunciando las condiciones en que enfrentan la primera línea de la pandemia. Por todo eso, hoy es más importante que nunca, ante la traición de la burocracia, dar la pelea por otros dirigentes. Para apostar a esa perspectiva, apoyando y fortaleciendo a las nuevas direcciones, es que el sindicalismo combativo está convocando a un plenario virtual el próximo 27. Como se anunció en la radio abierta que se realizó en las puertas del Ministerio de Trabajo, los ferroviarios del Sarmiento, el Sutna, Ademys, los Suteba combativos, la Cicop, entre otros, están llamando a participar a todas las comisiones internas, cuerpos de delegados, listas opositoras y activistas para discutir cómo, al mismo tiempo que bancamos la cuarentena frente a empresarios a los que solo les importan sus ganancias, apoyamos todas las luchas. Y también discutir cómo coordinarlas y fortalecer al activismo, y a la vez postular la nueva dirección que, hoy más que nunca, necesita la clase trabajadora. Desde Izquierda Socialista salimos con todo a apoyar y decir presente en esta nueva iniciativa del sindicalismo combativo.

 

 

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Escribe Diego Martínez

Finalmente, sesionó el Congreso Nacional. No se trató el proyecto de impuesto a la riqueza que viene anunciando el gobierno y se rechazó el tratamiento del proyecto de ley del Frente de Izquierda Unidad sobre el mismo tema. Seguimos luchando para que esta crisis la paguen los patrones, no los trabajadores.

El cuento de la buena pipa

Hace un mes y medio que el gobierno viene dando vueltas con el asunto del impuesto a los ricos. Fernández primero argumentó que tenía que “coordinar” y “unificar” diferentes propuestas de legisladores oficialistas. Después dijo que no se podía hacer por decreto y que tenía que tratarse en el Congreso. Desde ese momento empezó una larga novela entre el gobierno y la oposición de Cambiemos acerca de cómo sesionar en el marco de la cuarentena. Finalmente se pusieron de acuerdo. El miércoles pasado sesionó la Cámara de Diputados de modo virtual, pero el dichoso proyecto del peronismo no se trató. Ni siquiera ha sido presentado en el Parlamento. Es decir, formalmente todavía no existe.

El que sí fue presentado para ser tratado sobre tablas en la sesión fue el del Frente de Izquierda Unidad, firmado por Romina del Plá y Nicolás del Caño. Es el único proyecto existente sobre el impuesto a la riqueza que propone sacarle 20.000 millones de dólares a las grandes fortunas del país. Mucho más que los 3.000 o  4.000 millones de recaudación del que supuestamente hablaría el proyecto del peronismo. A la hora que los diputados tenían que votar el orden del día, había que decidir si este proyecto se incorporaba o no al temario, y el Frente de Todos, en acuerdo con Juntos por el Cambio, votaron en contra de que se discuta. Una verdadera vergüenza que muestra el doble discurso del gobierno. 

El oficialismo actuó de forma muy rápida, sin esperar el funcionamiento de ningún Congreso, para pactar un ajuste sobre el salario de los trabajadores en cuarentena con las patronales, la oposición y la burocracia sindical y subsidiar a las patronales. Pero es extremadamente “lento” para sancionar un proyecto de ley que permita rápidamente recaudar fondos para dar mayor asistencia social a los sectores populares y fortalecer el sistema de salud para enfrentar la pandemia.

¿Por qué no se vota el impuesto a las grandes fortunas?

Distintas son las razones que se esgrimen acerca de por qué este proyecto está “cajoneado”.

Desde el gobierno sostienen que solo quieren tratar temas en los que hubiera “consenso generalizado con la oposición”. Coinciden por la vía de los hechos con Cambiemos en evitar la confrontación con empresarios como Galperín, Roemmers, Brito, o Paolo Rocca, que no solo se vienen enriqueciendo enormemente con fabulosas ganancias a costa del sacrificio de los trabajadores de sus empresas, sino que “gambetean” el pago de cualquier tipo de impuestos, haciendo todo tipo de maniobras para transferir sus ganancias a paraísos fiscales. Ese es el caso de Techint, que tiene su sede legal en Luxemburgo. 

Son estas mismas empresas las que argumentan que si se agrega este impuesto a otros que ya pagan habría una situación de “confiscación general” hacia ellos. Una verdadera burla en un país como la Argentina, en donde la mayor recaudación viene del IVA, que lo aporta mayormente el pueblo trabajador al pagar un 21% por cada producto que compra.  

La dilación en la presentación del proyecto no solo tiene que ver con el rechazo del sector mayoritario de Cambiemos y la oposición del empresariado, sino con lo que hizo y hace el propio gobierno, que cede cada vez más a las presiones de las grandes patronales y multinacionales. Según distintas versiones, y en varios medios, dicen que “tampoco en el Congreso la postura es unánime en favor de este gravamen dentro del oficialismo. Allí se escudan en que no han recibido una orden para empujar el tema por parte del Poder Ejecutivo, más allá de las palabras de Alberto Fernández en las que dijo que apoyaba la idea” (Infobae, 1°/5/2020).

El presidente viene bajando aceleradamente el tono de sus declaraciones, o mejor dicho va quedando más en claro su doble discurso. Así como hizo con otros temas (pasó de hablar de “nacionalización del sistema de salud” a la mera “coordinación entre el sector privado y el público”, o dijo que iba a perseguir a los “vivos” que aumentan los precios y no toma ninguna medida para sancionar a quienes violan los precios máximos) lo mismo viene sucediendo con el impuesto a las grandes fortunas y ganancias de las empresas. Pasó de decir “que es la hora de que las empresas ganen menos” y anunciar el citado impuesto, a hablar de un “aporte solidario para contribuir a morigerar los efectos de la pandemia”. Este “aporte” podría incluso llegar a ser un “préstamo” porque, según señalan algunas fuentes provenientes del empresariado, aceptaría esta medida a cambio de que se cobre “a cuenta” del futuro impuesto a las ganancias.

¡Basta de dilaciones! ¡Que se imponga ya el impuesto a las grandes fortunas!

La situación que vive el país es alarmante. No se puede seguir esperando para tomar medidas urgentes que permitan solucionar la crisis social y fortalecer el sistema de salud. Según distintas encuestas, entre 75% y 80% de la población apoya el impuesto a las grandes riquezas. El gobierno podría aprovechar el gran respaldo popular que tiene esta medida para aplicarla de manera inmediata. Pero prefiere seguir beneficiando a las grandes patronales que se aprovechan de la crisis de la pandemia para continuar sacando su tajada. Desde Izquierda Socialista seguiremos luchando para que esta crisis no la paguen los trabajadores sino los que más tienen, los grandes grupos económicos que se vienen beneficiando con las políticas del peronismo, la UCR y PRO en los últimos años. Continuamos exigiendo un fondo de emergencia basado en el no pago de la deuda externa y el impuesto a las grandes fortunas.

 

 

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Escribe Adolfo Santos

El ultraderechista presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, no deja de sorprender. Preguntado sobre la gran diferencia de muertos entre su país y la Argentina, respondió: “Hablemos de Suecia, que no cerró la economía. Ustedes hablan del lado ideológico, ustedes hablan de un país que camina hacia el socialismo, que es la Argentina”.

No es la primera vez que el reaccionario Bolsonaro, defensor de regímenes dictatoriales y de la tortura, trata de confrontar con Alberto Fernández para reafirmarse en su base conservadora. En febrero dijo: “En Argentina duplicaron el valor de la multa de indemnización con el nuevo gobierno socialista que asumió”. Todo el mundo sabe que este siniestro personaje es una máquina de propagar mentiras. Es un mecanismo consciente. Deforma lo que no encaja en sus posturas autoritarias y fascistoides para darle un nuevo significado que pretende convertir en verdad. Un método peligroso que muchas veces genera confusión, en este caso, sobre lo que es realmente el peronismo.

El peronismo fue un movimiento nacionalista burgués con gran apoyo de las masas populares, que logró penetrar hondo en la clase trabajadora a partir de una serie de concesiones muy importantes otorgadas en la posguerra, durante sus dos primeros gobiernos, de 1946 a 1955. Fueron años de bonanza económica y Perón se apoyó en el movimiento obrero para resistir la entrada del imperialismo norteamericano frente al debilitamiento del imperialismo inglés. Para eso otorgó derechos laborales y sociales como ningún otro gobierno anterior o posterior. Esa es  la causa por la que, hasta hoy, los trabajadores identifican al peronismo (y en particular al de ese período) como la fuerza política que más los benefició.

Sin embargo, con el paso del tiempo y las sucesivas crisis económicas, poco fue quedando de ese movimiento nacionalista burgués que tenía roces con el imperialismo yanqui y otorgaba concesiones a los trabajadores. Cada vez más se fueron pareciendo a los gobiernos de otros partidos. Esto sucedió incluso con el tercer gobierno del propio Perón en 1973. De ahí que, para mantener su base, hayan tenido que recurrir permanentemente al doble discurso, decir una cosa y hacer otra. Hablar de los pobres, de los trabajadores, de los descamisados y al mismo tiempo aplicar políticas que benefician a los grandes intereses económicos. No es casual que, a pesar del enorme caudal de votos que todavía conserva, el peronismo ha ido perdiendo prestigio y se ha enfrentado al rechazo de sus políticas tanto en las calles como en las urnas.

El peronismo no es de izquierda ni va al socialismo

Nadie mejor que el propio Alberto Fernández para definir su gestión: “No somos socialistas, somos peronistas. Somos pragmáticos…”, declaró ante una platea formada por operadores de un banco internacional. El 12 de abril de este año reafirmó ante el diario Perfil: “Muerto el comunismo, el capitalismo no tiene discusión. Lo que estamos discutiendo es cómo debe ser el capitalismo, … lo que llegó a su fin es lo que llamo el capitalismo especulativo y financiero…”. Ya cuando Ángela Merkel le había preguntado si el peronismo era de izquierda, su respuesta fue: “El peronismo es quien mejor administró el Estado y quien otorgó derechos a los trabajadores”. Está claro, son quienes mejor administran el Estado capitalista. Son definiciones coherentes con la historia de ese partido. A lo sumo emplea el doble discurso para separarse de lo que califica de “capitalismo especulativo y financiero”, como si fuera posible un capitalismo más humano.

En realidad, el propio general Perón ya había sido categórico en un famoso discurso pronunciado en la Bolsa de Comercio en agosto de 1944: “Se ha dicho, señores, que soy un enemigo de los capitales, y si ustedes observan lo que les acabo de decir no encontrarán ningún defensor,  más decidido que yo, porque sé que la defensa de los intereses de los hombres de negocios, de los industriales, de los comerciantes, es la defensa misma del Estado… el capital, que, con el trabajo, forma un verdadero cuerpo humano, (deben) trabajar en armonía para evitar la destrucción del propio cuerpo”. Una verdadera alegoría a la conciliación de clases, algo que siempre defendieron las corrientes peronistas. Un concepto opuesto a lo que significa el socialismo.

Si algo ha caracterizado al peronismo es ser un verdadero muro de contención para evitar el socialismo. Es lo que hizo en diferentes momentos de la historia de nuestro país. Las concesiones que el peronismo otorgó a la clase trabajadora no fueron en detrimento del capitalismo. Las hizo asociado al control ejercido por la burocracia sindical, a la que creó y fortaleció para usarla como herramienta de contención en los momentos de lucha y de procesos que amenazaban desbordar los límites del capitalismo. Así, el propio Perón, que había sido derrocado por un golpe gorila, clerical, pro-yanqui y pro-patronal, fue llamado por los empresarios, los militares y el imperialismo para frenar el ascenso del cordobazo de 1969. Por eso fue rescatado en 1973 y Perón volvió, no para  para restaurar la justicia social del período 1945-55, sino para actuar con mano dura contra las luchas sociales y el crecimiento de la izquierda.

Con Menem, en los ’90, el peronismo mostró su verdadero rostro capitalista. Fue uno de los períodos de mayor entrega y saqueo por parte del imperialismo y de las grandes corporaciones. De la mano de Domingo Cavallo, el caudillo riojano demostró cuánto podía el peronismo ser parte del proyecto capitalista imperialista mundial. Y no estuvo solo. Alberto Fernández y el matrimonio Kirchner compartieron ese proceso. Tampoco los doce años de gobierno peronista kirchnerista, a pesar del doble discurso “nacional y popular”, absolutamente necesario después de las movilizaciones del argentinazo, cambiaron la estructura económica del país. La Argentina continuó siendo tan capitalista como siempre. Y en ese período, el gobierno, como la propia Cristina Kirchner definió, fue un pagador serial de la fraudulenta deuda externa.

No es diferente el actual gobierno. Lejos de “avanzar al socialismo”, como sostiene Bolsonaro, Alberto Fernández ha beneficiado más a los sectores empresariales que a la población trabajadora. En medio de las necesidades que exige la pandemia para cuidar la vida, ha avalado la rebaja salarial de 25% pactada entre la UIA y la burocracia sindical, mientras se niega a sacarles un solo peso a los grandes capitalistas. El proyecto de gravar las grandes fortunas está engavetado ante la presión de las patronales. La burguesía argentina puede dormir tranquila. A pesar del doble discurso que dice que van a privilegiar a los más vulnerables, el rumbo de este gobierno es el de continuar cuidando los intereses capitalistas.    

 

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